jueves, 25 de noviembre de 2010

Inflación: las diez causas de un fenómeno que inquieta. Por Francisco Jueguen

No hay peor ciego que aquel que no quiere ver. El refrán, nacido de la profunda experiencia popular, hace justicia a la usual estrategia kirchnerista para enfrentar las contrariedades de la vida cotidiana que ponen en jaque su discurso progresista: la negación sistemática. Así, sin reconocimiento oficial, el más palpable de los problemas que sufren los argentinos se escurre, preocupante, hacia sus bolsillos. Esa incómoda verdad, más allá de la batalla semántica, tiene un único nombre. Se llama inflación.

Hasta economistas cercanos al Gobierno, como el radical Aldo Ferrer o el justicialista Eduardo Curia, reconocen la existencia de la inflación. "Los precios están subiendo más de lo que conviene. Hay una inflación incómoda", confiesa Ferrer, director de Enarsa. Sin embargo, son originales a la hora de explicar las causas. La inflación, sugieren, es inercial y alentada por expectativas. Otros 17 economistas también ratificaron que la inflación existe, pero opinaron que su origen es otro. Aquí, un decálogo de las diferentes causas y mitos de la inflación:
Foro: 1) Más gasto que ingresos
Cristina Kirchner dio la buena noticia. Dijo que la economía cerraba 2009 con un superávit fiscal primario (antes del pago de intereses de la deuda) de $ 17.277 millones, un 1,5% del PBI. Pero, como siempre ocurre con la información oficial, ciertos detalles fueron selectivamente olvidados. Se había registrado una caída del ahorro primario de un 47% en relación con 2008 y un déficit fiscal (tras el pago de intereses) de $ 7131,1 millones. Si no hubiera sido por recursos extraordinarios (el dinero de los jubilados y del FMI, por ejemplo), el resultado hubiese sido mucho peor. El gasto público había crecido un 30% anual, por arriba de los ingresos y de la inflación real, de un 15% en promedio, según los privados. Para el Gobierno, de cara a las elecciones de 2011, es fundamental mantener ese nivel de erogaciones: allí el germen del Fondo de Desendeudamiento, compuesto por reservas para pagar deuda. La mayoría de los economistas piensan que la inflación de hoy es consecuencia del incentivo (transferencias del Gobierno o cambios en la estructura impositiva) de la demanda agregada (la cantidad de bienes y servicios que demandan todos los habitantes de un país). Crece el gasto ?financiado con emisión monetaria? muy por encima del ritmo de la recaudación. Según Bein & Asociados, se pasó de un superávit primario de 3,9% del PBI en 2004 a un déficit de 1% del PBI si no se consideran los recursos extraordinarios.
Pero ¿cuál es esa política fiscal que fogonea la inflación? La obra pública, salarios estatales, aumentos a jubilados y la asignación por hijo, por ejemplo, sobre lo que es difícil producir un ajuste. Pero también aparecen, entre otros, los millonarios subsidios a privados (firmas energéticas, de transporte de pasajeros y compensaciones a productores agropecuarios), el sostenimiento del Fútbol para Todos o los US$ 57 millones que perdió Aerolíneas Argentinas durante enero y febrero de este año.
Para el economista Roberto Cachanosky hay un stock de subsidios que "gatilla el aumento del gasto público". Según sus cifras, en 2006 los subsidios al sector energético fueron de $ 4032 millones, mientras que en 2009 llegaron a 15.944 millones. En tanto, el sector transporte, que en 2006 tenía subsidios por 1876 millones, recibió el año pasado 11.584 millones. El total de subsidios y préstamos del sector público al sector privado pasó de 8800 millones en 2006 a 33.300 millones el año pasado. 2) Inversión insuficiente
"En vez de aumentar la oferta, los empresarios incrementan los precios", vociferó el ministro del Interior, Florencio Randazzo. El Gobierno admite, así, que la inversión ?el motor de la oferta? está por lo menos amesetada en relación con la creciente demanda. El último informe del Centro de Estudios para la Producción (CEP) indicó que, a pesar de que superan ampliamente los promedios registrados durante la convertibilidad, ya en 2008 todos los componentes de la inversión comenzaron a mostrar una merma con respecto a 2007.
Los números del economista Orlando Ferreres no reflejan semejante amplitud con relación a los años 90. Mientras entre 1991 y 1994 se registró un crecimiento acumulado del PBI de un 36%, la tasa IBIF/PBI (la relación entre la inversión y el producto bruto interno) fue de 17,9%. En el período 1996-1998, con una expansión de un 18%, la tasa IBIF/PBI fue de 19,7%. Esto no cambió mucho durante el kirchnerismo. Durante 2003 y 2008, el crecimiento del PBI acumulado fue de un 50%, mientras que la inversión en relación con el producto fue de 19,8 por ciento.
"Hoy se invierte, pero no hay proyectos grandes y nuevos. Buena parte de la inversión es amortización; reponer lo que se desgasta", explica Ferreres, para quien la inversión está en un 19%, una tasa insuficiente. La meseta de la inversión tiene una explicación. Los empresarios se quejan de la falta de reglas claras e incentivos, la incertidumbre que genera la ausencia de estadísticas creíbles, la pérdida de competitividad del peso ?casi anclado frente al dólar, pese a la inflación? y "un clima hostil de negocios". 3) La expansión monetaria
El Banco Central de Martín Redrado recibió muchas críticas en los últimos años. A grandes rasgos, los economistas cuestionaron la expansión de la base monetaria ?mediante emisión de pesos? para financiar el aumento del gasto público, hecho que fogoneó la inflación en vez de ponerle un techo. Además, se criticó la pasividad del BCRA a la hora de inducir tasas de interés reales más altas, que promuevan el ahorro en vez del consumo.
El circulante, dice Marina Dal Poggetto, del estudio Bein & Asociados, avanzó un 18% anual en 2009 y estuvo en sintonía con el Programa Monetario difundido por el BCRA. Para este año, el mismo informe oficial prevé una expansión del M2 [en la jerga de los economistas, la sumatoria del dinero circulante y el depositado en cajas de ahorro y cuentas corrientes] de entre el 11,9% y el 18,9%, contra un 20,2% estimado por Bein.
El ex secretario de Política Económica de Martín Lousteau, Gastón Rossi, completa el cuadro. "En 2006 y hasta principios de 2008, la expansión monetaria era un subproducto de la política cambiaria: se emitía para comprar el excedente de dólares y sostener la paridad cambiaria nominal. Hoy debido al afiebrado ritmo de expansión del gasto y de la incapacidad para obtener financiamiento, la política monetaria pasó a estar determinada por la política fiscal. El Central emite para financiar al Tesoro", concluye.
Mario Brodersohn, ex secretario de Hacienda de Raúl Alfonsín, puso el foco en otro lugar. "Hay una política monetaria muy pasiva para los depositantes con tasas de interés negativas, o sea, muy por debajo de la inflación real". 4) Problemas de expectativas
Sin puntos de referencia sobre la verdadera realidad de los precios con los que indexar contratos y salarios, y determinar costos, algunos economistas creen que se genera una inercia inflacionaria que se monta en los problemas puramente estructurales. Desde la destrucción de la credibilidad del Instituto de Estadística y Censos (Indec), ningún actor económico y social sabe con certeza cuánto suben los precios. Así prolifera una decena de índices para medir la inflación.
Pero, desconociendo la variación promedio, se amplifican los saltos en los precios y los formadores compran cobertura frente al riesgo. Remarcan mirando al vecino y por las dudas. "Creo que la responsabilidad del estímulo fiscal y monetario son fenómenos sobrestimados", opina el economista de la consultora Prefinex Osvaldo Cado. "Una inflación del 15% anual a la par de un derrumbe de la demanda agregada de un 6% durante 2009 es la prueba incontrastable de que hoy la evolución de los precios tiene una dinámica que se explica a sí misma", agrega Cado.
Así, no son pocas las voces que coinciden en que, para empezar a atacar el problema de la inflación, es necesario antes encontrar una solución al problema de la falta de estadísticas confiables. 5) Paritarias y costos empresariales
Los salarios no son la causa de la inflación. Pero en un contexto de expectativas inflacionarias que se suma a un descontrol fiscal, reclamos desmedidos en las paritarias pueden impulsar la suba de precios. Ningún gremio reclama alzas menores al 23%. Usan, claro está, el "Indec del supermercado".
Pero además de los salarios, otros costos empresariales siguen subiendo mientras se recalienta la economía, algo que obliga a las compañías al ajuste para mantener su rentabilidad. Sólo para citar algunos ejemplos, los costos del sector de la construcción tuvieron un alza de un 27,02% (materiales y salarios) durante el último año, según la Cámara Argentina de la Construcción (CAC). En tanto, el índice de la Cámara Empresaria de Operadores Logísticos (Cedol) ?que incluye el transporte? avanzó, en sólo tres meses, un 5,75 por ciento. 6) La matriz productiva
La Argentina sufre, aunque no debiera, por ser "el granero del mundo". De esa hipótesis nació el uso de las retenciones a la exportación. La idea es simple: la matriz productiva nacional es fundamentalmente agropecuaria o agroindustrial. Son también estos productos los que mayormente se exportan. Cuando el mundo crece y demanda alimentos o derivados, los precios internos suben al ritmo de los internacionales. Las soluciones se duplican: mayor producción ?más inversión? o un ajuste por precios.
Actualmente, créase o no, la Argentina elabora alimentos para 300 millones de personas. Pero la inversión en el sector agroalimentario (el campo y su industria) está en standby. "Las trabas a las exportaciones, las normativas oficiales, las alzas en los impuestos nacionales, provinciales y municipales, la intervención en todos los mercados retrotraen la inversión. Se produce, pero no se sabe a cuánto se va a vender. Hay mucha incertidumbre", afirma Ernesto Ambrosetti, economista de la Sociedad Rural Argentina (SRA).
Las retenciones, que gravan todos los productos, no sólo al agro, fueron impuestas para diferenciar precios internos de los externos. Pero los empresarios del agro y la agroindustria desestiman que fueran usadas para proteger el plato de comida de los argentinos. El fin fue recaudar más, dicen. 7) Bendito dólar
Hoy se habla de atraso cambiario. Esto suele ocurrir cuando la inflación diluye la competitividad del tipo de cambio real. En el país, el Gobierno y los empresarios impulsaron principalmente sólo una competitividad cambiaria ?aquella que se basa en el valor de la moneda? en vez de una real, apoyada en la inversión tecnológica?. Pero más allá de eso, una política de tipo de cambio alto mal administrada genera presiones inflacionarias. No es el caso actual de China o de Chile entre mediados de los 80 y mediados de los 90, según Roberto Frenkel y Martín Rapetti, del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes). Además, según Rossi, actualmente la política cambiaria sólo tiene "incertidumbre hacia la suba" (la devaluación fue de un 27,62% desde 2006, según datos del BCRA). El economista afirma que nadie anticipa una apreciación nominal del peso, lo que desincentiva su demanda. Esto se agrava por tasas reales de interés fuertemente negativas.
La relación dólar-salario desaparece, explica Cado, si la moneda local es la de referencia, como ocurre en Brasil. "Al ser baja la inflación, la gente ahorra en reales", aclara. La cultura dolarizadora en la Argentina destruye esa opción. 8) Oligopolios y formadores de precios
Los oligopolios en sectores formadores de precios clave aceleran la tasa de inflación, pero siempre una vez que ésta está lanzada. Nunca "crean" inflación.
Ante la acusación oficial, Nicolás Salvatore, economista de la Universidad de Buenos Aires (UBA), asegura que hoy existen los mismos grupos concentrados que funcionaban en el país en 2005. Aunque aclara: la inflación en ese entonces era de un dígito. Advierte, además, que grupos concentrados también existen en América latina, cuyo PBI crece al 5% y con un 5% de inflación anual desde hace diez años. "¿Serán los capitalistas argentinos los más avaros del mundo, más avaros que hace cinco años?", se pregunta Salvatore.
Luego de esa pregunta, y siguiendo la premisa oficial, viene una reflexión aún más interesante: si en la economía actual hubiera una mayor concentración, como dicen los funcionarios más cercanos a la Presidenta, significaría que la política del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, fracasó. Desde hace cuatro años tiene bajo su mando la política de defensa de la competencia. Además indicaría que la política económica del Gobierno en los últimos años no generó nuevas pymes.
"Es un Gobierno que generaliza algo no generalizable. La de concentración es una definición sectorial y geográfica", afirma Fernando Navajas, de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL). No obstante, estima que no es visible que haya un aumento de la concentración. 9) Incentivo al consumo
El efecto "vuelo de la perdiz" aparece cuando, en tiempos de inflación, parece que el consumo interno crece, pero en realidad se consume porque es la mejor manera de ahorrar. A la larga se asoma el freno de la economía. El sistema financiero fogoneó esta idea. Los consumidores (según la encuesta de expectativas de la Universidad Torcuato Di Tella) esperan una inflación del 25% para los próximos 12 meses, un ritmo levemente superior al 2% mensual. En tanto, el sistema bancario local ofrece una tasa promedio del 8,93% anual (o 0,73% mensual) por dejar inmovilizado su dinero por al menos un mes en un plazo fijo. Es un rendimiento casi tres veces menor que el ritmo de depreciación que espera en su poder de compra. A esto se suman virulentas campañas publicitarias con el afán de incrementar las ventas.
A contramano, los empresarios de todos los sectores se quejan de la falta de créditos blandos para aumentar la oferta. 10 ) La teoría del crecimiento
"El sendero del crecimiento sostenido con adecuados niveles de empleo sólo se logrará con estabilidad de precios; la inflación es el principal obstáculo." La definición no proviene de la Reserva Federal de los Estados Unidos ni del Banco Central Europeo, sino del Banco Popular de China.
Las experiencias de otros países desmienten la tesis oficial que indica que la suba de precios es una consecuencia del exitoso crecimiento económico, una idea difundida por la Comisión Económica para América Latina (Cepal) entre los año 60 y 70 y que tiene cada vez menos adeptos a nivel internacional. "A nivel teórico, esa idea no se discute más. Es poco seria", califica el economista de Fimades Luis Palma Cané.
La inflación en la Argentina "es nueve veces más alta que la internacional y cinco o seis veces más elevada que la de los países vecinos", estima Brodersohn. Pero esos países también crecieron.
La variación del IPC de la Argentina en 2009 fue superada sólo por seis naciones (Congo, Etiopía, Venezuela, Paquistán, Ghana y Egipto). La inflación local triplicó el promedio de América latina (excluyendo del cálculo a Venezuela).
Otro ejemplo sirve para ilustrar este fenómeno. Durante el ciclo de expansión de la economía mundial más importante de la historia (2003-2007) fue la Argentina la que más inflación reflejó si se la compara con economías avanzadas, Estados Unidos, la zona del euro, Japón y China.
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Sólo la verdad nos hará libres. Por Alfonso Prat Gay


En el país normal que prometió Néstor Kirchner, yo no estaría escribiendo esta nota. En rigor, tampoco debería escribirla en el país real que nos dejó: mi tesis es evidente para más de 40 millones de argentinos. Si malgasto mi tiempo y el de mi paciente lector es porque el puñado de compatriotas que insiste en negar la realidad tiene, en la mentira, la posibilidad de provocar aún mucho más daño todavía. Las perogrulladas que siguen me ayudan, además, a no perder la capacidad de asombro. Espero contribuir al menos a que usted tampoco pierda la suya.


En un país normal, la gente creería en el instituto nacional de estadísticas y no sería entonces necesario que el jefe de Gabinete desmintiera las evidencias que todos padecen a diario. En un país normal, el ministro de Economía sabría que la inflación la sufren más los pobres que los ricos, y, consecuentemente, haría algo para reducirla. En un país normal no cabría la sospecha de que los empresarios de una provincia fronteriza son tanto más perversos que sus colegas de la Capital y que la inflación de allá triplica la de acá. En un país normal, el Banco Central no encontraría en la inflación un incentivo para acelerar la emisión de moneda, sino, seguramente, lo contrario. Un país normal no pagaría hasta US$ 17.000 millones para sortear al auditor (¿quién le teme al auditor si no hay nada que ocultar?). En un país normal, el gobierno no armaría su programa anual de gestión atado a los supuestos falsos que le impone su propia mentira.
Nuestro Indec solía publicar cada mes el precio unitario de una serie de bienes de la canasta alimentaria. Para la población general, los precios unitarios son más fácilmente contrastables con la realidad que los números índice; por eso es que aquella publicación frecuente y detallada fortalecía la transparencia y la credibilidad de esas estadísticas. El Indec abandonó esa práctica, seguramente porque dejaba muy al desnudo su mentira. Lo hizo en el mismo momento en que discontinuó el IPC nacional, que ahora dice querer revivir, paradójicamente, con la asistencia técnica del FMI. La última publicación de esos datos fue en abril de 2008.
Entonces, el kilo de asado costaba $ 9,53; el litro de leche fresca entera, $ 1,71; la docena de huevos, $ 3,71; el kilo de pan francés, $ 2,96; la docena de facturas, $ 5,8; el paquete de 500 g de fideos secos, $ 3,45; la cerveza en botella de litro, $ 2,59; el paquete de yerba mate de 500 g, $ 2,66; el kilo de zapallo, $ 0,4. Invito al lector a que compare estos precios de abril de 2008 con los de su última compra para calcular cuánto aumentaron los precios de los alimentos en los últimos dos años y medio. Yo le ofrezco un cálculo sencillo y objetivo: comparo aquellos precios de abril de 2008 con los vigentes en el sitio web de un supermercado cuyo dueño se quedó solo por criticar, precisamente, el aumento de la inflación que provocaban las políticas del gobierno. En promedio, el precio de los 54 alimentos de la muestra subió un? ¡148%!
En nuestra querida Argentina, los precios de los alimentos -de todos, no de algunos, como propone el ministro que sostiene que "no hay inflación"- aumentan a un ritmo del 3% mensual (más del 40% anual). Por eso es que la pobreza no baja aun con la economía creciendo al 9%: los frutos del crecimiento se siguen concentrando en algunos pocos.
En nuestra república federal, la inflación oficial de Jujuy, de 31,8% en los últimos 12 meses, triplica la que mide el Indec en el Gran Buenos Aires.
En la Argentina, el Tesoro paga deudas a acreedores privados con las reservas que el Banco Central compra con la emisión que provoca esa inflación que afecta a los más pobres.
No es posible construir un país normal a partir de la mentira. No ayudan a esa construcción quienes mienten, desde luego. Tampoco ayudarían a lograr aquel anhelo quienes, en atención a un bien supuestamente superior, convalidaran esa mentira con la omisión.
Ya no podemos conformarnos sólo con conservar la capacidad de asombro.

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miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿Crisis? Pensá en verde. Por Martín Lousteau

Acabo de regresar de Irlanda, donde participé de Kilkenomics . Se trata de un "festival de economía" en el cual profesionales de esta disciplina nos alternamos con especialistas de otras ramas, periodistas y hasta comediantes para discutir de manera llana y entretenida -pero rigurosa- los problemas en los que se encuentra sumido ese país y el mundo en general.
Entre otros estuvieron presentes: Ha-Joon Chang, una de las voces más destacadas en el campo del desarrollo económico; Bill Black, un criminólogo responsable de la condena de banqueros por comportamiento fraudulento en una crisis previa en los EE.UU., y autor del libro La mejor manera de robar un banco es ser dueño de uno; Peter Schiff, quien ya en 2006 predijo la crisis global que sobrevendría; y David McWilliams, uno de los economistas irlandeses más renombrados.

En ellos cuatro se pueden subsumir los principales temas de la problemática irlandesa y la crisis global: un crecimiento ficticio impulsado por artilugios financieros que dan lugar a fraudes bancarios y que derivan en crisis sistémicas con impacto en la vida cotidiana de millones de personas.
Después de transformarse en un país modelo en los 90, pasando de ser uno de los más pobres del bloque europeo al segundo más rico y uno de los diez de mayor ingreso por habitante del planeta, la República de Irlanda enfrenta hoy una situación económica sumamente compleja que afectará a la UE y, con ello, seguramente también al mundo.
Gran parte de sus inconvenientes se encuentran relacionados con la adopción del euro en 1999, ya que una vez eliminado el riesgo cambiario se produjo un ingreso de capitales extraordinario. Los bancos irlandeses fueron así inundados con fondos provenientes de otros países, en especial del Reino Unido, Alemania y Francia, y los utilizaron para dar préstamos hipotecarios a una escala inusitada, disparando una burbuja inmobiliaria y de consumo.
Algo similar ocurrió en otras latitudes. A esa clase de créditos se los denomina en el mundo "préstamos de mentirosos" -porque nadie chequeaba que la información brindada para obtenerlos fuera verdadera -o bien "NINJA" -dado que los beneficiarios no tenían ni ingresos, ni trabajo ni activos para respaldar la responsabilidad asumida (No Income, No Job or Assets, en inglés)-.
En Irlanda inclusive se los ha llegado a llamar "préstamos Cayenne", porque los fondos otorgados para adquirir la vivienda eran complementados por un adicional para comprar un buen auto (el Porsche Cayenne cuesta en promedio alrededor de 100.000 dólares). Esta es la razón que explica por qué en el país se vivió un boom de ventas de automóviles germanos y su parque automotor tiene hoy la mitad de antigüedad que el de la propia Alemania. Para ponerlo de una manera sencilla: los bancos alemanes proveían el dinero para que los irlandeses adquirieran autos.alemanes. Mientras una sociedad se enriquecía genuinamente produciendo, la otra vivía un esplendor ficticio consumiendo.
Este es, en parte, el drama irlandés y de varios países desarrollados: dinero fácil que incrementa artificialmente el nivel de vida sin que nadie supervise lo que se está gestando hasta que la burbuja estalla.
En los últimos dos años Irlanda sufrió una caída acumulada de más de diez puntos del producto: hoy tiene deflación y casi 15% de desempleo. Su déficit fiscal para este año será de casi un tercio del PBI. Ya se encuentra en depresión y los ajustes que se implementarán la harán hundirse aún más en el pozo.
Como en la Argentina en 2002, en suelo irlandés se palpa la bronca contra los políticos y los banqueros. Más allá de todos los rescates, de la participación de la UE y el FMI, son muchos los que se preguntan si no sería mejor emprender inmediatamente una reestructuración de la deuda. Algunos hasta comienzan pronunciar la palabra "devaluación", es decir el abandono del euro.
En nuestro país sufrimos una depresión desde octubre de 1998 hasta mayo de 2002. Pero, desde el punto de vista de la estructura económica, la dolorosa explosión eliminó los elementos que ahorcaban nuestro crecimiento: una deuda insostenible y un tipo de cambio no competitivo. En Irlanda sufrieron primero el estallido y ahora la depresión; y nada ha alcanzado para resolver las cuestiones de fondo. Los problemas sólo parecen estar comenzando Y cuesta creer que sea sólo una cuestión irlandesa.
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Irlanda, el paraíso perdido. Por Ross Douthat

NUEVA YORK.- Para un turista norteamericano criado con kitsch gaélico e imágenes de la película El hombre quieto, el paisaje de la Irlanda contemporánea resulta algo chocante.
Si uno viaja en auto desde Dublín hasta la costa oeste, como hice yo hace dos meses, todavía encontrará las granjas con techo de paja, los desparejos muros de piedra y las plácidas ovejas que tradicionalmente aparecen en las postales.
Pero a la vuelta de cada colina verde hay una fila de minimansiones construidas casi en serie. Detrás de cada castillo en ruinas, una cascada de condominios. En las somnolientas aldeas de pescadores que se remontan a la época de Grace O'Malley, la Reina Pirata de Irlanda (fue la Sarah Palin del siglo XVI), la mitad de las casas cumplen con los requisitos de origen, pero el resto podría haber sido construido por los hermanos Toll [la mayor constructora de viviendas de lujo de Estados Unidos].

Es como si sólo existieran dos eras en la historia irlandesa: la Edad Media y la burbuja inmobiliaria. En realidad, no es una mala forma de pensar el siglo XX de Irlanda. La isla pasó década tras década aislada, premoderna y rural, y después, en unos pocos años, ¡bum, la modernidad!
Los irlandeses suelen decir que no tuvieron su década del 60 hasta que llegó la del 90, cuando la secularización y la revolución sexual finalmente empezaron en serio en un país que había sido uno de los más conservadores y católicos del mundo. Pero Irlanda se puso al día rápidamente: el cambio económico y social que demandó 50 años o más en muchos lugares se condensó en un único estallido revolucionario.
Hubo un tiempo, no hace mucho, en el que todo el mundo quería adjudicarse el crédito de esa transformación.
Los conservadores partidarios del libre mercado acogieron el rápido crecimiento de Irlanda como un ejemplo de los milagros que pueden lograr el libre comercio, los recortes impositivos y la desregulación. (En 1990, Irlanda ocupaba casi el último lugar en la lista del PBI per cápita de las naciones de la Unión Europea. En 2005, estaba en el segundo puesto.)
Los progresistas y los secularistas insinuaron que Irlanda estaba floreciente porque, finalmente, se había escapado de las represoras garras de la Iglesia Católica, que mantenía los horizontes estrechos y las familias numerosas, y limitaba las oportunidades económicas de las mujeres. (Un trabajo académico sobre este tema, "Anticoncepción y el Tigre Celta", ganó la consideración de Malcolm Gladwell en las páginas de The New Yorker. )
La elite europea consideraba a Irlanda un modelo de los beneficios de la integración a la Unión Europea, ya que cuanto más estrechamente se ligaban los irlandeses a las instituciones continentales, con mayor rapidez crecía su PBI.
Ya nadie habla de todo eso. La burbuja inmobiliaria celta fue aún más inflada que la de Estados Unidos (muchas de esas mansiones están abandonadas, sin terminar), la industria bancaria celta hizo apuestas aún más temerarias, y las deudas de Irlanda -privada y pública- hacen que los problemas presupuestarios de Estados Unidos parezcan manejables en comparación.
La economía irlandesa está hoy en la mente de todo el mundo, pero eso se debe a que el gobierno acaba de verse obligado a pedirle un rescate a la Unión Europea, para que Irlanda no se convierta en el hilo verde que desteja toda la frazada europea.
Si el rescate cumple su función y la situación de Irlanda se estabiliza, la atención del mundo pasará a centrarse en el próximo país al borde del abismo de la Unión Europea, se trate de Portugal, España o Grecia (otra vez).
Pero cuando se recuerde la historia de la Gran Recesión, Irlanda ofrecerá la advertencia y la moraleja más poderosas. En ninguna parte fue más poderosa la imaginación de los utopistas y en ninguna parte sufrieron un revés más doloroso.
Para los utopistas del capitalismo, la experiencia irlandesa debería ser un recordatorio de que los booms más grandes pueden producir las caídas más estrepitosas, y de que la deuda y la ruina siempre siguen de cerca a la prosperidad y el crecimiento.
Para los utopistas del secularismo, la experiencia irlandesa debería ser un recordatorio de que el declive de una poderosa tradición religiosa puede generar decadencia además de liberación. ("Irlanda descubrió que la riqueza era un buen sustituto de su cultura tradicional", señaló Christopher Caldwell, pero agregó: "[Ahora] posiblemente estemos a punto de descubrir qué ocurre cuando un país tradicionalmente pobre vuelve a la pobreza sin su cultura").
Pero los utopistas de la integración europea son los que deberán aprender la lección más dura que ofrece el caso de Irlanda. Las amplias ondas expansivas que la crisis bancaria irlandesa irradió sobre el continente han reivindicado a los euroescépticos que alegaron que la Unión Europea se amplió con demasiada premura y que una sola moneda no podía albergar a tanta diversidad de naciones.
Y las peregrinaciones a Bruselas del gobierno irlandés para pedir limosna han reivindicado a los nacionalistas que temían que la unión económica pudiera significar, a la larga, sometimiento político. El yugo de la UE es más liviano que el yugo del Imperio Británico, pero Irlanda ha vuelto a tener, de todas maneras, una suerte de estatus de vasallaje.
En cuanto a los propios irlandeses, su idílica iniciación en el capitalismo global ha terminado, y ahora probablemente entiendan un poco mejor la naturaleza de la modernidad. A veces, la modernidad parece conceder todo lo que uno siempre ha deseado, y riquezas que superan la propia imaginación. Pero siempre hay que pagar por ello.
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domingo, 21 de noviembre de 2010

El eje de la depresión. Por Paul Krugman

(Nota publicada en El País, Madrid, domingo 21 de noviembre de 2010)
Qué tienen en común el Gobierno de China, el Gobierno de Alemania y el Partido Republicano de Estados Unidos? Que todos están intentando intimidar a la Reserva Federal para que abandone sus esfuerzos por crear empleo. Y los motivos de los tres son sumamente sospechosos.

No es que la Reserva Federal esté haciendo algo radical. Es verdad que normalmente lleva a cabo su política monetaria comprando deuda a corto plazo del Gobierno estadounidense, mientras que ahora, con lo que se conoce por el nombre un tanto críptico de "relajación cuantitativa", está comprando deuda a largo plazo (comprar más deuda a corto plazo es inútil, ya que el tipo de interés de esa deuda es prácticamente cero). Pero Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, tenía razón cuando declaraba que esto "no es más que política monetaria". La Reserva está tratando de reducir los tipos de interés, como hace siempre que el desempleo es elevado y la inflación es baja.
Y no cabe duda de que la inflación es baja. La inflación subyacente -una medida que excluye los alimentos frescos y los precios de la energía y que muchos consideran que es un mejor indicador de las tendencias subyacentes que la tasa de inflación- está solo en el 0,6%, el nivel más bajo jamás registrado en EE UU. Mientras tanto, el desempleo alcanza casi el 10% y el desempleo de larga duración es el peor desde la Gran Depresión.
Por tanto, los argumentos para que la Reserva Federal pase a la acción son abrumadores. En realidad, la principal preocupación que tiene la gente razonable en cuanto a los planes del organismo, preocupación que comparto, es que probablemente van a resultar demasiado frágiles e ineficaces.
Pero hay gente que es razonable, y luego está el eje de la depresión formado por China, Alemania y el Partido Republicano.
La razón por la cual China y Alemania se encuentran en pie de guerra contra la Reserva Federal no es ningún misterio. Ambos países están acostumbrados a tener unos enormes superávits comerciales. Pero para que algunos países tengan superávits comerciales, otros tienen que tener déficits comerciales, y durante años nos ha tocado a nosotros. Sin embargo, las políticas expansivas de la Reserva Federal tienen el efecto secundario de debilitar ligeramente el dólar, lo que hace que los productos estadounidenses sean más competitivos y resulte más fácil reducir el déficit estadounidense.
Por cierto, para el Gobierno chino, atacar a la Reserva Federal tiene la ventaja añadida de que desvía la atención respecto a la manipulación de su moneda, que mantiene artificialmente débil y que es precisamente el pecado capital del que China acusa a EE UU de haber cometido.
Pero, ¿por qué se han unido los republicanos a este ataque? Bernanke y sus colegas parecen asombrados de verse en el punto de mira. Pensaban que estaban actuando siguiendo el espíritu de nada más y nada menos que Milton Friedman, quien culpó a la Reserva Federal de no actuar más enérgicamente durante la Gran Depresión y quien, en 1998, pidió al Banco de Japón que "comprara bonos del Estado en el mercado abierto", que es exactamente lo que está haciendo ahora la Reserva.
Los republicanos, sin embargo, no quieren saber nada del asunto y plantean objeciones que van desde lo raro hasta lo incoherente. Lo raro: el lunes, un grupo un tanto insólito de líderes republicanos -¿quién sabía que William Kristol era un experto en política monetaria?- hicieron pública una carta abierta dirigida a la Reserva Federal en la que advertían de que sus políticas "corren el riesgo de devaluar la moneda y de provocar inflación". Una carta que los cuatro republicanos más importantes del Congreso enviaron a Bernanke el miércoles se hacía eco de esas preocupaciones. Ninguna de las cartas explicaba por qué debíamos temer a la inflación cuando en realidad la inflación sigue registrando mínimos históricos.
Y en cuanto a la devaluación del dólar: si dejamos a un lado el hecho de que un dólar más débil ayuda realmente a la industria estadounidense, ¿dónde estaba esta gente durante la legislatura anterior? El dólar no paró de depreciarse durante la mayor parte de los años de Bush, un descenso que hace que la reciente caída parezca una ridiculez. ¿Por qué no hubo cartas parecidas exigiendo a Alan Greenspan, el presidente de la Reserva Federal por aquel entonces, una política más severa?
Mientras tanto, lo incoherente: dos republicanos, Mike Pence en la Cámara de Representantes y Bob Corker en el Senado, han pedido a la Reserva Federal que abandone sus esfuerzos para lograr el pleno empleo y que se centre exclusivamente en la estabilidad de los precios. ¿Por qué? Porque el desempleo sigue siendo demasiado alto. Y no, tampoco entiendo la lógica.
Por tanto, ¿cuál es el verdadero motivo del ataque del Partido Republicano a la Reserva Federal? A Bernanke y a sus colegas les cogió claramente por sorpresa, pero el experto en presupuestos Stan Collender lo predijo. Allá por agosto avisó a Bernanke de que "como los que elaboran las políticas republicanas consideran que las penurias económicas son la senda hacia la gloria en las elecciones, se opondrán a cualquier medida adoptada por la Reserva Federal que mejore la economía". En resumen, su verdadero temor no es que las medidas de la Reserva Federal sean perjudiciales, sino que tengan éxito.
De ahí lo del eje de la depresión. No cabe duda de que a algunos de los que critican a Bernanke les mueven unas convicciones intelectuales sinceras, pero la principal razón del ataque a la Reserva Federal es, pura y simplemente, el interés personal. China y Alemania quieren que EE UU siga sin ser competitivo, y los republicanos quieren que la economía siga siendo débil mientras haya un demócrata en la Casa Blanca.
Y si Bernanke cede ante sus intimidaciones todos podrían ver sus deseos cumplidos.
Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía 2008.
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miércoles, 17 de noviembre de 2010

El drama de un país desigual. Por Juan José Llach



La reciente aparición del Informe de Desarrollo Humano 2010 de las Naciones Unidas, en su vigésimo aniversario, es una buena ocasión para reflexionar sobre la pobreza y la desigualdad en el país en perspectiva comparada y de largo plazo, y sobre las políticas para darles solución. Tradicionalmente centrado en el ingreso por habitante y unos pocos indicadores de educación y salud, el índice de desarrollo humano (IDH) no sólo ha ampliado esos rubros, sino que incluye medidas de desigualdad, de disparidades de género, de pobreza subjetiva y de privación extrema.
La Argentina aparece hoy en el rango 46 entre 169 países. Pese a haber recuperado tres puestos desde el informe anterior y a haber mejorado el nivel absoluto de nuestro desarrollo humano, el mayor progreso de otros nos ha llevado a perder 14 puestos desde el rango 32 de 1990 y a ser relegados al segundo lugar en América latina, detrás de Chile.


Extendiendo la mirada hasta 1980, se observa que la década de menor aumento del desarrollo humano de la Argentina ha sido la actual y que hubo 70 países con mejor desempeño que la Argentina. Esto último sería hasta cierto punto lógico en relación con países más pobres, que afortunadamente tienden a mejorar más que los más ricos por su bajo punto de partida. Pero son muchos los países con alto o muy alto desarrollo humano con mejor desempeño que nosotros desde 1980. Tal es el caso de Australia, Bahrein, Chile, Chipre, Corea, España, Francia, Grecia, Italia, Noruega o Portugal.
La Argentina se ubica mejor en los indicadores propiamente sociales (rango 40) que en el ingreso por habitante (rango 52), que es hoy de 14.603 dólares de poder adquisitivo comparable. Nuestra esperanza de vida llega a los 75,7 años y nos ubica en un rango análogo al del IDH general (49). Un fuerte contraste se observa en materia de educación, porque mientras la población de 25 años y más ha completado sólo 9,3 años de estudio (rango 60), en la esperanza de escolaridad a los 6 años de edad logramos el rango 26, con 15 años y medio, lo que da en principio alguna esperanza a futuro al indicar que el alumno promedio argentino de 6 años permanecerá hasta los 21 años y medio en el sistema educativo. Dado que ninguno de los bienes y servicios considerados por el índice de desarrollo humano se distribuye igualitariamente, cuando el mismo se ajusta por esta desigualdad de acceso todos los países muestran un peor nivel respecto del que tendrían con una distribución más igualitaria. Pero el caso de la Argentina es el peor después de Perú, ya que su IDH se reduce un 27.5% y retrocede nada menos que 21 puestos en el ranking global.
Esto no significa que la Argentina sea el país más desigual, pero sí que es el segundo de mayores contrastes entre un desarrollo humano relativamente alto y una inequidad que también lo es.
En otra desigualdad, la de género, la Argentina aparece también muy mal parada en el rango 60, bastante peor que el rango 46 que ostentaba en el año 2009 con una definición más restringida de esta variable. No nos va mejor con el nuevo indicador multidimensional de pobreza que presenta el informe y que incluye no sólo la cantidad de personas en tal situación y en riesgo de estarlo, sino también la intensidad de las privaciones, el riesgo de tener al menos una carencia grave en educación, salud o nivel de vida (vivienda y bienes del hogar) y la proporción de personas por debajo de las líneas de pobreza nacional e internacional (esta última, de 1,25 dólares de paridad por día, equivalentes aquí y ahora a 290 pesos por mes o 1160 pesos para una familia tipo). Pues bien, en este indicador tan completo de las variadas carencias asociadas a la pobreza, la Argentina ocupa el rango 60 en el mundo.
En fin, tampoco nos va bien en materia de seguridad, tantas veces considerada como una preocupación conservadora pero que perjudica proporcionalmente más a los pobres, ya que hay al menos 91 países con menor tasa de homicidios que la Argentina (5,2 por 100.000 habitantes) y al menos 88 países con menos incidencia de robos que el nuestro (859 por 100.000 habitantes).
Tal vez la mayoría de las lecturas del informe que nos ocupa se concentren en una lógica político-partidaria tendiente a identificar a los responsables de una situación tan preocupante. Esto no sería de mayor ayuda para alumbrar caminos de salida. El panorama ofrecido por el IDH a lo largo de estos veinte o treinta años no es totalmente negativo para el país, pero sí revela un deterioro social de larga data, cuyo análisis de corazón caliente pero cabeza fría es imprescindible para acertar en las mejores soluciones.
Sus principales causas han sido, a mi juicio, un pobre y muy volátil desempeño macroeconómico con tres grandes impactos negativos. Negar alguno de ellos conducirá a nuevos errores. Primero, la alta inflación desde 1975 que derivó en hiperinflación a fines de los ochenta; luego, el altísimo desempleo originado en parte en algunas de las políticas implementadas para abatir la inflación en los noventa; por último, el final innecesariamente violento de la convertibilidad.
Cada uno de estos golpes resultó en tremendos recortes de los ingresos y del nivel de empleo, sobre todo de los más vulnerables, que en muchos casos actuaron de manera acumulativa, generando situaciones de privación y exclusión permanentes en amplios grupos sociales. A ello se añadió una insuficiente inversión pública en educación, salud, vivienda y promoción y asistencia social.
Para revertir de manera sostenida este largo y penoso deterioro social hay que acordar más políticas de Estado entre gobierno, oposición y sociedad civil, y evitar cometer los mismos errores macro del pasado. Lo primero no es fácil, como se vio este año al no poder acordarse las excelentes propuestas del Foro de Habitantes a Ciudadanos liderado por la Comisión de Justicia y Paz ("La pobreza, un problema de todos"). No se parte desde cero, ya que en lo que va de esta década ha habido avances que, de persistir, tendrán efectos positivos duraderos en nuestro desarrollo humano. Los más importantes han sido el rápido crecimiento de la economía y del empleo, el cumplimiento de la ley de financiamiento educativo que llevará a invertir este año 6% del PIB en educación, ciencia y tecnología, el programa de seguro de capacitación y empleo, y, de modo especial, la asignación por hijo. Sin embargo, los resultados positivos de estas políticas enfrentan hoy obstáculos importantes para sostenerse. El más corrosivo es la inflación y por eso preocupan afirmaciones recientes del ministro de Economía y otros funcionarios al decir que ella "no es un tema" en grandes porciones de la sociedad, aunque sí lo es para la clase media alta. Todos sabemos que es exactamente al revés. La inflación ha hecho perder parte de los logros alcanzados previamente en la reducción de la pobreza y también está carcomiendo un instrumento vital como la asignación por hijo. También se siguen acumulando peligrosas distorsiones de precios relativos, que no son amenazas inminentes pero sí de mucho cuidado.
Por eso, lo más importante que puede hacerse ya por los pobres es un programa de estabilización que, bien realizado, no reducirá sino que fortalecerá el crecimiento. A ello deberían agregarse otras claves de la agenda, como la universalización plena de la asignación por hijo; programas mucho más vastos de educación, capacitación e inserción laboral dirigidos a los jóvenes que no trabajan ni estudian -un "plan Marshall" como lo llamó el citado foro- y una nueva ley de metas y financiamiento educativo, un debate pendiente que, ya en las puertas de 2011, año en que vence parte de la ley vigente, es realmente inexplicable.

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domingo, 14 de noviembre de 2010

Impacto en la Argentina del (des) acuerdo del G20. Por José Luis Machinea

La convocatoria del G20 en los albores de la crisis internacional que se precipitó en septiembre de 2008 fue un reconocimiento de la relevancia de algunos países emergentes en el escenario internacional y, por ende, una instancia superadora de las cumbres del G7 y del G8. En un mundo enfrentado a la mayor crisis desde la década de 1930, las primeras reuniones del G20, en Washington en noviembre de ese año y en Londres en abril de 2009, mostraron más coincidencias que disidencias.

Algunos de los mensajes de esas cumbres estaban orientados a la búsqueda de coordinación en escala global, a la necesidad de mejorar la regulación del sistema financiero, a aportar más recursos al Fondo Monetario Internacional y pedirle más flexibilidad para apoyar a los países en desarrollo. Con sus más y sus menos, varios de esos anuncios tuvieron su correlato en acciones concretas en los meses posteriores. Sin embargo, a medida que comenzaba la recuperación, se hacía cada vez más evidente que el balance positivo de las primeras cumbres había sido el resultado del “espanto ante la crisis” más que una decisión de largo aliento vinculada con la gobernabilidad de la globalización. Pittsburgh y Toronto, sedes de las cumbres posteriores, al mostrar más desacuerdos que acuerdos, fueron una manifestación de esa realidad. A pesar de ello, la Cumbre de Seúl generó expectativas porque tenía lugar después de un intercambio poco amistoso entre algunos de los países participantes en relación con lo que se dio en llamar “la guerra de las monedas”, cuya última manifestación habría sido la decisión de la Reserva Federal de los Estados Unidos de emitir US$ 600 mil millones en los próximos meses. En un mundo donde la suma del superávit en cuenta corriente de China, Alemania y Japón es similar al déficit en cuenta corriente de los Estados Unidos, el anuncio de la Reserva Federal puede ser visto como una respuesta a la escasa predisposición de esos países, en especial China y Alemania, a expandir su demanda interna y a apreciar sus monedas. El intento de obligar a una apreciación en las monedas de los países con superávit mediante la ampliación de la oferta de dólares tiene efectos colaterales en el ámbito global, ya que el impacto se extiende al conjunto de países. En otras palabras, la falta de un acuerdo –para facilitar la reducción de los desequilibrios globales y la recuperación de los Estados Unidos– tendrá como resultado que América latina y el conjunto de países en desarrollo tendrán que soportar una mayor oferta de dólares y, por lo tanto, una acentuación de la tendencia a la apreciación de sus monedas. Por el lado positivo, para los exportadores de commodities, las escasas opciones de inversión generarán una mayor demanda especulativa sobre estos bienes. Lo negativo de la Cumbre de Seúl es que, más allá de las buenas intenciones en distintos aspectos vinculados con el desarrollo, nada cambió, de manera que las tendencias que se avizoraban hace algunos meses continúan vigentes. A una mayor presión sobre los tipos de cambio y a un deterioro de la cuenta corriente de los países en desarrollo, se podría agregar que, mientras no se consolide la recuperación global y persistan las altas tasas de desempleo en el mundo desarrollado, habrá más riesgos de que se recurra a medidas proteccionistas y en contra de la inmigración, posiblemente con características xenófobas. Es decir, mayores riesgos de un regreso a lo sucedido en la década de 1930, con mayores impactos en los países más abiertos al comercio, un espacio donde predominan los países en desarrollo. A pesar de ello, debe enfatizarse que, hasta ahora, esas son sólo amenazas, ya que las medidas proteccionistas asociadas con la última crisis han sido relativamente leves.
Ciclo y herramientas. Tal como está sucediendo en América latina, en la Argentina se acentuarán, entonces, las tendencias hacia la apreciación del peso y la excesiva expansión de la demanda interna, lo que tiende a acentuar el ciclo económico e impacta negativamente sobre la cuenta corriente. Ello es preocupante y debiera dar lugar a medidas dirigidas a mitigar los efectos de esta tendencia. Justamente, los países de la región están tratando de combatir esos efectos negativos apelando a una combinación de instrumentos; entre ellos, con distintas dosis entre países: la compra de dólares por los bancos centrales, con su correspondiente esterilización; políticas fiscales contracíclicas, que en la coyuntura implica menor expansión del gasto público; regulaciones financieras que castigan el endeudamiento externo, colocación de excedentes fiscales en el exterior e imposición de restricciones a la entrada de capitales. Hay, sin embargo, otra manera de entender el contexto internacional que parece cobrar relevancia en ámbitos cercanos al gobierno argentino. Esta visión enfatiza que “hay viento de cola”, lo que permitiría durante los próximos meses sostener el crecimiento de la demanda acentuando el ciclo expansivo, disfrutar de la demanda especulativa con elevados precios de las commodities y mantener “planchado el dólar” y, con ello, moderar la aceleración inflacionaria producida por los otros factores. En lugar de políticas fiscales contracíclicas, “el viento de cola” se agregaría a una política fiscal fuertemente expansiva. En ese contexto, qué mejor que subestimar los recursos fiscales en el presupuesto, de manera que esa expansión del gasto público sea totalmente determinada por el Gobierno sin intervención del Congreso, y por ello funcional al disciplinamiento del peronismo y de los gobernadores. A diferencia del resto del mundo, la falta de acuerdos en Seúl aparece como una buena noticia para los que, más allá de los efectos de mediano plazo, tienen como principal objetivo la reelección.
Cambio de vientos. Un último comentario. No avisado de estas intenciones y temeroso del aumento de la inflación, el gobierno de China parece orientado a aumentar la tasa de interés y reducir la expansión del crédito, lo que podría significar algunos problemas para la fiesta que algunos imaginan.
* Ex ministro de Economía de la Nación, director de la Escuela de Gobiernode la Universidad Torcuato Di Tella.
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viernes, 12 de noviembre de 2010

Cumbre del G-20 en Seúl. Declaración Final.

Los jefes de Estado y de Gobierno del G20 concluyeron hoy en Seúl su quinta cumbre desde que se inició la crisis en 2008, con la siguiente declaración:
1. Nosotros, los Líderes del G20, estamos unidos en nuestra convicción de que trabajando juntos podemos asegurar un futuro más próspero para los ciudadanos de todos los países
2. Cuando nos encontramos por primera vez en noviembre de 2008 para hacer frente a la recesión mundial más severa a la que se ha enfrentado nuestra generación, nos comprometimos a apoyar y estabilizar la economía mundial y,al mismo tiempo, a establecer las bases de reforma para asegurar que el mundo no volviese nunca a sufrir otro episodio igual otra vez.

3. Durante las últimas cuatro Cumbres, hemos trabajado, cooperando sin precedentes, para romper la dramática caída de la actividad de la economía global y establecer las bases de la recuperación y un renovado crecimiento.
4. Los pasos concretos que hemos dado permitirán asegurar que estamos mejor preparados para prevenir y, si es necesario, superar futuras crisis. Nos comprometemos a continuar nuestros esfuerzos de cooperación y a actuar juntos para generar crecimiento fuerte, equilibrado y sostenible.
5. Reconocemos la importancia de hacer frente a las preocupaciones de los más vulnerables. Con este fin, estamos comprometidos a poner el empleo en el centro de la recuperación, proveer protección social y un trabajo digno, y asegurar un crecimiento acelerado en los países de baja renta.
6.- Nuestros esfuerzos compartidos y sin descanso realizados en los dos últimos años nos han dado resultados sólidos. Sin embargo, debemos estar vigilantes.
7.- Sigue habiendo riesgos. Algunos de nuestros países están experimentado fuertes crecimientos, mientras que otros afrontan altos niveles de desempleo y débiles recuperaciones. El crecimiento desigual y los amplios desequilibrios están creando tentaciones de abandonar las soluciones globales y adoptar medidas des coordinadas.

8.- Desde 2008, una visión común de los desafíos de la economía del mundo, la necesidad de responder y nuestra determinación a no caer en el proteccionismo nos ha permitido tanto atacar la raíz de los problemas como proteger la recuperación. Hoy hemos alcanzado el acuerdo de seguir afrontando nuestros desafíos y de proseguir por el camino del crecimiento fuerte, sostenible y equilibrado.

9 Hoy, la Cumbre de Seúl hace entrega de:
A.- El Plan de Acción de Seúl, compuesto por medidas de política económica comprensivas, cooperativas y específicas por país que nos acercan a nuestro objetivo común. El Plan incluye el compromiso de:
- Acometer políticas macroeconómicas, incluyendo de consolidación fiscal, donde sea preciso, para asegurar una recuperación sostenida y sostenible e incrementar la estabilidad de los mercados financieros, en particular avanzando hacia tipos de cambios más determinados por el mercado, incrementando su flexibilidad para reflejar los fundamentos económicos subyacentes y absteniéndonos de adoptar devaluaciones competitivas. Las economías avanzadas, incluyendo aquellas con divisas que ejercen papel de reserva, estarán atentas frente a la volatilidad excesiva y movimientos bruscos de los tipos de cambio. Estas acciones ayudarán a mitigar el riesgo de una excesiva volatilidad de los flujos de capital en algunas economías emergentes.

- Implementar un conjunto de reformas estructurales que impulsen y sostengan la demanda global, favorezcan la creación de empleo e incrementen el potencial de crecimiento;

- Desarrollar el conjunto de actuaciones que reduzcan los desequilibrios externos excesivos y mantengan los desequilibrios por cuenta corriente en niveles sostenibles. Llamamos a nuestros Ministros de Finanzas y Gobernadores Centrales (para su primera reunión en 2011) a desarrollar guías indicativas para alcanzar este fin, tal y como hemos redactado en nuestro Documento de la Cumbre de Seúl.
B.- Un FMI modernizado que refleje en mejor medida los cambios que han tenido lugar en la economía mundial a través de una mayor representación de las economías emergentes dinámicas y los países en desarrollo. Estas reformas comprensivas de cuotas y de buen gobierno, como han sido detalladas en el Documento de la Cumbre, fortalecerán la legitimidad, credibilidad y efectividad del FMI, haciéndola una institución más fuerte para promover la estabilidad financiera y el crecimiento global.
C.- Instrumentos para fortalecer las redes globales de seguridad financiera, que permitan a los países hacer frente a la volatilidad financiera, al proveerles con herramientas prácticas para superar movimientos bruscos en los flujos de capital internacional.
D.- Elementos que forman el núcleo del nuevo marco de regulación financiera, incluyendo el capital bancario, estándares de liquidez, así como medidas para regular mejor y resolver efectivamente instituciones financieras de naturaleza sistémica, complementadas con una supervisión más efectiva. Este nuevo marco, complementado por otros logros, como desarrollamos en el Documento de la Cumbre de Seúl, asegurarán un sistema financiero más robusto, al domar los excesos pasados en el sector financiero y atender en mejor medida a las necesidades de nuestras economías.
E.- El Consenso de Desarrollo de Seúl para un Crecimiento Compartido,que establece nuestro compromiso a trabajar asociados con otros países en desarrollo y los países de baja renta en particular, al ayudarles a construir la capacidad de alcanzar y maximizar su potencial decrecimiento, contribuyendo así a un reequilibrio mundial. El Consenso de Seúl complementa nuestro compromiso de alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODMs) y se centra en medidas concretas resumidas en nuestro Plan de Acción Plurianual de Desarrollo para hacer una diferencia tangible y significativa en la vida de las personas,incluyendo en particular el desarrollo de infraestructuras en los países en desarrollo.
El Plan de Inclusión Financiera, la Asociación Global para la Inclusión Financiera y un Marco Financiero flexible para PYMES, todos los cuales pueden contribuir significativamente a mejorar el acceso a los servicios financieros y expandir las oportunidades de los hogares pobres y las PYMES.
Nuestro fuerte compromiso para dirigir a nuestros negociadores a entablar negociaciones a lo largo y ancho que permitan alcanzar una exitosa, ambiciosa, comprensiva y equilibrada conclusión de la Ronda de Desarrollo de Doha y construir sobre los progresos ya alcanzados. Reconocemos que 2011 es una ventana de oportunidad crítica, aunque estrecha, y que nuestros negociadores deben de intensificar y expandir sus intercambios. Necesitamos alcanzar el punto final. Una vez alcancemos ese resultado, nos comprometemos a buscar su ratificación, donde sea necesario, en nuestros respectivos sistemas. También estamos comprometidos a resistir toda medida proteccionista.
10.- Continuaremos monitorizando y evaluando la implementación de los compromisos que asumimos hoy y en el pasado de una manera transparente y objetiva. Estamos sujetos al rendimiento de cuentas. Haremos entrega de lo que prometemos.
11.Construyendo sobre nuestros logros hasta el momento, hemos acordado desarrollar los marcos macro-prudenciales; reflejar mejor la perspectiva de las economías emergentes en la reforma de la regulación financiera; fortalecer la regulación y supervisión del sistema bancario en la sombra y la regulación y supervisión de los mercados de derivados financieros de materias primas; mejorar la eficiencia y la integridad en los mercados; fortalecer la protección de los consumidores; finalizar todas las reformas de gobernanza del FMI y el Banco Mundial todavía restantes; y construir un sistema monetario internacional más estable y menos vulnerable, incluido a través del fortalecimiento de las redes globales de seguridad financiera. También expandimos nuestro Proceso de Evaluación Mutua. basado en las guías indicativas que deben de ser acordadas.
12.Para promover el fortalecimiento, la creación de empleo y mitigar los riesgos del desarrollo, bajo el Consenso de Seúl daremos prioridad a acciones que hagan frente a cuellos de botella críticos, incluidos los déficit de infraestructura, volatilidad de los mercados de alimentos, e inclusión financiera.
13.Para proveer un liderazgo más amplio que mire hacia el futuro de una economía post-crisis, también continuaremos trabajando para prevenir y hacer frente a la corrupción, a través de nuestro Plan de Acción Anticorrupción; racionalizar y retirar en el medio plazo los subsidios a los combustibles fósiles; mitigar la volatilidad excesiva de los precios de los combustibles fósiles y salvaguardar el medio marino; y combatir los retos del cambio climático.
14. Reafirmamos nuestro compromiso sin ambages para luchar contra el cambio climático, como queda patente en el Documento de la Cumbre de Líderes de Seúl. Apreciamos el resumen del Presidente Felipe Calderon sobre el estatus de las negociaciones de la Convencion de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
15. Damos la bienvenida a la Cuarta Cumbre de la ONU sobre Países de Baja Renta en Turquía y el Cuarto Foro de Alto Nivel sobre la Efectividad de la Ayuda en Corea, ambos en 2011.
16. Reconociendo la importancia de un crecimiento económico y del empleo liderado por el sector privado, damos la bienvenida a la Cumbre Empresarial de Seúl 2010 y esperamos con anhelo continuar la Cumbre Empresarial del G20 en futuras Cumbres.
17. Las acciones que adoptamos hoy permitirán fortalecer la economía global, acelerar la creación de empleo, asegurar unos mercados financieros más estables, reducir la brecha de desarrollo y promover un crecimiento compartido más allá de la crisis.
18. Esperamos con anhelo nuestra siguiente reunión en Francia en 2011 y la reunión posterior en México.
19. Damos las gracias a Corea por su Presidencia del G20 y por acoger una Cumbre de Seúl exitosa.
20. El Documento de la Cumbre de Seúl que hemos acordado sigue...(anexo). EFE


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jueves, 11 de noviembre de 2010

Las falencias del "modelo". Por Alieto Guadagni

Pocos presidentes han ejercido el poder con el vigor y la intensidad de Néstor Kirchner, no sólo en las áreas de la política exterior, sino también en todos los aspectos de la política interna, particularmente la política económica. Por esto, no ha sorprendido que dentro de los núcleos del peronismo vinculados al gobierno nacional (gobiernos provinciales y municipales) comience a debatirse la necesidad de "profundizar" el denominado "modelo de acumulación y distribución del ingreso". Más allá de enunciados retóricos, partamos de la afirmación de Perón, quien siempre insistía en que "la única verdad es la realidad". Nos concentraremos entonces en las cosas tal cual vienen ocurriendo.

La base de la acumulación de capital productivo se genera en el proceso ahorro-inversión, y lo que se observa es que este proceso está siendo orientado hacia la fuga del ahorro hacia el exterior. Un régimen que expulsa ahorro al exterior desacumula capital productivo. Es decir, "los otros viven ahora con lo nuestro". Destaquemos que las inversiones directas externas productivas son hoy en Brasil diez veces superiores a las nuestras. En la década anterior, la diferencia a favor de Brasil era mínima. Hoy la confianza sobre el futuro es distinta: en los últimos cuatro años ingresaron en Brasil 60.000 millones de dólares y se fueron del nuestro, vía fuga de ahorros privados, más de 40.000 millones. Las inversiones productivas en Brasil tienen asegurado financiamiento a largo plazo y bajo interés, cosa que no ocurre entre nosotros. Influye el hecho de que Brasil tiene un riesgo país menor a la tercera parte del nuestro, a pesar de que su endeudamiento público es mayor.
La explicación a esta paradoja se encuentra en el primitivismo de persistir, por ejemplo, en presentar cifras estadísticas oficiales que no reflejan la realidad. También influye negativamente que nuestra inflación sea cinco veces superior a la de Brasil. Tenemos la segunda inflación en el mundo, superada únicamente por Venezuela. Con una inflación creciente no será fácil sustentar un proceso de inversiones sostenidas.
El sector productivo debe estar asentado sobre un sector energético sólido, y lamentablemente se nos evaporan mes tras mes las reservas de petróleo y gas por falta de inversiones. El capitalismo competitivo le ha permitido a Brasil expandir en esta década sus reservas de gas, mientras que las nuestras cayeron 55%; además, ellos incrementaron sus reservas de petróleo y las nuestras cayeron 20%. Por eso Brasil cada vez produce más gas y petróleo, mientras que nuestra producción cae y cada vez se explora menos. La razón es la reforma constitucional de 1995 de Fernando Henrique Cardoso, que abolió el tradicional monopolio de Petrobras, la convirtió en una empresa abierta a la inversión de accionistas privados y al mismo tiempo convocó, a través de licitaciones competitivas e internacionales, a las empresas líderes en el mundo para explorar más de 130 millones de hectáreas marítimas. En cambio, nuestro capitalismo de amigos tiene como exponente la irregular adjudicación de más de siete millones de hectáreas potencialmente petroleras en Santa Cruz a dos conocidos empresarios vinculados al poder.
Algo similar está ocurriendo con el stock ganadero, que ha disminuido en varios millones de cabezas y ya viene comprometiendo el abastecimiento interno, además de impulsar una inflación de costos vía aumento de precios de la carne por escasez en la oferta interna. La versión vigente del "modelo" no entiende la revolución de los alimentos del siglo XXI, impulsada por el 80% de la población mundial, que sigue demandando proteínas animales y lo seguirá haciendo por las próximas décadas; además, es incapaz de diseñar una política que promueva la transformación de proteínas vegetales en proteínas animales, fortaleciendo la cadena agroindustrial. De esta manera nos condenan a exportar pocas materias primas agrícolas, profundizando la primarización sojera. El desarrollo de una vasta red de unidades industriales en las zonas productoras del interior dedicadas a incorporar valor agregado a estas materias primas sería la mejor receta para tener un país federal y regionalmente equilibrado gracias a estas nuevas actividades.
Se insiste en gravar con retenciones a todas las exportaciones, incluso de manufacturas industriales (caso único en América latina). Esto contribuye a que apenas ocupemos el 11° lugar en América latina en crecimiento de las exportaciones. En esta década, nuestras exportaciones más que se duplicaron y eso es una buena noticia, pero el caso es que las brasileñas más que se triplicaron. La principal explicación de este distinto comportamiento se encuentra en el hecho de que a nadie en Brasil se le ocurriría desalentar y ponerle obstáculos a la difícil tarea de ganar nuevos mercados con impuestos antiproductivos propios del Imperio Romano (diezmos antes, hoy retenciones). Nuestros impuestos al comercio exterior son siete veces mayores a los brasileños.
El "modelo" vigente invierte mal los recursos públicos dedicados a la inversión. Utiliza mecanismos oscuros para ejecutar las obras públicas, mecanismos que son compatibles con un aumento injustificado en los sobrecostos. No puede "acumular" un modelo que desalienta la inversión de riesgo y sólo ampara las que encuadran en el denominado "capitalismo de amigos". La ausencia de inversiones debilitará en el futuro nuestro crecimiento porque aparecerán estrangulamientos de capacidad en sectores estratégicos. En el mundo moderno, las inversiones productivas a largo plazo requieren normas que pueden ser estrictas y rigurosas, pero deben ser transparentes y estables. Un "modelo" que utiliza indicadores falseados por el Indec como termómetro básico de todas las actividades económicas no puede promover la acumulación de capital productivo.
Finalmente, el modelo no "acumula" con sentido federal porque no asegura una adecuada coparticipación de impuestos, ya que transfiere automáticamente a las provincias por debajo del mínimo legal del 34%. Es el valor más bajo de los últimos 50 años, incluso menor a la época de la última dictadura militar. Recordemos que la ley negociada por Alfonsín-Cafiero en 1988 establecía una coparticipación automática a favor de las provincias del 56,6%.
Sin federalismo fiscal no hay federalismo político y los gobernadores son meros delegados del Ejecutivo Nacional. El modelo vigente no puede ser muy inclusivo porque ignora la pobreza que afecta hoy a uno de cada cuatro argentinos.
Pero como se manipulan las estadísticas, el "modelo" cree que ha reducido la pobreza, sin advertir que la inflación de los últimos años ha creado más de tres millones de nuevos pobres. Si el Gobierno cree en sus propias cifras no podrá tener nunca una política social inclusiva en serio. El modelo vigente no es realmente inclusivo porque ha concentrado enormes subsidios, principalmente en el sector energético, en los sectores medios altos de la sociedad, en lugar de implementar una verdadera tarifa social que asegure el consumo de los más pobres.
Hoy más de la mitad de los pobres son niños y más de la mitad de los niños son pobres. Pero el "modelo" no tiene hasta ahora propuestas efectivas para mejorar no sólo la cobertura, sino también la calidad de la escuela pública, que es la única chance que tienen los núcleos humildes de quebrar la "reproducción intergeneracional de la pobreza".
Por todo esto es urgente fortalecer un verdadero modelo de acumulación y distribución. Este es el desafío que enfrenta hoy el peronismo.
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domingo, 7 de noviembre de 2010

El galimatías del foco de atención. Por Paul Krugman

(Publicado en El País -Madrid- el domingo 7 de noviembre de 2010)
Los demócratas, declaraba el miércoles Evan Bayh en un artículo de opinión en The New York Times, "se excedieron al centrarse en la atención sanitaria en vez de en la creación de empleo durante una recesión grave". Muchos otros han estado diciendo lo mismo: la idea de que el Gobierno de Obama se equivocó al no centrarse en la economía se está consolidando en la opinión pública.
La política económica de Obama ha acabado siendo un desastre político precisamente porque trató de jugar sobre seguro
Pero no tengo ni idea de qué quiere decir la gente, si es que quiere decir algo, cuando dice eso. Centrar toda la atención sobre el foco de atención es, a mi modo de ver, un acto de cobardía intelectual, ya que es una manera de criticar la trayectoria del presidente Obama sin explicar qué habrían hecho ellos de forma diferente.


Después de todo, ¿la gente que dice que Obama se tendría que haber centrado en la economía está diciendo en realidad que debería haber aplicado un paquete de estímulos mayor? ¿Está diciendo que debería haber seguido una línea más dura con los bancos? Si no es eso, ¿qué están diciendo? ¿Que debería haberse paseado frunciendo el ceño y murmurando: "Estoy centrado, estoy centrado"?
El problema de Obama no ha sido la falta de atención, sino la falta de osadía. Al inicio de su mandato optó por un plan económico que era demasiado débil. Agravó ese pecado original al pretender que todo estaba encarrilado y al adoptar la retórica de sus enemigos.
Las consecuencias de las crisis financieras importantes casi siempre son terribles: las crisis graves vienen seguidas normalmente de numerosos años de desempleo muy elevado. Y cuando Obama ocupó su cargo, EE UU acababa de sufrir su peor crisis financiera desde la década de 1930. Lo que el país necesitaba, teniendo en cuenta el gris panorama, era un plan de reactivación realmente ambicioso.
¿Podría Obama haber ofrecido realmente dicho plan? Puede que no hubiera conseguido un gran plan por medio del Congreso, o por lo menos no sin usar unas tácticas políticas extraordinarias. Sin embargo, se podría haber decantado por ser atrevido y hacer que el Plan A fuese la aprobación de un plan económico verdaderamente adecuado y que el Plan B consistiera en culpar a los republicanos de los problemas económicos si lograban bloquear dicho plan.
Pero eligió un rumbo aparentemente más seguro: un paquete de estímulos de tamaño medio que era claramente insuficiente para el cometido. Y eso no es hablar a toro pasado. A principios de 2009, muchos economistas, entre ellos un servidor, advertían más o menos frenéticamente de que las propuestas del Gobierno distaban mucho de ser lo suficientemente atrevidas.
Lo peor es que no había Plan B. A finales de 2009 ya era obvio que los agoreros tenían razón, que el programa era demasiado pequeño. Obama podría haberse dirigido al país y declarar: "Mi predecesor dejó la economía en un estado incluso peor del que nos imaginábamos y necesitamos más medidas". Pero no lo hizo. En vez de eso, él y sus funcionarios siguieron afirmando que su plan original era el correcto, y eso dañó su credibilidad todavía más, ya que la economía seguía sin cumplir las expectativas.
Mientras tanto, las políticas y la retórica del Gobierno condescendientes con los bancos -dictadas por el miedo a dañar la confianza financiera- acabaron por desatar el enfado populista, en beneficio de unos republicanos todavía más condescendientes con los bancos. Obama acrecentó sus problemas al ceder de hecho en la discusión sobre el papel del Gobierno en una economía en crisis.
Percibí una sensación de desesperación en el primer discurso de Obama sobre el Estado de la Unión, en el que declaró que "las familias de todo el país se están apretando los cinturones y están tomando decisiones duras. El Gobierno federal debería hacer lo mismo". Eso no solo era mala ciencia económica -en estos momentos, el Gobierno debe gastar porque el sector privado no puede o no quiere hacerlo-, sino que era una repetición literal de lo que John Boehner, el futuro portavoz del Congreso, dijo cuando atacó los estímulos originales. Si el presidente no dice lo que piensa sobre su propia filosofía económica, ¿quién lo hará?
Por tanto, en esta historia, ¿dónde encaja el foco de atención? ¿En la falta de coraje? Sí. ¿En la falta de valentía en sus propias convicciones? Sin duda. ¿En la falta de atención? No.
¿Y por qué el hecho de no abordar la asistencia sanitaria habría arrojado un resultado mejor? La gente del foco nunca lo explica.
Por supuesto, del argumento que mantiene que la reforma sanitaria fue un error se extrae lo siguiente: principalmente, que los demócratas deberían dejar de comportarse como demócratas y convertirse en republicanos light. Analicen lo que está diciendo la gente como Bayh, y ello se reduce a exigir que Obama se pase los dos años próximos muerto de vergüenza y admitiendo que los conservadores tenían razón.
Existe una alternativa: Obama puede adoptar una postura. Para empezar, sigue teniendo la capacidad de elaborar una ayuda importante para los propietarios de viviendas, un ámbito en el que su Gobierno ha perdido una oportunidad durante sus dos primeros años. Más allá de esto, el Plan B sigue disponible. Puede proponer unas medidas reales para crear empleo y ayudar a los desempleados, y poner a los republicanos en un aprieto por interponerse en el camino de la ayuda que necesitan los estadounidenses.
¿Podría ser políticamente arriesgado adoptar esa postura? Sí, por supuesto. Pero la política económica de Obama ha acabado siendo un desastre político precisamente porque trató de jugar sobre seguro. Es hora de que pruebe algo distinto.

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En la guerra de monedas, todos pierden. Por Joseph Stiglitz


Es fácil ver por qué las autoridades económicas esperan que tipos de cambio favorables reencarrilen a la economía estadounidense. Dado el creciente temor de una situación a la japonesa, las otras opciones son imposibles o probablemente ineficaces. El contexto político y la deuda en constante aumento han frustrado un segundo plan de estímulo, y la política monetaria no ha reactivado la inversión.
Pero debilitar el dólar para impulsar las exportaciones es una estrategia riesgosa: podría ocasionar inestabilidad del tipo de cambio y proteccionismo; peor aún, abre las puertas a una respuesta de la competencia. En este escenario fragilizado de la economía mundial, una guerra de monedas hará que todos pierdan.


Por suerte, existe una alternativa. La cooperación mundial basada en políticas de reforma estructural que fomenten el crecimiento, el estímulo económico y los cambios institucionales de largo plazo en el sistema monetario internacional sería mucho más eficaz.
Conocemos los peligros de la devaluación porque ya los atravesamos. En los años 30, las políticas de "empobrece a tu vecino" prolongaron la Gran Depresión. En tiempos más normales, EE.UU. podría hacer que otras monedas se apreciaran frente al dólar –y contribuir así al abaratamiento de las exportaciones estadounidenses– manteniendo tasas de interés bajas e inundando al mercado de liquidez. Pero otros países, especialmente China, indicaron que no van a ser de la partida.
Estados Unidos debe evaluar otro camino. La historia debería ser instructiva. Hace cuarenta años, la acción unilateral de EE.UU. provocó el colapso del sistema de Bretton Woods y el vuelco hacia el régimen de tipos de cambio flotantes. Desde entonces, la economía mundial estuvo signada por crisis sin precedentes .
Hoy el mundo está por pasar a otro régimen de tipos de cambio manejados y fragmentación de los mercados de capitales. Esto no es el resultado de largas deliberaciones sobre cuál es el mejor sistema para todos. Por el contrario, esto obedece a que algunos países adoptaron medidas que creen que los benefician, sin importarles los demás, que actúan para protegerse.
La política monetaria de EE.UU. fue en gran medida responsable de la década perdida de América Latina, cuando el aumento récord de las tasas de interés provocó la crisis de la deuda de los 80. También fue en gran medida responsable de la burbuja cuya explosión llevó a la recesión mundial.
Hoy Estados Unidos nuevamente está actuando de un modo que pone en riesgo la estabilidad mundial. La ironía es que EE.UU.
obtiene poco provecho de la inundación de liquidez. Las tasas de interés bajas no generaron inversión en fábricas y equipos durante la recesión de 2001, y tampoco es probable que lo hagan ahora.
En cambio, esas políticas están teniendo consecuencias en otros países; el dinero barato busca por el mundo las mejores perspectivas y las encuentra en los mercados emergentes. Conocemos el descontrol que puede producirse cuando este dinero entra y sale. Los cambios marcados y bruscos del tipo de cambio pueden tener efectos devastadores, especialmente en los países en desarrollo, al mandar empresas a la quiebra. Los países en desarrollo hoy son el motor del crecimiento global, y esos cambios podrían destruir toda esperanza de una recuperación rápida .
Si bien los costos que paga el mundo por las devaluaciones competitivas son claros, los beneficios son ilusorios. China tiene razón cuando advierte que ajustar su tipo de cambio de poco servirá para corregir el déficit comercial multilateral de EE.UU. ya que éste simplemente importará ropa y confecciones de otros países en desarrollo.A decir verdad, en el corto plazo su déficit comercial podría profundizarse, aún si otros países también ajustasen sus tipos de cambio, porque EE.UU. tendría que pagar más (en dólares) por lo que importa.
Hoy, cada país persigue sus propios intereses. EE.UU. se preocupa por el desempleo. China teme que una fuerte apreciación de su moneda cause un desorden económico en el país, a menos que se recupere el crecimiento internacional. Si seguimos en este camino, las economías emergentes amenazadas por una avalancha de capital se protegerán con impuestos, controles de capital, regulaciones e intervenciones directas, como lo vienen haciendo cada vez más.
Como aumenta la cantidad de países que intervienen para mitigar las consecuencias de una expansión monetaria desenfrenada –en EE.UU. y tal vez en otras economías muy industrializadas–, aquellos que quieren conservar la fe en los tipos de cambio de mercado sentirán una presión mayor. Al final, la noción de tipos de cambio de mercado parecerá tan arcaica como Bretton Woods . Como resultado, habrá un mercado financiero internacional cada vez más fragmentado, con derrames casi inevitables hacia el proteccionismo .
La respuesta a este aparente estancamiento es simple: retomemos el crecimiento mundial y la apreciación de la moneda se dará naturalmente. Para reanudar el crecimiento, es necesario que todos los gobiernos que tienen la capacidad de ampliar la demanda agregada, lo hagan. EE.UU. tiene una responsabilidad especial, por ser el culpable de la crisis mundial y porque puede endeudarse a bajas tasas de interés, una ventaja en parte derivada de su condición de país con la moneda de reserva de facto. Este es el momento indicado para que EE.UU. haga las enormes inversiones productivas que necesita.
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miércoles, 3 de noviembre de 2010

Sin margen para "profundizar" el modelo. Por Enrique Szewach

La muerte de Néstor Kirchner desató especulaciones en torno a la futura gestión de su esposa, la Presidenta. Todos nos esforzamos por dilucidar qué porción de lo que fue hasta ahora el kirchnerismo correspondía exclusivamente a Néstor, qué parte era de Cristina y cuáles compartían por igual.
Algunos allegados a la Presidenta, quizás alentados por la conmovedora respuesta popular y confundiendo, a mi juicio, simpatía y solidaridad con apoyo incondicional, ya han adelantado que lo que se viene es una profundización del “modelo K”, que será, de aquí en más, el “modelo C”.

Me parece útil, por lo tanto, repasar muy resumidamente “el modelo”, al menos desde el punto de vista económico, y qué margen para “profundizarlo” queda.
La herencia 2011 del Kirchner ministro de Economía es un gasto público en niveles récord, una presión tributaria en el mismo nivel y un déficit fiscal agregado nacional, provincial y de la Anses que se financiará con el uso de reservas del Banco Central para pagos en dólares de la deuda y con emisión monetaria para los pagos en pesos. Y un tipo de cambio “administrado”, evolucionando por debajo de la tasa de inflación, para evitar presiones sobre los precios.
Profundizar y no cambiar en este esquema macro es emitir más pesos, usar más reservas, endeudarse en el exterior o, eventualmente, encontrar alguna otra fuente “extraordinaria” al estilo de los fondos de pensión en 2008. No parece aquí haber demasiado margen de maniobra.
Mayor emisión significaría mayor presión inflacionaria. Endeudarse, aunque haya mejores tasas, sería “cambio” y no profundización. No hay muchas “expropiaciones” adicionales que den caja y plantear mayor suba de impuestos (desacelerar el gasto no sería profundizar) choca con un Congreso que, por el contrario, insiste en el camino inverso. Acelerar la devaluación del peso frente al dólar, aisladamente de un programa integral, afectaría, como se comentó, los precios internos de exportables e importables en un ambiente que ya tiene una elevada tasa de inflación.
En el marco macroeconómico, entonces, no parece haber demasiado margen para seguir cavando.
En materia de provisión de servicios públicos, las empresas privatizadas se han convertido en empresas públicas de gestión privada, en donde la inversión y las decisiones más importantes se manejan y se financian desde el sector público, mientras que los precios que pagan los consumidores se mantienen aislados de los costos operativos mediante una maraña de subsidios pagados con impuestos y emisión monetaria.
¿Qué sería, en este contexto, profundizar? Expropiar empresas que ya han sido expropiadas en los hechos tendría poco sentido y no da caja. Reducir subsidios y subir precios no sería profundizar sino cambiar y a contramano del objetivo político de mantener baratos los servicios, pese al problema de largo plazo de seguir descapitalizando y desintegrando irracionalmente el sector, hipotecando el futuro energético argentino.
En materia de precios, política comercial, Indec, etc., tampoco se puede hacer demasiado. Reconocer la verdadera inflación no sería profundizar. Abandonar la intervención informal sobre precios sensibles, tampoco. Administrar más todavía el comercio exterior para evitar las consecuencias en el desajuste entre costos internos y la política cambiaria se puede hacer en el extremo, pero tiene límites impuestos por los acuerdos internacionales o por las represalias individuales de otros países (como ya se probó con China y Brasil, por ejemplo).
No parece, por lo tanto, existir mucho margen de maniobra, exclusivamente en el campo de la política económica, para “profundizar”. Tampoco lo hay, seamos justos, para cambiar.
Sin embargo, esto no significa que no lo quieran intentar, más allá de las consecuencias, o que, en el marco de la indisciplina fiscal y salarial que regirá de aquí en más, con vistas a las elecciones, veamos crecer los conflictos en torno a una caja que ya sólo se “estira” con inflación. Si el mundo ayuda, sin embargo, estos conflictos pueden, pese a todo, no salirse de madre, en la medida en que los actores de reparto que ha dejado la muerte de Néstor Kirchner adquieran el protagonismo responsable que se necesita. Veremos.
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