martes, 28 de septiembre de 2010

¿Cambió el modelo kirchnerista? Por Néstor Scibona

(Publicado en La Nación. Martes 28 de setiembre de 2010)
Cuando Néstor Kirchner llama a votar por el "modelo" o Cristina Kirchner pide profundizarlo, ya no aluden al mismo esquema macroeconómico que permitió lograr en los primeros años del kirchnerismo un fuerte crecimiento del producto bruto interno con inflación relativamente baja y una mejora significativa del empleo y los indicadores sociales. El "modelo" de hoy es muy diferente, aunque sus conductores y el discurso oficial sean los mismos.
Ahora está subordinado a un doble fin: que la economía crezca a marcha forzada (en lo posible, más del 8% este año) y sea la carta electoral ganadora en 2011. Por eso, el nuevo modelo abusa de "anabólicos" para la demanda interna, como la fuerte suba del gasto público discrecional, mayor emisión monetaria, indexación rezagada de salarios, tasas de interés negativas en pesos, dólar "planchado", crédito y tarifas subsidiadas. Pero también promueve la "amnesia" oficial para ocultar que todo ese desordenado arsenal desemboca en una inflación cada vez más alta (25% anual en 2010), que dificulta la pobreza, la mejora de la inversión y la creación de más puestos de trabajo.

Sin embargo, existe un importante reaseguro para evitar que "explote" o conduzca a sobresaltos. Se trata del alto stock de reservas (51.200 millones de dólares), apoyado en factores externos. El más relevante es el sostenido precio internacional de la soja, que, sin llegar al pico de 2008, favorece cosechas y exportaciones récord y asegura un fuerte ingreso de divisas y de recursos fiscales. Quizá por eso nadie en la Casa Rosada habla ya despectivamente del "yuyito". Si hubiera que atenerse a su gravitación en el actual esquema, deberían rebautizarlo como "Su Majestad, el señor Yuyo". A esto se suman la alta demanda brasileña de productos argentinos (autos y siderurgia) y tasas de interés cero en los países desarrollados, que por ahora desalientan la fuga de capitales y, junto con el dólar quieto, alientan un mayor consumo de electrodomésticos, autos y compras de propiedades.
En el período 2003-2006, el modelo kirchnerista "original" había sido heredado en buena medida del tándem Duhalde-Remes-Lavagna y se asentaba sobre tres pilares ortodoxos: superávit fiscal primario; superávit externo (los famosos "gemelos") y un tipo de cambio real alto. Así permitió generar confianza y aprovechar un nuevo cuadro internacional muy favorable, aumentar exportaciones y sustituir importaciones, elevar el PBI, crear empleos y acumular reservas. Esta etapa duró hasta el triunfo legislativo de fin de 2005, cuando Kirchner decide cancelar la deuda con el FMI, desprenderse de Lavagna y convertirse en virtual ministro de Economía. A partir de entonces pasó a abusar del uso discrecional de la "caja" fiscal para sumar aliados políticos y expandir el gasto y los subsidios al mismo ritmo de la recaudación. Esto condujo al desborde de 2007, cuando, para asegurar la elección de CFK, crea 2 millones de jubilaciones y sube el gasto público en un porcentaje récord (¡47% interanual!). El PBI crecía a "tasas chinas", pero ya comenzaba a preocupar la inflación (que había saltado del 3% anual en 2003 al 12% en 2006). En lugar de frenarla, Kirchner decide camuflarla con Guillermo Moreno en papel protagónico, la grotesca intervención del Indec y la manipulación de estadísticas -entre ellas, el CER-, con lo cual destruye el mercado de títulos públicos, además de la confianza en el modelo.
También surge otra marca registrada del matrimonio K: la financiación a cualquier costo político del imparable aumento del gasto. Sus hitos fueron los dos aumentos sucesivos de retenciones que desatan el conflicto con el campo en 2008 y la estatización de los ahorros de los futuros jubilados en las AFJP, que pasan a la Anses para usos no previsionales. En el ambiente empresarial, comienza a hablarse del "factor K" como sinónimo de desconfianza, la cual se traduce en una fenomenal fuga de capitales (50.000 millones de dólares) entre fines de 2007 y comienzos de 2010. Luego y a falta de superávit fiscal y crédito externo, el Tesoro pasa a financiarse con el BCRA, la Anses y el Banco Nación.
En la actualidad, las tres columnas que sostenían el modelo original se están resquebrajando. El superávit fiscal primario está apuntalado con recursos no genuinos, como el aporte de "utilidades contables" del BCRA y la Anses, pese al fuerte aumento de la recaudación tributaria (36% en lo que va de este año). Parte de este incremento responde, además, al creciente impuesto inflacionario que pagan todos los argentinos y no pueden eludir los más pobres. A su vez, el déficit financiero se cubrirá en 2011 -por segundo año consecutivo- con uso directo de reservas del BCRA a cambio de mayores presiones inflacionarias.
El superávit comercial, en cambio, se mantiene en pie (en torno de 14.000 millones de dólares en 2010), pero con tendencias preocupantes. Las importaciones crecen a un ritmo interanual (43%) que duplica al de las exportaciones (19%). Y en este último caso, casi el 90% del aumento se limita a sólo cuatro rubros: porotos de soja, maíz, automotores y minería, que en promedio duplicaron el valor exportado en 2009. El resto avanzó apenas el 2.4 por ciento.
El tipo de cambio alto, finalmente, va camino de dejar de serlo, ya que desde hace un año el Gobierno lo utiliza como freno para evitar que la inflación se desboque. Una prueba es que el dólar subió apenas el 3,1% en los últimos 12 meses.
Este es otro cambio importante dentro del nuevo "modelo". Antes, para potenciar el superávit comercial, no se dejó revaluar el peso pese a la caída del dólar frente a otras monedas, como lo hicieron otros países. Ahora, en cambio, hay una apreciación implícita debido a la mayor inflación que eleva los costos internos en dólares, lo cual resta competitividad a las ventas externas y obliga a restringir algunas importaciones con medidas proteccionistas o impredecibles presiones oficiales.
Una proyección realizada por el Estudio Broda estima que si el dólar se cotizara alrededor de 4 pesos a fin de 2010, el tipo de cambio real bilateral se ubicaría en un nivel de 1,17 (a valores de 2001, cuando estalló la convertibilidad), bastante lejos del alto promedio (1,93) del período 2003-2006. A su vez, si la inflación real subiera otro escalón en 2011 (al 26 o 28% anual) y el dólar cerrara el año en torno de los 4,30 pesos, la paridad real sería equivalente al 1 a 1 de entonces. Sin embargo, si se considera el tipo de cambio real multilateral (que compara el valor del peso contra las monedas de los países con los cuales comercia la Argentina), ese 1 a 1 ya no sería tan idéntico al de la convertibilidad. El tipo de cambio real multilateral (TCRM) podría ubicarse en 1,69 a fin de 2010 y 1,42 en diciembre de 2011 (también muy por debajo del promedio de 2,30 del período 2003/2006), debido a la apreciación del real brasileño y el euro frente al dólar, que torna más "barata" a la Argentina en estas monedas.
Estos números ayudan a explicar por qué abundan los turistas brasileños en la calle Florida (además de haber llenado los centros argentinos de esquí en el último invierno) y a la vez no les es fácil conseguir pasajes a los argentinos que vuelven a realizar tours de compras a Miami. A la inversa, es más conveniente exportar a Brasil que a los países del área dólar.
A pesar del deterioro cambiario y comercial, la soja asegura que no faltarán divisas, lo cual aleja el riesgo de una crisis en el sector externo. Por eso, nadie pronostica una devaluación, aunque con el correr de los meses puedan reavivarse las expectativas y la salida de capitales. Para disgusto de los exportadores, el problema quedó atrapado en un círculo vicioso: será difícil recuperar el tipo de cambio real si no se frena la inflación, y también subir el tipo de cambio nominal sin potenciarla.
A pesar de los discursos exitistas, el actual modelo K se diferencia ostensiblemente de otros países de la región (Brasil, Chile, Perú y Uruguay), que en el último año crecieron en forma similar, pero con una inflación de un dígito anual, y atraen inversiones y capitales. Y también de Venezuela, que ya no crece y tiene una inflación superior al 40% con su modelo intervencionista y populista. La incertidumbre electoral tampoco ayuda a adivinar si la Argentina tomará uno de estos dos rumbos después de 2011 o si una vía propia apuntará al pasado o al futuro.
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lunes, 13 de septiembre de 2010

Alemania necesita 500.000 inmigrantes por año. Por Laura Lucchini

(Publicado en La Nación, lunes 13 de setiembre de 2010)
BERLIN.- Alemania, el mayor exportador de Europa, necesita "con urgencia" 500.000 inmigrantes anuales para asegurar su economía y prevenir el inexorable envejecimiento de su población.
El Instituto Alemán de Estudios Económicos (DIW, por sus siglas en alemán) llegó a estas conclusiones en un momento de fuerte debate en el país acerca de las ventajas y desventajas de la inmigración, después de la publicación de un polémico texto que acusa a los inmigrantes musulmanes de ser un obstáculo para el crecimiento económico.

Klaus Zimmermann, presidente del DIW, no podría tener palabras más claras: "A partir de 2015 perderemos cada año 250.000 trabajadores. Entonces, faltarán ya en el mercado tres millones de empleados, sobre todo fuerza laboral calificada. A la vez, los trabajadores serán cada vez mayores y aumentará el número de los no calificados", dijo esta semana en declaraciones al diario Hamburger Abendblatt .
Añadió además que nada sería más dañino para el PBI que un retroceso de la población. Los sistemas sociales se verían afectados por cada vez menos trabajadores, lo que traería consigo graves problemas económicos.
"Esto significa que habrá que incrementar la edad laboral hasta los 70 años. Y ni siquiera esto será suficiente. Necesitamos urgentemente mano de obra, e inmigrante, del extranjero. Como mínimo 500.000 por año para asegurar nuestra economía", subrayó Zimmermann.
El análisis del Instituto Alemán de Economía, que asesora al gobierno, ofreció una nueva mirada sobre el tema de la inmigración en un momento de protagonismo absoluto de las tesis de Thilo Sarrazin, ahora ex directivo del Banco Federal Alemán, autor de un libro según muchos "provocador" y según otros, directamente "racista".
En Deutschland schafft sich ab ("Alemania se elimina a sí misma"), Sarrazin, que entre otras cosas es miembro del Partido Socialdemócrata (SPD), que representa la mayor fuerza de oposición al gobierno conservador de Angela Merkel, argumenta que "en todos los países europeos los inmigrantes musulmanes le cuestan a la sociedad más de lo que aportan debido a su escasa actividad laboral y a los beneficios sociales que reciben".
En el caso de Alemania en particular, los inmigrantes musulmanes (sobre todo de Turquía) procederían de zonas rurales y serían incultos, según el autor.
Sarrazin llegó a argumentar que la falta de cultura sería también falta de inteligencia y se transmitiría genéticamente de una generación a la otra, en particular porque estos inmigrantes "tampoco después de la tercera generación se casan con alemanes". Su conclusión, la parte más polémica, fue que "la inmigración musulmana bajaría el nivel de inteligencia del país, debido a que se reproduce más rápidamente" que la población local.
Fue en particular el pasaje de su discurso que servía de tesis de inteligencia "hereditaria" y "genética" la que despertó inquietantes fantasmas del pasado hitleriano. Las presiones sobre el Banco Federal crecieron hasta que, el jueves por la noche, Sarrazin se vio obligado a dimitir de su cargo.
Si por un lado su dimisión salvó la cara de las instituciones, no cerró sin embargo el debate de integración. El gobierno de Angela Merkel respondió la semana pasada a la polémica con la presentación de un plan para la integración. En él se destinan varios fondos a la formación de inmigrantes, con particular atención a la lengua, considerada condición fundamental para la integración.
Junto con el programa, el ministro del Interior, Thomas de Maizière, presentó algunos números y destacó que "tan sólo el 10% o el 15% de los inmigrantes dicen que no se quieren integrar". Los críticos argumentaron, sin embargo, que el 10% o el 15% significa cientos de miles de personas que viven en el país y se sirven de sus estructuras sociales. Pero según el ministro, el nivel "no es malo si se compara con el mismo dato en otros países".
El debate sobre la integración, un concepto -según los expertos- muy difícil de definir y medir, estará en el centro del debate político alemán de los próximos meses.
De hecho, son cada vez más las voces de la política y de la economía que miran hacia los modelos estadounidense, canadiense y australiano para la inmigración: "Necesitamos un sistema de puntos para una inmigración permanente como la que tienen Australia y Canadá, países en los que resulta determinante la formación", señaló Zimmermann. "Hasta ahora, no hemos dirigido la inmigración por las necesidades del mercado laboral. Pero la integración de los inmigrantes no se ha conseguido", concluyó el ex funcionario.
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domingo, 12 de septiembre de 2010

La superpotencia frugal. Por Thomas Friedman (The New York Times)

(Publicado en La Nación del domingo 12/09/2010)
NUEVA YORK.- En los últimos años, les he dicho con frecuencia a mis amigos europeos: ¿Así que no les gustaba un mundo con demasiado poder de Estados Unidos? Ahora vean si les gusta un mundo con demasiado poco poder estadounidense. Sí, Estados Unidos ha pasado de ser el vencedor supremo de la II Guerra Mundial, la nación indispensable después de ganar la Guerra Fría, a ser "la superpotencia frugal" de hoy. Acostúmbrense a eso, que es nuestro nuevo apodo. Los pacifistas ya no tienen que preocuparse más por "las guerras por elección". Hoy no podemos permitirnos invadir Grenada.

Desde el principio de la Gran Recesión de 2008, se ha hecho claro que la condición de líder de Estados Unidos empezó a cambiar. Durante casi toda la época de posguerra, ser líder significó, en general, darle cosas a la gente. Hoy, y durante la próxima década por lo menos, ser líder representará para Estados Unidos quitarle cosas a la gente. Simplemente no hay manera de que los líderes estadounidenses, que tienen que quitarles cada vez más cosas a sus propios votantes, puedan gastar dinero en política exterior. Y esta superpotencia frugal sin dudas ejercerá un efecto dominó en todo el mundo.
La superpotencia frugal: el liderazgo global de Estados Unidos en una era de escasez de dinero es precisamente el título de un nuevo libro, muy oportuno, de mi profesor Michael Mandelbaum. "En 2008 -señala Mandelbaum-, todas las formas de pensiones y de atención de salud representaban alrededor del 4% del PBI." Al ritmo actual, para 2050 "consumirán el 18% de toda la producción de Estados Unidos".
Eso -además del costo de rescatarnos de esta recesión- "transformará fundamentalmente la vida pública de Estados Unidos y, por lo tanto, también la política exterior del país". Cuando la única superpotencia del mundo se ve aplastada por una deuda tan cuantiosa, todo el mundo lo sentirá. ¿Cómo? Es difícil predecirlo. El poder estadounidense ha sido la fuerza clave que mantuvo la estabilidad y la gobernabilidad globales en los últimos 70 años. Ese rol no desaparecerá, pero se reducirá. Y, en este momento, no hay ningún país preparado para reemplazar a Estados Unidos. Después de todo, Europa es rica, pero débil. China es rica a nivel nacional, pero sigue siendo terriblemente pobre en cuanto al ingreso per cápita. Rusia, ebria de petróleo, no puede proyectar su poder al exterior. "Por lo tanto, el mundo será un lugar más desordenado y peligroso", predice Mandelbaum. Hubo una época en la que pensar sobre la política exterior estadounidense no exigía pensar seriamente sobre la política económica. Esa época tampoco existe más.
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martes, 7 de septiembre de 2010

Bienvenidos al año 1938... pero en 2010. Por Paul Krugman


(Publicado en La Nación. Martes 7 de setiembre de 2010)

La situación es esta: la economía estadounidense ha quedado paralizada por una crisis económica. Las políticas instrumentadas por el presidente han limitado los daños, pero fueron demasiado cautas, y el desempleo sigue en un nivel desastrosamente alto. Claramente hacen falta nuevas medidas.
Sin embargo, el público ha empezado a reprobar el activismo del gobierno y parece dispuesto a asestarles a los demócratas una severa derrota en las elecciones de mitad de período.
El presidente en cuestión es Franklin Delano Roosevelt; el año, 1938. En unos pocos años, por supuesto, la Gran Depresión cedió. Pero resulta tan instructivo como desalentador observar la situación de Estados Unidos alrededor de 1938: instructivo, debido a que la naturaleza de la recuperación que siguió refuta los argumentos que dominan el debate público de hoy; desalentador, porque es difícil imaginar que algo como el milagro de la década de 1940 pueda volver a producirse.


Ahora bien, no se suponía que íbamos a repetir lo ocurrido en los últimos años de la década de 1930. Los economistas de Barack Obama prometieron no repetir los errores de 1937, cuando Roosevelt cortó el estímulo fiscal demasiado pronto. Pero al lanzar un plan de estímulo demasiado pequeño y de corta vida, Obama hizo exactamente eso: el estímulo generó crecimiento mientras duró, pero hizo poca mella en el desempleo. Y ahora su efecto se ha esfumado.
Tal como algunos de nosotros temíamos, la insuficiencia del plan del gobierno lo ha hecho caer -y ha hecho caer al país- en una trampa política. Se necesita desesperadamente más estímulo, pero a los ojos del público, el fracaso del programa inicial para generar una recuperación convincente ha desacreditado la acción del gobierno para la creación de empleos. En suma, bienvenidos a 1938.
La historia de 1937, de la desastrosa decisión de Roosevelt de escuchar a los que decían que era hora de recortar el déficit, es bien conocida. Lo que es menos conocido es el grado en que el público extrajo las conclusiones erróneas sobre la recesión que se produjo a continuación: lejos de pedir una reanudación de los programas del New Deal, los votantes perdieron fe en la expansión fiscal.
Consideremos la encuesta Gallup de marzo de 1938. Ante la pregunta de si el gasto gubernamental debía aumentarse para combatir la crisis, el 63% respondió que no. A la pregunta de si sería mejor aumentar el gasto o reducir los impuestos a las empresas, sólo el 15% se manifestó a favor de mayor gasto; el 63% estuvo a favor de la reducción impositiva. Y las elecciones de 1938 fueron un desastre para los demócratas, que perdieron 70 bancas en la Cámara de Representantes y siete en el Senado.
Después vino la guerra.
Desde un punto de vista económico, la Segunda Guerra Mundial fue, sobre todo, un estallido del gasto destinado a financiar el déficit en una escala que nunca hubiera sido aprobada de otro modo. En el curso de la guerra, el gobierno pidió prestada una suma que casi duplicaba el valor del PBI de 1940, el equivalente de unos 30 billones de dólares de hoy.
Si alguien hubiera propuesto gastar incluso una fracción de esa cifra antes de la guerra, la gente hubiera dicho las mismas cosas. Hubieran proliferado las advertencias acerca de la aplastante deuda y de la inflación desbocada. Todo el mundo hubiera dicho, acertadamente, que la Depresión se había originado en gran parte a causa de una deuda excesiva... y después todos hubieran afirmado que era imposible resolver el problema contrayendo una deuda mayor.
Pero ¿saben una cosa? El gasto deficitario creó un boom. Y ese boom puso los cimientos de una prosperidad de largo plazo. La deuda total de la economía -la pública y la privada- se redujo como porcentaje del PBI, gracias al crecimiento económico y, sí, hubo un poco de inflación, que redujo el valor real de las deudas pendientes. Y después de la guerra, gracias a la mejor posición del sector privado, la economía pudo florecer.
Sin voluntad política
La moraleja es clara: cuando la economía está profundamente deprimida, las reglas de siempre no funcionan. La austeridad es contraproducente: cuando todo el mundo trata de saldar la deuda al mismo tiempo, el resultado es la depresión y la deflación, y los problemas de la deuda se agravan aún más. Inversamente, es posible -de hecho, es necesario- que el país en general salga de la deuda gastando: un provisional aumento del déficit por gasto, en una escala adecuada, puede remediar los problemas generados por los excesos del pasado.
Pero la historia de 1938 también demuestra lo difícil que es aplicar estas ideas. Incluso durante el gobierno de Roosevelt nunca existió la voluntad política de hacer lo que era necesario para acabar con la Gran Depresión; en última instancia, la Gran Depresión se resolvió accidentalmente.
Yo tenía la esperanza de que esta vez pudiéramos hacerlo mejor. Pero resulta que tanto los políticos como los economistas se han pasado décadas desaprendiendo las lecciones de la década de 1930, y están decididos a repetir todos los viejos errores. Da un poco de rabia advertir que los grandes ganadores de las elecciones de noviembre probablemente sean los mismos que nos metieron en este lío, y que después hicieron todo lo posible para bloquear cualquier acción.
Pero no olvidemos esto: esta crisis puede resolverse. Sólo falta un poco de claridad y mucha voluntad política. Esperemos que encontremos esas virtudes en un futuro no muy lejano.
Traducción de Mirta Rosenberg
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lunes, 6 de septiembre de 2010

Cuellos de botella. Por Orlando Ferreres


(Publicado en La Nación on line, hoy)

Cuando algo podría andar mejor, más rápido por ejemplo, pero está limitado por alguna variable que no llega a poder ajustarse a la velocidad del resto de las mismas, decimos que estamos en presencia de "cuellos de botella". El vino podría salir mucho más rápido de la botella, pero como el pico es mucho más chico que el cuerpo, el líquido sale mucho más lentamente de lo que podría salir. Ni que hablar de la bota española que larga apenas un chorrito de vino al inclinarla o incluso aún cuando la presionemos con fuerza para que salga más


En economía tenemos "cuellos de botella" por diversas causas, como terremotos, lluvias, errores de cálculo, pero principalmente por falta de inversión en el momento oportuno, muchas veces por interferencia del Estado en las señales de precio para indicar donde hacen falta dichas inversiones.
Ejemplo de cuello de botella en la carne vacuna. Cuando en 2006 se comenzaron a percibir los primeros síntomas de que algo podía pasar con el precio de la carne vacuna, que en ese momento costaba 0,78 centavos de dólar por kilo vivo de vacuno promedio, cuando en EE.UU. valía 1,85 dólares por kilo, algunas autoridades prohibieron la exportación de carne. Con esto se logró que toda la producción destinada a exportar se volcara al mercado local y el precio se mantuvo estable o incluso bajo. Fue un éxito.
Pero no fue un éxito duradero, solo fue momentáneo ya que se comenzó a considerar no rentable la producción de carne por parte del ganadero, y así fue vendiendo progresivamente sus vientres, con lo cual bajaron más los precios de las vacas, y muchos ganaderos pasaron a ser agricultores. Al cabo de un tiempo, al no haber no solo inversión en vientres sino desinversión, se produjo una caída de la oferta de novillitos y el precio fue subiendo irremediablemente. Los últimos lotes de novillitos han llegado a operarse a 9 $/kilo (Rafaela, Santa Fe), o sea a 2,28 dólares/kilo, cuando en EE.UU. cuesta 2,10 dólares/kilo.
Ahora tenemos un cuello de botella aquí, en el mercado de carne vacuna. Hay que retener las terneras. Las terneras tienen que pasar a vaquillonas, las vaquillonas a vacas y tener su primer ternero, quizá un año y medio o algo más. Después el ternero tiene que llegar a los 400 kg., es decir otro año y medio o algo más, es decir, entre 3 y 4 años para salir del cuello de botella, sin notar casi aumento del PBI del sector. Todo ese tiempo el ganadero no va a vender nada, tendrá que invertir, como antes desinvirtió.
Este es un ejemplo de lo que queremos decir cuando hablamos en esta jerga de los economistas con la frase "cuellos de botella". Implica todo lo anterior. Implica además que va a llevar tiempo salir de esa limitante, hagamos lo que hagamos, ya cometimos el error y es irreversible. Hay que esperar el tiempo que requiere la recuperación de la variable.
Otros ejemplos de cuellos de botella. A causa del congelamiento parcial del precio del gas natural, no ha existido mucha exploración en ese rubro en los últimos 10 años. Fuimos consumiendo las reservas de gas al usarlo, pero sin invertir en descubrir nuevas fuentes, que es un proceso caro. Han bajado estas reservas de unos 17 años de consumo en el 2000 a solo unos 7,8 años de consumo en 2009. O sea, en 10 años bajamos las reservas 10 años, es decir, no invertimos nada en descubrir nuevas reservas, solo usamos las que habían.
Hemos tenido que importar gas de Bolivia y de otras latitudes, pero varias veces más caro de lo que le pagamos al productor argentino. Aún así no alcanza, especialmente en los momentos pico. Por ejemplo en el ultimo mes de julio, hubo que cortarle el gas a gran parte de las industrias (la producción manufacturera desestacionalizada bajó en 4% respecto del mes anterior por este motivo), pues no alcanzaba para los consumidores residenciales y las fabricas al mismo tiempo. Y eso que la producción industrial está aún un 4-5 % debajo del pico de producción del 2008. Es difícil crecer sin oferta abundante de energía.
Vendemos 550.000 a 600.000 autos nuevos cada año, lo cual es muy bueno, pero no hay nuevos carriles en las autopistas de acceso a los centros urbanos como el de Buenos Aires. La distancia que hace 10 años se recorría en 45 minutos ahora insume 1hora y media, con el costo social que implica. Es otro cuello de botella (embotellamiento) a solucionar. Pero requiere inversiones y estas requieren precios adecuados del costo de transporte para que el inversor asuma el riesgo de hundir recursos financieros en nuevos carriles.
Recalentamiento. Casi toda la economía está en un cuello de botella, dado que la diferencia entre el PBI potencial y el PBI efectivo es muy chica, menor al 5%, cuando en 2002-2003 dicha diferencia era de 27%. Es decir que el PBI efectivo podía crecer en ese porcentaje sin hacer nuevas inversiones (había inversiones efectuadas antes), había capacidad ociosa de producción. Ahora se esta recalentado la economía.
En otras oportunidades en que ocurrió esto, se habló de "sincerar" la economía, es decir, permitir que los precios se ubiquen en los valores que indica la escasez relativa de los factores de producción. Es mejor ir haciendo gradualmente estas progresivas readecuaciones, como hemos recomendado en los últimos 5 años, que tener que sufrir un "sofocón" de las variables, que de todas maneras se van a ubicar en el valor que les señala la economía, como pasa ahora con el precio del novillo.
Si queremos acentuar el consumo generando medios de pago adicionales, podemos caer en el riesgo de que solo los precios aumenten mucho, es decir, que se acelere la inflación, se recaliente el motor. Se ha corregido el programa monetario para emitir más. La imagen de apretar cada vez más una "bota española" para que del pequeño cuello salga más liquido es parecida a la de querer crecer más creando dinero cuando faltan las inversiones que permitan producir más y mejor.


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