domingo, 31 de mayo de 2009

Estado de parálisis. Por Paul Krugman


Siempre se ha dicho que California es el lugar al que primero llega el futuro. ¿Pero sigue eso siendo cierto? Si es así, que Dios ampare a Estados Unidos.
La recesión ha golpeado con fuerza al Estado Dorado. La burbuja inmobiliaria era allí mayor que en casi cualquier otro lugar, y el desastre también ha sido mayor. La tasa de paro de California, del 11%, es la quinta más alta del país. Y por consiguiente, los ingresos del Estado se han resentido. Sin embargo, lo que es realmente preocupante acerca de California es la incapacidad del sistema político para hacer frente a la situación.

A pesar de la depresión económica, a pesar de las políticas irresponsables que han duplicado la carga de la deuda del Estado desde que Arnold Schwarzenegger se convirtió en gobernador, California tiene unos recursos humanos y financieros inmensos. No debería tener una crisis fiscal; no debería estar a punto de recortar servicios públicos esenciales y de negar la cobertura sanitaria a casi un millón de niños. Pero así es, y uno tiene que preguntarse si la parálisis política de California es un presagio del futuro que le espera a todo el país.
Las semillas de la actual crisis de California se plantaron hace más de treinta años, cuando la inmensa mayoría de los votantes aprobó la Propuesta 13, una medida electoral que colocó una camisa de fuerza al presupuesto del Estado. Se limitaron los tipos de interés sobre la propiedad, y los propietarios de viviendas se vieron protegidos de los aumentos en sus bases imponibles aunque el valor de sus casas estuviera subiendo.
La consecuencia fue un sistema de impuestos que es tan injusto como inestable. Es injusto porque los propietarios de vivienda más mayores suelen pagar muchos menos impuestos sobre la propiedad que sus vecinos más jóvenes. Es inestable porque la limitación de los impuestos sobre el patrimonio ha obligado a California a ser mucho más dependiente que otros Estados de los impuestos sobre la renta, que caen en picado durante las recesiones.
Sin embargo, es más grave aún el hecho de que la Propuesta 13 ha hecho que sea extremadamente difícil subir los impuestos, incluso en momentos de emergencia: no se puede subir ningún impuesto estatal sin una mayoría de dos tercios en las dos cámaras legislativas del Estado. Y la reacción recíproca entre esta disposición y las tendencias políticas del Estado ha sido desastrosa.
Porque California, donde los republicanos iniciaron la transformación mediante la que dejaron de ser el partido de Eisenhower y se convirtieron en el partido de Reagan, es también el lugar en el que iniciaron su siguiente transformación, la que les convirtió en el partido de Rush Limbaugh. A medida que la marea política se ha ido volviendo en contra de los republicanos de California, los miembros restantes del partido se han vuelto cada vez más radicales, cada vez menos interesados en la labor de gobernar.
Y mientras el creciente extremismo del partido lo condena a una situación de minoría aparentemente permanente (Schwarzenegger era y es una excepción), el remanente republicano sigue conservando escaños suficientes en la asamblea legislativa para bloquear cualquier medida responsable para atajar la crisis fiscal.
¿Le sucederá lo mismo al país en su conjunto? La semana pasada, Bill Gross, de Pimco, el gigante de los fondos de bonos, advertía de que el Gobierno de EE UU podría perder su triple A en la calificación de la deuda en unos cuantos años, por culpa de los billones que se está gastando en rescatar la economía y los bancos. ¿Es ésta una posibilidad real?
Bueno, en un mundo racional la advertencia de Gross no tendría sentido. Los déficit previstos para EE UU pueden parecer grandes, pero sólo sería necesaria una pequeña subida de los impuestos para compensar el aumento que se presagia en los pagos de los intereses (y ahora mismo, los impuestos estadounidenses están muy por debajo de los de la mayoría de los países ricos). En otras palabras, las consecuencias fiscales de la actual crisis deberían ser controlables.
Pero eso parte de la suposición de que, desde el punto de vista político, seremos capaces de actuar de forma responsable. El ejemplo de California demuestra que esto no está ni mucho menos garantizado. Y los problemas políticos que han atormentado a California durante años cada vez se están poniendo más de manifiesto a escala nacional.
Dicho sin rodeos: los últimos acontecimientos indican que el Partido Republicano se ha vuelto loco al perder el poder. Los pocos moderados que quedaban han sido derrotados, han huido, o se les está obligando a marcharse. Lo que queda es un partido cuyo comité nacional acaba de aprobar una resolución que declara solemnemente que los demócratas están "empeñados en reestructurar la sociedad estadounidense conforme a los ideales socialistas" y de publicar un vídeo que compara a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, con Pussy Galore
[la piloto personal de Goldfinger en la película de James Bond].
Y ese partido todavía tiene 40 senadores.
Así que la pregunta es si Estados Unidos seguirá los pasos de California hacia la ingobernabilidad. Bueno, California tiene algunos puntos débiles particulares que el Gobierno federal no comparte. En concreto, las subidas de impuestos a escala federal no requieren una mayoría de dos tercios y en algunos casos pueden esquivar las maniobras obstruccionistas. Así que actuar de forma responsable debería ser más fácil en Washington que en Sacramento.
Pero el precedente de California sigue inquietándome. ¿Quién iba a decir que el Estado más grande de EE UU, un Estado cuya economía es más grande que la de la mayoría de los países, a excepción de unos cuantos, podría convertirse tan fácilmente en una república bananera?
Por otra parte, los problemas que afligen a la política californiana también afectan al conjunto del país. -
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Europa sigue comprometida con la globalización y la economía de mercado. Por Domingo Cavallo


Durante los últimos diez días participé en muchas discusiones entre líderes de opinión europeos y economistas de todo el mundo sobre la situación política y económica de las naciones europeas. Estuve en la sexagésima primera reunión del Grupo de los 30 y en la octava edición del Foro Estambul, reuniones que tuvieron lugar en Roma y Estambul respectivamente, entre el 23 y el 29 de Mayo. Llegué a esas reuniones con el deseo de descubrir cómo estan reaccionando los europeos frente al fuerte impacto negativo que la crisis financiera y económica global está teniendo sobre sus economías nacionales. Mi curiosidad al respecto, tenía que ver con un artículo que hace apenas algunos meses publicó la revista británica “El Economista”, titulada “Argentina en el Danuvio”.
Ese artículo trazaba un paralelo entre las economías de los países de Europa del Este frente a la crisis actual con la situación de Argentina en 2001 y se preguntaba si esos países no se verían obligados a aplicar el tipo de “soluciones” que aplicó Argentina alrededor del año nuevo de 2002 : el default, la pesificación y una devaluación que redujo a menos de un tercio el valor de su moneda.
Más aún, algunos comentaristas sobre la situación de países que integran el área del Euro, es decir que no tienen ya monedas nacionales sino una moneda común, se hicieron una pregunta semejante en relación a países como España, Irlanda, Italia, Portugal y Grecia, que están enfrentando una interrupción repentina ("sudden stops") en los flujos de capitales. Flujos que durante un largo período anterior habían permitido financiar fuertes déficits en sus respectivas balanzas en cuenta corriente. Esta pregunta no era sino una insinuación de que estas naciones podrían verse obligadas a abandonar el Euro para permitir que una devaluación de sus recreadas monedas nacionales les permita aplicar la “solución argentina".
El argumento de los que visualizan una salida “a la Argentina” de las crisis de los países de Europa del Este, así como de aquellos de la Europa del Euro que están sufriendo interrupciones repentinas en los flujos de capitales, es el mismo que hicieron los impulsores de lo que ellos dieron en llamar “el modelo productivo” en Argentina en 2001: era necesario devaluar para permitir un ajuste rápido de la cuenta corriente de la balanza de pagos alentando las exportaciones y desalentando las importaciones y era necesario pesificar las deudas y los ahorros internos, además de "defaultear" la deuda externa, para reducir el peso de la deuda tanto del sector público como del sector privado.
En las muchas reuniones y discusiones en las que acabo de participar, llegué a la conclusión que, afortunadamente para Europa y para el Mundo, ningún líder político ni empresarial relevante ni ningún economista prestigioso apoya estas ideas. Por el contrario, lo que se observa es un compromiso creciente con la globalización, de la que Europa es pionera a través de su propio proceso de integración. No sólo países como España, Irlanda, Grecia, Portugal e Italia descartan totalmente un abandono del Euro y la recreación de sus monedas nacionales, sino que los países de Europa del Este que aún no están en el Euro visualizan la entrada formal a la zona del Euro como la mejor solución a los problemas que están enfrentando en la actualidad.
Llegan a esta conclusión porque observan que los dos países de Europa del Este que ya tienen al Euro por moneda, Eslovenia y Eslovaquia, son los menos afectados por la crisis global y porque los demás países de Europa de Este, tanto los que tienen sus monedas alineadas con el Euro a través de cajas de conversión (los bálticos y Bulgaria) como los que tienen monedas flotantes y siguen la regla monetaria "metas de inflación", sólo se perjudicarían si hicieran lo que hizo Argentina en 2002.
En las que tienen cajas de conversión, en caso de verse obligadas a abandonar el tipo de cambio fijo, enfrentarían terribles desajustes en los balances de sus empresas, familias e instituciones financieras, porque la mayor parte de las deudas y activos están denominados en Euros. La “solución argentina”, esto es, la conversión obligatoria de deudas y activos en euros a las respectivas monedas locales, para después devaluarlas, lejos de resolverles el problema, les generaría una recesión aún mayor, destruiría los incentivos al ahorro interno, re-introduciría la inflación y condenaría a estas economías al aislamiento. Todo el desarrollo de estas economías, desde 1991 en adelante, se basó en el proceso de apertura comercial y financiera y en el perfeccionamiento de las reglas de mercado, con respeto pleno a los derechos de propiedad de sus ciudadanos y de los extranjeros que invirtieron en ellas.
Los países de Europa del Este que tienen monedas nacionales flotantes y manejan sus políticas monetarias enderezadas a metas de inflación, también tienen un alto grado de “eurización” de sus economías, es decir una alta proporción de activos y pasivos financieros están pactados en euros. La depreciación de sus monedas frente al Euro les crea también problemas serios de desajustes monetarios en los balances de las familias, las empresas y los intermediarios financieros. Por eso tratan de conseguir apoyo financiero del exterior, incluidos los bancos centrales de Europa Occidental y los organismos multilaterales de créditos, para poder atenuar las fluctuaciones de la cotización de sus monedas en términos del Euro. Estas economías ven a un futuro ingreso al área del Euro como una forma de ponerle un límite a las expectativas de devaluación y poder conducir un proceso ordenado de reestructuración de deudas de las familias y empresas que enfrentan problemas de insolvencia ligados a las fluctuaciones cambiarias. En ninguna de estas naciones se habla de producir una transformación compulsiva de deudas y activos en euros a las respectivas monedas nacionales, por la misma razón que no se concibe hacerlo en las naciones que tienen cajas de conversión.
En Estambul advertí que precisamente, la comparación de las experiencias Argentina y Turca después de las fuertes crisis que ambas naciones sufrieron en 2001, abona la conclusión a la que arriban las naciones de Europa sobre la inconveniencia de aplicar una “solución argentina” a sus crisis nacionales actuales.
En 2001 tanto Argentina como Turquía estaban atravezando por crisis de balanza financieras y de pagos muy similares. Ambas economías tenían gran parte de sus economías nacionales dolarizadas o eurorizadas y en los dos casos había fuertes presiones para abandonar el ancla cambiaria con el que se había estado luchando contra la inflación. Turquía, que a pesar de su política cambiaria antiinflacionaria aún sufría alta inflación, no pudo evitar una devaluación a principios de 2001 pero no cambió la moneda de sus contratos denominados en monedas extranjeras. La devaluación fue acotada precisamente por eso, pero igualmente se produjo una fuerte crisis financiera y una gran recesión.
Argentina decidió provocar una devaluación más fuerte aún que la de Turquía, a pesar de que hacía varios años que su economía no sufría inflación. Pero lo hizo porque su nuevo gobierno, luego de la caída del que había sido elegido por el voto popular en 1999, creyó conveniente disponer la “pesificación” de todos los contratos internos denominados en monedas extranjeras. La devaluación del Peso Argentina fue mucho más fuerte que la devaluación de la Lira Turca, por lo que mientras que en Turquía, luego de la devaluación, su Banco Central pudo aplicar políticas monetarias enderezadas a reducir la tasa de inflación, en Argentina, la devaluación re-introdujo la inflación que en la década anterior había desaparecido.
Ambas economías comenzaron a recuperarse un año después de la devaluación y ambas se beneficiaron de la bonanza global del período 2003-2007, pero mientras hoy la tasa de inflación es del orden del 6 % anual en Turquía, Argentina, que había sido estable en los años anteriores, tiene hoy una inflación cercana al 20 % anual. Otra gran diferencia es que Turquía, al no haber "defaulteado" ni transformado ahorros y deudas de monedas extranjeras a Liras, nunca perdió el crédito y hoy, a pesar de la crisis global, sigue teniendo acceso a los mercados de capitales y, por supuesto, al crédito de los organismos financieros multilaterales, si llegara a necesitarlo. Argentina, lamentablemente, no tiene hoy ningún tipo de crédito.
El contraste entre las experiencias Argentina y Turca, ayuda también a fundamentar la conclusión a la que están arribando prácticamente todas las naciones de Europa que enfrentan crisis parecidas a las que sufrieron Argentina y Turquía en 2001: que, en todo caso, es mucho más alentadora la experiencia Turca que la Argentina. Por eso toda Europa sigue comprometida con la globalización y la economía de mercado. Y, en el caso particular de Turquía, la conclusión del Foro Estambul 2009, que discutió las metas de esa nación para su centenario, el año 1923, es que lo que Turquía necesita es ser admitida como miembro pleno a la Unión Europea y tener como moneda al Euro.
Mi anterior visita a Turquía había sido en 1997. En aquella oportunidad, la Asociación de Bancos me había invitado a explicar la experiencia argentina de lucha contra la inflación. En aquel entonces, todos los países que aún sufrían inflación miraban a la Argentina con admiración. En este nuevo viaje, me produjo mucha tristeza constatar que hoy, 12 años después, no sólo Turquía, sino todos los países de Europa, miran la experiencia de Argentina posterior a 2002 para descubrir lo que las naciones en crisis que quieren resolver sus problemas no deben hacer.

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¿Qué sería de Cristina sin las AFJP? Por Roxana Acotto

(Nota publicada en el suplemento de Economía de La Voz del Interior - 31/05/2009)
Qué sería de Cristina sin las AFJP? Es que, pese a la demonización que los K hicieron del sistema privado de jubilación por capitalización, casi todas las medidas tomadas por la Presidenta para hacer frente a la crisis o para ‘mimar’ a dirigentes que sumen voluntades en las próximas elecciones pudieron realizarse gracias a ellas. Es decir, como el sistema de capitalización disponía la intangibilidad de los ahorros de los trabajadores adheridos a las AFJP, acumuló, en 14 años, un fondo de unos 100 mil millones de pesos, del que los K se apoderaron mediante un manotazo histórico.
Gracias a esos fondos, Cristina largó con el plan para la compra del cero kilómetro, siguió con el megaplán (megalómano, más bien) de obras públicas por 110 mil millones de pesos a fines de diciembre del año pasado y, luego, vinieron los planes de impulso para la compra de heladeras, bicicletas, taxis, electrodomésticos, líneas de crédito especiales para Pyme, para empresas exportadoras y, la última y gran perlita, la línea de créditos hipotecarios. Todo, gracias a los fondos ahorrados durante 14 años por los trabajadores para su futura jubilación. También se salvaron compañías privadas al borde de la quiebra, como la papelera Massuh; se proyecta un subsidio para una autopartista y, la última novedad, el número uno de la Anses, Amado Boudou, dijo que terminarán Atucha II gracias a estos benditos fondos. ¡Y pensar que cuando los K anunciaron el manotazo histórico lo presentaron como una medida para ‘salvar’ a los jubilados! ¿Salvación para los futuros jubilados o salvataje para un Gobierno desesperado por dinero fresco? Sin quererlo, Florencio Randazzo, ministro del Interior, mostró hace unos días las cartas sobre la mesa: "Sin la nacionalización de los fondos de las AFJP, la situación actual del país frente a la crisis internacional sería otra", dijo durante un lapsus, aunque después volvió a arremeter con las muletillas K. "El regreso de los fondos de las AFJP terminó con una gran estafa. Ese dinero era manejado según el antojo de algunas empresas privadas", sentenció. Cristina, por su parte, se queja porque sostiene que ahora que los fondos están en la Anses se les dice ‘la caja’, mientras que "cuando estaban en manos privadas y los giraban para afuera nadie decía nada", y rebosa de orgullo al decir que, gracias a ella, esos fondos estarán donde deben estar, en manos argentinas. ¿Se puede ser tan cínica? Nadie puede desconocer que la cartera de inversiones de las AFJP estaba diseñada, regulada y controlada por el Estado. Néstor también sabe que durante toda su gestión eso se mantuvo así, con topes para los giros al exterior que no llegaban al dígito y obligaba a que la inmensa mayoría de los fondos financiaran los bonos que emitía el Estado. Con la caja en sus manos, el Gobierno también promueve ahora la designación de directores propios en las empresas privadas por las acciones acumuladas en muchas compañías debido a las inversiones que las AFJP habían realizado en ellas. Por entonces, cada administradora tenía un tope de cinco por ciento de inversión por empresa. El Estado, al quedarse con las inversiones de todas las AFJP, acumula porcentajes mayores en las compañías, lo que le permite designar directores. "Lo hacemos para cuidar la platita de los argentinos", dice Néstor ante esa realidad rechazada por el sector privado y con un discurso inexplicable. Que también muestra las contradicciones K, porque si todos los fondos invertidos por las AFJP iban al exterior, como dice Cristina, cómo puede ser que ahora tengan tantas acciones de empresas argentinas. En fin, con todo, quizá una de las aristas más preocupantes de todo esto es comprobar que luego de seis años de crecimiento a tasas chinas y habiendo vivido "el período de mayor crecimiento en los últimos 200 años", como le gusta decir a la Presidenta, su suerte, nuestra suerte, dependa hoy, en buena medida, de aquel manotazo histórico. La verdad es muy difícil saber qué hubiese sido de Cristina sin las AFJP.
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miércoles, 27 de mayo de 2009

Recién ahora se avivan. Por Adrián Simioni


(Nota aparecida en La Voz del Interior el miércoles 27 de mayo de 2009)
Chávez estatizó más de 81 empresas de todo tipo. Pero Kirchner ya estatizó o intervino en más de 26, todas grandes. Y la moda se extiende.
El ministro del Interior, Florencio Randazzo, acaba de decir que Venezuela “está viviendo una etapa pre peronista”. Así pretendió echar un poco de agua fría sobre los caldeados ánimos de los empresarios argentinos ante las nacionalizaciones del venezolano Chávez y el creciente intervencionismo estatal local. La mitad del tiempo, los hombres de negocios meditan sobre cómo el principal conglomerado industrial basado en el país, Techint, va perdiendo empresas en Venezuela a manos chavistas. Con la condescendencia de la Presidenta, que decía que quería crear un “empresariado nacional”.

Los funcionarios kirchneristas se limitan a resaltar una y otra vez que Techint cobra buenas indemnizaciones por cada fábrica que le expropian. Pero los empresarios saben que eso es como quitarle una muleta a quien necesita dos para caminar. Para Techint, las plantas dispuestas en Argentina, Venezuela o México eran resultado de una estrategia para ser el mayor proveedor de tubos sin costura en la industria del petróleo mundial. Sí, le pagaron por Sidor, una de sus muletas. Sin embargo, Techint quedó irremediablemente renga. Pero bueno, tal vez todo esto sea demasiado complejo para un Gobierno que ha hecho del simplismo la marca registrada de sus políticas públicas. La otra mitad del tiempo, muchos empresarios consideran que Venezuela puede ser una caricatura anticipada de la Argentina. Temen que por venganza, si pierde, o por envalentonamiento, si gana, luego de las próximas elecciones Kirchner se torne más bolivariano que nunca. Para ellos, no es como dice Randazzo; puede ser exactamente al revés. Los kirchneristas tienen una prueba de este estado de alerta ante sus narices: la propia Cristina Fernández de Kirchner propala que los 400 millones de dólares (de un total de 1.970) que Techint cobró por Sidor ya están depositados fuera de la Argentina. Lo que nunca parecen preguntarse los Kirchner es por qué será que las empresas no depositan sus capitales en el país. ¡Surprise! Lo más curioso es la sorpresa empresaria. Si bien Chávez estatizó en forma total o parcial más de 81 empresas desde 2007, más de 70 de ellas eran firmas menores de servicios petroleros. El kirchnerismo va atrás, pero no tan atrás: fue estatizando o interviniendo con distintos grados en más de 26 de empresas, todas importantes. Antes de que digan que con la crisis Estados Unidos y Europa también intervinieron empresas, vale decir que nacionalizaciones hubo poquísimas. Hubo masivas inyecciones de fondos públicos en firmas que siguen siendo privadas. Y en Argentina y Venezuela la cosa empezó mucho antes de la crisis internacional. El Gobierno aplicó distintas modalidades, algunas más raras que otras: Asfixiar hasta que se vayan. De entrada, desalojaron a Franco Macri del Correo Argentino porque la empresa no pagaba un canon anual de 102 millones de dólares. Sin tocarle un pelo a la empresa que los Macri habían reestructurado, la estatizaron. De ahí en más, fueron todos elogios al Correo. Claro que el Estado dejó de exigirle el pago del canon anual. Así cualquiera. Esta modalidad se usó también con Aguas Argentinas, a la que se exigía cumplimiento milimétrico de los pliegos en plena hecatombe económica y negándole cualquier mejora tarifaria o subsidio mientras los costos se triplicaban. Hoy Suez ya se fue y los habitantes del Gran Buenos Aires (sólo ellos) reciben multimillonarios subsidios y además el Estado banca el déficit de la empresa. Ya no hay un ente regulador separado de la empresa. Sobre la calidad del servicio se desconocen informes técnicos. Así cualquiera. Chumbar los gremios. Con Aerolíneas Argentinas, se agregó un método: dejar que la ensalada de gremios aeronáuticos dispusiera con discreción cuándo y cómo se podía viajar en avión, negando mejoras tarifarias y subsidio al combustible aéreo en dólares. Ahora, la Aerolíneas estatal ya subió la tarifa, se subsidia el combustible, el Estado proveerá aviones y además asume millonarias pérdidas. Y los gremios son un corderito. Así cualquiera. Ayer, Javier Tizado, del corazón de Techint, hizo un paralelismo entre esta modalidad y lo que le sucedió con Sidor en Venezuela. Allí también la avanzada fue de los sindicatos. Salir de compras con amigos. Para Repsol-YPF, se aplicó otro método, derivado de su carácter de exportador. Fuertes retenciones móviles en plena efervescencia del petróleo mundial, combinadas con precios controlados en el mercado interno. Para la casa matriz, casi cualquier lugar del mundo resultaba más atractivo para invertir que la Argentina. Y así lo hizo. Con esa expectativa de ingresos, el valor de la empresa resultaba bien barato en comparación con otras petroleras. Con apenas 2.235 millones de dólares, el grupo Petersen adquirió el 15 por ciento del capital. Y con sólo ese porcentaje pudo designar al director general. Es lo natural cuando la principal función en una petrolera no es explorar y extraer sino negociar con el Estado. Casos parecidos sucedieron con la francesa EDF en Edenor y Transener, adonde entró luego Electroingeniería. Así cualquiera. Incautar lo que otros prestaron. Otra modalidad de intervención fue masiva. La estatización de las AFJP dejó en manos estatales acciones de diversas empresas. Al principio se dijo que el Estado no iba a designar directores en esas empresas. Pero después lo hizo. Sin marco regulador, sin proceso de selección pública de los directores, sin nada. Así cualquiera. Clavarse con empresas fallidas. Último grito de la moda. Va un funcionario un día a una empresa –como Guillermo Moreno a la papelera Massuh–y dice que de ahora en más el gerente general es él porque el Estado le alquila la empresa quebrada al quebrantado. La Justicia frena los procesos. Bancos oficiales prestan dinero. Moreno mezcla su negociación por los precios con los supermercados con un pedido para que los súper compren el papel que usen a la papelera. Y decide por sí mismo incumplir las leyes que dicen cómo debe comprar el Estado para darle el monopolio de la provisión del papel a la papelera que él mismo conduce. La cosa se pone de moda. Y se torna más compleja. Porque ahora cualquier jurisdicción hace eso. En Córdoba, los concejales juecistas declaran sujeta a expropiación la fábrica de parabrisas Cive, utilizando normas pensadas para comprar un terreno y dedicarlo a una plaza y violando lo decidido por otro poder y otro nivel del Estado (la Justicia provincial). Nadie se pregunta: ¿con todas las empresas que vayan a quiebra se va a hacer lo mismo? ¿Y si Massuh debe cerrar sencillamente porque su maquinaria y su gestión son obsoletas? ¿Qué pasa si conectarle el pulmotor a Massuh implica una competencia desleal que termina perjudicando a otras papeleras que no le cuestan nada el Estado? ¿De ahora en más quién va a querer prestarle plata a una empresa si, llegado el caso, cualquiera puede declararla sujeta a expropiación, quitándole el respaldo de su préstamo? ¿Ese acreedor confiará en que un municipio le pagará su acreencia, aunque ese municipio no le pueda pagar a sus propios proveedores? Las respuestas a estas preguntas son muy importantes. Porque todo esto tiene alto costo fiscal, transforma contribuyentes impositivos en consumidores intensivos de subsidios, reduce la productividad general de la economía y espanta a cualquiera que proyecte hacer algo, o sea, que quiera invertir. Por ahora, bastaría una respuesta concreta: los sectores políticos que respaldan estas movidas deberían aclarar si –tal como parece– consideran de veras que toda actividad privada es más perniciosa que benéfica para la sociedad o no. Digo, así el resto lo tenemos más claro.



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lunes, 25 de mayo de 2009

Reportaje al Diputado Nacional Claudio Lozano

(Publicado en La Voz del Interior el 25/05/2009)

"El Gobierno está usando los fondos previsionales para cubrir sus baches y sigue sin cumplir con la movilidad previsional, dice Claudio Lozano, uno de los diputados no kirchneristas que apoyó la “reestatización” de los ahorros previsionales. Lozano dice que no se arrepiente, niega que haya “modelo K” y pinta un cuadro poselectoral muy complicado. –¿Qué le pareció la presentación de Amado Boudou (director de la Administración Nacional de Seguridad Social, Anses) ante la Comisión Bicameral de seguimiento de los fondos jubilatorios? –No despejó ninguno de los cuestionamientos al uso y falta de control de esos fondos y ratificó que el Gobierno los usa para pagar deuda pública y financiar empresas. Dijo que ahora financiarán obra pública y actividad privada, pero eso no resuelve el problema.

–¿Y cuál es el problema? –El sentido de la reestatización de los fondos que antes manejaban las AFJP fue recuperar unos 13.000 a 15.000 millones de pesos anuales para pagar las jubilaciones, recuperar la “movilidad” de los haberes y construir un sistema previsional. Pero 76 por ciento de nuestros mayores hoy cobra el mínimo, 770 pesos por mes, pese a que la Anses tiene fondos para pagar más. La ley definió que ésa era la prioridad. No se puede hablar de “excedentes” hasta garantizar la movilidad, pero el Gobierno dice que la Anses tiene superávit sobre la base de no pagar lo que corresponde. Y usa esos “excedentes” para tapar agujeros fiscales y pagar deuda pública. Sin los fondos de seguridad social, la recaudación de abril de 2009 contra 2008 creció sólo 5,7 por ciento, contra una inflación de 15. Hay una caída real neta, que se cubre con los fondos de los jubilados. Es lo que cuestionamos, y sobre eso Boudou no respondió. –La ley también “reestatizó” casi 80 mil millones de pesos.... –Ése es otro punto: qué hacer con los activos e inversiones que tenían las AFJP: depósitos a plazo fijo, acciones, bonos de deuda, fideicomisos. En vez de usar esos activos para financiar la compra de autos nuevos, taxis, bicicletas, calefones, Pyme, ¿no habría que cancelar las deudas previsionales? Miles de jubilados ganan juicios contra el Estado y se mueren antes de cobrarlos. Y si se reemplazan activos viejos por nuevas inversiones financieras, hay que cuidarse de no hacerles perder riqueza a nuestros jubilados. En 2009 vencieron Letras del Tesoro por 8.455 millones de pesos y en vez de abonárselas, a la Anses le dieron un bono que vence en 2016 y que, a valor actual, vale la mitad. En esa sola operación, los jubilados perdieron 50 por ciento del dinero prestado… –Admita al menos que Boudou fue e hizo un primer informe a la Comisión Bicameral. –Sí, pero sigue sin constituirse la comisión de control dentro de la Anses, con representantes de los trabajadores, jubilados, empresarios y legisladores. Además, la primera reunión de la bicameral fue tardía. Ya se tomaron muchas decisiones y no hay voluntad de discutir el criterio de manejo de los recursos. La pregunta clave es si se deben financiar otras cuestiones, cuando las previsionales no han sido resueltas. Si sobrara, sería razonable financiar mejoras a los docentes u obras de infraestructura. Pero, ¿corresponde hacerlo hoy? Hay que discutir el modelo previsional, que tiene las bases minadas. Sobre 16 millones de afiliados, aportan sólo ocho millones. La mitad tendrá problemas para jubilarse. La moratoria permitió ampliar la cobertura, pero se está desperdiciando la posibilidad de resolver los problemas del sistema. –¿No se arrepiente de haber votado por la reestatización? –No, porque yo voté la recuperación de una herramienta estructural de financiamiento previsional de 13 mil a 15 mil millones de pesos anuales. Quienes criticaron a quienes, sin ser kirchneristas, apoyamos la ley, confunden las cosas. El 60 por ciento del stock de las AFJP eran títulos públicos. Los problemas de financiar al Estado ya estaban, y con tasas impagables a futuro. En ese sentido, no hay tal “caja”. Pero esos 15 mil millones anuales estarán cada año. Se habían transferido de modo irresponsable y prioricé recuperarlos. Hicimos advertencias sobre el mal uso de los recursos y en la votación en particular propusimos una Anses autónoma, pero la oposición que votó contra la ley no acompañó. Ni la UCR, ni la Coalición Cívica, ni el PRO se quedaron en sus bancas para mejorar el sistema. Con una Anses autónoma, al Gobierno se le hubiera hecho mucho más complicado hacer lo que está haciendo. Quién es Conocido desde los ‘80 como “el economista de la CTA” (por la Central de Trabajadores Argentinos), el diputado Claudio Lozano integra el “espacio” que a nivel nacional encabeza el cineasta Pino Solanas. Ingresó al Congreso en 2003 por “Fuerza Porteña”, agrupación que encabezaban los luego desavenidos Aníbal Ibarra y Jorge Telerman, y en 2007 renovó su banca, ya aliado a Solanas, para constituir el bloque porteño y unipersonal “Buenos Aires para Todos en Proyecto Sur”. Integra la estratégica Comisión de Presupuesto y Hacienda. Bloguero. De alto perfil mediático, tiene un blog: http://www.corteporlozano.blogspot.com/
Un segundo semestre difícil
¿Qué pasará después de las elecciones?, es la pregunta del millón. Lozano responde con un análisis político y económico que deja poco margen para el optimismo. “Lo que viene después es un escenario atravesado por tres tendencias, dos de tipo institucional y una económica”. Se afina la garganta y sigue: “Se hará más visible el debilitamiento del Ejecutivo. El oficialismo tendrá menos votos que en 2007 y menos legisladores que en 2005. La segunda tendencia, también institucional, será un Congreso rengo, pues la mitad de los mandatos cesará en diciembre. Esa debilidad institucional fortalecerá el poder de decisión “económico” y habrá mayor ajuste o menor capacidad de manejo de la situación. El segundo semestre será muy propicio a la profundización de los lineamientos regresivos. En lo económico habrá problemas fiscales y de divisas. La recaudación no va a permitir cumplir el presupuesto 2009, y mucho menos el Megaplan de Obras Públicas que anunció el Gobierno. A menos que haya una estrategia para recapturar rentas, la posibilidad de ajuste en las cuentas públicas estará a la orden del día. Y la disponibilidad de divisas, si persiste una fuga de capitales que es hoy de unos 5.000 millones de dólares por trimestre, no alcanzará para cumplir las obligaciones en divisas, lo que también abre la puerta a un ajuste regresivo, vía devaluación. Ahora tenemos una destrucción neta de empleo, que se mantendrá en el segundo semestre.
No hay modelo K
"En 2009 vencieron letras del Tesoro y en vez de pagárselas a Anses, le dieron un bono que vence en 2016 y que hoy vale la mitad. En una sola operación, los jubilados perdieron 50%".
Aunque votó a favor de la reestatización previsional, la medida que el propio Néstor Kirchner definió como la más importante de las gestiones kirchneristas, Lozano descree del discurso oficial. “No creo que haya modelo K”, explica. Y se explaya: “El dispositivo de política económica con tipo de cambio alto y superávits gemelos (fiscal y comercial) que se suele esgrimir, ya estaba presente con Duhalde y Lavagna. Con Kirchner lo que hay es una fase distinta de acumulación de un régimen de organización económica que profundizó rasgos preocupantes: mayor concentración, extranjerización y conglomeración de la economía, que han agravado la desigualdad y no permiten, aun en crecimiento, resolver los problemas de pobreza y deterioro. En eso no ha habido cambios. –¿Y cuál es el modelo? –El modelo productivo sigue siendo básicamente el mismo: peso dominante de la producción alimentaria, petrolera, siderúrgica de baja elaboración y automotriz de tipo armaduría. Es lo mismo que teníamos a fines de los ‘90 y que en todo caso creció estos últimos años. A la cúpula empresarial se le sumaron algunas empresas de minería, petróleo y papel. Y hay más empresas estatales, porque el Estado se hace cargo de sectores no estratégicos o cuando los privados se van, porque ya no les conviene o interesa. Es el caso del Correo, de Aysa (ex Aguas Argentinas), Aerolíneas y, ahora, la recuperación del Área Material Córdoba, que sí es un sector estratégico, pero al que el Estado concurre recién cuando la Lockheed decide irse después del desastre que hizo.

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sábado, 23 de mayo de 2009

Reportaje al economista marxista Rolando Astarita

(Publicado en Cash, suplemento económico de Página 12 - Domingo 17/05/2009)
Por Natalia Aruguete
Desde diversas posturas económicas, sobre todo progresistas y heterodoxas, se afirma que estamos en una época de hegemonía del sector financiero sobre el productivo y en una hipertrofia del capital especulativo, que dejó al descubierto el estancamiento de la economía mundial en los últimos treinta años. En diálogo con Cash, el investigador marxista Rolando Astarita señaló, en cambio, que, en realidad, en el último cuarto de siglo hubo una expansión mundial del capitalismo, que la brecha entre ricos y pobres no impidió el crecimiento de los mercados y que la crisis no se dio sólo por un mal funcionamiento del mercado financiero, sino de la economía en su conjunto. “Lo del capital ficticio hay que ponerlo en proporción, no debe hacernos perder el análisis estructural”, explicó.

¿Cree que la crisis financiera marca la caída de “la dictadura de las finanzas”?
–No veo que haya una dictadura de las finanzas, sino un dominio del capital en general, acentuado de manera muy profunda a partir de los años ’80. En el último cuarto de siglo, el disciplinamiento del capital sobre las clases trabajadoras operó a través de mecanismos directos pero también del mercado, con políticas monetarias duras, aperturas comerciales, flexibilización laboral. Pero no veo distinción de sectores dentro del capital.
Sin embargo, el crédito y las deudas crecieron en todo el mundo. ¿Esto pudo haber afectado el desarrollo de la economía real?
–Nunca hubo desarrollo del capitalismo sin desarrollo del crédito y de una monetización de la economía. Desde la perspectiva de Marx, el crédito es una palanca de la acumulación del capital. Esto también se ve en la fase que va de 1890 a 1929. En China, junto con la expansión capitalista crecieron sus índices monetarios y la participación de los mercados financieros. Pero el crédito también potencia las posibilidades de especulación, sobreacumulación y crac. Marx trabajaba con tendencias y contra-tendencias. Hoy, en cambio, se toma un solo aspecto de la realidad.
Algunos sostienen que el crecimiento del crédito prueba el estancamiento del sistema capitalista.
–La idea de que el sistema capitalista está estancado desde hace 25 años no resiste el análisis de la realidad. En los últimos 30 años, la economía capitalista tuvo tasas de expansión superiores al 3 por ciento a nivel mundial. Aunque fueron desiguales: Japón está estancada desde 1992 y Europa tuvo un crecimiento débil. Hubo una expansión geográfica del sistema capitalista, que entró en China, en el Este de Europa y en Rusia, y una profundización de las relaciones capitalistas. El aumento de la productividad en la economía de Estados Unidos desde 1995 fue mayor al 3 por ciento anual. El crédito actúa como una potenciación de tendencias del sistema y muchas veces permite que un ciclo económico se expanda más allá de sus posibilidades. En 2001, Estados Unidos sufrió una recesión suave. La economía creció 0,8 por ciento y el crédito lubricó los mecanismos económicos. Pero la recuperación de 2002 fue débil, con poca generación de puestos de trabajo y recuperación débil de la inversión.
¿Hacia qué sectores se dirigió el crédito en ese contexto?
–Hacia la construcción residencial y al consumo en general; no a las empresas. Desde el 2000, las empresas de Estados Unidos y del G-7 disminuyeron su dependencia del sistema financiero. Hubo un exceso de ahorro y las empresas achicaron sus deudas con los bancos. Incluso, usaron parte de esa liquidez para recomprar sus acciones. No hubo una gran expansión de la inversión productiva, pero tampoco una dependencia del capital productivo con respecto al capital financiero. Las ratios de dependencia volvieron a promedios de los ’70. No se puede decir que haya sido una crisis a lo Hyman Minsky, un autor keynesiano que planteaba que las crisis se producen porque las empresas caen en un sobreendeudamiento y pagan deuda con deuda hasta que la situación explota.
Pero sí hubo una “financiarización de los consumidores”, con la que se amortiguó la crisis de 2001.
–Y además ayudó a la recuperación de 2002. Eso es cierto, lo equivocado es pensar que eso actuó solo. En 2001, la sobreabundancia de capital líquido y la débil inversión se dieron porque la tasa de rentabilidad del capital se venía debilitando desde 1996/97. Ese es el fondo del problema. Se produjo lo que Marx llamaba “una plétora de capital”: abundante capital líquido, tasas de interés muy bajas (motorizados por la Reserva Federal y por la entrada de capitales que buscaban refugio en Estados Unidos) y una sobreoferta del crédito. Esos capitales líquidos terminaron en el sector de la construcción, donde encontraron un campo de expansión relativamente rápido. Y terminó explotando.
También se plantea que, desde los años setenta, el mundo asiste a una crisis de sobreproducción combinada con una crisis de subproducción.
–Hay dos tipos de explicaciones de las crisis. Una, que el problema de las crisis se dio por las finanzas. Otra, que en Argentina se repite bastante, dice que se debe a una importante desigualdad en los ingresos, lo que produjo una crisis de consumo por falta de demanda. Creo que esto tampoco explica lo que sucedió. En el último cuarto de siglo, hubo un proceso de “proletarización”, enormes masas de la población se incorporaron al ejército de asalariados. Los casos más resonantes son China y la India. Esto supone una ampliación de los mercados, aun cuando haya una brecha creciente en los ingresos. Según The Economist, en Estados Unidos, el 0,1 por ciento de la población gana 77 veces más que el 90 por ciento. En los ’70 esa diferencia era de 1 a 20. También en China crece la desigualdad. Pero no es cierto que si crece la desigualdad no crecen los mercados.
En este crecimiento de la economía capitalista, ¿cómo se compone el producto bruto en el mundo?
–En el caso de Estados Unidos, desde la recuperación de 2001 se generaron fenómenos de sobre-acumulación de capital y caída de la tasa de rentabilidad. Ese es el telón de fondo de la crisis. Sobre esto actuó el factor financiero, pero también el crecimiento desproporcionado en la construcción residencial entre 2001 y 2007. Su participación en el Producto pasó de 4,2 a más del 6,0 por ciento. Esto genera tensiones, porque un sector está creciendo a tasas muy superiores al resto, en un contexto en que la inversión se mantiene débil. Esto potenció el sistema del crédito y se dio una sobre-expansión del sector en relación con las necesidades de la economía.
Tomando sólo el sector financiero, ¿el crecimiento de su participación en el PIB de Estados Unidos supuso un cambio o una continuidad respecto de etapas anteriores?
–No me parece que la tasa de crecimiento se haya acelerado desde 1979/80. Entre 1895 y 1929, la tasa de crecimiento de ese sector en Estados Unidos fue superior a los últimos veinte años. Con la crisis del ’30 bajó su participación en la economía y recuperó terreno desde la década del ’50, con un crecimiento relativamente constante desde 1960. No hubo un quiebre importante en los ’80, aunque sí aumentaron mucho las tasas de interés: entre 1979 y 1985, el peso de los intereses en las balanzas empresarias subió considerablemente. Esto expresa parte de la tesis de la financiarización, pero no se convirtió en algo permanente.
¿Por qué?
–Se pronosticó que se produciría una punción permanente del sector financiero sobre la ganancia empresaria, mediante la tasa de interés. Y que esto debilitaría al sector productivo y llevaría al estancamiento. Pero insisto en que el peso de los intereses sobre el sector productivo tendió a bajar. Según datos del Official Bureau of Economic Analysis de Estados Unidos, entre 2006 y principios de 2007, ese peso estaba a niveles de 1970, que era una época keynesiana. Pienso que ésta es una crisis muy grave, muy profunda, pero estamos lejos de una crisis como la del ’30.
¿Entonces cree que no hay un predominio del capital ficticio por sobre el productivo, en detrimento del crecimiento de la economía real?
–Hay que preguntarse hasta qué punto esto es novedoso. Cuando en el sistema capitalista hubo expansión del capital, en la Bolsa de Valores hubo sobrevalorizaciones. Tradicionalmente, un promedio de esta ratio estaría en 10 años de price earning. En momentos de euforia bursátil, alcanzó 20 o 30 años. Esto ayuda a la inestabilidad del sistema capitalista, ya que provoca inflación de ganancias que desaparecen de la noche a la mañana, pero éstas no crecen al margen del trabajo productivo.
¿Cree que la crisis actual refleja este mecanismo?
–Aquí han estallado activos financieros ligados al crédito, que se había sobrevalorizado. El estallido refleja que la economía estaba funcionando mal. Lo del capital ficticio hay que ponerlo en proporción, no debe hacernos perder el análisis estructural. Al extraer la plusvalía y realizarla en los mercados, puede haber inflaciones que terminan reventando. Pero, si bien agravan la inestabilidad, no explican en sí mismas las crisis.
¿Se puede establecer alguna relación entre el exceso de ahorro y la tendencia a la financiarización de la economía?
–Este exceso de ahorro se debió a la debilidad de la inversión productiva. En determinado momento, hubo sectores que han sobreacumulado. Los neoclásicos lo interpretaron como una decisión de los hogares cuando, en realidad, fue por debilidad de la inversión. Un ejemplo es la caída de la inversión en Asia –con excepción de China– después de la crisis de 1997/98. Esta masa de capital líquido presiona sobre el sector financiero al buscar su valorización. Pero hay que destacar la relación de causalidad. El crecimiento de este sector es consecuencia de la acumulación del capital, no opera por fuera del conjunto de los problemas de esa acumulación. La interpretación de los neo-keynesianos –que hoy son el mainstream– es la del acelerador financiero. Es decir, el uso de los activos financieros como colaterales en préstamos hace que, en determinado momento, se produzca un shock que se potencia a través del mecanismo financiero.
¿Y usted qué opina sobre ese diagnóstico?
–Tiene aspectos de la realidad importantes, pero no analiza a qué se debe el shock, de dónde viene. Es el propio sistema de la competencia capitalista el que obliga a un banco a competir con otros para ofrecer más rentabilidades. Si no los ligamos a los problemas de fondo, no entendemos por qué esas especulaciones pueden estallar en una brutal crisis financiera, que no siempre afecta a la economía. Por ejemplo, el crac de Wall Street de 1987 no derivó en una crisis global y fue la segunda gran caída de la Bolsa de Estados Unidos.
En la cumbre del G-20 se propuso una mayor regulación de los mercados como forma de apuntalar la situación económica, ¿cree que ésa sería una solución?
–En el G-20 la regulación de los mercados se planteó como gran cuestión para después de la crisis. Hoy la discusión es hasta qué grado hay que tener intervención estatal y si se van a aplicar o no medidas proteccionistas. Todo el mundo pide que no haya medidas proteccionistas pero, en el fondo, muchos las aplican. Sobre esto quisiera hacer dos reflexiones. Los mercados financieros y capitalistas presionan por eludir las regulaciones. Las regulaciones de Basilea establecieron que los bancos debían tener cierta ratio de capital en relación a su cartera de activos. Pero éstos diseñaron “Sociedades de Propósitos Especiales” (especie de fideicomiso) para armar sus operaciones por fuera de balance y, luego, comprar los papeles que emitían esas entidades.
¿Y la segunda reflexión?
–Lenin decía que estaban bien las consignas pero hay que pensar quién las aplica. En el G-20, se planteó que el FMI debe retomar poder para regular. Ese organismo está gobernado por las grandes potencias, los grandes banqueros y el capital internacionalizado. Va a responder a esos intereses. Es un control de los altos mandos del capital para evitar desequilibrios. No hay controles en abstracto.

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viernes, 22 de mayo de 2009

La economía en la mirada de Cristiano Rattazzi


En una entrevista exclusiva con 'El Cronista Weekend' da su veredicto sobre los temas más polémicos: la industria, el dólar, la economía después de las elecciones y analiza las claves por las que un superávit con inflación es para él de "casi ficción".
En conclusión, no hace más que manifestarse contra un modelo, que a punto de estallar, promete -a manos de los Kirchner- buscar la salida en la "chavización" de la economía argentina.
El temor, entre los empresarios, es profundo. Y las palabras de Ratazzi parecen ser el puntapié para el alerta que despierta ante el posible panorama que se acerca luego del 28 de junio.
La entrevista:
- ¿Cómo ve la economía?
- Comparado con las caídas de 50 por ciento que tuvieron otros mercados, como Estados Unidos o los principales de Europa, el retroceso local en la venta de autos no es tan grave. Pero, en general, la economía del país está 15/20 por ciento por debajo del año pasado.
- ¿Por qué tuvo ese impacto?
- Porque se dio así. Aún tenemos desafíos por delante porque no aprovechamos el período de bonanza para arreglar los temas pendientes. Entonces, ahora, cuando se viene el invierno, tenemos una economía muy desordenada, con impuestos distorsivos -como las retenciones- que castigan la producción marginal. Otros tributos, como ingresos brutos, se eliminaron en Europa hace 50 años. El impuesto al cheque no deducible de Ganancias es una promoción de la economía negra: el que puede evadirlo, lo evade. Y también reapareció el impuesto a los Sellos, que hasta las piedras deben estar de acuerdo sobre su inutilidad. Además de que no se ordenaron cosas básicas y fundamentales, se falsearon todos los datos. Tener datos falsos es como jugar a hacer trampa en el solitario.
- ¿Por qué cree, entonces, que se desaprovecharon estos años?
- Es un problema ideológico, de desconocimiento de las economías modernas. Hemos deshecho todo lo bueno del primer período de Menem: desregulación, privatizaciones… Una aerolínea pública, hoy, es un absurdo. En el mundo no existen más porque se entendió que es un negocio muy competitivo y difícil, claramente de técnicos, que exige manejos extremadamente complejos de enormes capitales. En los Estados Unidos, el gobierno no interviene General Motors. Le dice: "Te doy una mano pero, después, me devolvés todo; si no lo superás, quebrás". Acá, en cambio, existe una idea argentina de que, en el fondo, el Estado resolverá el problema de cada uno y de todos. Y eso impide que el país avance hacia la visión que tiene Chile o Brasil.
- Esa presencia estatal, ¿no es un pilar del "modelo productivista"?
- "Productivista…" (pausa). Todos quieren producir. ¿O conocen alguien que no?
- ¿Sin protección o dólar alto?
- El tipo de cambio alto nos viene muy cómodo a todos. Siempre es muy cómodo. Pero Italia, que lo tuvo durante años, cuando entró en la convertibilidad del euro, cambió algunas cosas. Muchos chillaron. Pero lo hizo en un país acostumbrado a devaluar y tener inflación, que es una estructura mental mucho más difícil. Tener inflación quiere decir que, si uno se pasó 10% en un salario, también tiene que poder bajarlo en esa proporción. Porque, si uno se equivoca cuando hay inflación, sin devaluación a la vista, el salario excesivo puede perjudicar, hasta hacer cerrar la fábrica. Es la regla de la vida: difícil, competitiva y que aplica el mundo al que le va bien. Por ejemplo, España, cuando salió del superproteccionismo de Franco para entrar al Mercado Común Europeo. Por supuesto, recibió ayuda. Pero hubo una decisión. Como el dicho italiano: "Ayudate que Dios te ayuda". Si decís que vas a hacer las cosas seriamente y bien, te van a ayudar. Hacé las cosas para ser más eficiente, más confiable, más parte del mundo. No es bueno aislarse. Menos, en un mundo en el que todo se sabe. No podés vender productos de calidad inferior a los de otras partes. Entonces, ¿por qué acá tenemos que proteger al que fabrica los tornillos torcidos?
- ¿Por qué?
- Volvimos a una visión levemente paleolítica de la economía, que es no competencia, ni eficiencia, ni productividad, ni innovación, ni desarrollo, ni investigación… Evidentemente, en un momento difícil como ahora, todo eso crea enormes problemas. Mayores para la economía local que para otras del resto del mundo. El proteccionismo no debería ser declamatorio. Proteger sólo porque se produce algo. No. Debería ser algo pragmático para sectores sensibles y contra la competencia desleal. No un proteccionismo de principios.
- ¿Cómo ve las paritarias?
- En esta situación, empresa por empresa. Cuando las cosas andan bien, el sindicato tiene derecho a participar. Cuando no, no hay mucho para repartir. Los gremios mismos se dan cuenta.
- ¿Hay conciencia de eso?
- Sí. Tenemos sindicatos buenos. La gente de Smata entiende perfectamente. Siempre hubo un discurso entre adultos, serio. Obviamente, a quien le va bien le será un poquito más difícil la negociación. Pero no podemos ir alegremente aceptando que la inflación es de 20% y, por lo tanto, dar un aumento del 15 ó 20%. Este modelo "productivo y competitivo" ya es sólo "productivo" por que perdió lo competitivo. Si uno se pasó en un salario, tiene que poder negociar con su sindicato. Si no, no se sale más del ciclo devaluación-inflación. Y tener inflación es pésimo. No hay devaluación gratis. Para un industrial, sería mucho mejor tener un dólar a $ 4,50. Pero también sé que, para los números macro de la Argentina, no es tan conveniente. Debemos conservar la inflación próxima a cero. Eso será una tarea gigantesca. Lo mismo, el superávit: tiene ser sólido pero sin inflación. El superávit con inflación es un superávit medio ficticio.
- ¿Qué opina del escenario fiscal para este año?
- Como estaba dado mucho por inflación, el superávit es endeble. ¿Qué hicimos entonces? Confiscamos los ahorros de los jubilados. Fue algo que se celebró con la misma alegría que se aplaudió el default y después, cuando se pagó sólo el 25 por ciento a los acreedores. Y una quita del 75 por ciento significa que nadie te prestará cuando lo necesites, porque te quedaste sin financiación. El que tenía un bono de 2003 a 2007 estaba muy seguro: a toda América latina le fue bien. Ahora, en cambio, el holder argentino no te da más. Por el contrario, piensa qué le van a pagar, cuánto y cómo. Nosotros le devolvimos plata al FMI, al 4,2%, y nos endeudamos con Chávez, al 15%. Perdemos u$s 1000 millones por año sólo por no hablar más con el FMI. ¿Por qué no vamos a hablar más con el FMI? No pide cortarnos las venas, sino cosas normales: monitorear la economía, ver que estemos haciendo cosas sensatas.
- Ahora se le pedirá de nuevo, si cambian las condiciones…
- El FMI lo dijo bien claro: los datos del país tienen que ser públicos. Entonces, ya quedamos afuera.
- En términos impositivos, ¿qué más debería corregirse?
- Poner reglas, instituciones. No se puede vivir sólo bajo la regla del Príncipe. Los países se fundan en función de reglas. No se inventa la rueda cada cinco minutos. Debemos ser un país normal y serio, como nuestro amigo Néstor (sic) repitió varias veces. No hay mucha cosa que inventar. Obviamente, todavía debemos salir del default. Salir del default es cerrar todo: holdouts, Club de París… Ser un país que respeta sus compromisos, como Brasil. No uno que haga un desparramo cada siete años. De 1929 a hoy, no hay un presidente que haya terminado en serio su mandato y pueda contar lo bien que hizo la Argentina a largo plazo, como hacen (Ricardo) Lagos, Felipe González, Cardoso, como podrá hacer Lula.
- ¿No hay también responsabilidad empresaria? En los últimos años, hubo mucho silencio…
- Pienso que, en adelante, habrá un cambio. Cuando se confiscó la plata de las AFJP, la UIA y AEA emitieron comunicados en desacuerdo. La historia no va a mirar la estatización de los fondos de pensión como una cosa brillante. Aunque no me gustara mi AFJP, un año antes había decidido quedarme ahí. Y de golpe me encontré que ese dinero se lo llevó otro. De repente, la ANSeS se encontró con todo ese caudal que tiene que empezar a colocar, como si fuera un banquero. Y la ANSeS no es un banquero.
- ¿Qué piensa del papel que hoy le toca al ministro de Economía?
- Ahora también hay ministra de Producción… En los países en los que las cosas andan muy bien, no se sabe quién es el ministro de Economía. Ahora no sabemos pero no es el caso (risas).
- ¿Qué opina del adelantamiento de las elecciones?
- No me gustó. Si la ley decía que debían ser en una fecha, ¿por qué cambiarla? Me gusta que las instituciones se respeten.
- ¿El adelantamiento no despejará incertidumbre económica para el segundo semestre?
- No. Se complicará más. Si hubo motivos económicos para adelantarlas…
- ¿Qué cree que hará el Gobierno después del 28-J?
- Hay que gobernar. Cuando un gobierno gana las elecciones, no tiene que crear poder, sino administrar el patrimonio público y, una vez cumplido el mandato, volver a casa, con lo bueno o malo que se haya hecho. Si el Gobierno pierde en junio, habrá un Congreso menos favorable. Sólo eso. El Gobierno debería tratar de hacer las cosas bien y, si el Congreso se lo impide, mostrar a la sociedad en qué te está jorobando.
Ayer se reunió el denominado G-7, que reúne a los banqueros, industriales, a la Bolsa, el comercio, y la construcción, en la sede de la UIA. Estuvieron ausentes Hugo Biolcatti (presidente de la Sociedad Rural) y Mario Llambías (titular de Confederaciones Rurales Argentinas).
Invitados por el titular de la central fabril, estuvieron en la mesa el presidente de la Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino y titular del Grupo Macro, Jorge Brito; el presidente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, Adelmo Gabbi; el titular de la Cámara Argentina de Comercio, Carlos De la Vega; y el vicepresidente de la Cámara Argentina de la Construcción, Diego Buracco.
Los cinco comensales compartieron la estimación de que el ex presidente, titular del PJ y candidato a diputado por el Frente Justicialista para la Victoria, Néstor Kirchner, se impondrá por sobre Francisco De Narváez, candidato a diputado por Unión PRO.
Sin embargo, creen que perderá la mayoría en Diputados, y esto lo que, según ellos, los obligará a buscar algunos consensos y canales de diálogo.
Es ahí donde ingresarían los empresarios, que consideran que la Rosada debe relanzar políticamente al Gobierno y para eso debe hacer un cambio trascendente en el Gabinete.
Sostienen que se deben impulsar correcciones a la política económica. Entre esas modificaciones debe incluirse la normalización del INdEC; regularizar las relaciones financieras internacionales y reducir los niveles de gasto público.
Hubo una fuerte discusión sobre cómo debe buscarse un nuevo equilibrio macroeconómico, que estuvo centrada en la paridad del dólar, el valor de las tasas y los reclamos salariales. Brito confesó: "Kirchner nos ataca por el nivel de las tasas. Pero en este contexto, si bajamos las tasas va a subir el dólar."
Para encarar las rectificaciones, quieren un nuevo e idóneo equipo económico. También un nuevo ministro que ocupe el centro de la escena para avanzar en negociaciones y en las correcciones.
Los banqueros privados sugieren que Argentina lance un plan integral para normalizar su frente externo. En otras palabras: además de cancelar los Boden, aconsejan un plan integral para acordar con el Club de París y normalizar la deuda impaga de los holdouts.
Sin embargo, en la Quinta de Olivos quieren esperar hasta julio para abrir cualquier negociación. Igual criterio existe para las decisiones económicas importantes.
Es que, para los empresarios ganen o pierdan los Kirchner (esto es, con o sin mayoría en el Congreso), si no provocan cambios, se conduciría al mismo derrumbe. Saben que éste es el momento para intentar prevenir que todo desencadene en una "chavización" total de la argentina.


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miércoles, 20 de mayo de 2009

Qué le preguntarán a Boudou. Adrián Simioni

(Nota publicada en La Voz del Interior - Miércoles 20/05/2009)
“No tiene asidero, no hay nada nuevo en lo que a nosotros respecta. El sistema previsional ya tuvo su reforma y está transformado”, dice Benigno Vélez, gerente de Finanzas de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), el organismo responsable de que puedan cobrar sus haberes los jubilados actuales y futuros de la Argentina. Vélez niega así las versiones que circularon desde el lunes sobre una reestructuración de la Anses destinada a sus crecientes y complejas funciones.

También alcanza a desmentir que en alguno de los primeros cuatro meses de este año la institución haya registrado un déficit, como dicen otros rumores. Y de inmediato precisa que, en realidad, toda información al respecto debe canalizarse a través de la Gerencia de Comunicaciones de Anses. Así se hizo, pero Sergio Poggi, gerente de Comunicaciones, no respondió. Una lástima. Porque, aunque la Anses es un organismo que puede sonar lejano para los ciudadanos de a pie, allí se define hoy el manejo de la mayor parte de los recursos líquidos con que cuenta la sociedad. Lo que se haga con esa plata definirá en buena medida el futuro. No sólo se juega si se podrá pagar o no a los jubilados de mañana sino si la mayor parte del ahorro argentino será eso y se transformará en inversiones rentables o si simplemente servirá para que un gobierno lo despilfarre en un par de años, cosa de quedar bien ante los votantes de dos o tres elecciones, aunque le cause un daño económico a la posteridad. Para entender la dimensión de la cuestión, basta decir que en 2008 los trabajadores, las empresas y los autónomos pagaron a la Anses el equivalente a 5,1 por ciento del producto interno bruto (PIB). Además, alrededor de cuatro puntos adicionales que los argentinos pagaron en impuestos fueron también a la Anses. De manera que estamos hablando de unos nueve puntos del producto. Comparemos: el Estado nacional financió todas sus actividades el año pasado con alrededor de 17,4 puntos del PIB. Y el conjunto de las provincias (que bancan a los maestros, los jueces, los médicos, los policías) recaudó 4,4 puntos, la mitad que Anses. El dinero es tuyo. La clave no es sólo la magnitud. Gracias al ajuste de décadas sobre los jubilados y a los altos impuestos al trabajo que se les cobran a los trabajadores, Anses tiene, por un lado, una masa de 100 mil millones de pesos ahorrada desde la “década maldita” de 1990 hasta el año pasado, cuando se liquidó el sistema de administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP). Hubo un ahorro, que ahora está en el Fondo de Garantía de Sustentabilidad. Hay recursos disponibles. No como en la Nación, las provincias o los municipios, donde la plata ya está prácticamente gastada antes de ser recaudada. Hay, entonces, varias razones para que a los fondos previsionales se los cuide más que a cualquier otra cosa: su magnitud, su potencial para multiplicar la inversión y el hecho de ser cruciales para que las generaciones futuras de jubilados puedan sobrevivir. Hay otro pequeño detalle: el dinero es de los aportantes, del sistema previsional. No del Estado. El aporte previsional no es un impuesto. El aporte es la obligación que impone el Estado a sus ciudadanos, de ahorrar pensando en su futuro. Aquí y en todo el mundo. Si no, todos los estados quebrarían al tener que financiar a cada vez más millones de personas de la tercera edad que, por imprevisión, no hubieran ahorrado. Por eso se crearon los sistemas previsionales. Y por eso son autárquicos. Como, al menos en los papeles, es la Anses. Algo de esto se empezará a debatir hoy, cuando el director de la Anses, Amado Boudou, responda a las preguntas que le hará la Comisión Bicameral creada con la estatización de las AFJP, que sesionará por primera vez desde que, hace siete meses, Boudou se transformó en la persona que concentra el manejo de la mayor masa de dinero contante y sonante del país. Santacruceño ve a Kirchner y llora. Juan Acuña Kunz, del radicalismo de Santa Cruz, y Juan Obiglio, del PRO de Capital Federal, son diputados e integran la comisión que hoy se reunirá con Boudou. Lo primero que llama la atención es la falta total de información que también sufren quienes, se supone, tienen que controlar a Boudou. Obiglio lista alguna de las preguntas básicas que harán hoy: ¿Cuántos fondos recibió Anses de las AFJP? ¿Cómo los invirtió hasta ahora? ¿Cuánto y a qué tasas de interés les prestó al Estado y a los bancos? ¿Qué pasó con los 10 mil empleados de las AFJP que, se supone, terminaron en la Anses? ¿Cuánto se invirtió en los planes de canje de bicicletas y heladeras y con qué resultado? ¿Cuántas empresas ha rescatado la Anses y con qué criterio? ¿Anses va a rescatar a cualquier empresa que vaya a quiebra, sea por una cuestión coyuntural o por fallas estructurales propias o del mercado que las tornan inviables? ¿Cuántos directores ha nombrado Anses en cuántas empresas? ¿Con qué criterio? ¿Cuánto ganan? ¿Quién les dice qué tienen que hacer? ¿Cómo se los controla? Obiglio sospecha del presente. “Por la información que trasciende a la prensa, Anses está prestando a tasas de interés menores a la inflación, tanto al Estado como a los bancos. La inflación estimada para 2009 está en un 13 ó 14 por ciento y la Anses está prestando al 10 por ciento. Eso significa reducir el ahorro de los futuros jubilados”. En cambio, Acuña Kunz, santacruceño, sospecha del pasado. “Con los Kirchner, uno no se puede descuidar. Nos pasamos más de 15 años sin saber adónde estaban los 500 millones de dólares que cobró la Provincia por la privatización de YPF. Nunca supimos por dónde anduvieron. Cuando repatriaron el fondo, lo notamos ‘subdesarrollado’: seguían siendo 500 millones, pese a los intereses de 15 años. Hoy quedan 300 millones en el Banco Nación”. ¿Y no vamos a ahorrar más? Los temas cruciales son dos. Uno es cómo garantizar que no se desvanezcan los 100 mil millones de pesos ya ahorrados por los trabajadores argentinos. El otro es si ahora que Anses recibe la totalidad de los aportes previsionales (incluyendo lo que antes administraban las AFJP) una parte de ese dinero seguirá incrementando aquel ahorro o si simplemente se gastará. La ley que estatizó las AFJP dice que, ahora, todos los aportes se consideran un ingreso corriente de la Anses, no un ingreso de capital. Con lo cual su destino puede ser el de un mero gasto. Según la ley, al cierre de cada ejercicio anual, lo que sobre luego de pagar todo lo que la Anses gaste se acumulará en el Fondo de Garantía de Sustentabilidad, para que la Anses lo invierta. A falta de información de Anses, lo único que se puede hacer es ver qué dice el Ministerio de Economía sobre la evolución de los ingresos y egresos del sistema. Allí dice que, en el primer trimestre, a la Anses entraron 16.553,1 millones de pesos y salieron de ella 17.244,2 millones, con un déficit corriente de 691,1 millones. Pero no es posible saber si la porción de impuestos coparticipables que también va a la Anses y los aportes jubilatorios del propio Estado están contabilizados de otro modo, de manera que la cifra no puede decir demasiado. Por ahora, Néstor Kirchner parece haber decidido que no tenemos por qué conocer cómo se manejan estos fondos. Pero hay que estar atento: en una de esas, esta noche Soledad Silveyra le pregunta en detalle sobre todo esto a la Presidenta.



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¿Para qué sirve el Banco Central? Por Roberto Cachanosky


(Nota publicada en La Nación - 20/05/2009)

Desde hace rato vengo sosteniendo que las reservas que declara el BCRA no son tales, y que a la cifra absoluta que se presenta hay que restarle una serie de ítems por constituir deuda del BCRA que aumentan artificialmente las reservas que se informan como propias. Sobre este tema escribí en LA NACION el 4 de enero pasado, nota que motivó una respuesta del BCRA publicada al domingo siguiente, a la que posteriormente respondí el 16 de enero último. Es más, en una nota editorial de LA NACION del 13 de mayo pasado el editorialista (que no soy yo) sostiene mi misma posición sobre el verdadero nivel de reservas, al igual que otros economistas de prestigio.
El domingo 10 de mayo fui invitado al programa Hora Clave de Mariano Grondona y ante una pregunta Grondona dije que las reservas no eran U$S 46.000 millones como sostiene el BCRA, cuestioné la confiabilidad de la información que brinda el BCRA y su total independencia del Poder Ejecutivo.
Grande fue mi sorpresa el sábado pasado por la mañana cuando recibí en mi casa una Carta Documento del Banco Central, por la cual me intima a retractarme "de las graves y difamatorias manifestaciones vertidas por Ud. en el transcurso del programa Hora Clave". Agregan que yo he "puesto en duda el carácter verídico de la información que emana del Banco Central de la República", por lo cual, como decía antes, me intiman "a retractarme y cesar en esa actitud. En caso contrario se accionará en protección de la Institución que Ud. ataca".
Francamente desconocía que en Argentina existía el delito de opinar diferente. Y que opinar diferente implica atacar a una institución, en este caso, como el BCRA. Pero lo curioso es que mi respuesta a la pregunta de Grondona fue que el Banco Central no tiene la independencia que dice que tiene, que no tiene las reservas que dice que tiene, que hay información que no ha publicado y que se está pareciendo al INDEC. Y aquí si que estamos en un serio problema. Como la intimación que me hace el BCRA es por lo que dije en Hora Clave , estaría surgiendo un tema muy curioso. Aparentemente, una de mis graves y difamatorias manifestaciones habría sido comparar al BCRA con el INDEC. Si para el BCRA compararlo con el INDEC es grave y difamatorio el problema no es mío, es un problema interno del gobierno, problema en el cual no me puedo meter ni resolver.
Un solo ejemplo sirve para poner en duda el grado de independencia que realmente tiene el BCRA del Ejecutivo y es el manejo de la política cambiaria. ¿Quién define la política cambiaria en Argentina? ¿El Banco Central o el Poder Ejecutivo? Si es el BCRA, entonces, la impresionante tasa de emisión monetaria que ha hecho hasta el año pasado, generando una escalada inflacionaria cercana al 30% anual, habla muy mal del manejo monetario llevado a cabo en estos años. ¿Algún economista serio puede llegar a sostener que tasas anuales de emisión monetaria del 25% durante 5 años seguidos son consistentes con la estabilidad de precios? ¿En algún momento se plantó el BCRA frente al poder Ejecutivo y le ha dicho que no estaba dispuesto a generar semejante inflación para convalidar el famoso tipo de cambio competitivo que impulsa el Ejecutivo? ¿Le ha dicho el BCRA al Ejecutivo que si quería mantener un tipo de cambio alto tenía que generar el superávit fiscal correspondiente porque seguir emitiendo implicaría generar serios problemas inflacionarios? Si no lo hizo, es lícito dudar de su verdadera independencia.
Respecto a las reservas, no soy el único economista que sostiene que a las reservas brutas que se publican hay que descontarles los encajes en dólares que corresponden a las entidades financieras y que hay cerca del equivalente a U$S 14.000 millones en bonos y pases netos, deuda emitida para amortiguar parte de la fenomenal tasa de emisión monetaria para sostener el llamado tipo de cambio competitivo.
Por otro lado, también hay que descontarle una deuda contraída con el Banco Internacional de Basilea que el BCRA se niega a informar cuando constitucionalmente corresponde que informe públicamente sobre el monto y las condiciones que se tomó esa deuda, o bien negar categóricamente que haya tomado esa deuda. Sin embargo, el BCRA ha contestado por escrito que reconoce tener esa deuda pero que no puede darla a conocer, por lo cual no se informa en los balances semanales o bien no se la específica debidamente.
¿Informa el BCRA cuántos dólares a futuro tiene vendidos y a quiénes se los vendió? Y este no es un dato menor, porque en el futuro, si hay pérdidas, habrá que compensarlas y será la gente la que pagará esas pérdidas con el impuesto inflacionario, dado que el BCRA tendrá que emitir pesos para cubrir la diferencia, si es que no tiene que vender dólares de las reservas para hacer frente a una estampida cambiaria porque quienes compraron a futuro no sólo desean ser compensados por la diferencia de cotización sino que también optan por cambiar de pesos a dólares.
Si el Banco Central no informa un dato tan relevante como la deuda con el BIS ni las ventas a futuro que tiene comprometidas, la información que proporciona no es confiable.
Si aumenta artificialmente las reservas incluyendo en ellas casi U$S 7000 millones de encajes en dólares que el BCRA le debe a los bancos, la información tampoco es confiable. Digamos que afirmar que el BCRA tiene U$S 46.000 millones de reservas es una verdad a medias. Y una verdad a medias no es toda la verdad e induce a la gente a confiar en algo que en los hechos no es así. Situación que es injusta, porque solo los economistas que estamos analizando estos datos podemos saber de las debilidades del Central, en tanto que la inmensa mayoría de la población desconoce la realidad. Unos pocos podríamos cubrirnos mientras el resto quedaría indefenso.
El artículo 3 de la Carta Orgánica del BCRA, que es una ley de la Nación, dice que "es misión primaria y fundamental del Banco Central de la República Argentina preservar el valor de la moneda". Me parece que dicha institución debería concentrarse en ese tema, dado que la gente vive diariamente los destrozos inflacionarios que se están produciendo y de los cuales no es ajeno el Banco Central, dado que la inflación generada es fruto de la política monetaria llevada a cabo para sostener artificialmente alto el tipo de cambio competitivo que quiere el Ejecutivo, motivo por el cual es lícito dudar de la verdadera independencia de dicha institución. En definitiva lo que ha hecho el Banco Central fue redistribuir ingresos de los sectores más pobres a los más ricos al aplicar el impuesto inflacionario que aplicó.
En la Argentina, desde que fue creado el BCRA, se han destruido el peso moneda nacional, el peso ley 18.188, el peso argentino, el austral y este que tenemos no es justamente moneda dado que no sirve como reserva de valor ni como unidad de cuenta. Un peso actual es igual a 10.000.000.000.000 pesos moneda nacional. Con semejante trayectoria, el Banco Central tendrá que hacer grandes esfuerzos para ser confiable nuevamente y muy prolijo en la información que brinda.
Mientras tanto, seguiremos esperando a que el Central se digne a informar si realmente tiene o no tiene una deuda con el BIS y cuántos dólares a futuro tiene vendidos. En tanto no informe sobre estos ítems fundamentales, la confiabilidad de los datos que proporciona seguirá siendo cuestionable.
Por último, viendo la destrucción de varios signos monetarios, crisis financieras, corridas cambiarias, confiscaciones de ahorros, inflaciones descontroladas y teniendo en cuenta los problemas inflacionarios y cambiarios que tenemos por delante, surge una gran pregunta: ¿Para qué sirve el Banco Central?
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El Imperio del Carbono. Por Paul Krugman


(Nota publicada en el diario El País de España el 17/05/2009)


He visto el futuro, y no va a funcionar. Éstos deberían ser tiempos de esperanza para los defensores del medio ambiente. La ciencia basura ya no impera en Washington. El presidente Obama ha hablado de forma enérgica sobre la necesidad de tomar medidas contra el cambio climático; la gente con la que hablo tiene cada vez más confianza en que el Congreso apruebe pronto un sistema de incentivos económicos que limite las emisiones de gases de efecto invernadero, y que los límites vayan siendo más estrictos con el paso del tiempo. Y una vez que Estados Unidos actúe, podemos esperar que gran parte del mundo siga sus pasos.

Pero esto deja sin resolver el problema de China, donde he pasado casi toda la semana pasada. Como todas las personas que visitan China, me he quedado pasmado con la escala de desarrollo del país. Incluso los aspectos molestos (gran parte de mi tiempo lo he pasado contemplando la Gran Muralla del Tráfico) son subproductos del éxito económico del país. Pero China no puede seguir por el mismo camino, porque el planeta no es capaz de soportar esa presión.
El consenso científico sobre las perspectivas del calentamiento global se ha vuelto mucho más pesimista durante los últimos años. De hecho, las últimas previsiones de reputados expertos en clima rayan en lo apocalíptico. ¿Por qué? Porque la velocidad a la que están aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero iguala o supera las peores previsiones. Y el aumento de las emisiones procedentes de China (que ya es el mayor productor mundial de dióxido de carbono) es uno de los principales motivos de este pesimismo.
Las emisiones de China, que proceden en su mayoría de las centrales eléctricas en las que se quema carbón, se han duplicado entre 1996 y 2006. Este ritmo de crecimiento ha sido mucho más rápido que en la década anterior. Y la tendencia parece que va a mantenerse: en enero, China anunciaba que planeaba seguir dependiendo del carbón como su principal fuente de energía y que, para sostener su crecimiento económico, aumentaría la producción de carbón en un 30% de aquí al año 2015. Ésta es una decisión que por sí sola contrarrestará cualquier reducción en las emisiones que se lleve a cabo en cualquier otro sitio.
Así que, ¿qué se debe hacer respecto al problema de China? Los chinos dicen que nada. Cada vez que he sacado el tema a relucir durante mi visita, me he topado con indignadas declaraciones sobre lo injusto que era esperar que China limitase el uso de los carburantes fósiles. Afirmaban que, después de todo, Occidente no ha tenido que padecer restricciones similares durante su época de desarrollo; aunque China sea la mayor fuente mundial de emisiones de dióxido de carbono, sus emisiones per cápita siguen estando muy por debajo de los niveles estadounidenses; y, en cualquier caso, la mayor parte del calentamiento global que ya se ha producido no es culpa de China, sino de los gases que en el pasado emitieron los que ahora son países ricos.
Y tienen razón. Es injusto esperar que China viva sometida a restricciones que nosotros no tuvimos que afrontar cuando nuestra economía iba hacia arriba. Pero esa injusticia no cambia el hecho de que permitir que China iguale el anterior libertinaje occidental supondrá una condena para la Tierra tal como la conocemos.
Dejando a un lado la injusticia histórica, los chinos también han insistido en que no se les debería hacer responsables de los gases de efecto invernadero que emiten al producir bienes para los consumidores extranjeros. Pero se niegan a aceptar la implicación lógica de ese punto de vista: que la carga recaiga entonces sobre esos consumidores extranjeros; que los compradores que adquieran productos chinos paguen una tarifa de carbono que sea un reflejo de las emisiones asociadas a la producción de esos bienes. Según los chinos, eso sería una violación de los principios del libre comercio.
Lo sentimos, pero las consecuencias que la producción china tiene para el cambio climático tienen que reflejarse en algún sitio. Y en cualquier caso, el problema de China no es lo mucho que produce, sino la forma en que lo produce. Recuerden que ahora China emite más dióxido de carbono que Estados nidos, a pesar de que su PIB es sólo la mitad de grande (y Estados Unidos, a su vez, es un monstruo de las emisiones en comparación con Europa o Japón).
La buena noticia es que la propia ineficacia de China en su uso de la energía brinda enormes oportunidades de mejora. Con las políticas adecuadas, China podría seguir creciendo rápidamente sin incrementar sus emisiones de carbono. Pero primero tiene que darse cuenta de que es necesario cambiar de política.
En algunas declaraciones procedentes de China hay indicios de que los responsables políticos del país están empezando a darse cuenta de que su postura actual es insostenible. Pero sospecho que no se dan cuenta de lo deprisa que todo el juego está a punto de cambiar.
A medida que Estados Unidos y otros países desarrollados empiecen por fin a actuar frente al cambio climático, también sentirán que tienen más poder moral para enfrentarse a aquellos países que se nieguen a tomar medidas. Antes de lo que la mayoría de la gente piensa, los países que se niegan a limitar sus emisiones de gases de efecto invernadero se enfrentarán a sanciones, probablemente en forma de impuestos sobre sus exportaciones. Se quejarán amargamente de que eso es proteccionismo, pero ¿y qué? La globalización no tiene mucho de bueno si el propio globo se convierte en un lugar inhabitable.
Ha llegado la hora de salvar el planeta. Y, le guste o no, China tendrá que contribuir a ello.
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domingo, 10 de mayo de 2009

La Argentina va camino a otra crisis. Por Roberto Cachanosky


Luego de la catarata de anuncios que sólo quedaron en la tapa de los diarios, como el plan canje de autos, heladeras, calefones, bicicletas y un monumental programa de obras públicas imposible de financiar, el Gobierno quedó paralizado frente a la crisis económica. Si bien hoy la gente no golpea las cacerolas en la calle ni pide que se vayan todos, la realidad es que Kirchner ha llevado al país a un 2001, entendiendo por ese período incapacidad para reaccionar frente a la crisis, parálisis frente a los problemas, una feroz recesión que se ve claramente en la recaudación impositiva y en los datos de importaciones y otros indicadores económicos que, a falta de datos confiables del Indec, permiten verificar la profunda recesión, particularmente en el interior del país, que estamos atravesando.

La gente tiene dos grandes interrogantes: qué hará el Gobierno de aquí al 28 de junio, y qué hará el Gobierno a partir del 29 de junio.
Desde el punto de vista económico, hasta el 28 de junio no tiene muchas alternativas más que tratar de aguantar y evitar que el tipo de cambio se le dispare, aunque si la gente se dejara llevar por los dichos de Néstor y Cristina Kirchner, están haciendo una invitación a comprar dólares. Es que plantean un escenario tan catastrófico si pierden la mayoría en el Congreso que, ante esa muy probable eventualidad, la conclusión lógica que nos ofrece el matrimonio es que el 29 se viene el diluvio y hay que comprar dólares antes que sea más caro. Con su discurso, el matrimonio no sólo incentiva la fuga de capitales, sino que profundiza la parálisis de la economía. Suspender compra de bienes de consumo durable, inmuebles y gastar lo menos posible ante el escenario que pronostican si no retienen la mayoría es el comportamiento lógico de la gente frente a las expectativas que presentan desde Olivos.
Kirchner, que no entiende de economía, no sabe que en las decisiones microeconómicas influyen las expectativas de la gente. Si el mensaje es yo o el caos, y el yo es altamente probable que no ocurra, la gente posterga la compra del auto, guarda los dólares esperando que las propiedades bajen de valor luego de la devaluación, etcétera.
Ahora bien, ¿qué puede ocurrir luego del 28 de junio? Son muchos los escenarios políticos que podrían influir en la economía. Cada uno tiene un resultado económico diferente. Pero tomemos el caso en que Kirchner, con mayoría o sin ella en el Congreso, continúa manejando la economía. ¿Qué opciones tiene para recuperar la economía, además de ir caminando a Luján para que el mundo se reactive rápido o la soja llegue a los 600 dólares?
¿Puede Kirchner hacer política keynesiana como intentan hacer varios países? Mi impresión es que no, porque ya la hizo en el momento en que era innecesaria, y si entendemos por esa política de incentivar la actividad interna con más gasto público y menos tasa de interés para estimular el consumo y la inversión, en una versión muy reducida del keynesianismo.
El primer problema que tiene es que ya llevó el gasto público hasta niveles infinanciables y, encima, de pésima calidad. Si Kirchner intentara aumentar el gasto, necesitaría más recursos. ¿De dónde pueden salir? Apropiándose de los flujos de ingresos o bien confiscando más activos. No veo muchas posibilidades, en esta administración, de apropiarse de flujos crecientes. Cuando digo "flujos", hablo de ingresos. Estos caen porque la actividad económica está en caída libre; por lo tanto, a menor producción, menores ingresos y, en consecuencia, menor capacidad contributiva. Por ese lado, no hay mucho que esperar.
Le quedaría apropiarse de más stocks. Reservas del BCRA; confiscación de los depósitos bancarios en dólares contra un bono patriótico; estatización del comercio exterior, particularmente del sector agropecuario, con lo que el Estado pasaría a ser el único comprador. En ese caso, le pagaría miserias al productor y vendería al exterior a precio internacional, para quedarse con la diferencia. Claro que, en este caso, la falta de estímulo a la producción sería tan grande que, al poco tiempo, la producción de trigo, soja, maíz y demás granos caerían.
También podrían confiscar los silos bolsa, las cajas de seguridad o cualquier activo que consideren útil a los fines de financiar el gasto.
Deseo dejar en claro que no es éste un mensaje alarmista, sino sólo una descripción de lo que podría hacer Kirchner dados sus antecedentes confiscatorios, su escaso respeto por los derechos de propiedad y su ausencia de límites al actuar.
Intentar financiar un aumento del gasto con crédito externo es una misión imposible porque la Argentina quedó marginada del mercado voluntario de deuda. Así que ni los japoneses ni los alemanes ni el FMI van a prestar para que el matrimonio dilapide mientras mantiene su alianza con Venezuela.
Ya emitió moneda para sostener el dólar a $ 3. La posibilidad de aplicar el impuesto inflacionario también está cerrada. Es más: Keynes sugería que, dado que los sindicatos se opondrían a una baja nominal de salarios, el camino era bajar el salario real con inflación.
Receta conocida
El problema es que los dirigentes sindicales ya se conocen de memoria esa receta y ya reclaman subas de un 20 por ciento. Claramente impagables en una economía en recesión, con lo que luego del 28 de junio habrá una feroz lucha por la distribución del ingreso y con un gobierno que ya no tiene caja para comprar voluntades o calmar los ánimos de la gente. Agreguemos que las provincias están en una situación fiscal muy complicada.
Como dato por considerar, los recursos por coparticipación fueron en abril sólo un 3% más altos que en abril de 2008. Frente a demandas salariales del 20%, el esquema es infinanciable y explosivo. Finalmente, Kirchner ha hecho lo imposible por espantar las inversiones. Nadie, durante este gobierno, estará dispuesto a invertir para luego ser mandoneado por Moreno o someterse a los caprichos diarios de Kirchner.
En estos seis años, Kirchner destruyó el mercado de capitales, con lo cual no hay financiamiento para la inversión y el consumo. Generó una inflación feroz, consumido el stock de capital existente (casos energía o ganadería); llevó el gasto público a niveles récord y ha agobiado a la población con tasas impositivas expoliatorias. Y, como frutilla del postre, destrozó la seguridad jurídica al no respetar los contratos ni los derechos de propiedad.
La conclusión es obvia: Kirchner no sólo ha quedado paralizado frente a la crisis que desató, sino que, además, no tiene instrumentos, capacidad ni credibilidad para revertir la situación. Por lo tanto, el escenario post 28 de junio con Kirchner manejando la economía es de una crisis que tal vez los argentinos no hayan visto jamás.
El autor es economista.


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El síndrome de los salarios menguantes. Por Paul Krugman


(Nota aparecida en El País (España) el Domingo 10 de mayo de 2009)


Los salarios están bajando a lo largo y ancho de Estados Unidos. Algunos de los recortes salariales, como las devoluciones de los trabajadores de Chrysler, son el precio de la ayuda federal. Otros, como la tentativa de acuerdo sobre un recorte salarial en The New York Times, son el resultado de las conversaciones entre los empresarios y sus empleados sindicalistas. Pero hay otros que reflejan la realidad brutal de un mercado laboral débil: los trabajadores no se atreven a protestar cuando les recortan el sueldo porque no creen que puedan encontrar otro trabajo.

Sin embargo, sean cuales sean las circunstancias específicas, la bajada de los salarios es síntoma de una economía enferma. Y es un síntoma que puede hacer que la enfermedad de la economía empeore aún más.
Empecemos por lo primero: las anécdotas sobre las bajadas de los sueldos están proliferando, pero ¿se trata de un fenómeno muy extendido? La respuesta es sí, y mucho.
Es verdad que muchos trabajadores todavía reciben aumentos salariales. Pero hay por ahí suficientes recortes salariales como para que, según la Oficina de Estadística Laboral, el coste medio de dar empleo a trabajadores en el sector privado haya subido sólo un 0,2% en el primer trimestre de este año (el aumento más bajo que se ha registrado). Dado que la situación del mercado laboral sigue empeorando, no sería ninguna sorpresa que los sueldos en general empezasen a bajar a finales de este año.
Pero ¿por qué es eso malo? Después de todo, muchos trabajadores están aceptando recortes salariales a fin de salvar sus empleos. ¿Qué tiene eso de malo?
La respuesta se encuentra en una de esas paradojas que invaden nuestra economía ahora mismo. Padecemos la paradoja del ahorro: ahorrar es una virtud, pero cuando todo el mundo intenta que su capacidad de ahorro aumente radicalmente, la consecuencia es una economía deprimida. Padecemos la paradoja del desapalancamiento: reducir la deuda y sanear los balances generales es bueno, pero cuando todo el mundo intenta vender valores y saldar deudas al mismo tiempo, la consecuencia es una crisis financiera.
Y, dentro de poco, podríamos enfrentarnos a la paradoja de los salarios: los trabajadores de una empresa pueden contribuir a salvar sus empleos accediendo a cobrar sueldos más bajos, pero cuando los empresarios en todos los sectores económicos recortan salarios al mismo tiempo, la consecuencia es un aumento del paro.
Así es como funciona la paradoja. Supongamos que los trabajadores del grupo XYZ aceptan un recorte salarial. Eso permite a la dirección de XYZ bajar los precios, lo que hace que sus productos sean más competitivos. Las ventas aumentan y más trabajadores pueden conservar su empleo. Así que se podría pensar que ese recorte salarial hace aumentar el empleo, lo que es cierto en el caso de la empresa en concreto.
Pero si todo el mundo recorta los sueldos, nadie obtiene una ventaja competitiva. Así que los salarios más bajos no benefician en nada a la economía. Por el contrario, la caída de los sueldos puede empeorar los problemas de la economía en otros frentes.
En particular, la reducción de los salarios, y por tanto, la reducción de los ingresos, agrava el problema de la deuda excesiva: las letras mensuales de la hipoteca no bajan como la nómina. Estados Unidos se metió en esta crisis con una deuda hipotecaria que, expresada como porcentaje de los ingresos, era la más alta desde los años treinta. Las familias tratan de reducir esa deuda ahorrando más de lo que lo han hecho en una década (pero, puesto que los sueldos bajan, es como intentar dar en una diana que se mueve). Y a medida que aumenta la carga de la deuda, se hunde más el gasto de los consumidores, y eso hace que la economía siga deprimida.
Las cosas pueden empeorar aún más si las empresas y los consumidores prevén que los sueldos seguirán bajando en el futuro. John Maynard Keynes lo expresó con claridad hace más de 70 años: "Las consecuencias de esperar que los salarios vayan a reducirse, por ejemplo, un 2% durante el próximo año son aproximadamente las mismas que tendría un aumento del 2% en la cantidad de intereses a pagar durante el mismo periodo". Y un aumento del tipo de interés efectivo es lo último que esta economía necesita.
La preocupación por la bajada de los salarios no es solamente teórica. Japón (donde los sueldos del sector privado descendieron como promedio más del 1% al año entre 1997 y 2003) nos brinda una lección práctica sobre la forma en que la deflación salarial puede contribuir al estancamiento económico.
Así que, ¿qué conclusión podemos sacar de la cada vez más evidente reducción de los salarios en Estados Unidos? Principalmente, que estabilizar la economía no es suficiente: necesitamos una recuperación real.
Últimamente se ha hablado mucho sobre brotes verdes y demás, y, de hecho, hay indicios de que el desplome económico que se inició el otoño pasado podría estar ralentizándose. Incluso es posible que la Oficina Nacional de Investigación Económica anuncie el fin de la recesión a finales de este año.
Pero es casi seguro que la tasa de paro va a seguir aumentando. Y todos los indicios apuntan hacia un mercado laboral cuya situación será terrible durante muchos meses o incluso años, lo que es una receta ideal para que continúen los recortes salariales, los cuales, a su vez, seguirán debilitando a la economía.
Para romper ese círculo vicioso, lo que se necesita básicamente es más: más estímulo económico, más medidas decisivas respecto a los bancos, más creación de empleo.
Al césar lo que es del césar: el presidente Obama y sus asesores económicos parecen haber alejado a la economía del abismo. Pero el peligro de que Estados Unidos se convierta en Japón (y tengamos que enfrentarnos a años de deflación y estancamiento) parece, como mínimo, que está aumentando.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de Economía en 2008. © 2009 New York Times Service. Traducción de News Clips.
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