martes, 30 de marzo de 2010

Viven del Estado 11 millones de personas. Por Orlando Ferreres


Durante la gestión que se inició en 2003 las personas que reciben ingresos por vía estatal aumentaron un 28 por ciento. La pregunta que se deriva es cómo se reparte la torta entre los diferentes sectores de la población
Efectivamente, a diciembre de 2008, las personas con ingresos dependientes del Estado Argentino eran 10.888.131, y ese número debe haber aumentado bastante hasta marzo de 2010. A diciembre de 2002, los que vivían del Estado era de 8.534.972, o sea que aumentó en 2.353.159 durante la gestión que se inició en 2003, es decir, aumentó en 28% entre esos años.
Teniendo en cuenta que nuestra población es de 40 millones de personas, significa que hay que mantener casi al 30% de la población (más de 50% si se incluyen las familias de los activos) con impuestos o equivalentes. La población activa que trabaja en el sector privado formal es casi de 6 millones de personas, y otros 5,8 millones trabajan en negro o gris, o sea que cada persona que produce algo en el sector privado, tiene que mantener a una persona del sector público.
Este peso tan insoportable va "doblando el lomo" de los trabajadores del sector privado en la Argentina y también de los empresarios, y finalmente no tiene perspectivas de continuar así durante todo el tiempo, no tiene perspectivas de ser sustentable. Hay que tener en cuenta que el país gozó de condiciones económicas muy favorables desde 2003, que la impulsaron a crecer al 9% anual, o sea, ya no estamos en crisis para justificar estos números.
De todas maneras, mucha gente se preguntará ¿cómo es que mantenemos a tanta gente? ¿Dónde están? ¿No será que estas cifras están infladas? Para no tener esta discusión, veamos por sectores dónde están los que dependen de un ingreso del Estado:
Foto:
Tamaño e ineficiencia. Además de que son muchas las personas que hay que mantener en el sector público, también son muy poco eficientes los que trabajan en el sector oficial. Por ejemplo, si bien todos pagamos los maestros con impuestos, después hay que mandar a los chicos a la escuela privada por la gran caída de la calidad de la escuela pública en los últimos 20 o 30 años. También pagamos con impuestos a la policía (incluso en la ciudad, pagamos dos policías públicas superpuestas) para que nos cuide, pero después hay que poner guardias privados en muchos lugares, por la falta de eficiencia en la seguridad, y los robos están en la tapa de todos los diarios. El mercado de la seguridad privada, un negocio que depende de la ineficiencia de la policía pública, factura por año más de 5000 millones de dólares, incluyendo cámaras, personal, equipos. Lo mismo con la salud, que se paga con impuestos pero luego hay que ir a las prepagas privadas en muchos casos, por las largas esperas y baja calidad de la atención en los lugares públicos de salud, que incluso suelen no tener los remedios necesarios.
En cuanto a la parte social, el Seguro de Desempleo y los planes Jefes/Jefas de Hogar, plan Familias y otros, los hemos impulsado y estamos de acuerdo en hacerlos, pero como en los demás países donde se aplicaron estas medidas, con un horizonte temporal, o sea, no pueden ser para toda la vida del beneficiario. De todas maneras, no se piense que este es el problema del Gasto Público, ya que los Planes de Asistencia y Desempleo, todos sumados, llegaron en 2008 a $ 5209 millones, que sólo representaron el 2,5% del total del gasto de las personas que viven del Estado, que para ese año fue de $ 211.400 millones. Si incluimos los gastos en inversión pública, gastos operativos del estado y gastos financieros (intereses solamente), el gasto social no llega al 2% del total del gasto público.
Replanteo. El problema del sector público no es sólo el tamaño que ha adquirido en cosas que se han venido agregando por cada gobierno sin un plan director orgánico, gasto que lo pagamos todos, incluso los pobres, sino también la creciente ineficiencia que incrementa el gasto innecesariamente, por ejemplo, como hemos dicho, al duplicar el gasto en los bienes públicos esenciales, la educación, la seguridad, la salud.
Se requiere un total replanteo primero en cuanto al alcance de lo que es conveniente que haga el Estado. En segundo término, definir en qué nivel debe prestarse el servicio, es decir en la Nación, en la provincia o en el municipio, ya que, por ejemplo, con la transferencia de la educación primaria a las provincias se experimentó un gran fracaso. Además, hay muchas duplicaciones de prestaciones, ya que se dan bastantes casos en los que la Nación, las provincias y los municipios hacen lo mismo, con el correspondiente costo triplicado. Y, en tercer lugar, se debe controlar operativamente los resultados del sector público, estableciendo patrones de eficiencia de lo que se defina que quede en el Estado. No por ser del Estado, va a tener que ser ineficiente el servicio, pero para lograr eficiencia, hay que controlarlo. Hoy no hay control e incluso las normas que hay, no se respetan.
Si sos joven y no sabés por qué ganás tan poco, tenés que ver que el Estado se lleva una gran parte de tus ingresos, directa o indirectamente, para transferirlos a sus gastos, para lo cual te tiene que reducir tu poder de compra, y así otros podrán aprovechar lo que vos producís. No creas que esta pesada carga es por la ayuda social, pues ésta sólo llega al 2% del gasto.
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Economía: lo que no se quiere saber. Por Luis Rappoport

Cerrar los ojos ante el peligro no deja de ser una conducta humana, aunque habitualmente no sea la más saludable. Sin embargo, a menudo, ver lo evidente y negarlo puede ser una conducta comprensible cuando la decisión individual es impotente frente a ese peligro. Repasemos: durante el año 2010 vamos a tener una inflación de entre el 25% y el 30%. En el 2011, el piso inflacionario va a estar en esos mismos niveles. Pasó el verano de fines del 2008 y todo el 2009 en que la recesión puso un límite al desborde previo y los precios "solamente" aumentaron un 14%. No existirán políticas antiinflacionarias porque éstas requerirían una combinación de instrumentos que incluyen políticas fiscales, salariales, monetarias y cambiarias, incompatibles con la actual estructura de poder político.
Aclaremos: la presión salarial sobre el segmento de los trabajadores formales está santificada por la asociación entre el sindicalismo y el poder político. La recuperación de los ingresos fiscales por la mejora del nivel de actividad, empujado por el agro, brinda una oportunidad al gasto que -a falta de instituciones adecuadas para la gestión de la macroeconomía-, ni este, ni ningún gobierno desaprovecharía. En una población que no ahorra en su propia moneda, y en ausencia de políticas fiscales y de ingresos, los instrumentos monetarios son inservibles para controlar la inflación, salvo que se esté dispuesto a contraer la economía y a revaluar el peso en forma drástica. Nuevamente, ni éste, ni ningún gobierno harían semejante cosa. Con lo cual, entre el déficit fiscal y las compras de cambio del Banco Central, el Gobierno va a mantener el crecimiento de los medios de pago según el aumento de los precios. El dólar no va a crecer más allá del 10% anual porque devaluaciones mayores generarían incertidumbres incompatibles con el control político que requiere todo gobierno que se precie. Para decirlo más claro: como no hay pesos, por encima de los necesarios para realizar las transacciones de la economía, el aumento de los precios obliga a la emisión para mantener esas mismas transacciones, pero a precios mayores. Esos pesos faltantes se emitirán a través del déficit fiscal y de las compras de dólares del Banco Central. Esa misma inexistencia de pesos es lo que permitirá al Banco Central evitar desbordes (más allá del que supone estar montado en una inflación superior al 25%). Sin movimientos bruscos de carteras de ahorros es muy sencillo el control cambiario. Y no hay, ni va a haber movimientos bruscos de carteras de ahorros porque nadie, en su sano juicio, ahorra en pesos. El contexto expuesto tiene las siguientes tres consecuencias inevitables. En primer lugar: terminaremos 2011 con un peso más sobrevaluado que en los demonizados tiempos del uno a uno. Esa sobrevaluación va a volver a lesionar al ya zarandeado tejido industrial argentino. El sector agropecuario no va a pasarla mejor, porque los aumentos de precios, restadas las retenciones, no alcanzarán para compensar los aumentos de costos. La sobrevalorización del real no va a ayudar demasiado porque Brasil despliega modernas políticas industriales que buscan compensar dicha sobrevalorización. La Argentina está lejos de esas políticas y no le va a resultar fácil competir. Por otra parte, la tendencia de los mercados internacionales de commodities permitirán financiar un dólar barato, con mucha más eficacia que el endeudamiento de Cavallo. En segundo lugar: las ganancias de empleo, que en el contexto de precios estables permitieron una mejora de las condiciones sociales, se perderán. Hacen falta dos condiciones para la mejora de las condiciones sociales: precios estables y empleo. La primera ya se perdió. La segunda se va a perder en los próximos años por la mencionada pérdida de competitividad cambiaria.En tercer lugar: el gobierno posterior al 2011 se va a encontrar con opciones duras. Cualquiera sea la política que elija, la población va a sufrir. Somos una sociedad que vivió el trauma de la hiperinflación, se vio frente a un segundo trauma de pérdidas de empleo y marginación por un dólar fijo religioso, exagerado e innecesario, pero que sirvió para romper la cultura inflacionaria. Vivimos luego un tercer trauma durante el inevitable quiebre del uno a uno, con una, también inevitable, hiperrecesión. Todo ese sacrificio vivido se habrá perdido hacia el 2011. Y vendrán otros sacrificios cuando el nuevo gobierno deba realizar la imposible tarea de enfrentar -en simultáneo- alta inflación con fuerte retraso cambiario.
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miércoles, 24 de marzo de 2010

El uso de las reservas y la vuelta a los mercados. Por Aldo Ferrer


Argentina ha sido protagonista importante en los acontecimientos financieros internacionales de esta primera década del siglo 21. Al principio, declaró la cesación de pagos de su deuda externa soberana, que constituyó el mayor default de la historia mundial. Luego, en 2004, sobre la base de un proceso notable de recuperación, fundado en los recursos propios, formuló una propuesta de canje de la deuda incumplida, iniciativa aceptada por la amplia mayoría de los tenedores de obligaciones de deuda. Poco después, la cancelación de la deuda pendiente con el Fondo Monetario Internacional (FMI) puso fin a sus condicionalidades sobre la política económica argentina.
La recuperación de la soberanía en el ejercicio de la política económica obedece a que, en el transcurso de esta década, las restricciones externa y fiscal, han sido sustituidas por los superávit gemelos, en el balance de pagos y en el presupuesto. A su vez, la restricción institucional también ha sido resuelta como lo demuestra que todos los conflictos ("resolución 125", las reformas de los regímenes previsional y de medios audiovisuales, el uso de las reservas del Banco Central), que involucran a los tres poderes del Estado, se tramitan conforme a las reglas de la Constitución. Base ésta, esencial de la seguridad jurídica y el comportamiento ordenado de la economía.
Otro canje de deuda. En este escenario, apareció la iniciativa del nuevo canje de deuda, promovida por el Poder Ejecutivo con el apoyo de la oposición, expresado en el respaldo mayoritario del Congreso para la suspensión de "ley cerrojo", que prohibía la reapertura del exitoso canje de 2004. No es seguro, sea cual fuere el grado de aceptación de este segundo canje, que se levante la animosidad contra la heterodoxia argentina y, efectivamente, se reanuden las corrientes de crédito externo a menores y razonables tasas de interés.
Además, el tema realmente pendiente en materia de deuda es con el Club de París y no con los que no aceptaron el canje de 2004 ( holds out ). La prioridad es seguir fortaleciendo lo que permitió salir de la crisis y crecer. Es decir, la movilización de los recursos propios.
El ahorro interno. Recordemos que el ahorro argentino alcanza a casi el 30 por ciento del producto interno bruto (PIB) -equivalente a más de 100 mil millones de dólares-, que la economía viene operando con sustantivos superávit en la balanza comercial (más de 15 mil millones de dólares estimado para este año) y en cuenta corriente equivalente al tres por ciento del PIB. La fortaleza actual de la economía permitió que, desde fines del 2007 hasta mediados del año pasado, salieran capitales propios por 40 mil millones de dólares (equivalentes al 20 por ciento del ahorro nacional), sin que colapsara.
La prioridad, por lo tanto, es retener y reciclar el ahorro interno en el proceso productivo, convenciéndonos de que el lugar más rentable y seguro para invertir nuestro ahorro es la Argentina. Después, todo lo demás, incluso "la vuelta a los mercados" internacionales, viene por añadidura.
¿Qué hacer ahora con el canje y el uso de las reservas? Respecto de lo primero, visto lo avanzado de la propuesta, lo mejor parece ser seguir adelante sin urgencia, porque nada fundamental depende del canje. Conviene no hacerse ilusiones y suponer que esta "vuelta a los mercados" es la solución de los problemas del financiamiento del desarrollo. Respecto de las reservas del Banco Central para cancelar deuda, es uno de los usos posibles. La iniciativa es tramitada en el marco de las reglas de la Constitución y la intervención de los tres poderes. Sería importante que el debate sea el espacio para un tratamiento amplio y profundo de los problemas del financiamiento del desarrollo y del presupuesto, no una mera confrontación de mayorías relativas en las cámaras del Congreso.
De todos modos, con o sin uso de reservas, con o sin canje, el país está en condiciones de cumplir sus compromisos externos y crecer. Los pagos de este año con reservas u otros recursos, tienen una diferencia de tasa de interés, dato importante, pero que no involucra la capacidad de pago. El pago con reservas es un recurso de una vez. En el mediano y largo plazo, son los recursos genuinos de la actividad corriente los que proporcionan los medios de pago.
Es necesario que el debate actual no impida resolver los problemas fundamentales. Uno, es afianzar la competitividad de la economía para consolidar la fortaleza actual de sus pagos internacionales. Otro, apuntalar la solvencia fiscal. No es preciso ajustar, es decir, bajar el gasto real indispensable para la oferta de bienes públicos. Si es preciso acomodar el crecimiento del gasto público al de la recaudación, lo cual permitiría recuperar, a breve plazo, el superávit primario. De otro modo, un crecimiento persistente del gasto por encima de los recursos públicos, lleva al endeudamiento, a la apreciación del tipo de cambio, a restablecer las restricciones externa y fiscal y, en consecuencia, a la pérdida de soberanía.
Argentina ha logrado remover las tres restricciones -externa, fiscal e institucional- que, en el pasado, frenaron su desarrollo. Subsiste una cuarta, resultado de las tres primeras: la restricción social resultante de la desigualdad en la distribución de la riqueza y de las oportunidades. Para que sea posible el encomiable objetivo, destacado por la Presidenta en su mensaje al Congreso, de alcanzar en el más breve plazo posible pobreza cero, es indispensable consolidar definitivamente el ejercicio soberano de la política económica de un país integrado al mundo en el comando de su propio destino. Este ha sido el gran logro de esta década que, para consolidarse, requiere que no se repitan las políticas del pasado.

*Economista, profesor emérito de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA)


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lunes, 22 de marzo de 2010

Usar las reservas o ir al default es un falso dilema. Por Alfonso Prat Gay




Para justificar su asalto al Banco Central, los Kirchner intentan convencer a la opinión pública de que Argentina enfrenta un dilema de hierro: "o pagamos con reservas o vamos al default". Según esta lógica, quien se opone al uso de las reservas (los jueces, la oposición) es un "defaulteador", un enemigo de la patria. Pero, ¿cómo es posible que Argentina, "uno de los países menos endeudados del mundo", el "único país del mundo con superávit fiscal en 2009 y en cada año desde 2003" y aquel que "salió del default en 2005 con la quita de deuda más grande de la historia" esté ahora a las puertas de un nuevo default?
Ni lo uno, ni lo otro. "Nos cobran tasas usureras por el default del 2001", dijo la Presidenta en su discurso ante la Asamblea Legislativa. Sin embargo, a mediados de 2007, el mundo ya se había olvidado del colapso del 2001 y los bonos argentinos rendían lo mismo que los bonos brasileros. Si hoy el mercado le pide a Argentina una tasa de interés que más que duplica la de Brasil es por el default de las instituciones que ha ejecutado minuciosamente el kirchnerismo durante los últimos cinco años. A saber: la destrucción del INDEC, la persistente erosión inflacionaria de nuestros salarios, las candidaturas testimoniales, la violación del federalismo fiscal, la presión sobre los jueces, el deterioro de la infraestructura de servicios públicos y recursos naturales, los ataques a la prensa y la manipulación de la publicidad oficial, la represión de nuestras exportaciones y el desmantelamiento de los órganos de auditoría y control. Las "tasas usureras" no son el resultado entonces de un complot internacional contra Argentina sino el reflejo de la profunda desconfianza interna y externa que provoca un gobierno que miente hasta con las estadísticas oficiales. "Prefiero ignorar un fallo judicial que cometer el delito de malversación de fondos endeudando a Argentina a estas tasas", dijo Cristina Kirchner en cadena nacional. Pues bien, el "delito" de colocar deuda al 13% (la tasa actual) o más ya ha sido cometido once veces por Cristina desde que llegó a la Casa Rosada. En esas once emisiones colocó más deuda que la que busca ahora cancelar con el Fondo del Desendeudamiento y ¡en más de una de ellas pagó tasas incluso superiores a las que aceptó Cavallo en el megacanje de 2001! "Las reservas (del Banco Central) rinden 0.5% y a nosotros (el Gobierno) nos cobran 13%", repiten como expertos en finanzas todos los funcionarios del kirchnerismo. Confunden rendimiento con costo y suponen que al Banco Central las reservas le llueven como maná. Pues bien, resulta que para acumular reservas, el Banco Central emite pesos o letras. Cuando emite letras, "alquila" las reservas a un costo también del 13% anual, con lo que no hay ahorro. Cuando emite pesos en medio de un proceso de inflación, convalida ese proceso, deteriorando el poder adquisitivo de los pesos ya emitidos. Este costo no lo paga ni el Gobierno ni el Banco Central, claro, sino todos los argentinos, especialmente los más pobres. A los niveles actuales, este impuesto inflacionario representa $24.000 millones de pesos al año, mucho más que el supuesto "ahorro" de US$ 1.000 millones. Lo que el Gobierno deja de pagar en intereses, se lo cobra al pueblo con inflación. "Estos pagos son tan urgentes que no podemos esperar a una ley" dicen los Kirchner. Pues bien, de los u$s 4.300 millones contemplados en el DNU 298 sólo el 10% vence en este primer trimestre y el 70% vence en los últimos cinco meses del año."Que no le mientan al pueblo y le digan cuál es su alternativa para pagar la deuda: el ajuste" azuza el oficialismo a la oposición. La realidad es que desendeudarse es ajustar. Pagar vencimientos de deuda con mayores impuestos es ajustar. Pagar deuda con el superávit de la ANSeS es ajustar las jubilaciones. Pagar deuda con impuesto inflacionario es achicar los planes sociales, que no se actualizan con la inflación. Lo virtuoso es refinanciar la deuda a medida que vence, y no como hace este gobierno, pagar esos vencimientos con más ingresos corrientes o menos gasto.Argentina no enfrenta el falso dilema de reservas o default, afortunadamente. Pero el kirchnerismo sí enfrenta el dilema real de hacer las cosas bien para refinanciar los vencimientos de deuda a tasas razonables, o ajustar. La apropiación de cajas extraordinarias (AFJPs, PAMI, ANSeS, aumento de capital del FMI) les permitió a los Kirchner postergar este duro compromiso hasta hoy. Para no reconocer su incapacidad, los Kirchner hacen lo que hicieron las dictaduras y los gobiernos democráticos de los '70 y '80: "ajustemos con inflación, que no se nota". Hay una alternativa a la salida inflacionaria y regresiva que propone Kirchner. En vez de repetir la historia eligiendo el camino fácil del impuesto inflacionario -moralmente inaceptable en un país en el que la pobreza roza el 30%- hay que respetar el libre juego de las instituciones. Que el Banco Central sea independiente del Ejecutivo y dé cuentas al Congreso si no cumple con su mandato de defender la estabilidad de nuestra moneda. Que el presupuesto que se discuta en el Congreso sea realista y debatido para evitar sorpresas a través de un DNU sólo días después. Que el INDEC mida bien lo que tiene que medir, en vez de estar vulgarmente intervenido. Sólo así el país podrá ir reduciendo las tasas de interés para refinanciar la deuda. Si lo logramos, seremos más creíbles y pagaremos tasas brasileras en vez de venezolanas, evitando de ese modo tanto el ajuste que oculta Cristina como el default que agita como amenaza.


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domingo, 21 de marzo de 2010

Acumulación de reservas: un fracaso presentado como éxito. Por Roberto Cachanosky



Cuando el Gobierno elogia el aumento de las reservas que se produjo durante su gestión se olvida de mencionar dos detalles claves que sirven de contrapeso: el incremento del endeudamiento y la fuga de capitales.
Claramente estamos volviendo a un Banco Central (BCRA) similar al que tuvimos en los 80, cuando esa institución era un apéndice del tesoro y se dedicaba a financiarlo emitiendo billetes en cantidades industriales. La nueva moda de decir que el Central no puede ser autista del resto de la política monetaria indica, más que una filosofía política, una clara intención de recurrir al impuesto inflacionario ante el desborde fiscal producto del gasto público récord.
que esa institución se había convertido en un altar sagrado durante los 90 implica desconocer que luego de haber destruido cuatro signos monetarios entre 1935 y 1991 y de haber generado inflación, inflaciones de tres dígitos anuales e hiperinflación, era inevitable que el BCRA terminara en una especie de caja de conversión. ¿Por qué? Porque la gente no confiaba en los billetes que emitía dicha institución. Es más, conservo en mi poder (tal vez algún lector también) los billetes de 1.000.000 de australes que servían para comprar un chupetín. De manera que no fue el gobierno de Menem el que decidió transformar el Central en una especie de Caja de Conversión sino que fue la gente la que dijo que los papeles impresos por esa institución no le merecían la más mínima confianza. Teniendo en cuenta nuestra historia inflacionaria, y avisados por el gobierno que el BCRA tiene que transformarse en un instrumento de desarrollo económico, (una especie de BANADE bis con todas las estafas que esa institución produjo en sus años de “gloria”) lo único que podemos esperar es que el rumbo inflacionario se afiance en los próximos meses. Esa es la filosofía del gobierno y, por sobre todas las cosas, su fuente de financiamiento. Tanto Cristina Fernández como la nueva presidente del BCRA se ufanan de las reservas que se acumularon bajo el kirchnerismo. Es más, lo dicen de tal manera que pareciera ser que las reservas fueran de los Kirchner. Pero dejando de lado la ironía, en varias oportunidades han sostenido que gracias a los Kirchner se acumularon reservas como nunca antes se habían acumulado. Formular esta afirmación sin hablar del pasivo del Banco Central es como comprar un castillo con un gigantesco crédito hipotecario y decir que uno tiene un castillo sin mencionar que también tiene una deuda. Antes de explicar este punto, es necesario hacer una observación para mostrar las contradicciones del discurso oficial para usar las reservas. Marcó del Pont dice que mostrar alguna relación entre la base monetaria y las reservas implica seguir razonando como cuando estaba la convertibilidad, y luego agrega que la convertibilidad ya no existe más y que no es correcto pensar en esos términos. Pero, al mismo tiempo, el gobierno dice que va a usar las reservas excedentes. Si hay reservas excedentes es porque las relacionan con algo. ¿Qué es ese algo? La base monetaria. Finalmente la cuenta de las reservas excedentes surge de hacer una trampa contable al relacionar base monetaria con reservas y tipo de cambio de valuación de las reservas. En otras palabras, para argumentar que el BCRA tiene reservas excedentes recurren a pensar en términos de la convertibilidad. La contradicción en el discurso para apropiarse de las reservas del BCRA están evidente que deja en claro la desesperación por hacer caja de cualquier manera. Ahora bien, volviendo al tema de la acumulación de reservas durante el kirchnerismo y de la forma en que se ufanan, voy a dar los siguientes datos. Al 31 de mayo del 2003, cuando asumió Néstor Kirchner, las reservas del BCRA eran de U$S 11.087 millones. Al 31 de diciembre de 2009 llegaban a U$S 47.967. Las reservas aumentaron en U$S 36.880 millones. Con estos datos dice Cristina Fernández: ¡vean lo que hemos logrado con nuestro modelo de inclusión social y desarrollo productivo! ¡Hemos multiplicado por 4,3 el monto de las reservas! Y Marcó del Pont le agrega el argumento mercantilista diciendo que esas reservas no surgieron del endeudamiento sino que son genuinas porque son el fruto del comercio exterior. Más exportaciones que importaciones. Hasta aquí el envoltorio con que presentan solo una parte de la historia para venderla como la octava maravilla del mundo. Pero busquemos más datos. ¿Cuál fue el saldo de balance comercial acumulado entre 2003 y 2009? El acumulado fue de U$S 93.131 millones versus un aumento de reservas de U$S 36.880 millones. Si el gobierno hubiese generado confianza, hoy las reservas tendrían que estar por arriba de los U$S 100.000 millones. Los U$S 10.000 de reservas que recibió Néstor Kirchner cuando asumió más el saldo de balance comercial (exportaciones menos importaciones). Puesto de otra manera, si el saldo de balance comercial acumulado entre 2003 y 2009 fue de U$S 93.131 millones y las reservas se incrementaron en U$S 36.880 millones, faltan U$S 56.251 millones. ¿Dónde estarán? Frente a este argumento el gobierno dirá: es verdad, pero tuvimos una crisis internacional que nos complicó. La culpa fue del mundo. La crisis comenzó entrado el 2008, de todas maneras, siendo benévolo, consideremos la fuga de capitales del 2008 y del 2009. En esos dos años se fugaron capitales por U$S 37.217 millones, cifra inferior a los U$S 56.251 millones que faltan. Hay que explicar dónde se fueron los U$S 19.034 millones que faltan. En el 2007 se fugaron U$S 8.880 millones, mucho antes de la crisis. Esto quiere decir que el resto, otros casi U$S 8.000 millones se fugaron antes del 2007. En definitiva, si el aumento de las reservas durante el kirchnerismo fue de U$S 36.880 millones y el saldo de balance comercial acumulado fue de U$S 93.131 millones, siempre generaron desconfianza. El resultado es muy pobre. Tuvieron más fuga de capitales que acumulación de reservas por el saldo positivo de balance comercial del que tanto hacen gala. Vamos ahora a otro punto fundamental. Ellos dicen que acumularon U$S 36.880 millones. ¡Todo un logro! Lo que no dicen es que los pesos en circulación (pasivo del BCRA) pasaron de $ 20.757 millones en mayo del 2003 a $ 98.065 millones en diciembre del 2009. O sea, mientras se ufanan de haber multiplicado las reservas (el activo) por 4,3 veces, el pasivo les creció 4,7 veces. Pero, error de Cachanosky, porque el pasivo aumentó más. En efecto, al 31 de mayo de 2003 el stock de deuda de corto plazo del Central (LEBACs, NOBACs y pases) era de $ 4.982 millones y al 31 de diciembre pasado era de $ 51.832 millones (al momento de redactar esta nota ya llegan a los $ 62.800 millones). Lo que hicieron fue emitir para comprar esos famosos dólares genuinos comerciales y quitar parte de esa emisión con deuda remunerada. Y esa deuda remunerada se multiplicó por 10. Aumentó 10 veces o, si se prefiere, se incrementó en $ 46.850 millones. De manera que los pesos en circulación y el endeudamiento de corto plazo del central (dejo de lado los encajes que también son parte del pasivo del BCRA) pasaron de $ 25.731 millones cuando asumió Néstor Kirchner a $ 149.897 millones al 31 de diciembre pasado. Mientras gritan a los cuatro vientos que las reservas se multiplicaron por 4,3 veces, el pasivo les aumentó 5,8 veces y, encima, se les fugaron U$S 56.251 millones que es el equivalente al 60% del saldo positivo del balance comercial. Si a aumentar el activo en 4,3 veces contra un incremento del pasivo en 5,8 veces y, además, tener una fuga de capitales de U$S 56.251 millones (equivalente al 60% del saldo comercial del período) lo consideran una política exitosa, ¡¿cómo serán los números de un fracaso para los Kirchner?! Mejor no imaginarlo. PD: Alguno podrá argumentar que se usaron U$S 9.000 millones para pagarle al FMI, sin embargo en los datos de reservas dejé los U$S 7.700 millones en encajes en dólares que tienen los bancos en el BCRA y no consideré la deuda con el BIS para no complicar más la cosa. Si incluyera ambos datos, los números darían peor.

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domingo, 14 de marzo de 2010

El supuesto “desendeudamiento” también es una mentira. Por Domingo Cavallo


Mientras el Gobierno de los Kirchner habla de “desendeudamiento” el Estado se está endeudando de la peor forma posible.
Todos los meses la deuda con los jubilados aumenta por incumplimiento de las leyes jubilatorias en vigencia y por multiplicación de reclamos judiciales. El origen de esta deuda es la falta de movilidad de las jubilaciones superiores a la mínima entre enero de 2002 y diciembre de 2006. La deuda por el capital adeudado más los intereses hasta el momento del pago y las costas judiciales se hacen exigibles una vez que salen las sentencias judiciales y quedan firmes. Ese proceso, que comenzó lentamente en 2003, se va acelerando cada vez más y muy pronto adquirirá la misma magnitud que tenía al final del Gobierno del Dr. Alfonsín en 1989. En aquella época ascendía a 18 mil millones de dólares que debieron ser consolidados en 1991 y dieron lugar a la emisión de los denominados “bocones previsionales” por ese mismo monto.
Cuando se habla del aumento del endeudamiento de la década del 90 se computan a estos 18 mil millones de dólares como si hubieran sido fruto de déficit fiscal durante los años de Menem, pero en realidad, se trató de un simple reconocimiento de una deuda que se fue acumulando a lo largo de los años durante el gobierno anterior. Ahora está ocurriendo lo mismo que en la década de los 80 y por la misma causa: no se reconoce a los jubilados el derecho a la movilidad que se torna muy relevante cuando hay inflación. Pero la Justicia finalmente hace lugar a los reclamos y la deuda acumulada debe pagarse. Es muy probable que el próximo Gobierno tenga que iniciar su gestión con un esquema de consolidación de pasivos semejante al de 1991. Y los montos involucrados serán aún mayores que los de aquella época.
Pagar los vencimientos de capital de la deuda en dólares que vence a lo largo de 2010 y 2011 con reservas del Banco Central no significa que el Estado Argentino se desendeude, a menos que las reservas para esos pagos sean adquiridas por el Gobierno con superávit fiscal. El Gobierno, a través del mal denominado “Fondo de Desendeudamiento”, compra esas reservas con un bono en dólares que coloca compulsivamente en el Banco Central. La emisión de ese bono es la prueba más clara de que no hay “desendeudamiento” y si la operación se hiciera con todas las de la ley, es decir haciéndose cargo el Tesoro del pasivo que el Banco Central adquirió para financiar esas reservas, tendría que emitir letras del tesoro para reemplazar a las lebacs, pagando tasas de interés seguramente más altas que las que actualmente paga el Banco Central. Ello pondría de manifiesto, de manera más clara aún, que no se trata de “desendeudamiento” sino de un cambio de fuente de financiamiento, pasando a una fuente más onerosa que la anterior.
Es bien conocido que desde el año 2008 han venido acumulándose atrasos en los pagos a proveedores y contratistas de obras públicas, a los beneficiarios de subsidios y a los exportadores que tienen derecho a la devolución del IVA. Todo eso significa un aumento de la deuda flotante, que si bien no aparece en las estadísticas, es una deuda más exigible y más acuciante que la que está documentada en bonos del tesoro. Además, tiene el inconveniente que entorpece el funcionamiento de las empresas que en la medida en que sufren esos atrasos en sus cobranzas, se quedan sin capital de trabajo.
Cuando un Gobierno incurre en déficit fiscal lejos de desendeudarse está necesariamente aumentando su deuda. Claro que para disimularlo puede “defaultearla” en forma implícita, a través de la inflación, o simplemente esconderla para que la gente no lo advierta. Desde 2002 en adelante se están utilizando estos dos procedimientos en proporciones cambiantes. A medida que la gente no se deja engañar, la única vía que le queda al Gobierno para “desendeudarse” es licuando su deuda a través de la inflación.
Por eso, el “desendeudamiento” es otra mentira tan infame como aquella a la que nos tiene acostumbrado el INDEC cuando publica sus índices de precios.

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El problema no son las reservas, es el gasto. Por Andrea y Miguel Angel Broda

(Publicado en el Suplemento Económico de La Nación - Domingo 14/03/2010)

La característica saliente en toda la era K ha sido el permanente crecimiento del gasto público y el grosero incumplimiento, año tras año, de los presupuestos que aprobó el Congreso. En efecto, el gasto consolidado (Nación más provincias más municipios) pasó de 27,6% del PBI en 2003 a 41,3% en 2009 y camina para más de 42% en 2010.
Estas cifras impactan si tenemos en cuenta que el promedio del gasto entre 1980 y 2002 fue de 29,2% del PBI y más aún si consideramos que tan sólo en los tres últimos años el gasto aumentó ¡más de diez puntos del producto!, el doble que en Grecia.

Además, el kirchnerismo gastó siempre muy por encima de lo presupuestado: gastó $ 10.767 millones más en 2005; 14.041 millones en 2006; 31.012 millones en 2007 y 34.000 millones en 2008. En esos años, ese mayor gasto se financió con mayores recursos (el Gobierno subestimaba los ingresos del presupuesto para luego gastar discrecionalmente los excedentes).
Y en 2009, pese a que sus ingresos resultaron muy inferiores a los esperados, el Gobierno siguió gastando por encima de lo presupuestado, generando déficit fiscal (bien medido, el déficit financiero -caja- de la Nación fue de $ 21.114 millones el año pasado).
El deterioro fiscal, la inseguridad jurídica y la mala política económica K hicieron que hoy tengamos cerrado el acceso a los mercados de deuda a tasas inferiores al 15% anual, mientras que Grecia, casi quebrada, acaba de colocar 5.000 millones de euros a diez años a una tasa de 6,39 por ciento.
Con este aumento del gasto alocado e insostenible, que llevó a un fuerte incremento de las necesidades de financiamiento, y sin acceso a los mercados, hoy el problema de fondo es de dónde obtener las fuentes de fondeo para cubrir necesidades financieras en ascenso. O sea, el conflicto actual es por las fuentes de financiamiento de un importante agujero fiscal.
Para darse una idea, en 2008 había que atender necesidades de financiamiento (netas de pagos intrasector público) por $ 42.450 millones, en 2009 éstas ascendieron a 51.250 millones y en 2010 treparían significativamente a un rango de entre 70.000 millones y 84.000 millones (si el gasto primario del sector público nacional -SPN- crece entre 28% y 34% interanual). Siempre usaron reservas
El problema central no son las reservas. De hecho, siempre se utilizaron reservas para atender pagos de deuda en moneda extranjera.
En 2009 se usaron US$ 6353 millones, que el Tesoro le compró al Central vendiéndole los derechos especiales de giro (DEG, por $ 9583 millones) y usando los pesos que el propio BCRA le prestó (adelantos transitorios). En 2010, si el Tesoro tuviera que comprarle al Central las reservas que necesita para pagar deuda en moneda extranjera (US$ 6569 millones o $ 26.900 millones), tendría que destinar los adelantos (por un máximo permitido de $ 12.600 millones) y una parte de las utilidades que el BCRA le gira al fisco ($ 7500 millones de un total de 20/24.000 millones) a tal fin.
Y, además, tendría que utilizar los desembolsos de organismos ($ 6800 millones) para cubrir el resto de los pagos en dólares. Así, no le quedarían al kirchnerismo recursos suficientes para financiar subsidios, aviones, propaganda oficial, "fútbol para todos", etcétera.
En cambio, si el Gobierno logra (vía DNU/proyecto Verna) llevarse las reservas sin tener que comprárselas con pesos al Central y sin usar desembolsos, liberaría $ 26.900 millones para financiar la "fiesta del gasto". Moraleja: el conflicto actual no es por las reservas, sino por la necesidad de financiar un preocupante comportamiento gastomaníaco del oficialismo (que la mayor parte de la oposición parece también avalar).
Nótese que si el Gobierno cumpliera con el austero presupuesto 2010, no faltaría plata. Sólo falta plata si, como viene sucediendo, el kirchnerismo vuelve a gastar mucho más de lo aprobado en el Congreso (el propio Gobierno ya está trabajando internamente con un gasto para este año $ 55.000 millones mayor al del presupuesto). Los verdaderos retos
O sea, el problema hoy no es que hayan aumentado las amortizaciones de deuda o que se paguen las obligaciones en moneda extrajera con reservas (de hecho, en la última semana, el Tesoro le compró al BCRA US$ 365 millones de reservas con pesos de un anticipo de utilidades). El problema hoy pasa por cuán abultadas terminen siendo las necesidades de financiamiento de 2010 (que a su vez dependen de la suba del gasto), por cuánto emita el BKRA para financiar al fisco (o sea, si trabaja "turno simple o doble") y por cuánto quede para 2011 de las "erosionadas latas" que se han venido utilizando.
Los autores son economistas





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