domingo, 11 de julio de 2010

Pulseadas en el palacio global. Por Juan José LLach


Rara vez se hicieron tantos esfuerzos por "marcar la cancha" como en los días previos al encuentro de jefes de Estado del G20 en Toronto, el pasado fin de semana. Se evidenció el choque entre dos culturas económicas. La norteamericana, que privilegia el combate a la recesión por la memoria de la Gran Depresión, y la europea, que teme más a la inflación por el recuerdo de las hiperinflaciones de posguerra. El presidente Obama escribió a sus pares del G20 que era necesario volver a coordinar políticas globales y mantener los estímulos para reforzar la recuperación, dejando para el mediano plazo la reducción de los déficits fiscales. Economistas como Krugman también advirtieron el riesgo de una trampa deflacionaria si se quitan los estímulos. La canciller Merkel respondió defendiendo los ajustes presupuestarios europeos como el mejor camino para generar confianza e inducir más gasto, y también el modelo exportador alemán, desechando así un mayor impulso a la demanda interna.


Sobrevuelan los pájaros agoreros de los EEUU en 1937 y de Japón en los noventa, cuando se recayó en la recesión al cesar los estímulos fiscales. El FMI se pronunció algo más a favor de los EEUU, y estimó junto al Banco Mundial que con coordinación más reformas el PIB global aumentaría 8% más, se crearían 52 millones de empleos y casi 100 millones de personas saldrían de la pobreza. China hizo su parte, y anunció al fin formalmente la flotación administrada del yuan, sin que deba esperarse una rápida apreciación de su moneda. Pero huelgas inéditas mediante, lanzó también una campaña incitando al pueblo a consumir, claro indicio del mayor papel que se dará en Asia al mercado interno de aquí en más, gran noticia para toda Sudamérica.
Por cuerda separada, en la crucial cuestión de una nueva regulación financiera globalmente coordinada, EEUU llegó a Toronto con un acuerdo que se aprobará en el Congreso sobre una reforma que moderará excesos en la toma de riesgos, limitará las compensaciones a los ejecutivos bancarios, brindará mayor protección a los consumidores, dará más transparencia a los mercados de derivados, buscará alternativas para el problema de "demasiado grande para quebrar" y asegurará que al menos parte de los costos de las bancarrotas no sean pagados por los contribuyentes. Mucho más limitadamente, Europa anunció que publicará los resultados de las pruebas de fortaleza de sus bancos, las que deberán incluir la evaluación de los riesgos soberanos, pero no hizo aun concesiones sobre capitales mínimos, paraísos fiscales, fondos de cobertura y calificadoras de riesgo. Hay una sorda pero clara guerra por el negocio bancario entre Europa y los EEUU.
En un contexto como el descrito el comunicado final no podía ser sino diplomático. Su síntesis es "consolidación fiscal -nuevo nombre del ajuste- afín al crecimiento". EEUU y los keynesianos encontrarán aquí y allá párrafos a su gusto sobre la necesidad de continuar con los programas de estímulo, crear condiciones para una robusta demanda interna y reducir la dependencia de la demanda externa en los países superavitarios, claro mensaje a Alemania y China. Los ortodoxos y los europeos -sobre todo los alemanes- subrayarán los párrafos que exhortan a programas fiscales a medida para cada país y llaman a reducir a la mitad los déficits fiscales para el 2013 y a estabilizar o disminuir la relación deuda/PIB para 2016. En la cuestión financiera se reconoció que falta mucho por hacer, algo obvio, reiterando la larga lista de deberes antes mencionada al respecto de la fase preparatoria. Fue más relevante el compromiso de no imponer nuevas barreras al comercio -advertencia clara para la Argentina y otros países- ni medidas de promoción de exportaciones incompatibles con la OMC hasta 2013, llamándose en cambio más vagamente a finalizar la fonda Doha "tan pronto como sea posible". Por último, se decidió aumentar en 350 mil millones de dólares el capital de los bancos de desarrollo, lo que en el caso del BID permitirá llevar la cartera de préstamos anuales desde 6.700 a 12.000 millones de dólares, una buena noticia.
Un grande y peligroso experimento global se ha puesto así en marcha, el de seguir apostando por la globalización económica y aun financiera sin suficientes regulaciones mundiales comunes ni menos aun con una autoridad capaz de hacer cumplir las obligaciones. No es el mejor escenario, y debe recordarse que la salida de la peor crisis global desde 1929 se inició en abril de 2009, después de la reunión del G20 en Londres, cuando se dieron claras señales de coordinación de las políticas fiscales y monetarias más el mensaje de que se haría todo lo necesario para evitar los defaults soberanos y las quiebras de bancos, hasta nuevo aviso. Nada semejante ocurrió ahora. Claramente no era fácil, porque las urgencias no son las mismas de entonces y aprietan de modo diferente a unos y otros. Las garantías siguen de algún modo en pie, pero más discrecionales, como se mostró en las vacilaciones sobre Grecia y otros países. La mayor laxitud de los EEUU es posible porque, como se vio claramente a lo largo de esta crisis, su moneda sigue siendo, y por lejos, la de mayor demanda global. Esto les permite conservar el recurso de una emisión no inflacionaria de dinero si las cosas se agravaran. Europa está en situación distinta, ya que la demanda de euros ha caído claramente y, como se vio con la crisis griega, aun los bonos de países europeos importantes pueden sufrir el castigo de los mercados. Pero también es cierto que moderadas señales del Banco Europeo de mayor distensión monetaria podrían dar lugar a un poco más de inflación allí, para hacer más llevadera la reducción de los déficit, y también para afianzar la competitividad buscada en la reciente visión Europa 2020, documento que marca una fuerte apuesta al acceso a la sociedad del conocimiento, apuntando a invertir al 3% el PIB en ciencia y tecnología.
Como contracara de tantos desatinos al fin se ha "oficializado" el nuevo y decisivo rol de los países emergentes. Trichet les reconoce haber sido la fuente de fortaleza de la economía global y Ben Bernanke dice que ella dependerá cada vez más de los emergentes para mantener un crecimiento fuerte y lograr estabilidad económica y financiera. Aunque ellos no son inmunes a tantos desacuerdos empieza a perfilarse un nuevo escenario en el que Europa crezca poco pero el restante 80% de la economía global pueda compensarlo, cumpliéndose así los pronósticos coincidentes del FMI y la OECD de un crecimiento mundial mayor al 4% en 2010 y 2011. Ayudará a la continuidad de la recuperación el hecho de que los desequilibrios de balances de pagos se estén reduciendo, dado que ellos fueron los generadores de la excesiva liquidez que dio lugar a los excesos financieros depredadores, sobre todo por el exceso de gasto de los EEUU y el exceso de ahorros de los petroleros y los asiáticos, con China a la cabeza. Pero esta mejora se ha producido hasta ahora más bien por la vía negativa de una reducción del comercio, por lo que los desequilibrios pueden volver a aumentar si se afianza la recuperación. El camino no estará exento pues de turbulencias, aun fuertes, porque con bajo crecimiento aumentan los riesgos de contagios fiscales y financieros en Europa y de allí al mundo. Alienta que el propio Nouriel Roubini haya cambiado de opinión, dejando de lado el pronóstico de una recaída de la economía global y previendo en cambio una desaceleración en el segundo semestre, lo que sería lógico porque el mundo ha estado creciendo al 5%, una tasa probablemente insostenible sin riesgos de burbujas. Puede mantenerse así un moderado optimismo sobre la economía global, y claramente mayor para los países emergentes, los socios estratégicos de la Argentina. Pero cuanto mejor estaríamos hoy de haberse mostrado mayores y más acertados consensos en la cumbre que acaba de finalizar.
RARA vez se hicieron tantos esfuerzos por "marcar la cancha" como en los días previos al encuentro de jefes de Estado del G-20 en Toronto, el pasado fin de semana. Se evidenció el choque entre dos culturas económicas. La norteamericana, que privilegia el combate a la recesión por la memoria de la Gran Depresión, y la europea, que teme más a la inflación, por el recuerdo de las hiperinflaciones de posguerra. El presidente Obama escribió a sus pares del G-20 que era necesario volver a coordinar políticas globales y mantener los estímulos para reforzar la recuperación, dejando para el mediano plazo la reducción de los déficits fiscales. Economistas como Paul Krugman también advirtieron sobre el riesgo de una trampa deflacionaria si se quitan los estímulos. La canciller Merkel respondió defendiendo los ajustes presupuestarios europeos como el mejor camino para generar confianza e inducir más gasto, y también el modelo exportador alemán, desechando así un mayor impulso a la demanda interna. Sobrevuelan los pájaros agoreros de los EE.UU. en 1937 y de Japón en los noventa, cuando se recayó en la recesión al cesar los estímulos fiscales. El FMI se pronunció algo más a favor de los EE.UU., y estimó, con el Banco Mundial, que con coordinación más reformas el PBI global aumentaría 8% más, se crearían 52 millones de empleos y casi 100 millones de personas saldrían de la pobreza. China hizo su parte y anunció al fin formalmente la flotación administrada del yuan, sin que deba esperarse una rápida apreciación de su moneda. Pero, huelgas inéditas mediante, lanzó también una campaña incitando al pueblo a consumir, claro indicio del mayor papel que se dará en Asia al mercado interno de aquí en más. Gran noticia para América del Sur.
Por cuerda separada, en la crucial cuestión de una nueva regulación financiera globalmente coordinada, Estados Unidos llegó a Toronto con un acuerdo, que se aprobará en el Congreso, sobre una reforma que moderará excesos en la toma de riesgos, limitará las compensaciones a los ejecutivos bancarios, brindará mayor protección a los consumidores, dará más transparencia a los mercados de derivados, buscará alternativas para el problema de "demasiado grande para quebrar" y asegurará que al menos parte de los costos de las bancarrotas no sean pagados por los contribuyentes.
Mucho más limitadamente, Europa anunció que publicará los resultados de las pruebas de fortaleza de sus bancos, que deberán incluir la evaluación de los riesgos soberanos, pero no hizo aún concesiones sobre capitales mínimos, paraísos fiscales, fondos de cobertura y calificadoras de riesgo. Hay una sorda pero clara guerra por el negocio bancario entre Europa y los Estados Unidos.
En un contexto como el descripto, el comunicado final no podía haber sido sino diplomático. Su síntesis es "consolidación fiscal -nuevo nombre del ajuste- afín con el crecimiento". EE.UU. y los keynesianos encontrarán aquí y allá párrafos a su gusto sobre la necesidad de continuar con los programas de estímulo, crear condiciones para una robusta demanda interna y reducir la dependencia de la demanda externa en los países superavitarios, claro mensaje a Alemania y China.
Los ortodoxos y los europeos -sobre todo, los alemanes- subrayarán los párrafos que exhortan a adoptar programas fiscales a medida para cada país y llaman a reducir a la mitad los déficits fiscales para 2013 y a estabilizar o disminuir la relación deuda-PBI para 2016. En la cuestión financiera se reconoció que falta mucho por hacer -algo obvio-, reiterando la larga lista de deberes antes mencionada al respecto de la fase preparatoria.
Fue más relevante el compromiso de no imponer nuevas barreras al comercio -advertencia clara para la Argentina y otros países- ni medidas de promoción de exportaciones incompatibles con la OMC hasta 2013. En cambio, se llamó más vagamente a finalizar la Ronda de Doha "tan pronto como sea posible". Por último, se decidió aumentar en 350.000 millones de dólares el capital de los bancos de desarrollo, lo que en el caso del BID permitirá llevar la cartera de préstamos anuales de 6700 a 12.000 millones de dólares, una buena noticia.
Un grande y peligroso experimento global se ha puesto, así, en marcha: el de seguir apostando por la globalización económica y aun financiera sin suficientes regulaciones mundiales comunes y, menos aún, con una autoridad capaz de hacer cumplir las obligaciones. No es el mejor escenario, y debe recordarse que la salida de la peor crisis global desde 1929 se inició en abril de 2009, después de la reunión del G-20 en Londres, cuando se dieron claras señales de coordinación de las políticas fiscales y monetarias, además del mensaje de que se haría todo lo necesario para evitar los defaults soberanos y las quiebras de bancos hasta nuevo aviso. Nada semejante ocurrió ahora. Claramente no era fácil, porque las urgencias no son las mismas de entonces y aprietan de modo diferente a unos y otros. Las garantías siguen, de algún modo, en pie, pero son más discrecionales, como se mostró en las vacilaciones sobre Grecia y otros países. La mayor laxitud de los EE.UU. es posible porque, como se vio claramente a lo largo de esta crisis, su moneda sigue siendo, y por lejos, la de mayor demanda global. Esto les permite conservar el recurso de una emisión no inflacionaria de dinero si las cosas se agravan. Europa está en situación distinta, ya que la demanda de euros ha caído claramente y, como se vio con la crisis griega, aun los bonos de países europeos importantes pueden sufrir el castigo de los mercados. Pero también es cierto que moderadas señales del Banco Europeo de mayor distensión monetaria podrían dar lugar a un poco más de inflación allí, para hacer más llevadera la reducción del déficit y también para afianzar la competitividad buscada en la reciente visión de Europa 2020, documento que marca una fuerte apuesta al acceso a la sociedad del conocimiento, apuntando a invertir el 3% del PBI en ciencia y tecnología.
Como contracara de tantos desatinos, al fin se ha "oficializado" el nuevo y decisivo papel de los países emergentes. Trichet, el presidente del Banco Central Europeo, les reconoce haber sido la fuente de fortaleza de la economía global, y Ben Bernanke dice que ella dependerá cada vez más de los emergentes para mantener un crecimiento fuerte y lograr estabilidad. Aunque ellos no son inmunes a tantos desacuerdos, empieza a perfilarse un nuevo escenario en el que Europa crezca poco, pero el restante 80% de la economía global pueda compensarla. Así se cumplirían los pronósticos coincidentes del FMI y la OCDE de un crecimiento mundial superior al 4% en 2010 y 2011. Ayudará a la continuidad de la recuperación el hecho de que los desequilibrios de balances de pagos se estén reduciendo, dado que ellos fueron los generadores de la excesiva liquidez que dio lugar a los excesos financieros depredadores, sobre todo por el desmedido gasto de los EE.UU. y los ahorros de los países petroleros y los asiáticos, con China a la cabeza. Pero esta mejora se ha producido hasta ahora más bien por la vía negativa de una reducción del comercio, por lo que los desequilibrios pueden volver a aumentar si se afianza la recuperación. El camino no estará exento, pues, de turbulencias, aún fuertes, porque con bajo crecimiento aumentan los riesgos de contagios fiscales y financieros en Europa, y de allí al mundo. Alienta que el profesor Nouriel Roubini haya cambiado de opinión, dejando de lado el pronóstico de una recaída de la economía global y previendo, en cambio, una desaceleración en el segundo semestre, lo que sería lógico, porque el mundo ha estado creciendo al 5%, una tasa probablemente insostenible sin riesgos de burbujas. Puede mantenerse, así, un moderado optimismo sobre la economía global, claramente mayor para los países emergentes, los socios estratégicos de la Argentina. Pero ¡cuánto mejor estaríamos hoy de haberse mostrado mayores y más acertados consensos en la cumbre que acaba de finalizar!
Juan J. Llach es economista y sociólogo. Fue ministro de Educación de la Nación.


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Declaración Final de la reunión del G-20, en Toronto (Canadá)

(Toronto, Junio 28 de 2010)
- En Toronto se ha celebrado la primera cumbre del G20 en su nueva capacidad como el principal fórum económico de cooperación internacional. - Tras los logros conseguidos en afrontar la crisis económica mundial, hemos acordado el siguiente paso que debemos tomar para retomar plenamente al crecimiento y al empleo, reformar y fortalecer los sistemas financieros, y crear un crecimiento mundial fuerte, sostenido y equilibrado. - Nuestros esfuerzos hasta la fecha han dado buenos resultados, pero sigue habiendo serios desafíos por delante. Aunque vuelve a haber crecimiento, la recuperación es desigual y frágil, el desempleo en muchos países está en niveles inaceptables, y el impacto social de la crisis se sigue sintiendo de manera muy fuerte. Fortalecer la recuperación es un factor clave. Para ello. necesitamos seguir con los planes de estímulo, mientras creamos las condiciones para aumentar la demanda interna.

Al mismo tiempo, eventos recientes han puesto de manifiesto la importancia de contar con unas finanzas públicas sostenibles, y de poner en marcha un plan creíble para lograrlo, un plan diferenciado y a la medida de cada país. Los países con serios problemas fiscales necesitan acelerar el camino de la consolidación. Se necesitan además más progresos para reformar el sistema financiero, para aumentar la transparencia, y mejorar la solvencia de las entidades. Marco para un crecimiento fuerte, sostenido y equilibrado ---------------------------------------------------------- - La principal prioridad del G20 es salvaguardar y reforzar la recuperación y sentar las bases de un crecimiento fuerte, sostenible, equilibrado y reforzar nuestros sistemas financieros frente a los riesgos. Por ello damos la bienvenida a las acciones y compromisos adoptados por un número de países del G20 para impulsar la demanda y equilibrar el crecimiento, fortalecer nuestras finanzas públicas y hacer nuestros sistemas financieros más fuertes y más transparentes. Estas medidas representan una contribución sustancial a nuestras prosperidad colectiva sobre la base de nuestras acciones previas. Continuaremos cooperando y adoptando las acciones que sean apropiadas para reforzar nuestro crecimiento económico y propiciar una recuperación fuerte y duradera. - El marco para un crecimiento fuerte, sostenible y equilibrado que lanzamos en Pittsburgh es el instrumento para alcanzar nuestros objetivos comunes, al evaluar la consistencia de nuestras políticas de manera conjunta y reforzar nuestros marcos de política - Hemos finalizado la primera etapa de nuestro proceso de evaluación mutua y hemos concluido que podemos hacerlo mucho mejor. El FMI y el BM estiman que si elegimos una senda más ambiciosa de reformas en el medio plazo: .El PIB mundial se incrementará en casi 4 billones de dólares .Se crearán decenas de millones de empleos .Un número mayor de personas saldrán de la pobreza .Y los desequilibrios globales se verán significativamente reducidos. -Incrementar el crecimiento global de manera sostenible es el paso más importante que podemos dar para mejorar las vidas de nuestros ciudadanos, incluidos los de los países más pobres - Estamos comprometidos para adoptar acciones conjuntas que permitan sostener la recuperación, crear empleos y alcanzar un crecimiento más fuerte, más equilibrado y más sostenible. Estas serán diferenciadas y adaptadas a las circunstancias nacionales. Hemos acordado hoy: - Continuar con los planes de estímulo fiscal y comunicar planes de consolidación fiscal que propicien el crecimiento en los países desarrollados, a ser implementados de ahora en adelante. Mantener unas finanzas públicas solventes es esencial para apoyar la recuperación y proveer flexibilidad para hacer frente a nuevas perturbaciones y asegurar la capacidad para asumir el reto del envejecimiento de la población, evitando dejar a las generaciones futuras un legado de déficit y deuda. La senda de ajuste debe de ser calibrada con cuidado para sostener la recuperación de la demanda privada. -Existe el riesgo de que un ajuste fiscal sincronizado en varias de las principales economías pueda afectar adversamente a la recuperación. También existe el riesgo de minar la confianza y afectar al crecimiento, en caso de no adoptar procesos de consolidación fiscal donde sean precisos. Reflejando este difícil equilibrio, las economías avanzadas han comprometido planes que implican reducir los déficit públicos al menos a la mitad en 2013 y estabilizar o reducir el nivel de deuda pública sobre el PIB en 2016. Reconociendo las circunstancias de Japón, damos la bienvenida al plan de consolidación fiscal anunciado recientemente por el Gobierno japonés junto a su estrategia de crecimiento. Aquellos países con serios retos fiscales deben acelerar el ritmo de consolidación. Los planes de consolidación fiscal deberán ser creíbles, claramente comunicados, diferenciados según las circunstancias nacionales y centrados en medidas que propicien el crecimiento económico. - Reforzar las redes de bienestar social, impulsar la reforma del gobierno corporativa, desarrollar los mercados financieros, incrementar el gasto en infraestructura y flexibilizar el mayor medida el tipo de cambio en algunas economías emergentes. - Impulsar las reformas estructurales en todos los miembros del G20 para incrementar y sostener nuestras expectativas de crecimiento y acometer mayores progresos para reequilibrar la demanda global -La política monetaria continuará siendo apropiada para alcanzar la estabilidad de precios y contribuir de esta forma a la recuperación. - los países desarrollados con déficit (por cuenta corriente) deberán adoptar medidas para incrementar el ahorro nacional, manteniendo abiertos, al mismo tiempo, los mercados e impulsando la competitividad de sus exportaciones. - Las economías con superávit, (por cuenta corriente) deberán adoptar reformas para reducir su dependencia de la demanda externa y centrarse más en fuentes de crecimiento domésticas - Estamos comprometidos en reducir la brecha entre los países desarrollados y en desarrollo y a considerar el impacto de nuestras medidas sobre los países de menor renta. Continuaremos apoyando la financiación al desarrollo, incluyendo nuevas medidas de impulso por parte de fuentes públicas y privadas. - Reconocemos que estas medidas deben ser implementadas a nivel nacional y que deben ser ajustadas a las condiciones de cada país. Para facilitar este proceso, hemos acordado que la segunda etapa de nuestra evaluación mutua será realizada a nivel de país y a nivel europeo, y que cada uno de nosotros identificaremos medidas adicionales si es preciso para alcanzar un crecimiento fuerte sostenible y equilibrado. Leer más...