jueves, 14 de enero de 2010

La novela del Banco Central. Por Martín Lousteau


(Nota publicada en La Nación. Jueves 14 de enero de 2010)

En una entrevista reciente, el futbolista Guillermo Barros Schelotto sostuvo que la principal falla que ve en los jóvenes jugadores pasa por "la responsabilidad: juegan contra Boca y lo primero que piensan es tirar un caño; hay más preocupación por el lucimiento personal que por lo beneficioso para el equipo".

Gran parte de los problemas que padece nuestra sociedad reflejan una extensión de este comportamiento más allá de la esfera futbolística. El actual conflicto en torno al Banco Central de la República Argentina es, en ese sentido, paradigmático.
Todo se inicia cuando el Gobierno, consciente de su debilitamiento fiscal, decreta la transferencia de reservas del Banco Central a un pomposo Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad.
Así, mediante un muy cuestionable decreto de necesidad y urgencia -cuyas falencias técnicas generan, además, discusiones e inconvenientes de toda índole-, engrosa las arcas del Tesoro Nacional por un monto de 6500 millones de dólares, al tiempo que se asegura un mecanismo de financiamiento de mediano plazo, con márgenes que casi triplican ese monto.
A la actual situación financiera se ha llegado porque la administración kirchnerista nunca ha aceptado corregir el rumbo de sus acciones. Ni siquiera al comienzo de la administración de Cristina Fernández, cuando la oportunidad se presentaba como propicia.
En lugar de rever su concepción económica, el Gobierno persiste en la centralización e improvisación para la toma de decisiones y, ante el fracaso, busca en nuevos y más complejos paliativos los recursos para frenar su deterioro político, saltándose los procedimientos legales adecuados y obviando mínimas normas de cortesía política.
Pero tampoco ayuda, lamentablemente, que gran parte de la oposición transforme en héroe mediático a todo aquel que se oponga circunstancialmente a Néstor Kirchner.
El accionar de ambas partes es la única manera de entender cómo el Poder Ejecutivo termina ensañándose con un presidente del Banco Central que le fue absolutamente funcional durante cinco años y cómo éste, súbitamente, se rebela para hacer su propio juego político y termina contando con el respaldo unánime del resto del arco político.
Como si nadie hubiera percibido la subordinación previa en materia de política monetaria y cambiaria, la inacción ante las tasas crecientes de inflación, el silencio frente a los cambios anteriores llevados a cabo en la Carta Orgánica de la entidad y la inapropiada distribución de dividendos. Tan sólo durante 2009, el Banco Central transfirió al Tesoro 8800 millones de dólares, equivalentes al 12 por ciento del gasto primario.
La Argentina se está transformando, con mayor celeridad, en una sociedad viciosa: prefiere recompensas moderadas inmediatas, aun a cambio de elevados costos a futuro. Así, lo que debiera ser estratégico se vuelve táctico, y temas que resultan de trascendencia para definir el perfil de sociedad que habremos de ser en un futuro son discutidos con poco tiempo y liviandad en los medios, para ser luego tratados en un par de sesiones del Congreso.
Así ha ocurrido ya con la estatización de los fondos de pensión, la ley de medios, la reforma política y la asignación universal por hijo. La actual controversia constituye sólo un paso más: el tipo de autonomía que debe tener el Banco Central de la República Argentina, con lo que eso implica en términos de política antiinflacionaria en un país que ha sufrido y sufre ese flagelo, se está reduciendo a una telenovela desquiciada.
La salida de este embrollo deberá provenir de la política y no de su judicialización; los enredos procesales y los tiempos de la Justicia sólo aportarán ruido a un tema de gran sensibilidad y potenciales consecuencias financieras.
Pero la solución no es sencilla. En su excepcional Silla del águila , Carlos Fuentes narra cómo tienen lugar las conspiraciones para la sucesión presidencial en un futuro donde, a raíz de un conflicto con los Estados Unidos, México se queda sin plataforma de comunicaciones de ninguna especie.
Si la Argentina atravesara una situación similar, es decir, sin televisión ni Internet, no tendrían relevancia muchos de los actores políticos actuales, ya que abundan los líderes mediáticos, con escasa preparación y nula ideología, sin equipos y faltos de estructuras partidarias.
No son ellos quienes podrán sacarnos del laberinto. O, como diría Barros Schelotto, no son los novatos que tiran caños sino los que piensan cómo ganar el encuentro los que son necesarios.
El Parlamento y, más precisamente, el peronismo y el radicalismo, con sus años de práctica política pero en sus versiones y vertientes actuales, deberán articular una respuesta que saque al Gobierno del incómodo lugar en el que se ha puesto, al tiempo que le marque los límites que deberá aprender a respetar hacia adelante.

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