jueves, 17 de diciembre de 2009

El Grupo Fénix no es responsable de la caída de la convertibilidad. Por Marcelo Lascano

En mi carácter de ex miembro del Grupo Fénix y aun cuando estoy desde hace tiempo desvinculado del mismo, no puedo menos que responder brevemente a la nota publicada por el ex ministro de Economía, Dr. Domingo Cavallo, con el único propósito de corregir el argumento central de la misma, cual es demonizar al Grupo con el pretexto de hacerlo responsable del derrumbe del régimen de Caja de Conversión implantado a principios de 1991.
En efecto, en LA NACION del 22 de noviembre pasado, el ex ministro afirma temerariamente que "los ideólogos del Plan Fénix impulsaron el abandono de la convertibilidad y promovieron la pesificación de los depósitos y contratos en dólares con fuerte devaluación del peso".
Lo cierto es que el sistema se cayó antes de que el Grupo cuestionara el régimen monetario-cambiario de marras, aunque pudiera creerse, como en mi caso, que podría haber servido como solución de corto plazo, mas no como opción definitiva de política económica, tal cual lo expreso en mi obra "La economía de los 90", publicada por Macchi a principios de 2000.
El corralito, el corralón, el megacanje, entre otros auxilios ideados para salvar al régimen, son testimonios incuestionables de la vulnerabilidad que afectaba al mismo, es decir, antes de que el Grupo Fénix instalara sus consideraciones en el público, que por lo demás, estaban dirigidas a llenar un vacío intelectual que desafiaba el porvenir de la República.
Un pequeño grupo de profesores titulares por concurso de la UBA encaró la tarea no ideológica sino técnica para salir del marasmo ahijado del régimen. Después de la liquidación de activos nacionales y de agotado el financiamiento externo, son las insolvencias externa y fiscal las causas determinantes de un derrumbe largamente anunciado. Otra interpretación constituiría un engaño a una opinión pública fatigada de tantas magias y utopías.
* El autor es economista
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Cavallo fue el responsable. Por Jorge Gaggero

En una columna, publicada bajo el título “La prueba histórica de un fraude intelectual” (La Nación, 22 de noviembre pasado), el responsable tanto de la adopción como de la mayor parte de la gestión y la caída final del “régimen de convertibilidad” argentino (1991-2001) señaló que “los ideólogos del Plan Fénix impulsaron el abandono de la convertibilidad y promovieron la pesificación de los depósitos y contratos en dólares con fuerte devaluación del peso...”. Se trata de un burdo intento –uno más– del ex ministro Domingo Cavallo de descargar sus propias responsabilidades históricas sobre terceros.

La siguiente es una breve descripción de los principales hechos vinculados con el derrumbe final del “régimen de convertibilidad”, que incluye también un más objetivo señalamiento de las responsabilidades del caso. Ha sido tomada de un trabajo que elaboré el año 2003, “La cuestión fiscal bajo el régimen de convertibilidad (Argentina 1991-2001)”, y publicado por la revista Realidad Económica (Nº 207, octubre/noviembre 2004).
“El derrumbe de 2001 ha adquirido un patetismo sin igual en la historia argentina contemporánea (y también en la mundial, al menos si se lo compara con sucesos registrados en economías de tiempos de paz). En una secuencia casi simultánea se terminó produciendo: la quiebra del Estado y el default inevitable de la deuda pública; una profunda depresión con ruptura de la cadena de pagos y desocupación rampante; una fuga masiva de depósitos y capitales, que huían de la moneda nacional (provocando su acelerada desaparición) y la pérdida de toda confianza en las instituciones bancarias (incluida la banca multinacional); la indisponibilidad de los depósitos en el sistema financiero; el control de capitales y una obligada devaluación, que en una primera instancia decidió “el mercado”.
Una vez caído el gobierno electo en 1999 se sucedieron la declaración oficial de default; la devaluación formal y posterior “flotación” del tipo de cambio y un contradictorio –en su primera fase, al menos– intento de “repesificar” la economía argentina, en las peores circunstancias que puedan imaginarse: emitiendo deuda pública adicional, buena parte de ella en moneda extranjera, en una magnitud todavía difícil de precisar y facilitando la “licuación” de grandes deudas empresarias a costa de las exhaustas arcas públicas.
Resulta paradójico, por fin, que hayan sido el fundador del régimen de convertibilidad y el presidente electo en 1999 –quien convocó al primero para sostener a toda costa la paridad “1 a 1” y el pago regular de la deuda pública– quienes terminasen adoptando, antes de su salida del gobierno (el 19 y 20 de diciembre de 2001), las medidas que acabaron con él. La adopción del régimen de indisposición de depósitos e inversiones bancarios (denominado “corralito”) y las medidas de control conexas (de cambios y capitales) a partir del 30 de noviembre de 2001 –que resultaron en una primera devaluación, del orden del 20/25 por ciento, decidida por “el mercado” en los días siguientes– y el primer default público efectivo, verificado el 19 de diciembre (el no pago de comisiones de 47 millones de dólares por el megacanje), fueron todas decisiones póstumas de los más devotos y encumbrados defensores del régimen de “caja de conversión”. El presidente de la Nación y su ministro de Economía fueron expulsados casi de inmediato por multitudes exasperadas el 19 y 20 de diciembre de 2001”
* Economista del Plan Fénix
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El rey de los sofistas. Por Abraham Leonardo Gak

(Publicado en Página 12 del día 3 de diciembre de 2009, en respuesta a la nota de Domingo Cavallo)
Domingo Cavallo ha publicado en el diario La Nación, el pasado 22 noviembre, un artículo en el que califica de “prueba histórica de un fraude intelectual” a la propuesta del Plan Fénix de un dólar alto para mejorar la competitividad del sector exportador argentino, el abandono de la convertibilidad y la promoción de la pesificación de depósitos y contratos en dólares.
Voy a dejar de lado la utilización mañosa de estadísticas –herramienta que suelen manejar con mucha habilidad los sofistas– por haber sido ya replicada por otros colegas.

El artículo pretende reducir la propuesta del Grupo Fénix al abandono de la convertibilidad y a la devaluación del peso, ocultando el conjunto de propuestas encaminadas hacia un plan estratégico económico y social en el que estos dos temas están incluidos. Al mismo tiempo, le adjudica una responsabilidad intelectual por la “traumática discontinuidad en las reglas de juego de la economía que se produjo alrededor del Año Nuevo de 2002”.
Conviene recordar que el Proyecto Estratégico Plan Fénix de la Universidad de Buenos Aires es una propuesta elaborada desde la universidad pública como un aporte hacia la comunidad, en cumplimiento de una función básica del estatuto universitario como lo es colocar sus conocimientos al servicio de la sociedad. En ese sentido, el objetivo ha sido señalar un camino de recuperación económica y sobre todo de redistribución del ingreso que garantice una vida digna para todas/os nuestras/os conciudadanas/os, rompiendo con el discurso único instalado, acorde con el Consenso de Washington. En este sentido, no hemos sido ni somos gobierno y defendemos a rajatabla nuestra independencia y libertad de pensamiento.
Para nosotros, la estrategia del dólar alto es una condición necesaria –aunque no suficiente– para instalar un modelo económico diferente. No se puede ignorar que la convertibilidad –y la apreciación cambiaria inédita que generó– junto con la apertura indiscriminada de los mercados han sido una verdadera bomba neutrónica que implosionó en nuestro país, produciendo el cierre de miles de pequeñas, medianas y algunas grandes empresas, una desocupación descomunal, una caída del Producto de más del 10 por ciento y niveles de pobreza e indigencia que aún hoy nos cuesta remontar. En este sentido, reivindicamos nuestra responsabilidad en la “traumática discontinuidad en las reglas de juego de la economía que se produjo alrededor del Año Nuevo de 2002”.
También es bueno recordar que quien rompió la estructura de la convertibilidad fue el propio ex ministro Cavallo el 3 de diciembre de 2001, luego de llevar a cabo –con la complicidad del FMI– un megacanje que no sólo empeoró el escenario de la deuda sino que también significó el pago de comisiones fraudulentas, por las que ahora el ex ministro debe rendir cuentas ante la Justicia. Tanto el megacanje como el “corralito” fueron esfuerzos desesperados para evitar una catástrofe. Fue realmente la Crónica de una muerte anunciada que dejó de ser un giro literario para referirse a una triste realidad, ya que no fue sólo una sino muchas las muertes que precedieron a la búsqueda de un nuevo camino.
El verdadero fraude intelectual es adjudicarnos como único aporte la propuesta de un dólar alto y pretender además borrar la verdadera diferencia que nos separa en materia económica y en muchas más. La realidad es que la política de Cavallo, que continuó el proyecto iniciado por la última dictadura militar, se tradujo en beneficios para unos pocos, de afuera y de adentro, contribuyendo incluso a una extranjerización inédita de nuestra economía. En cambio, nuestro pensamiento está dirigido a ofrecer caminos que nos coloquen en el mundo como un país soberano, independiente y sensible a las necesidades de todas/os y cada una/o de sus habitantes.
Por este motivo, nuestra propuesta excede ampliamente la estrategia del dólar alto. Incluye la recuperación de la presencia del Estado en la mediación, regulación y promoción económica; volver a tener el manejo de la política cambiaria, monetaria y fiscal, pasos indispensables para salir de la terrible crisis a la que nos llevaron precisamente las políticas con las que Cavallo castigó a la sociedad argentina, ayudado por las complicidades internas y externas que él ha sabido cultivar.
Omite reconocer nuestra propuesta de renegociación de la deuda externa, llevada al límite de lo impagable justamente por quien hoy pretende ser juez de un proceso en el que no ha tenido por suerte ninguna participación. Hablamos también de recuperar la moneda local, colocando a la actividad financiera al servicio de la transformación social y productiva. Nos referimos a la necesidad de acordar una nueva agenda en materia de políticas de fomento productivo y tecnológico, incluyendo una nueva política industrial que abarque las interrelaciones entre la industria, el agro y las demás ramas de la economía. Postulamos también la necesidad de la generación de empleo, que conlleve una mejora de su calidad y que favorezca especialmente a los trabajadores menos calificados.
Asimismo, hemos señalado la necesidad del apoyo y la reconversión de las estructuras productivas de las economías regionales, con especial preferencia hacia el segmento de la pequeña producción rural y urbana.
Con la inestimable colaboración de nuestros colegas integrantes del Plan Fénix, hemos planteado además la necesidad de lograr un mejor y eficiente Estado que contemple el fortalecimiento de aquellas instituciones y programas que promuevan nuevos equilibrios en los planos de la redistribución del ingreso. Hemos marcado la necesidad de corregir el desequilibrio generado por la insuficiencia en la provisión de bienes públicos (salud, educación, justicia, etc.), que afecta negativamente los ingresos públicos y, en consecuencia, contribuye a su déficit.
Tampoco hemos dejado de señalar la necesidad de tener una presencia de fuerte perfil en las negociaciones multilaterales y un creciente compromiso con la integración latinoamericana.
Finalmente, con ánimo de no cansar a los lectores, a esta lista no exhaustiva sumamos la necesidad de promover patrones de comportamiento empresario que se asemejen, en todo lo posible, a los esperables en mercados eficientes.
Tal vez Cavallo, con la sensibilidad que lo distingue para captar los intereses de los poderosos, considere que los efectos de la crisis mundial limitan los alcances y las ventajas de la aplicación de nuestras propuestas y piense que ha llegado el momento de la revancha. Le diría que no se ilusione. Hay caminos que las/os argentinas/os no queremos volver a transitar. Con dificultades, con retrocesos y avances, nuestro país alcanzará las metas que, a doscientos años del nacimiento de nuestra patria, razonablemente se merece una sociedad solidaria y equitativa.
Recibir la crítica del ex ministro de Economía nos ubica en el campo del pensamiento económico y ético en el que queremos estar
* Profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires, profesor honorario de la Universidad Nacional de Salta.
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La prueba histórica de un fraude intelectual. Por Domingo Cavallo


(Publicado en La Nación (suplemento económico) el domingo 22 de noviembre de 2009)
Los ideólogos del Plan Fénix impulsaron el abandono de la convertibilidad y promovieron la pesificación de los depósitos y contratos en dólares con fuerte devaluación del Peso, con el argumento de que el “atraso cambiario” de los 90s había deprimido las exportaciones y, por consiguiente, era responsable de la recesión y del desempleo.
Han pasado ya ocho años de este cambio de paradigma y disponemos de datos estadísticos para examinar la validez empírica de esta teoría. Es importante que los estudiosos de la economía contrasten todas las teorías con la realidad, pero particularmente la del dólar alto como clave de la competitividad, porque es la responsable intelectual de la traumática discontinuidad en las reglas de juego de la economía que se produjo alrededor del Año Nuevo de 2002.
A modo de desafío intelectual, pido a los ideólogos del Plan Fénix que expliquen, a partir de su teoría, la realidad que describen las cifras de los dos cuadros siguientes (quienes se interesen por los datos anuales en los que se basan estos cuadros y sus fuentes, pueden recurrir a mi blog: www.cavallo.com.ar):
Porcentaje de crecimiento de la exportaciones en el período:
País Argentina Brasil Chile
1980/1991 49 56 73
1991/2001 121 84 89
2001/2009 99 166 123
Tipo de cambio real promedio del período:
País Argentina Brasil Chile
1980/1991 114 103 93
1991/2001 64 89 98
2001/2009 121 113 111
En el período 1980/2009 las exportaciones de Chile y de Brasil crecieron más que las de Argentina. Esto no necesita una teoría especial para ser explicado. Es sabido que en los últimos 29 años, Chile es el país que mejor manejó su economía y Brasil, tradicionalmente, tuvo más agresividad exportadora que Argentina.
La comparación interesante surge al dividir estos 29 años en tres períodos bien definidos: el de los 80s, el de la Convertibilidad y el de la vigencia intencional de la política de tipo de cambio alto en nuestro país. En el cuadro donde se presentan los promedios de los respectivos índices del tipo de cambio real, surgen, casi como si se tratara de un experimento preparado para testear la teoría del tipo de cambio alto, claras diferencias en la trayectoria de Argentina, en comparación tanto con Brasil como con Chile. Nuestro país pasó de un tipo de cambio real alto (113) entre 1980-1990 a otro que fue apenas superior a la mitad del anterior (64) para volverlo a subir a casi el doble desde que entró en vigencia la política de tipo de cambio alto (121). En los otros dos países se produjeron variaciones en la misma dirección, determinadas principalmente por los vaivenes del dólar en el mundo, pero mucho menos acentuadas que las variaciones en Argentina.
Miremos ahora el comportamiento de las exportaciones: en los dos períodos de tipo de cambio alto, las exportaciones de Chile y de Brasil crecieron mucho más rápido que las de Argentina. Por el contrario en el tan denostado período de la convertibilidad, o del “atraso cambiario” como lo llaman los teóricos del tipo de cambio alto, las exportaciones de Argentina crecieron al 121 % contra un crecimiento sólo el 89 % de las chilenas y el 84 % las de Brasil.
Sería bueno que los profesores del Plan Fénix pidan a sus estudiantes, como ejercicio práctico, encontrar explicaciones para esta aparente paradoja. Los estudiantes que razonen sin las anteojeras ideológicas de sus profesores van a descubrir que los dos determinantes principales de la competitividad exportadora de un país son: a) la política comercial externa, medida por la brecha entre el tipo de cambio efectivo de las exportaciones (reducido por las retenciones y las trabas cuantitativas a las exportaciones) y el tipo de cambio efectivo de las importaciones (aumentado por los aranceles y las restricciones cuantitativas a las importaciones) y, b) los incentivos a la inversión modernizadora de la economía, que no es otra que la inversión eficiente. A mayor sesgo anti-exportador de la política comercial externa y a menor aliento a la inversión eficiente, menor crecimiento de las exportaciones.
Cuando se trata de compensar con una moneda extremadamente devaluada un sesgo anti-exportador deliberadamente introducido en la economía y se desalienta la inversión modernizadora, lo único que se logra es que la inflación deteriore el salario real y desmejore la distribución del ingreso. Eso es exactamente lo que han conseguido al promover el abandono de la convertibilidad.
La década de los 90s, por más mentiras que se repitan sobre ella, va a quedar registrada en la historia económica de Argentina no sólo como la década en la que erradicamos la inflación, sino también como la década del mejor desempeño exportador.
Y la teoría del tipo de cambio alto, como estrategia de crecimiento, va a ir al tacho de la basura en el que terminan las elucubraciones de economistas que en lugar de trabajar por el bien común ponen su intelecto al servicio de intereses de empresarios cortesanos o se afanan, dejando de lado la objetividad científica, por revivir sus viejas teorías, desmentidas por la historia no sólo de Argentina sino de toda la humanidad.

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