domingo, 11 de diciembre de 2011

La mayor burbuja de la historia. Reportaje a Randall Wray

La entrada masiva de los fondos de pensión estadounidenses es el factor central que impulsa los precios de los commodities al alza. Esa es la explicación que el economista heterodoxo Randall Wray ofrece para analizar lo que llama “la mayor burbuja en la historia”. Wray es profesor de la Universidad de Missouri-Kansas City, en los Estados Unidos, e investigador del prestigioso Levy Institute. Discípulo de Hyman Minsky, se enrola en la corriente poskeynesiana que recupera buena parte de la tradición de Keynes y la articula con conceptos marxistas y sraffianos. 

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martes, 29 de noviembre de 2011

Crisis de deuda en la Eurozona

(Tomado del blog http://www.plataformaconstitucional.blogspot.com/)
La moneda de curso legal que denominamos Euro es el principal mecanismo con el que se articula un ambicioso proyecto de integración económica y monetaria de los 17 países que forman parte de la eurozona dentro de la Unión Europea.
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Cómo nos llegan los efectos de la crisis internacional. Por Orlando Ferreres

No se está encontrando una solución a los problemas del sistema de economía del bienestar, principalmente en Europa. Este sistema, de una manera simplificada, consiste en que el Estado debe hacerse cargo de casi todo lo que pueda necesitar un ciudadano para su felicidad. Básicamente trabajar 35 horas por semana.
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domingo, 27 de noviembre de 2011

Los servicios se abaratan con tecnologías de la información. Por Jeffrey D. Sachs

Una afirmación en economía dice que el costo de los servicios (por ejemplo, salud y educación) tiende a aumentar en comparación con el costo de los bienes (por ejemplo, los relacionados con alimentos, combustible y maquinaria).
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Empresas públicas con pérdidas para todos. Por Diego Cabot

Las empresas públicas son un universo particular. Más aún, ni siquiera se las podría generalizar con una sola forma de ser y de hacer. Hay tantas particularidades como compañías que tienen al Estado como socio mayoritario.
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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Hay que reformar el capitalismo. Por Klaus Schwab

Las críticas al capitalismo han aumentado en los últimos meses. Los movimientos de protesta, como Ocupa Wall Street, expresan su indignación frente a los excesos de los banqueros, que, según ellos, son los principales causantes de la actual crisis económica, y a los que, aparentemente, no se los responsabiliza.
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martes, 15 de noviembre de 2011

Una austeridad que los europeos habían olvidado. Por Alan Cowell

Antes de morir de la enfermedad de Lou Gehrig en 2010, el historiador Tony Judt recordó sus días de infancia justo después de la Segunda Guerra Mundial en una Inglaterra debilitada, que lentamente renunciaba a su imperio y a su preeminencia.
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domingo, 13 de noviembre de 2011

Brasil: los síntomas de la desindustrializacón. Por Julio Sevares

En los últimos años Brasil es presentado y percibido como una potencia emergente, lo cual parece avalado por una noticia reciente: este año el país sudamericano se convertiría en la sexta economía mundial, superando a Gran Bretaña. Sin embargo, una mirada cuidadosa de algunas estadísticas muestran otro cuadro.
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Por qué China es la número uno. Por Jorge Castro

Arvind Subramanian es uno de los dos mayores académicos de EE.UU. volcados al estudio de China –el otro es Nicholas Lardy–, y ambos integran el más importante centro de investigaciones norteamericano sobre la economía global (Peterson Institute for International Economics).
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Una Europa asustada. Por Abel Posse

Llegué a Paris a mediados de junio y hasta agosto viajé por una Europa que revivió temores olvidados desde la Guerra Fría, en los 50. Fue un verano inhóspito, interminablemente lluvioso con anulación de reservas hoteleras y escenas televisivas de bañistas frustrados caminando de impermeable en playas batidas por el viento. Entre el mal verano y las noticias económicas, los europeos parecían una familia que se entera de la enfermedaad inesperada y posiblemente grave del padre-padrone.
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martes, 8 de noviembre de 2011

Bombas, puentes y empleos. Por Paul Krugman

Hace unos años, el representante Barney Frank acuñó una frase para referirse a muchos de sus colegas: “armamentismo keynesiano”. Aludía a aquellos que creen que “el gobierno no crea empleo cuando solventa la construcción de puentes o la investigación o capacita trabajadores, pero cuando fabrica aviones que nunca serán usados en combate, eso es naturalmente la salvación económica”.
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Todavía se está a tiempo de enmendar errores. Por Juan Carlos Llach

La incesante sucesión de regulaciones del mercado de cambios puede marcar el comienzo de una tercera y riesgosa etapa de las políticas económicas de la última década. Pese a su común denominación de "modelo de acumulación de matriz productiva diversificada con inclusión social", ellas han sido muy diferentes entre sí.
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Hulk en tu cama. Por José Luis Espert

Sí, el monstruo verde está de nuevo entre nosotros desvelándonos, poniéndonos frente a la tele para ver qué pasa con su cotización y qué plan económico tiene problemas por sus andanzas. Pero ¿cómo? ¿No era que el modelo era de tipo de cambio competitivo o dólar caro? ¿Qué justifica que todos se lo quieran llevar a su casa si supuestamente cuesta tanto?
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jueves, 3 de noviembre de 2011

El mercado negro de las monedas extranjeras. Por Domingo Cavallo

Quienes tienen menos de cuarenta años de edad quizá no lo recuerden, pero el precio del dólar en el mercado paralelo era una información que aparecía muy frecuentemente en la tapa de los diarios y se encontraba destacada entre las series estadísticas que actualizaban diariamente las ublicaciones especializados en economía y finanzas.

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Por qué EE UU no puede escapar de la crisis europea. Por GERALD P. O'DRISCOLL JR.

¿Cuándo un rescate no es un rescate? Cuando el rescatista está corto de fondos. El plan de la deuda recientemente anunciado en la Unión Europea se queda corto en casi todos los aspectos.

La crisis de la deuda no es sólo un problema de la UE, sino una crisis financiera transatlántica. Los abrumadores problemas de la deuda a cada lado del océano están de alguna manera vinculados entre sí a través del sistema bancario.
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domingo, 30 de octubre de 2011

El peligro de creer que la austeridad es la salvación. Por Paul Krugman

 Los mercados celebraron el acuerdo que emergió en Bruselas anteayer. De hecho, comparado con lo que podría haber ocurrido -un ruidoso fracaso para alcanzar consensos-, la situación de que los líderes europeos hayan estado de acuerdo en algo, por más vagos que sean los detalles, es un acontecimiento positivo.
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viernes, 28 de octubre de 2011

Crisis de las ideas en la economía. Por Daniel Gustavo Montamat

La crisis originada en los grandes desequilibrios económicos mundiales que estalló en 2008 no fue superada y el mundo empieza a padecer las consecuencias de la recidiva de una enfermedad mal diagnosticada y peor tratada. Disputan diagnóstico y tratamiento escuelas del pensamiento económico tradicional que asumen el presupuesto de racionalidad moderna, cuando estamos frente a una crisis de la economía posmoderna.
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miércoles, 19 de octubre de 2011

La salida de capitales devalúa las monedas de los emergentes. Por Jorge Castro

Todas las monedas de los países emergentes (25 en total)se han devaluado contra el dólar desde septiembre de este año , salvo la china (yuan / reminbi), que se ha apreciado (+ 3,2% / Hong Kong). En los últimos 30 días, el real brasileño, el rand sudafricano, el zloty polaco, el forint húngaro, la lira turca, el won surcoreano y el peso mexicano se han depreciado entre 9% y 18% frente al dólar estadounidense .
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El nuevo colonialismo. Por Miguel Bonasso

En una carta a los medios, con propósitos tácitos de censura, el señor Miguel Giménez Zapiola, director de Asuntos Corporativos de Barrick Argentina, me acusa de mentir en mi libro El Mal. El modelo K y la Barrick Gold y forjar "teorías conspirativas del género de la ciencia ficción" respecto de la empresa trasnacional que le paga el sueldo.
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lunes, 17 de octubre de 2011

La buena economía. Por Juan Vicente Sola

(Publicado en La Nación del 17/10/2011)
En ocasión del reciente IX Congreso del Centro de Capitalismo y Sociedad, Edmund Phelps invitó a sus colegas Amartya Sen y Joseph Stiglitz a debatir sobre los fundamentos filosóficos de la economía. Junto a estos tres Premio Nobel participaron del debate filósofos, como Thomas Nagel; historiadores, como Emma Rotschild; sociólogos, como Richard Sennet y psicólogos, como Martin Seligmann. Fui el jurista presente.
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lunes, 10 de octubre de 2011

Una alternativa para reducir los subsidios. Por Enrique Szewach

Si como se proyecta, el ciclo de súper bonanza que ha vivido la Argentina muta en 2012 hacia un período más “normal”, será necesario  reducir algunas de las artificialidades populistas sostenidas en este período.
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Los títulos universitarios le cuestan al Estado cada vez más. Por Carlos Manzoni

Según el presupuesto presentado, por cada alumno que se gradúa se habrán desembolsado US$ 52.386, unos 16.672 más que en 2009.
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La globalización requiere más gobierno, no menos. Por Jeffrey Sachs

Vivimos en una época en la que las fuerzas más importantes que afectan a todas las economías son globales, no locales. Lo que sucede "en el extranjero"; por ejemplo, en China, India y otros lugares, afecta poderosamente inclusive a una economía tan grande como la de Estados Unidos.
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Crisis mundial, oportunidad argentina. Por Lucas Llach

Si al mundo le va mal, a nosotros también. Lo sabemos de memoria, y lo comprobamos en 2009, el único año recesivo desde 2003. Se oye decir al gobierno que la crisis internacional -la recesión o al menos el estancamiento que asoma en el mundo desarrollado- encontraría a la Argentina bien preparada. Hay algo de cierto: por sus frecuentes sismos institucionales, la economía argentina depende menos del sistema financiero que casi cualquier otro país. Sí habría, claro, un impacto comercial, porque la ralentización de la economía mundial llevaría a una caída en el precio de la soja, cosa que ya está ocurriendo.
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domingo, 9 de octubre de 2011

La eurocrisis. Por Dante Caputo

Europa tiene sobrepeso. Cuando se sientan 27 países en la mesa y la regla es la unanimidad, no es sencillo articular políticas y acordar decisiones. La híper inclusión de países ha puesto en riesgo el mayor esfuerzo de integración que se ha hecho en la historia. La crisis fiscal expresa la debilidad actual del proyecto común europeo. Pero las causas son más profundas y, por tanto, más difíciles de resolver.
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Sobre la crisis en Europa. Por Domingo Cavallo

En el último mes, además de cumplir con mis obligaciones docentes en la Universidad de Yale y de dictar conferencias en República Dominicana, Colombia y los Estados Unidos, estuve escribiendo sobre la Crisis en Europa. No subí antes mis artículos al blog porque los escribí en Inglés y no tuve tiempo de traducirlos. Hoy decidí de todas maneras hacerlo, porque estoy seguro que alguno de los colaboradores habituales del blog me ayudará con la traducción. Voy a tratar de trasmitirles en forma breve el contenido de esos artículos.
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Una cura para la economía mundial. Por Joseph Stiglitz

“Para saber qué medidas tomar, debemos entender los problemas que atravesaba la economía antes de la crisis” “El acelerado aumento de la productividad industrial superó el crecimiento de la demanda, lo que supuso una reducción del empleo en el sector industrial. Esto implicó un desplazamiento de mano de obra al sector de servicios”, caracteriza el autor de “Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial”. Y propone que la receta para el mal que aqueja a la economía global se base en un diagnóstico completo.
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viernes, 30 de septiembre de 2011

Un botón de muestra de la inequidad. Por Adrián Simioni

Lástima. Por ahora, parece, no habrá condiciones para que en el trámite del Presupuesto 2012 en el Congreso se discuta a fondo el modo –muy inequitativo– en que el Gobierno nacional gasta sus recursos. Entre los opositores anestesiados por la paliza electoral y un kirchnerismo más envalentonado que nunca, no parece haber espacio.
Tomemos sólo un ejemplo claro: Aysa, la empresa estatal de aguas y cloacas que reemplazó de un decretazo a Aguas Argentinas, que atiende el área metropolitana.
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En la Capital Federal van quedando los viejos y los estudiantes. Por Orlando J. Ferreres

La población de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), que de autónoma tiene muy poco, no ha crecido nada en los últimos 50 años. En tanto que la población del país viene aumentando a un ritmo de 1,13% anual, aquí el ritmo de aumento es 0% (en realidad es -0,03 % anual negativo) ¿A que puede deberse esto? Es una tendencia general de las grandes ciudades, como había pronosticado Peter Druker hace más de 30 años: "En las ciudades grandes solo vivirán los viejos y los estudiantes".
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Boudou, la economía y la docencia. Por Daniel V. González

Más que un chiste es una fábula.
Un lorito se quiebra una pata y corre al encuentro del sabio del bosque, el búho, a pedir su consejo. Éste observa la situación, la analiza y le emite su dictamen: “Al quebrarte una pata, tenés una incapacidad del 50%. Si vos fueras un ciempiés, tu incapacidad sería mínima: apenas un 1%. Lo que te conviene es convertirte en ciempiés”. Al loro le pareció una respuesta genial e irrefutable. Le agradeció su consejo y emprendió el vuelo de regreso. Pero a mitad de camino se dio cuenta de que, si bien el razonamiento del búho carecía de fisuras, él no sabía cómo debía hacer para convertirse en un ciempiés. Pegó media vuelta y se enfrentó nuevamente con el sabio que, ante la intimación del loro acerca del procedimiento por el cual podía transformarse en ciempiés, sin darle mayor importancia le respondió:
“No tengo idea. Yo sólo soy economista”.
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lunes, 26 de septiembre de 2011

¿Quién paga la Universidad? Por Alieto Guadagni

Las recientes movilizaciones estudiantiles en Chile abren nuevos interrogantes sobre el mejor diseño de las políticas de financiamiento universitario, pero antes conviene tener un diagnóstico basado en la realidad de los hechos, para lo cual repasaremos a continuación los datos centrales del sistema universitario chileno y argentino, y su evolución en los últimos años.
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jueves, 15 de septiembre de 2011

La propiedad de la tierra. Por Gustavo Grobocopatel

Aunque el contexto y los actores hoy son diferentes, la "pampa gringa" fue producto de la "extranjerización" de tierras, de inmigrantes que vinieron de Europa, la mayoría ni siquiera nacionalizados argentinos, a hacer "la América". Mis bisabuelos y abuelos fueron parte de esa gesta que les permitió a ellos y a otros miles de extranjeros desarrollarse con libertad en esta nueva y gloriosa nación.
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Claves para entender la economía que viene. Por Martín Lousteau

Desde 2003 hecha la economía argentina habrá crecido a un promedio del 6,5% anual. Tan notable performance es debida tanto a factores internos como externos que han ido mutando a través del tiempo, y de su evolución futura dependerá lo que vaya a ocurrirnos de aquí en adelante.
El período 2003-2011 constituye el tercer mejor desempeño histórico detrás de 1903-1911, tiempos de boom de commodities , y 1918-1926, con la actividad económica rebotando después del colapso que significó la Primera Guerra Mundial. Los ocho años recientes combinan elementos de cada una de aquellas dos experiencias: precios récord de nuestras exportaciones y recuperación después de la depresión 1999-2002, en la que el PBI sufrió un desplome acumulado de nada menos que el 20%.
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martes, 13 de septiembre de 2011

Carecen de sentido los temores por una devaluación brasileña. Por Jorge Castro

El real se ha apreciado 46% desde comienzos de 2009 (U$S 1 = R$ 1,59, que sería R$ 1,52 a fin de año) y Brasil es el país del mundo que más ha valorizado su moneda en ese período . Detrás, y muy cerca, se encuentra Australia, y el dólar australiano se ha valorizado 43% en la misma etapa, medido frente a una canasta de monedas y ajustado por inflación.
Una apreciación semejante fortalece el consumo, y por lo tanto el ingreso per cápita, si se lo mide en términos de capacidad de compra doméstica.
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martes, 30 de agosto de 2011

Se requieren cambios en la enseñanza y práctica de la Economía. Por Orlando J. Ferreres

El estudio de la Economía, muy basada en matemáticas y con supuestos pocos fundamentados en la realidad ha dado lugar en los últimos 10 años a numerosas críticas sobre esta ciencia. Economía Política fue el nombre que en su origen designaba el estudio de la producción, distribución y consumo de bienes y servicios. Con el paso de los años tendió a perder el segundo apellido y quedo solo con el primero, "Economía" a secas. En nuestro país, durante el gobierno militar, a la carrera de Lic. en Economía Política se le cambio el nombre, solo Lic. en Economía. La política estaba prohibida. Leer más...

sábado, 27 de agosto de 2011

Las leyes económicas se ríen de las urnas. Por Roberto Cachanosky

Devaluar primero generando un “cochón” cambiario para luego mantener fijo el tipo de cambio es una de las recurrentes estrategias a las que han recurrido diferentes gobiernos para frenar la inflación. Pasó en los 60, los 70, en los 80 y en el 2002. El caso de la convertibilidad fue diferente porque no hubo colchón cambiario, pero sí generó un cambio de expectativas en los agentes económicos y la convertibilidad terminó tacleando la hiperinflación. Pero la inconsistencia entre tipo de cambio fijo y déficit fiscal permitía pronosticar futuros problemas. 
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El inexistente milagro de Tejas. Por Paul Krugman

Como era de esperar, Rick Perry, el gobernador de Tejas, ha anunciado que se presenta como candidato a presidente. Y ya sabemos de qué va a tratar su campaña: fe en los milagros. Algunos de estos milagros entrañarán cosas que es probable que uno lea en la Biblia. Pero si gana la nominación republicana, su campaña seguramente se centrará en un tema más laico: el supuesto milagro económico en Tejas, un Estado que, según se afirma a menudo, salió prácticamente ileso de la Gran Recesión gracias a las políticas económicas conservadoras. Y Perry sostendrá que puede devolver la prosperidad a EE UU aplicando las mismas políticas a escala nacional.
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viernes, 26 de agosto de 2011

Mimos para ricos. Por Martín Lousteau

La economía global está en terapia intensiva: crecerá poco y nada en los próximos años, con probabilidades no desdeñables de caer en una nueva recesión. Ello implica que las tasas de interés en los países desarrollados permanecerán bajas, lo cual es positivo para nuestro país y la región en general. Pero también es posible que el mundo compre menos nuestros productos, o que caigan los precios de nuestras exportaciones. Si eso ocurre habrá menos fondos disponibles, tanto en el sector privado como en la esfera estatal. Es en este marco que debemos analizar si estamos haciendo una adecuada utilización de nuestros recursos actuales, como es el caso de los subsidios económicos que incluyen: energía, transporte, agroalimentos y financiamiento del déficit de empresas públicas.
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¿Más ocupación o más máquinas? Por Orlando Ferreres

Hay más de 300 proyectos de leyes laborales esperando ser aprobados por el Congreso. Además volvió, como en sus mejores momentos la industria del juicio, que no protege al trabajador sino que beneficia a los intermediarios que organizan los juicios laborales. Sin embargo, este no es el principal problema laboral del momento.

En este contexto difícil para tomar gente volvió también, como en los peores momentos de la convertibilidad, a encarecerse el precios relativo del costo laboral total (incluyendo cargas sociales) versus el costo de la maquinaria y equipo.
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martes, 19 de julio de 2011

Es imparable el aumento de inversión en los emergentes. Por Jorge Castro

La tasa de inversión en los países emergentes aumenta siguiendo las tendencias de fondo de la economía mundial y las características de sus sistemas políticos no la frenan ni la frustran; en todo caso, como en la Argentina, lo que hacen es disminuir su intensidad.
El nivel de pobreza, la debilidad institucional, el peso de la corrupción no son lo decisivo; lo crucial son las tendencias de fondo, ante todo demográficas, y derivados : consumo per cápita, ampliación del mercado interno y capacidad exportadora .
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lunes, 20 de junio de 2011

Es imparable el aumento de inversión en los emergentes. Por Jorge Castro

La tasa de inversión en los países emergentes aumenta siguiendo las tendencias de fondo de la economía mundial y las características de sus sistemas políticos no la frenan ni la frustran; en todo caso, como en la Argentina, lo que hacen es disminuir su intensidad.
El nivel de pobreza, la debilidad institucional, el peso de la corrupción no son lo decisivo; lo crucial son las tendencias de fondo, ante todo demográficas, y derivados : consumo per cápita, ampliación del mercado interno y capacidad exportadora .

HSBC, el segundo banco del mundo, decidió ampliar sus operaciones en la Argentina e invertirá U$S 106 millones en tres años. La decisión se tomó tras “valorar el potencial económico de largo plazo, más allá de lo coyuntural, a partir de las perspectivas de valorización de sus productos exportables”.
¿Cuáles son las tendencias de largo plazo de la economía global? La población mundial (6.900 millones de habitantes) superará los 9.000 millones en 2050 (ONU) y crece 75 / 80 millones por año.
El 98% del aumento tendrá lugar en los países emergentes.
Este giro está acompañado de dos cambios económicos centrales, de largo plazo: los países emergentes crecen 3 veces más rápido que los avanzados (7% / 8% vs. 1,5% / 2% anual) y más de 80% del crecimiento global es obra del mundo emergente.
Dentro de esta tendencia hay un vector cualitativo, decisivo económicamente: el auge de la clase media global (con ingresos entre U$S 5.000 y U$S 30.000 anuales), que podría alcanzar en 2021 a 2.000 millones de personas de los países emergentes (Brookings Institute). Para entonces su capacidad de compra sería U$S 5,6 billones. Hay que agregar que 75% del crecimiento de esta clase media global tiene lugar sólo en dos países: China e India.
China tiene 50% más de usuarios de Internet que la población norteamericana (457 millones) e India, más portadores de telefonía móvil que la población sumada de EE.UU. y Canadá. El mayor diario de lengua inglesa no es The New York Times, sino Times of India , con 200 millones de lectores.
El auge de la clase media global es sinónimo de urbanización y ésta, de incremento del consumo de energía, proteínas y metales. El cálculo del mercado de Londres es que en los próximos 10 años se consumirán más recursos naturales que en los últimos 100.
Una consecuencia central de esta tendencia de fondo es que crece el desequilibrio entre oferta y demanda agroalimentaria , arrastrado por el hecho de que los principales países emergentes (China / India), al carecer de tierras fértiles no utilizadas y experimentar una severa restricción acuífera, aumentarán sus importaciones alimentarias.
Brookings calcula que la capacidad de consumo de la clase media asiática sería 59% del total mundial en 2030 (hoy 23%). Por eso Wal Mart tiene hoy en China 267 hipermercados y planea abrir otros 300 para 2020.
La República Popular se transformaría así en un país de clase media (+ de 50% de la población) en 12 años .
En los últimos 20 años, 200 millones de campesinos chinos pasaron del campo a las ciudades, el mayor proceso de urbanización de la historia . Ahora se estima que 300 millones migrarán a las urbes en las próximas dos décadas. Unos 3 millones de campesinos arriban a los centros urbanos por semana.
Lo real es lo actual y lo posible. Si Argentina recibiera un porcentaje semejante de inversión extranjera directa (IED) al que reciben sus vecinos (Brasil / Uruguay / Chile), obtendría este año más de U$S 35.000 millones, estimación conservadora.
Hay que sumarle que probablemente es el país de América latina de más alta tasa de ahorro, sólo que en el exterior y ajeno a la inversión , como lo indican los U$S 60.000 millones que se han fugado desde 2007.
La falta de capitales ha dejado de ser una restricción en el proceso de acumulación del siglo XXI.
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Las provincias desmienten a Moreno. Por Alfonso Prat-Gay

Cuando era un piojo de jardín de infantes, mi hija se pasaba horas mirando unos libros de imágenes muy ingeniosos llamados ¿Dónde está Wally? Las láminas mostraban grandes multitudes en las situaciones más divertidas y diversas, y en todas ellas, camuflado entre tanta gente, aparecía un joven desgarbado de anteojos y camisa a rayas rojiblanca que tanto nos costaba identificar: ¡Wally! Pasábamos horas jugando al Dónde está Wally.

La evolución de los índices oficiales de inflación en la Argentina me recuerdan a Wally. Antes de que Néstor Kirchner le ordenara a Guillermo Moreno la intervención del Indec, era dificilísimo distinguir el índice de precios al consumidor (IPC) que el Indec mide en el área metropolitana de Buenos Aires de los otros índices oficiales recabados por las direcciones estadísticas de 17 provincias. Había que resaltar mucho la línea del Indec -una licencia que Wally jamás hubiera permitido- para poder encontrarla en medio de la maraña de índices que decían lo mismo. Recuerdo que cuando presidía el Banco Central, con el objetivo de mantener la inflación lo más baja y más estable posible en todo el país, reclamábamos un índice de precios federal. Pero lo hacíamos sin apuro, ya que veíamos que las diferencias estadísticas aquí y allá eran insignificantes -lo que para el Indec fue 4,4% en 2004, para el promedio de las provincias fue 4,2%.
Acceda al informe
¿Dónde está (el secretario de Comercio Interior) Moreno? El pasatiempo se torna aburrido, y una pesadilla más que un juego, a partir de 2007: Moreno queda rápidamente en evidencia por su falsificación del IPC. También por la discontinuación, en marzo de 2008, de los índices que conformaban el IPC nacional (CABA, Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Catamarca, Tucumán) que ahora Amado Boudou dice querer recuperar con la ayuda del FMI. Lo vemos también a partir de 2008 en la desaceleración de la inflación de Mendoza, que pasó a ser una provincia oficialista, y en la aceleración en Santa Fe, que dejó de serlo.
En consecuencia, para desenmascarar a Moreno y las mentiras del Indec no es necesario recurrir a los consultores a quienes Moreno multa por decir la verdad . Hay un contraste institucionalmente más potente y es el que surge de la comparación con las mediciones independientes de muchas provincias de esta república federal. Y si bien es cierto que las canastas y las metodologías son diversas, sus mediciones siempre dijeron más o menos lo mismo. Cuando hay un aumento sostenido y generalizado de precios, la correlación de precios es tan alta que distintas canastas dan resultados similares. De otro modo no se explica que la inflación de "liberales trasnochados de los ?90" coincida con la de Moyano. De hecho, hay 40 millones de canastas de precios que desmienten a Moreno.
En abril, la inflación de Moreno marcó 08% mensual. En las provincias, en cambio, estuvo entre 2 y 2,9% -¡el triple! En los últimos 12 meses, la inflación oficial de las 11 provincias independientes fue del 23,3%, casi lo mismo que consiguió Moyano en su negociación salarial.
El Gobierno podrá encontrar consuelo en que la inflación en los tiempos de Boudou-Marcó del Pont aún es más baja que en los tiempos de Fernández-Redrado. Consuelo de tontos, realmente, ya que gracias a ella hoy hay más pobres, menos exportaciones, menos empleo y más incertidumbre. Ya que en vez de enfrentar las obvias inconsistencias en la política económica, todo se tapa, todo se niega, nadie se hace cargo. Tristemente, ¿Y dónde está el piloto? le gana hoy a ¿Dónde está Wally?
El autor es diputado nacional (CC) y ex presidente del Banco Central.
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jueves, 16 de junio de 2011

Las patas de la mentira ya no son tan largas. Por Adrián Simioni

Es raro: el debate electoral debería poner sobre la mesa una cuestión clave que, sin embargo, parece obturada por la creencia instalada que da por hechas la postulación y la victoria de Cristina Fernández y porque la agenda económica se oculta tras 
escándalos de poca monta.
La cuestión es que el “modelo” –ahora autodenominado “proyecto nacional y popular”, como si el resto de las fracciones políticas fueran “británicas y oligárquicas”– ha variado de manera sustancial. La progresiva de-saparición de los superávit 
gemelos (el fiscal y el comercial) y del colchón de competitividad de salarios bajos derivados de la devaluación duhaldista modificará la política económica luego de las elecciones (si no antes).

Esto no es el pronóstico de ninguna hecatombe, que nadie prevé. Es sólo que, por dar apenas un ejemplo, ya sin tantos recursos excedentes para sostener déficits como el de Aerolíneas Argentinas, será difícil dedicar cuatro años a seguir autoelogiándose por la decisión de reestatizarla y mantener a los gremios aeronáuticos en relativa calma.
El caso de la inflación. Seguir con el simplismo de falsear la inflación es un claro ejemplo de los límites que se están tocando. Y por razones no sólo políticas –como 
el absurdo de que ahora la cifra más creíble la dé la oposición, con base en el promedio simple de datos privados–, 
sino financieras.
El lunes, en una reunión de la Fundación Mediterránea, el economista Jorge Vasconcelos planteó, entre otras cosas, que también se han achicado los márgenes para que el Estado nacional siga pagando los vencimientos 
de la deuda de la administración pública con los dólares de lo que debería ser un organismo autárquico, como el Banco Central.
Entre 2010 y 2011, se destinaron 15 mil millones de dólares de las llamadas “reservas de libre disponibilidad” 
a cancelar obligaciones. Y, según el cálculo de Vasconcelos, hacia fin de este año 
quedará, según la definición actual de esas reservas, un margen de entre dos mil y tres mil millones de dólares para aplicar al mismo fin.
En parte, esto es por el achique del superávit comercial, que tiende a dejar un menor margen de dólares en el país. Y, con una reducción de su superávit fiscal, el Estado tiende a contar con menos chances que en años anteriores de afrontar los pagos con su propio dinero.
Como los vencimientos superan la cifra de dólares que, se supone, estarán disponibles, lo esperable es que el Estado deba esforzarse, por primera vez en muchos años, por conseguir crédito. Financiamiento real, no el de la Anses, que también ve achicarse sus márgenes. Anses podría obtener recursos para prestarle al Estado si vendiera las acciones en las que se invirtieron los ahorros previsionales de la década de 1990. Pero eso implica obstáculos económicos (tiraría abajo la Bolsa) y políticos (¿cómo explicarlo en 6,7,8?).
La plata es lo de menos. No es que el Estado no consiga que hoy le presten. Pero debe convalidar una tasa de nueve por ciento anual, muy superior al cinco por ciento que paga, por ejemplo, Brasil. Y que puede llegar a ser más alta si cambia el panorama internacional de tasas 
súper deprimidas.
Si quiere abaratar ese costo, Argentina está forzada a cambiar la percepción de los prestamistas sobre su nivel de riesgo. Mentir la inflación es una de las cosas que menos ayuda a ser creíble. No en vano el ministro de Economía, Amado Boudou, abrió una puertita para que, sin que los votantes kirchneristas lo noten demasiado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) le avale una nueva forma de medir la variación de precios. Una alternativa es impulsar políticas para que la inflación baje, ya sean “nacionales y populares”, 
como las de controles de precios, o “liberales y salvajes”, como las de ajuste.
El de la inflación es sólo un ejemplo sobre cómo un marco económico que cambió obligará a modificar 
varias políticas públicas, 
que además están encadenadas. El próximo Gobierno tendría, posiblemente, dos opciones:
Correr hacia adelante. Aquí se explican los temores empresarios a que el Gobierno busque nuevos modos de apropiación de rentas, como la nacionalización del comercio de granos, pero en un contexto en el que los tres niveles del Estado se apropian ya del 34,7 por ciento del producto interno bruto.
Doblar más o menos en “U”. Lo cual tendría fuertes costos políticos frente a los sectores estatales, sindicalizados, protegidos de la competencia y/o subvencionados.
Quién sabe... capaz que los perdedores de las próximas elecciones terminen festejando la derrota como una victoria. Después de todo, hoy no parece buen negocio hacerse cargo del futuro gobierno. Y lo mejor sería que quien encendió el horno se encargue de sacar los bollos.
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domingo, 12 de junio de 2011

El verdadero reto será en el 2013. Por Rodolfo Terragno

Los dos próximos años serán difíciles para cualquiera. Si hay reelección, habrá desencanto. Si hay cambio, añoranzas.
El período 2002-2011 ha sido propicio para la Argentina: elevadas tasas de crecimiento, aumento del empleo y explosión de consumo. Estas fueron las razones de la bonanza:
1. La introducción de la semilla transgénica (1996). Sumada a la siembra directa, multiplicó la productividad de la agricultura sojera. Eso convirtió a la Argentina en uno de los mayores proveedores de soja en el mundo.

2. El fuerte incremento de la demanda global, provocado por China (2001-2011). Solamente en soja, China quintuplicó, en diez años, sus importaciones: pasó de 10 millones de toneladas a 50 millones.
3. El boom de los commodities (2001-2011). La demanda china catapultó los precios: la soja pasó de 170 a 540 dólares la tonelada.
4. La devaluación . Los exportadores no sólo facturaron mucho más (por el crecimiento de la demanda) sino que pasaron a recibir 3 pesos (no 1) por cada dólar exportado. El comercio exterior actuó como locomotora de la economía. Hubo un raudo crecimiento de las reservas y del ingreso fiscal. El país gozó de superávits gemelos.
5. La renegociación de la deuda (2006). Una quita que parecía inalcanzable permitió disminuir sensiblemente la carga de la deuda.
Los años que vienen no serán como los que se fueron:
1. Diversificación de la producción mundial . Brasil aprobó la semilla transgénica nueve años después que la Argentina. Sin embargo, hoy produce 13 millones de toneladas más que la Argentina y es el segundo proveedor mundial, detrás de los Estados Unidos.
2. Desaceleración de la demanda global.
La tasa de crecimiento china podría descender este año de 10 a 7 por ciento. Europa está en una época de austeridad. A los Estados Unidos los preocupa el desempleo creciente.
3. Perspectivas de competencia . En los últimos años, EE.UU., Brasil y la Argentina se apoderaron del mercado chino para la soja. Ahora, la gran compradora, China, está impulsando la producción propia y ya está casi en la mitad de lo que produce la Argentina.
4. Retraso cambiario.
La inflación, al aumentar los costos de producción, reduce el valor real del dólar que reciben los exportadores. Esto restringe la exportación y favorece que los productos importados inunden el mercado interno. El dólar está hoy a 4,10, pero si se le descuenta la inflación acumulada desde 2002, está a 0,95.
5. Deuda y fuga de divisas . Hoy la deuda triplica a las reservas. No es una relación alarmante; pero debe tenerse en cuenta la fuga de dinero, que en los últimos 8 años sumó 66.000 millones de dólares.
En este contexto, se hace más difícil resolver problemas nuevos, que de por sí presentan grandes dificultades.
La inflación . Cálculos independientes dicen que la inflación anual está en 25 por ciento: la segunda del continente y la sexta del mundo. En otras épocas, esto se solucionaba (con trágicas consecuencias de largo plazo) apreciando el peso. Con eso, lo importado eran más barato que lo nacional y obligaba a los productores locales a reducir márgenes. Con la tablita y la convertibilidad aprendimos que eso es pan para hoy, hambre para mañana.
El gasto público . En los últimos años imitamos a la cigarra, no a la hormiga. Las cuentas públicas se han hecho cada vez menos halagüeñas y el fisco ha debido recurrir a fondos de los jubilados y reservas del Banco Central: recursos que (legítimos o no) sólo sirven para remendar.
Los subsidios . El Estado gasta 11 millones de pesos por hora para subsidiar actividades y precios. Si se quitaran tales subsidios no sólo aumentaría la inflación sino que se produciría una rebelión social. El público, acostumbrado a los precios subsidiados, no toleraría un brusco pase a la realidad. A la vez, si se mantuvieran los subsidios, se marcharía hacia una crisis fiscal.
La lucha contra la inflación demandará medidas fiscales y monetarias que, inevitablemente, desacelerarán el crecimiento y el consumo. La racionalización del gasto público también será un arma de doble filo. En el largo plazo será beneficiosa, pero en el corto tendrá víctimas que, naturalmente, no se quedarán calladas. La eliminación de los subsidios – aunque sea parcial y se la ejerza paulatinamente- provocará fuertes reacciones. Mucho o poco, habrá un aumento sensible de los servicios públicos.
Esto significa que, gobierne quien gobierne, los próximos años serán arduos.
Si a fines de año hay reelección, la Presidenta no podrá continuar la marcha fácil del período 2003-2011 y provocará un comprensible desencanto. Además, ella tendrá poco tiempo para sortear obstáculos. Como no hay segunda reelección, la temprana puja por la sucesión resentirá muy pronto la capacidad de decisión de su nuevo gobierno.
Si lo que hay es cambio, el nuevo gobierno deberá afrontar comparaciones con el “ayer” y el “hoy”. La gente razonará que “antes” no existían los problemas que irán surgiendo.
Las soluciones para esos problemas no serán populares y el Gobierno, que no tendrá mayoría en el Congreso, se verá hostigado por el sindicalismo y las fuerzas opositoras .
Nada de esto significa que estemos condenados. Ni la reelección ni el cambio tienen por qué ser dramáticos si todos los candidatos toman conciencia de los problemas a resolver y acuerdan (antes de la elección) que podrán disentir en un sinfín de doctrinas, pero que los problemas más apremiantes exigen coincidencias sobre los remedios a aplicar .
La idea es que el próximo gobierno haga lo que debe hacer, y la oposición lo acompañe.
No es una posición idílica: todo quien sienta que tiene posibilidades de sentarse en el sillón tendrá que pensar, en algún momento, en el 11 de diciembre. Advertirá entonces que sólo (o sola) no podrá. El momento decisivo, en el cual hay que pensar desde ahora, será 2013. Sólo entonces sabremos si el país se ha encaminado, o si hay que tomar nuevos rumbos.
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El país ya no se autoabastece. Por Jorge Lapeña

La Argentina ha perdido en 2010 su condición de país autoabastecido en materia energética. Este había sido un objetivo largamente perseguido por los gobiernos argentinos desde el descubrimiento de petróleo, en 1907. Esa condición se alcanzó finalmente en 1989, y fue posible por la conjunción de factores políticos, institucionales y técnicos: 1) la existencia de una política nacional permanente; 2) el descubrimiento por YPF de las grandes reservas de gas natural en las décadas del 70 y el 80, y 3) el incremento sostenido de la producción nacional de hidrocarburos en un marco de inversión creciente.

Las causas son conocidas: la caída productiva crónica y sin precedente de nuestros yacimientos, que está asociada a la disminución de las reservas comprobadas, producto de la falta de inversión de riesgo en exploración de estos años. Nuestro país combina a lo largo de esta década oferta decreciente con demanda creciente: el déficit es una resultante natural.
Un caso interesante para ver cómo la Argentina ha degradado su condición energética es el del gas natural, la columna vertebral del sistema. El país firmó hasta 2004 contratos de exportación de gas natural por 27 millones de m3/día que aproximadamente representan un saldo exportable de un 25% del mercado total. Hoy las exportaciones son apenas el 1% de lo comprometido. En cambio, las importaciones (por gasoducto desde Bolivia y como gas natural licuado desde los puertos de Bahía Blanca y Escobar) hoy ascienden a 26 millones de m3/día con tendencia creciente. Las importaciones incluyen además cantidades crecientes de gasoil y fueloil para la generación eléctrica.
La pérdida del autoabastecimiento viene acompañada de dos efectos indeseables. Lo primero será el cambio de signo no coyuntural de la balanza comercial energética: hasta ahora el sector aportaba dólares, y ahora comenzará a demandarlos en forma creciente. En 2006 el saldo de la balanza comercial era de unos US$ 5600 millones; en 2011 habrá un saldo negativo que superará los US$ 1000 millones; las proyecciones a mediano y largo plazo indican que las importaciones crecerán en magnitud.
En segundo lugar, las importaciones agravarán las cuentas del Tesoro aumentando los subsidios, porque los precios del producto importado son muy superiores al valor con que dicho producto se comercializa en el mercado interno. Si las estaciones de servicio vendieran el GNC al precio de importación, éste debería subir en el surtidor en un 150%; evitar esto implica elevar subsidios. Los subsidios energéticos son crecientes e insostenibles y comprometen junto con los subsidios al transporte un alto porcentaje del PBI. Una cuestión adicional sobre las importaciones de gas natural: dudo que las soluciones que se están implementando con el apuro sean las más convenientes y las más racionales para la planificación energética estratégica. Habrá que poner la lupa sobre este tema; transparentar y sobre todo ver si los precios que pagamos son competitivos y están exentos de sobrecostos.
El autor fue secretario de energía de la Nación
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Colectivos insaciables: un cheque diario de $ 10 millones en subsidios. Por Diego Cabot

ES tanto, pero tanto que resulta complicado de dimensionar. El kirchnerismo ha logrado algo inédito: convertir a los colectivos urbanos y de larga distancia, que jamás en la historia tuvieron subsidios, en un yunque para las finanzas de la Argentina.
Desde 2002, salieron de la ventanilla oficial pagos por $ 34.000 millones destinados a los empresarios del transporte, que, claro está, benefician a los usuarios que pagan una tarifa baja, sobre todo en Capital Federal y el Gran Buenos Aires. ¿Qué significa este número que se parece a una peregrinación de nueve ceros seguidos? Por ejemplo, que cada día que pasó desde aquel aciago mayo de 2002, cuando la Argentina estaba aturdida por la crisis, el Estado aportó 10 millones diarios o, lo que es lo mismo, 425.000 por cada 60 minutos.

Desde entonces, cuando se instauró un precio diferenciado de gasoil para todos los colectivos que andan por el país, se entregaron 5300 millones de litros de ese combustible. A diferencia de otros consumidores, los transportistas pagan casi el 80% del gasoil que consumen a $ 0,97, muy por debajo de los 3,60 a los que se consigue en los surtidores porteños.
Si se lo quisiera acopiar, habría que tener un recipiente cúbico de 176 metros de largo por la misma altura para colocar todo el combustible que se subsidió al sector. Simple ejercicio gráfico: para cargar los 388 millones de litros de gasoil que el Gobierno entregó sólo al transporte porteño en 2010 se necesitaría una fila de alrededor de 640.000 Volkswagen Gol -el auto más vendido de la Argentina- que carguen su tanque. Cuando el primero termine de cargar el combustible en el Congreso, el último de la cola estaría a pocos kilómetros de Río Gallegos.
Este festival de cifras y millones que acompañan al transporte argentino no es más que la información pública que da a conocer mes a mes la Secretaría de Transporte y la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) y que La Nacion compiló en una base de datos que se irá actualizando mes por mes y que permitirá tener una radiografía de un sector clave, tanto para los usuarios como para la economía.
Como se dijo, las cifras abruman. En promedio, cada uno de los 9516 colectivos que circulan por la ciudad -según datos a diciembre de la CNRT- recibe 3410 litros de gasoil a precio diferencial, lo que da un total anual de 40.870 litros. Si el transportista tuviese que pagar ese combustible, necesitaría desembolsar $ 147.118. Sin embargo, gracias al precio subsidiado paga 39.640; del resto, 107.478, se hace cargo el Estado. A esa cifra habrá que sumarle una transferencia en efectivo que desde 2002 reciben los dueños de las líneas para hacer frente a los mayores costos -mucho mayores- con una tarifa prácticamente congelada. En promedio, cada colectivo que circula por la Capital Federal -numerados del 1 al 200- cobra para andar 23.367 por mes, lo que da un total anual de 280.410.
Así las cosas, cualquier usuario porteño que se pare en una esquina de Buenos Aires y que vea pasar uno de los 9516 colectivos que están declarados como que circulan puede estar seguro de que el Estado le entregó ese día $ 1062 a cada uno de ellos. Mañana, otro tanto, y pasado mañana, otro monto similar.
Nadie parece estar tan cómodo en un esquema que empezó en la emergencia, que se acentuó con los años y que ahora se tornó una carga para funcionarios y empresarios. Más allá de las sospechas que siempre rodearon y rodean a un sector que liquida esta catarata de millones con la simple presentación de una declaración jurada, la bola de nieve que se formó es cada vez más complicada de desarticular, especialmente en el transporte urbano.
Daniel Millaci, presidente de la Cámara de Empresarios del Autotransporte de Pasajeros, que reúne a gran parte de los dueños de colectivos porteños, le pone palabras al pensamiento de gran parte del sector. "Creemos que hay necesidad de incrementar las tarifas del sector porque el desfase que existe es enorme", dice. En la Capital Federal hay tres secciones de boleto que pagan $ 1,10, 1,20 y 1,25 pesos. "Cuando llega un delivery a su casa -dice a La Nacion-, seguro que le da más de un peso. Ya nada sale un peso." La realidad es que, según los datos que tienen los propios transportistas, el subsidio en efectivo más el gasoil subvencionado representan el 70% del total de lo que se recauda por cada unidad. Sólo $ 3 de cada 10 los aporta la tarifa.
Desde el Gobierno apuntan al Sistema Unico de Boleto Electrónico (SUBE) como la manera de transparentar el complejo sistema que prácticamente tiene desarticulados los controles desde hace años. Juan Pablo Schiavi, secretario de Transporte, habló anteayer con lanacion.com. "El Estado tiene, por primera vez, un control absoluto de todas las transacciones que existen gracias a la memoria electrónica, lo que permite blanquear todas las actividades económicas ligadas a este sector y tener una idea clara de la cantidad de viajes y de pasajeros transportados en la ciudad", explicó. Admitió que la medida despertó resistencias en algunas empresas de transporte, pero ya fueron superadas.
Tener en línea las transacciones no soluciona el problema. El SUBE tiene un costo que se paga a las empresas que intervienen en la comercialización, recarga, administración, almacenamiento y procesamiento de los datos. ¿Quién pagará por ese servicio si la tarifa está congelada? ¿Serán los transportistas relegando algo de su dinero o el Estado con más subsidios? La gimnasia de estos años indica que siempre que se incrementaron los costos, fue el Estado el que puso el dinero. En la Capital, los principales receptores de dinero público fueron el Grupo Plaza (de los Cirigliano), la línea 60 (Monsa), la 216, Azul (una empresa rosarina) y DOTA, el principal actor si se suman todas las empresas que tiene. Estas empresas son del grupo de las que reciben más de $ 100 millones por año.
El asunto no tiene principio ni fin en los límites de la Capital Federal. Desde hace años, el sistema de ómnibus de larga distancia también tiene fuertes subsidios, no en dinero en efectivo, pero sí en gasoil. Cada una de las unidades que transitan por el país lo hace con combustible barato. Desde 2006, se otorgó un cupo de 5200 millones de litros. Allí, los principales receptores de gasoil subsidiado son Flecha Bus (de la familia entrerriana Derudder), Plaza, Vía Bariloche, Nueva Chevallier y Crucero del Norte.
Años de políticas públicas, erradas o no, formaron esta maraña de millones. Es fácil aproximarse desde una base de datos y contar la fila de ceros que forman cada número; pero es imposible desarmarla de un día para otro.
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La industria mejoró, pero sin un salto tecnológico. Por Alejandro Rebossio

La industria se recuperó de la profunda crisis en que se sumergió entre 1998 y 2002, pero sin cambiar la matriz productiva heredada. Esta conclusión se desprende de un trabajo publicado recientemente por la investigadora del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) Adriana Marshall.

El estudio se titula "Fuentes de crecimiento de la productividad del trabajo en una etapa expansiva (2003-2008): ¿Qué sugiere el análisis interindustrial?" y destaca que en los primeros seis años de la era kirchnerista, antes de que la economía cayera en 2009 por la crisis mundial, "la productividad por hora trabajada se expandió a una tasa promedio de 3,7%", según el Ministerio de Economía. Sin embargo, Marshall advierte que en términos históricos ese incremento fue moderado y "no se evidencia un proceso de reestructuración a favor de actividades industriales con niveles de productividad más elevados que haya contribuido al crecimiento de la productividad promedio".
"No se produjeron transformaciones significativas (especialmente, en términos de inversión en tecnología y su correlato, creciente presencia de personal con altas calificaciones) que indiquen que ese crecimiento de la productividad haya sido impulsado por un proceso generalizado de nuevas inversiones con incorporación de progreso técnico", concluye Marshal, que también es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) e integrante del consejo honorario del IDES. De ese consejo también participan Alfredo Eric Calcagno, Torcuato Di Tella, Aldo Ferrer, Juan Carlos Gómez Sabaini, Bernardo Kosacoff, Arturo O'Connel y Juan Vital Sourrouille.
Marshall pone en contexto histórico el aumento de productividad de 2003-2008 y recuerda que en la segunda mitad del siglo XX "los aumentos más significativos en la productividad del trabajo industrial se vincularon con oleadas de introducción de nuevas actividades y/o plantas y equipamiento más modernos, que en general coincidieron con el ingreso de capitales extranjeros al sector", como en la década del 60, o "con el abaratamiento relativo de los bienes de capital en los períodos de apreciación cambiaria y disminución de las restricciones a las importaciones", como en 1979-1981 y la década del 90. Los aumentos de productividad también se lograron a costa de un alto precio: cambios regulatorios que facilitaron los despidos, según la investigadora.
El aumento de la productividad de la década pasada, en la que se destacó la recuperación del empleo, se explica por "la evolución de la demanda y sus posibles efectos sobre la capacidad productiva y su grado de utilización", razona Marshall. "El hecho de que la productividad laboral no creciera más aceleradamente en industrias con mayores recursos (financieros y otros), como lo son las actividades más concentradas y con mayores capacidades tecnológicas, sugiere que entre las fuentes principales de aumento de la productividad no figura preponderantemente el progreso tecnológico".
La autora se basa en indicadores oficiales. Por ejemplo, advierte que entre 2004 y 2008 sólo entre 22/24% de los anuncios de inversión en el país provino de la industria. En 2007 el gasto de las fábricas en mejoras de proceso suponían sólo 0,34/0,55% de las ventas; en investigación y desarrollo, 0,34%, y en creación de productos, 0,51 por ciento.
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jueves, 9 de junio de 2011

Falacias de la inflación benigna. Por Juan José Llach

Al compás de la campaña electoral y de los buenos números de la economía, se ha ido gestando la teoría de que la alta inflación, lejos de ser dañina, es benigna al permitir aumentos del consumo, de la producción, de la recaudación fiscal, del gasto público, de los salarios, de los planes sociales y de las jubilaciones, y dejar a todo el mundo contento.
De ser cierta esta visión, estarían equivocados 183 de los 185 países del mundo que en 2010 se esforzaron por mantener la inflación por debajo del 20%, y, más aún, los 161 países que no permitieron que superara el 10%. Acertarían, en cambio, Afganistán y Venezuela, que estuvieron cerca del 20 y del 30%, respectivamente.




¿Y la Argentina? Aquí se ha vuelto riesgoso hablar de la inflación. No hace falta recurrir a odiosas defensas corporativas para preocuparse por el autoritarismo de sancionar a quienes procuran reemplazar los falaces números del Indec. Quienes lo hacen pasan por alto que las pocas provincias que todavía se animan a mediciones independientes muestran números muy superiores a los del Indec y semejantes a las estimaciones privadas; a saber, un 23,3% de aumento anual de los precios al consumidor hasta marzo o abril de este año. Es de esperar que las provincias no sean también sancionadas por eso. Otros indicadores del propio Indec muestran lo mismo; por ejemplo, el aumento del 28,1% anual del rubro "gastos generales" de la construcción, que representa un conjunto significativo de bienes y servicios.
Amén de considerar satisfactorio el comportamiento reciente de la economía pese a los aumentos de precios, los teóricos de la inflación benigna acercan otros dos argumentos. El primero es que nuestro país ya convivió sin mayores problemas durante unos treinta años con la "inflación latina", que promediaba un 25 o 30% anual.
La verdad es que, pese a algunos ciclos favorables, el crecimiento de la economía entre 1945 y 1974 estuvo lejos de ser brillante y sostenido. Pero no se dice, además, que si la inflación pudo mantenerse a raya hasta 1974 fue porque se intentaron en el camino cuatro planes importantes de estabilización, en 1952, 1959, 1967 y 1973, dos de ellos durante presidencias de Perón, que detestaba la inflación aunque no siempre actuara en consecuencia. Pese a los aciertos iniciales ninguno de estos cuatro planes pudo evitar que al tercer año la inflación volviera a subir. Pero sin estas políticas de estabilización la "megainflación", que se inició en 1975 y se mantuvo catorce años por encima del 100% anual, habría llegado mucho antes.
La otra línea argumental de la inflación benigna es cuestionar que sean los pobres quienes más se perjudican con ella por ser el impuesto inflacionario el más regresivo de los tributos. Ello sería así porque el incesante aumento del gasto público y de los programas sociales -tales como la bienvenida asignación por hijo o la sustancial ampliación del número de los jubilados- mitigaría o anularía el castigo a los más pobres.
Estudios recientes, sin embargo, muestran otras facetas. Así, un trabajo del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra, ligado a la CTA) subraya que el aumento de los salarios reales del conjunto de trabajadores se estancó desde 2007, aunque siguió vigente para los trabajadores registrados. Como consecuencia, la participación de los asalariados en el ingreso se encontraba en 2010 todavía por debajo de los primeros años de la década del 90. En fin, desde 2007 en adelante se estancó la sustancial reducción de la pobreza lograda hasta entonces, observándose en 2010 valores del 22,9% de la población para la pobreza y del 6,1% para la indigencia, más del doble de los estimados por el Indec.
Coinciden con estas apreciaciones, agregando valor, los resultados del último informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (ODSA). Tal como en el estudio de Cifra, se observa en la mayoría de los indicadores económicos y sociales de los hogares una sustancial mejora entre 2004 y 2007 y un estancamiento o caída de allí a 2010.
Uno de los valores agregados por el ODSA es que permite conocer con mayor detalle lo ocurrido a los más pobres. Los indicadores relevados son muy diversos, pero aquí nos concentraremos en los vinculados al nivel de ingresos, a saber, la suficiencia del ingreso monetario mensual, la capacidad de ahorro, la necesidad de recortar gastos en atención de la salud y medicamentos o de postergar pagos de servicios, alquileres o cuotas hipotecarias, el déficit de ropa de abrigo y calzado y, en fin, el riesgo alimentario general. Desde 2007 en adelante, todos estos indicadores han empeorado para el promedio de la población, salvo el del ingreso mensual insuficiente. Para el 25% de la población de menores ingresos empeoraron todos los indicadores, sin excepciones y más intensamente que para el resto de la sociedad. Es cierto que desde 2007 hasta 2010 la economía creció la mitad, que se atravesó una crisis global sin precedente y que la creación de empleos fue menor. Pero es claro que la principal causa del deterioro de los ingresos, especialmente de los más pobres, ha sido la inflación. Una evidencia al respecto es que para el conjunto de la población relevada entre 2009 y 2010 empeoraron cinco de los siete indicadores, y para los más pobres seis de los siete, quedando a salvo sólo el riesgo alimentario general, que bajó levemente, aunque sin mejoras respecto de 2006. Esta caída de los ingresos reales al pasar de un año de recesión y despidos como 2009 a otro de clara recuperación como 2010 no puede explicarse, sino por la aceleración de la inflación.
Los precios al consumidor no parecen estar acelerándose, pero sí lo están haciendo los precios mayoristas, los costos de la construcción y los salarios, estos últimos en respuesta a una inflación de la que los trabajadores no son responsables y que perciben creciente, procurando aumentos preventivos. Todo esto no augura un buen futuro para el IPC, que tampoco se corregirá con el anunciado congelamiento. Además, como ocurre siempre en alta inflación, hay precios que se están retrasando, en especial los de la energía, y en menor medida, el tipo de cambio. Y si bien es cierto que la Argentina tiene hoy un marco externo propicio, que permite financiar estas distorsiones mediante subsidios, su duplicación en lo que va de 2011 muestra el riesgo de tal política.
El problema de inflación que enfrenta la Argentina es serio, y más preocupante aún por perjudicar más a los pobres, pero puede resolverse. Por ello no deja de sorprender la pertinaz actitud del Gobierno de negar la realidad y sortear así también su cura. Siempre hay excusas: en 2008 porque subían las commodities ; en 2009 porque estaban la crisis global y el año electoral ; en 2010 habrá sido por el Bicentenario, y en 2011 porque hay elección presidencial. También se esgrime como prueba de la benignidad y para justificar la inacción el hecho de que la sociedad no le otorga prioridad a este problema en las encuestas y, ya se sabe, se gobierna para ellas, aquí y en otros lados. La gente no está obligada a conocer los riesgos de estas políticas y, en el entramado de las excusas y las encuestas, se la amenaza con el fantasma de que estabilizar es igual a caer en recesión, lo que es falso como lo prueban numerosos casos en nuestro propio continente. Lo que hay es una opción por las conveniencias de corto plazo y un descuido temerario por los costos que ya están pagando los más pobres y se extenderán luego a la sociedad, salvo que se reaccione a tiempo.
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viernes, 3 de junio de 2011

Cuenta pendiente: la reforma tributaria. Por Carlos Petroli

(Publicado en La Voz del Interior, Suplemento Agropecuario, 03/06/2011)
Cambios importantes en el encuadramiento impositivo del agro están contenidos en la propuesta de reforma tributaria que esta semana llevaron al Congreso las principales cámaras empresarias de la Región Centro.
En la proximidad de la campaña electoral, la presentación no califica sólo por su valor coyuntural, de oportunidad. Su mayor relevancia es de otro rango: contribuye a instalar y poner de nuevo sobre el escenario político un tema de fondo para los intereses estratégicos de largo plazo del país.

Gane quien gane las elecciones y se instale en la Casa Rosada y el Congreso, los puntos centrales del documento seguirán mostrando la punta del iceberg: la necesidad “inmediata e impostergable”, como advierten los empresarios, de implementar una reforma integral del sistema tributario en sus tres niveles (nacional, provincial y municipal).
Con ese ambicioso expediente, en un marco de crecientes demandas sociales, la Argentina podría fomentar las inversiones productivas, fortalecer el desarrollo económico y social y aumentar el nivel de actividad y el empleo.
Aguad y Juez, presentes. Oscar Aguad y Luis Juez, actuales legisladores nacionales por Córdoba y aspirantes a la gobernación, recibieron a la comitiva de técnicos y empresarios de la Región Centro, junto a otros miembros del Congreso.
La creación de un Consejo Económico y Social que asesore al Congreso sobre la reforma en materia de impuestos al comercio exterior, sugerida en el documento, también está en los planes de Ricardo Alfonsín. Durante un encuentro con los ruralistas de Carbap, el candidato presidencial de la UCR apuntó que un Consejo Económico y Social, similar al que funciona en Brasil, permitiría una fluida interacción del Gobierno con los actores sociales y económicos.
En los lineamientos elaborados por una treintena de técnicos y cámaras empresarias de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, se menciona que dicho Consejo asesoraría al Congreso “sobre la implementación o no” de derechos de exportación y las alícuotas a aplicar. “Si se decide su aplicación, deberán tener alícuotas moderadas, respetar la realidad económica y la no confiscatoriedad, deberá existir razonabilidad y proporcionalidad y deberá asegurar un óptimo equilibrio fiscal. Debería permitirse su utilización como pago a cuenta del Impuesto a las Ganancias”, recomiendan los empresarios.
¿Qué utilidad tendría el análisis multisectorial con participación del Estado nacional, el Congreso, las organizaciones empresarias y sociales?
Según los privados, tal abordaje radica en que la imposición al comercio exterior tiene aristas complejas: está vinculada al perfil que asume el país dentro de la economía mundial y es un tema estrechamente conectado con el rumbo de la política económica nacional, con implicancias cambiarias, fiscales y monetarias.
En el caso de las retenciones agropecuarias, los técnicos de la Región Centro eluden un abordaje oportunista: las ubican en la categoría de “otros tributos que merecen un análisis especial”, junto con el impuesto de Sellos y sobre los Ingresos Brutos.
En cambio, enumeran en la lista de “tributos que deberían eliminarse” a los de Ganancia Mínima Presunta; contribución especial sobre el capital de las cooperativas; impuesto a los débitos y créditos bancarios y varias tasas municipales.
La gran cantidad de impuestos nacionales y alta complejidad en su administración son parte de un diagnóstico contundente: si se mide la presión teórica sobre los que pagan, la carga tributaria en relación con el producto interno bruto formal habría ascendido al 48 por ciento en 2010, por encima de varios países del primer mundo.
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miércoles, 1 de junio de 2011

Brasil puede pagar cara su dependencia de la demanda china. Por Jorge Castro

Brasil es el país del mundo más transformado por el vuelco de la economía global hacia el Asia, y en primer lugar China. Las exportaciones brasileñas a China ascendieron a U$S 30.790 millones en 2010, treinta veces más que diez años antes; y en ese período, las importaciones de China crecieron veinte veces (U$S 25.600 millones en 2010).
En los próximos 5 / 10 años, Brasil comienza la explotación de los yacimientos petrolíferos del Pre-Sal, la segunda o tercera reserva de crudo del mundo, después de Arabia Saudita. En ese período, China comprará más de 40% de la demanda mundial de petróleo y un porcentaje semejante de la producción del Pre-Sal.

El vínculo entre las dos mayores economías emergentes recién comienza.
El salto en los términos de intercambio experimentado en el comercio internacional ha sido el fundamento de la transformación de Brasil en los últimos 10 años. Estos términos, que han tenido una mejora de 40 puntos en la década, otorgaron a Brasil un saldo estructural en su balanza comercial de U$S 100.000 millones, que lo salvó del hundimiento en 2008-2009 , e hizo posible financiar el gasto social que en las condiciones de macroestabilidad logradas a partir de 1994 le permitieron incluir a 30 millones de brasileños en la clase media y asegurar a otros 50 millones su alimentación.
Pero el vínculo con China ha provocado una caída extraordinaria de las exportaciones industriales, en especial manufactureras.
Eran 58% del total en 2000 y cayeron a 38% en 2011. El déficit de la balanza industrial alcanzó a U$S 37.000 millones en 2010; el manufacturero fue mayor, quizás U$S 70.000 millones.
Al mismo tiempo, las exportaciones primarias (mineral de hierro / soja), que eran 22% en 2000, aumentaron a 46% en 2010; y si se les suma celulosa y pasta de papel superaron 60% en ese período. Se han duplicado en 10 años.
Este proceso es coincidente con una extraordinaria apreciación del real, que se valorizó 119% entre 2004 y 2011 . Un porcentaje semejante equivale al saldo de la balanza comercial en ese período. El real se aprecia porque Brasil recibe un flujo de capitales gigantesco. Atrajo en 2010 más de U$S 300.000 millones (Bolsa de San Pablo), entre ellos, U$S 54.000 millones de inversión directa (IED); y entre enero y abril de este año se incrementó 42%.
Según la Confederación Nacional de la Industria (CNI), 45% de las firmas industriales que compiten con productos chinos perdieron participación en el mercado doméstico entre 2006 y 2010; y a 67% de las firmas que exportan le sucedió lo mismo. Los factores que están detrás de la pérdida de mercado son el alto costo de la producción y la escasa productividad / competitividad, acentuados por la apreciación del real.
Los costos de producción están directamente relacionados con el costo del capital, con una tasa de interés de 12% anual, tres veces mayor a la de China; y una presión impositiva que es 37% del PBI, dos veces y media la de la República Popular.
Lo que frena las exportaciones industriales no es la apreciación del real, o la competencia china, sino el “costo Brasil”: modernización insuficiente de la infraestructura y el sistema público, escasa productividad y altos costos de producción.
El papel de Brasil en el comercio internacional es esencialmente pasivo; su superávit depende del precio de los commodities en el mercado mundial (demanda china) y no del propio Brasil.
La “reprimarización” significa un retroceso histórico ; implicaría retroceder en el proceso de acumulación lanzado por Getulio Vargas (Volta Redonda), consolidado por Juscelino Kubischek y el régimen militar, sobre todo en las presidencias de Emilio Médici y Ernesto Geisel.
El problema de Brasil no es China, ni la apreciación del real, sino la falta de una visión estratégica de largo plazo , que fije prioridades y objetivos a un proceso sistemático de reformas internas, económicas, sociales e institucionales.
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lunes, 30 de mayo de 2011

La reforma fiscal necesaria: sus lineamientos. Por Jorge Gaggero

(Nota publicada en La Nación on line el sábado 28 de mayo de 2011)
Las presentes circunstancias de nuestro país plantean desafíos a la política fiscal en tres planos igualmente cruciales: el macroeconómico; el de los bienes públicos y la redistribución de ingresos; y el de la competitividad. Se desarrollará aquí un breve esbozo de una reforma orientado a encarar estos desafíos, siguiendo los lineamientos de un texto redactado por mí para el "Plan Fénix" (2006) a partir de una reflexión colectiva de un grupo de especialistas nacionales en cuestiones fiscales [ integrado por Orlando Braceli, Jorge Gaggero (coordinador), Jorge Macon, Marcos Makon, Alejandro Otero, José Sbatella, Angel Sciara y Salvador Treber].

Creo que es necesario primero, para una mejor comprensión de la propuesta, plantear algunas breves referencias acerca de la cuestión de la redistribución de los ingresos, en sus fases "primaria" y "secundaria" (y de sus intervinculaciones).Las fases "primaria" y "secundaria" de la distribución de los ingresos
Los procesos redistributivos han resultado en Occidente, en general, de una larga y ardua tarea de construcción histórica por parte de las sociedades que han logrado altos estándares de bienestar y equidad, como consecuencia de la activa (pertinaz, puede decirse) participación de sus clases, segmentos sociales y asociaciones de diverso tipo. En suma, un proceso de edificación y defensa de nuevas instituciones que permitieron alcanzar y sostener tales estándares en un arduo proceso de avance y consolidación de tipo cultural. Resultan poco frecuentes, en cambio, los casos de "saltos históricos" que hayan logrado subsistir.
En cuanto al conjunto de políticas públicas apropiadas, varían de acuerdo a los respectivos procesos y diferencias estructurales de las sociedades nacionales. En aquéllas donde los mercados juegan un papel de alguna relevancia resulta importante, a efectos tanto analíticos como argumentativos, distinguir entre los procesos y políticas que definen la distribución denominada "primaria" de los que operan en la fase "secundaria". La "primaria" es la fase de la distribución que resulta de la interacción de los mercados, la "sociedad civil" (u "organizaciones del pueblo") y el Estado, con sus intervenciones y regulaciones de todo tipo, excepto la "propiamente fiscal" (vale decir, la que se realiza a través de la recaudación de impuestos y otros ingresos públicos y de la asignación del gasto público). La segunda, la "secundaria", se refiere entonces a la "corrección" -usualmente progresiva, proequitativa- que realiza la acción fiscal del Estado a la "distribución primaria", bastante inequitativa en todas partes.
Ahora bien, resulta vital para alcanzar un cierto grado de equidad que se opere con vigor en ambos planos de la distribución. Ello es así porque la historia parece mostrar que allí donde la "distribución primaria" tiene características extremas ("salvajes") es más limitada la corrección "secundaria" posible. Muy esquemáticamente, esto se explicaría por dos razones principales, en planos diferentes. Por un lado, se plantea un problema de limitación instrumental dado que la capacidad de "corrección fiscal" no es ilimitada (en cuanto a la medida en que resulta capaz de modificar la regresividad "primaria"). Por el otro, en las situaciones de extrema inequidad "primaria" se plantea usualmente un problema de "correlaciones de fuerza" en el plano socio-político muy desfavorables para las mayorías, ya que los actores y procesos que definen tal grado de regresividad "primaria" tendrán también capacidad para bloquear las eventuales reformas fiscales (tributarias y del gasto público) que podrían mitigarla, al menos en parte, en la fase de redistribución "secundaria".
Una agenda relevante de las políticas públicas proequidad en el plano de la "distribución primaria" debería incluir, entre otros temas relevantes, los siguientes: control democrático y diversidad en el área de los medios masivos de comunicación; regulación eficiente de los mercados no competitivos y eficaces políticas antimonopólicas; políticas laborales progresivas; control de la concentración de la propiedad de la tierra y de la propiedad empresaria; redistribución de riqueza donde sea necesario (debe tenerse muy en cuenta, sin embargo, que una vez concentrada la propiedad resulta muy difícil redistribuirla); una política educativa que privilegie a los sectores más desprotegidos, sobre todo en los niveles básicos; y una política de salud de alcance universal, a partir de la constitución de un sistema racional e integrado (que supere el actual esquema: antieconómico, desigual, irracional y desintegrado, sujeto al arbitrio de poderosos intereses económicos y corporaciones). Una cuestión crítica central en la definición de la distribución "primaria" en una sociedad es, "antes" del rol que puedan jugar las políticas públicas mencionadas, la de los valores predominantes en tal sociedad, la propiamente "cultural" antes mencionada (una esfera que resulta de la historia previa y en la cual, usualmente, se verifican muy lentos procesos de cambio).
Para completar esta introducción a la propuesta propiamente dicha, debe recordarse que en la fase "secundaria" lo que resulta clave para lograr más equidad es el nivel y la estructura del gasto público (lo que define, en buena medida, su impacto distributivo). Obviamente, el nivel del gasto está determinado por el nivel de la presión tributaria. A su vez, este último resulta - en última instancia- función del grado de progresividad de la estructura de los ingresos públicos: a mayor progresividad, más alto nivel de recaudación potencial. En síntesis, la estructura de la recaudación tributaria hace posible una mayor equidad, no tanto como consecuencia directa de la misma -su aporte "directo" es relativamente menor o inexistente, como es el caso de la mayor parte de los países de América Latina-, sino a través de la gestión del gasto público, cuyo nivel resulta por ella determinado.Una reforma posible
Ahora sí podemos abordar -sobre bases conceptuales firmes- la cuestión de los cambios fiscales necesarios en Argentina para hacer frente a los tres desafíos mencionados al principio de esta respuesta: el macroeconómico; el distributivo; y el de la competitividad.
En primer término debe situarse, sin duda, el indispensable aporte que la política fiscal debe hacer a la sustentabilidad macroeconómica de mediano y largo plazo. Los éxitos logrados, en los años posteriores a la caída del régimen de convertibilidad, en la mejora de los ingresos públicos y la consecuente generación de fuertes excedentes fiscales -que han permitido, a la vez, hacer frente a los servicios de la deuda, al gasto social y a crecientes inversiones en infraestructura- deben consolidarse hacia el futuro. Esto supone la necesidad de políticas de mediano plazo que puedan anticiparse a las reversiones del ciclo económico. La aceleración inflacionaria del bienio 2007-2008 hubiese requerido, por otra parte, una especial revisión de la política fiscal, que apuntase a un tiempo a intentar que la misma contribuyese con alguna eficacia a su control y a definir cambios graduales en su estructura que asegurasen que tal orientación no resultase en impactos regresivos sobre la distribución del ingreso. Ello suponía encarar diversas reformas, tanto en el campo de los ingresos como en el de la estructura y la gestión del gasto. El compromiso estratégico que han asumido de modo explícito las autoridades nacionales es el de reducir -en la medida de lo posible- el endeudamiento neto y, a la vez, resituar al Estado como palanca de desarrollo, regulador y árbitro eficaz e instrumento clave para alcanzar las metas estratégicas de equidad sin las cuales no habrá progreso económico ni bienestar. En las condiciones de Argentina el cumplimiento simultáneo de estos objetivos sólo resulta posible con una política fiscal consistente, especialmente vigorosa y eficaz.
En segundo lugar, la revalorización del conjunto de bienes públicos que el Estado debe proveer -en particular, los asociados a la salud, la educación, la protección laboral y la previsión social- y más allá de ellos, la de las transferencias adicionales indispensables para alcanzar mayor equidad socio-económica, plantean demandas especialmente exigentes al sistema fiscal. Tanto como consecuencia de la mayor presión tributaria necesaria y de los cambios en la estructura de la imposición que deberían encararse, en un horizonte de mediano y largo plazo, como de los específicos desafíos que supone para la gestión presupuestaria y la administración pública (en todos los niveles de gobierno). El imperativo de reequilibrar la distribución de los ingresos y la demanda de mayor gasto consolidado futuro apuntan, necesariamente, en la misma dirección en materia de ingresos públicos: debería fortalecerse la imposición sobre las rentas personales y los patrimonios (reintroduciéndose, además, el impuesto "a la herencia" y las donaciones a título gratuito) y, por el contrario, atenuarse la carga sobre los consumos de carácter masivo (los suntuarios serían gravados en mayor medida). Deberían integrarse las rentas de cualquier origen en cabeza de las personas físicas con el objeto que el impuesto a las ganancias recaiga sobre todas ellas (sin excepciones relevantes). Un proceso de este tipo demandaría el previo "cierre" de los canales de elusión hoy existentes que son usados por los sectores de mayores ingresos para eludir sus obligaciones tributarias, muchos de los cuales descansan en las debilidades de la gestión orientada a la efectiva aplicación del criterio de "renta mundial" vigente en Argentina (un ejemplo relevante es el brindado, en los últimos años, por la proliferación de "fideicomisos" de todo tipo, incluidos los que se constituyen en "paraísos fiscales").
En tercer término, las reformas fiscales resultan ineludibles para darle mayor competitividad a la economía, en todos los planos en los que la gestión estatal resulta sustantiva. En el tributario, a través de una reducción sustancial de la evasión y la elusión que permita -a la vez- terminar con un proceso histórico de "selección perversa" de agentes económicos basado en una alta "brecha de deslealtad empresaria" y, vía reducción de alícuotas (en especial en el IVA), estimular las actividades económicas internas. Complementariamente, la eliminación de las exenciones que hoy benefician a las actividades financieras y especulativas y el aumento de la presión sobre las personas con alta capacidad contributiva, permitiría terminar con la asimetría que hoy afecta a las empresas (en especial a las pequeñas) y a las actividades productivas. En el plano del gasto, una mayor eficacia administrativa y reguladora del Estado, una dirección más eficiente y racional de sus subsidios, una más alta y mejor direccionada inversión pública y una ambiciosa y equilibrada coordinación regional constituirían otras tantas asignaturas estratégicas indispensables.Los agentes "retardatarios" y algunos requisitos a cumplir
Para que reformas tributarias de este tipo puedan practicarse en Argentina se plantean, en principio, dos requisitos insoslayables y estrechamente vinculados entre sí: legitimar la imposición a través de una mayor eficacia y transparencia del gasto público, como ya se dijo; y afirmar gradualmente, al mismo tiempo, la "ciudadanía fiscal", tan débil en Argentina. Resulta insoslayable la simultánea afirmación, en los hechos, de la disposición (y capacidad) estatal para "imponer", en última instancia y quebrando, dentro de la ley, la resistencia de los más "remisos".
Como muestra evidente de las dificultades que deben ser enfrentadas a este respecto, valen:
i ) el levantamiento de los grandes propietarios "del campo" (2008), con el auxilio de los pequeños, bajo la consigna "sectorial" de que no se permitirá que el Estado "les meta la mano en el bolsillo";
ii ) la silenciosa pero eficiente tarea de desaliento de toda reforma de carácter progresivo por parte de los grandes bancos privados y de las agrupaciones que representan a los titulares de las más importantes empresas; y
iii ) de modo paradojal, los sucesivos embates de algunos dirigentes de la Confederación General del Trabajo (CGT) y ambas fracciones de la otra central, la CTA, contra el tributo sobre las ganancias con el argumento de que se trata de un "impuesto sobre el salario" y por lo tanto debería ser eliminado (en el caso de una de ellas, se impulsado incluso una acción judicial para intentar impugnar legalmente su vigencia) .
No resulta, por cierto, una cuestión menor que la objetiva necesidad de mayor progresividad en Argentina aparezca desafiada a la vez por las patronales agropecuarias -y, con intensidad variable, por los restantes sectores de la actividad productiva-, por importantes actores del sector financiero privado e, incluso, por algunas direcciones sindicales.
Una necesaria contracara de los cambios tributarios requeridos son, entonces, las reformas orientadas a dar mayor eficacia y transparencia a la gestión presupuestaria en todos los niveles de gobierno, en el marco de un escrupuloso cumplimiento de las estipulaciones constitucionales (incluyendo la posible apelación, en ciertos casos de particular importancia, a las nuevas instancias de consulta habilitadas por la reforma de 1996) y el adecuado funcionamiento del régimen republicano y federal de separación de poderes.
Los presupuestos públicos no alcanzan a reflejar hoy siquiera lo que se gasta (ofrecen un parcial panorama "financiero"), cuando deberían expresar con claridad qué se hace con los recursos públicos asignados (la perspectiva de las "necesidades públicas"). Resulta entonces indispensable un cambio en la visión del Estado: el paso del "Estado gastador" al "Estado prestador de servicios".
Se requiere, para ello, de un sistema de planificación que brinde un marco a la definición de las políticas a impulsar y a la posterior asignación de los recursos necesarios. Junto con una mayor flexibilidad gestional en la administración, adecuada a la singularidad de cada organismo. Y la introducción de sistemas de premios y castigos para las instituciones y los funcionarios, los "gerentes públicos". En cuanto a la evaluación de los resultados, resulta también indispensable el buen funcionamiento de un sistema de seguimiento y monitoreo que verifique si el impacto previsto de la prestación de los bienes y servicios públicos se ha alcanzado y que, en caso contrario, permita introducir a tiempo rectificaciones (y también penalidades, cuando corresponda).
El autor es economista, investigador en el CEFID-AR y miembro de Tax Justice Network
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lunes, 23 de mayo de 2011

Ya no podemos competir con Brasil. Por Orlando Ferreres

No basta con un tipo de cambio real alto para competir con Brasil. La importancia de mantener las reglas de juego pesa mucho más que un tipo de cambio competitivo a la hora de la verdad, o sea, a la hora de coagular dinero líquido en inversiones de activo fijo y ocupar gente.
A partir de 2002/2003 hemos tenido un "tipo de cambio real alto" en tanto que Brasil siguió la política opuesta, ya que pasó de 3,80 reales por dólar en 2003 al 1,60 reales por dólar de la actualidad. Siguiendo los lineamientos indicados por los defensores de las "devaluaciones competitivas" se tendría que haber verificado un gran saldo negativo de Brasil con Argentina. Los hechos indican lo contrario, somos nosotros los que ahora tenemos un gran saldo negativo con Brasil.
Durante la convertibilidad, período en el que teníamos un "tipo de cambio atrasado", se verificó un importante superávit comercial con Brasil. Parece el mundo del revés ¿cómo puede explicarse este comportamiento contradictorio?




La explicación puede encontrarse en la radicación de industrias que define el MERCOSUR, dominado por Brasil, que hizo que la gran mayoría de las empresas importantes establecieran sus plantas productivas grandes allá.
Una vez radicadas allá, exportan al otro país, en este caso Argentina, por eso es que tenemos déficit comercial con ellos a pesar de que Brasil es mucho más caro que nosotros.
Los empresarios parecen razonar de esta manera: "No hay aranceles entre ambos países, en ese caso es mejor instalarse en Brasil que tiene un mercado interno más grande y, sobre todo, mantiene las reglas del juego. La Argentina tiene un buen mercado interno algo más chico, pero el problema principal es que siempre está pendiente del péndulo fatídico y además carece de una estrategia de largo plazo. A sus políticos no les preocupan las consecuencias de entrar en default cada tanto, de licuar el dinero con inflación alta y otras medidas heterodoxas".
Además, Brasil mantiene buenas relaciones con todos los países del mundo con lo cual les da confianza a los inversores internacionales, tanto de EE.UU. como de Europa, China, Japón y otras regiones. Las autoridades argentinas suelen enemistarse con muchos países y hasta el Canciller les paró un avión a los EE.UU. y los humilló gratuitamente, con lo cual no les da mucha gana de venir a invertir en Argentina.
Las inversiones generan comercio. Anteriormente se consideraba que generar comercio implicaba inversiones y ocupación. Actualmente la relación en el mundo es al revés: las inversiones generan comercio. Si la gran planta se estableció en Brasil, va a exportar desde allá, cualquiera sea el tipo de cambio real, no va a mudar sus plantas por 3 o 4 años de tipo de cambio real alto aquí, que después, cuando comienza a producir, se "vuelve tipo de cambio real bajo", siguiendo el péndulo fatídico. Lo único que se mueve por consideraciones cambiarias parece ser el turismo, que busca siempre el costo más bajo en dólares.
Brasil siempre ha querido ser "el más grande del mundo" cosa que antes nos generaba cierta sonrisa. Hoy, es una realidad. Además, más del 60 % del comercio mundial es entre empresas grandes, básicamente multinacionales, lo que Brasil aprovecha muy bien. Nosotros preferimos la Pyme, que está bien como emprendimiento, pero que no alcanza para competir en un mundo de multinacionales. Hoy nadie piensa en poner su Casa Matriz en Buenos Aires y menos después de observar los cambios de legislación con un decreto que ahora permiten al Estado -vía Anses- poner nuevos directores en las empresas privadas.
Hace 15 años atrás en 1994 y 1995, las inversiones externas en Brasil y Argentina eran similares alrededor de U$S 5000 millones. Actualmente, en 2010, la inversión externa directa fue de U$S 49.000 millones en Brasil y de u$s 6000 millones en la Argentina. Esto explica en buena medida nuestro contradictorio saldo del balance comercial con Brasil ¿Usted cómo cree que van a seguir las exportaciones entre estos dos países en los próximos años, independientemente de cual sea el tipo de cambio real con esos niveles diferenciales de inversiones externas directas?
Adicionalmente, los empresarios brasileños al incrementarse mucho el valor de sus empresas por el tipo de cambio revaluado del real, han colocado parte de su capital en la bolsa y con esos recursos han comprado empresas en diferentes países del mundo, muchas de ellas empresas importantes de la Argentina (Pérez Companc, Loma Negra, Swift, Quick Food, y otras grandes y medianas). Con la extranjerización de nuestro sistema productivo nos dominan doblemente. Esto que hace Brasil lo podemos llamar verdaderamente "estrategia de país a largo plazo", estrategia que Argentina no ha logrado tener.
Los empresarios argentinos, cuando el tipo de cambio estaba atrasado y sus empresas valían muchos millones de dólares, prefirieron vender sus compañía y colocar financieramente sus saldos líquidos en el exterior, antes que comprar más empresas en diferentes países, diversificando el riesgo empresario. Esto muestra un comportamiento muy distinto del empresario brasileño que ha elegido la segunda opción, convirtiendo a sus empresas en compañías de clase mundial.
¿Cuáles son nuestras alternativas dada la situación de hecho en la que hemos caído?: Creo que la mejor estrategia sería seguir el camino de Chile que ha establecido acuerdos de libre comercio con la mayor cantidad de países que ha podido. Esto es mucho más eficiente que seguir dentro de la estrategia del Mercosur, dominado por los intereses de Brasil.
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lunes, 16 de mayo de 2011

Las dudas sobre el plan oficial. Por Rodolfo Terragno

Si el gobierno fuera reelecto, se produciría -según algunos de sus más calificados voceros- la acentuación del populismo. El viceministro de Economía, Roberto Feletti, lo ha dicho sin ambages: “El populismo, al que muchos critican, debería radicalizarse” (Debate, 6.5.2011).
A su juicio, hasta ahora sólo hubo un populismo tenue porque el Estado “no podía apropiarse de factores de renta importantes”. En caso de reelección, “el proceso no tendrá límites” .
Ernesto Laclau coincide en la necesidad de “profundizar” el populismo , que hasta ahora habría sido sólo “un populismo a medias” (Clarín, 29.10.10). El gobierno -al cual apoya- habría querido ir más allá, pero una trama de intereses frenaba la marcha .

El calificativo “populista” suele ser peyorativo; pero el gobierno lo asume sin complejos . Laclau ofrece fundamentos para el populismo: si las instituciones no satisfacen las demandas sociales, se requiere “un mecanismo no institucional”, construído “desde fuera del Estado”, que represente a la sociedad insatisfecha . “Se puede tener populismo de derecha o de izquierda, pero siempre hay una interrupción del sistema institucional del poder”, concluye.
Feletti es el encargado de aplicar esa doctrina al planeamiento económico . Sus objetivos (que, cabe suponer, son los del gobierno todo) se sintetizan en los puntos siguientes; pero se los puede ver desarrollados por el propio funcionario en el sitio www.robertofeletti.com.ar : 1.
Cambio de las relaciones de fuerza entre el Estado y el poder económico . El gobierno juzga que, tradicionalmente, las corporaciones han influido de forma impropia sobre el sistema político. La idea es reducir la influencia.
2.
Revisión de la matriz de negocios . Esto implica que el Estado analice y compare empresas, según los indicadores que juzgue relevantes (por ejemplo, rentabilidad) para luego establecer rangos. Es el paso previo a tomar decisiones de política económica aplicables a uno o más sectores.
3.
Restricciones al libre mercado . Se anticipa que las decisiones no pueden seguir tomándose “de manera “libremercadista”.
4.
“Mayor control sobre la renta indebida” . Lo indebido sería “apropiarse de excedentes rápidos”. Es lo que harían los sectores financiero y exportador. En forma explícita, el viceministro anuncia una nueva “regulación de la renta exportadora del sector agropecuario”.
5.
Lucha contra los monopolios . Se enfatiza que las corporaciones “no pueden hacer lo que quieran y quedarse con el ingreso de los argentinos”. En los últimos años “se logró una autonomía nacional que ahora necesita profundizarse”.
6.
Las estadísticas del actual INDEC como guía . El gobierno estima que, antes, el INDEC operaba a favor de la “patria financiera”. “Eso se acabó”.
7.
Promoción del consumo, aunque esto produzca cierto grado de inflación . Feletti dice: “El gobierno admite que hay subas de precios, pero de ninguna manera aplicará un programa de ajuste. Creemos que es mejor que haya consumo, aunque se produzcan [nuevas] subas”.
8.
Ampliación de la oferta . La interpretación es que la inflación, en el caso de los alimentos, obedece a una “insuficiencia de oferta”.
9.
“Aumento del gasto público” . “Al aumentar la demanda interna, la expansión del gasto público es autofinanciable”. Se mantendrían los subsidios. Los que abaratan el transporte, se subraya, “son de enorme trascendencia para los trabajadores que se movilizan del Gran Buenos Aires”. Además, se cree que “los subsidios no presentan un obstáculo a la inversión pública”.
10.
Utilización de reservas para no recurrir a préstamos internacionales . Las divisas acumuladas sobrepasan el monto necesario “para defender el peso de cualquier ataque especulativo”. En principio, el “excedente” seguiría usándose para pagar deuda, pero también “podría utilizarse para fondear proyectos de infraestructura a largo plazo”.
El programa es claro pero deja muchas dudas , que sus impulsores harían bien en despejar: ¿Hasta dónde llegaría la radicalización del populismo? ¿Harían falta, para eso, “mecanismos no institucionales”? ¿Cómo revisaría el Estado las matrices de negocios? ¿Hay una definición de “renta indebida” que impida la arbitrariedad? ¿Se puede desconocer la ley de la oferta y la demanda? ¿De qué modo se lucharía contra los monopolios, que sin duda merecen ser combatidos? ¿Hay una razón para no constituir el Tribunal Nacional de Defensa de la Competencia, previsto por la Ley Antimonopolios, cuya misión es evitar que se disminuya, restrinja o se distorsione la competencia? ¿ No correspondería a la justicia decidir si una o más empresas abusan de una posición dominante en perjuicio de la economía nacional? Siendo que -como bien señala el viceministro- la competitividad no depende sólo de “un tipo de cambio alto”, y es inadmisible lograrla mediante “salarios bajos”, ¿Cuáles serían los modos de aumentar la productividad , condición sine qua non para tener una economía más competitiva? ¿Es posible aumentar la oferta sin mayor inversión? ¿O el Estado produciría los bienes y proveería los servicios necesarios para superar la “insuficiencia de oferta”? ¿Se podría revisar las matrices de negocios y regular la renta sin afectar la inversión privada ? ¿Podría el sector público, por sí solo, encargarse de la inversión adicional que se necesita para tener crecimiento sostenido? ¿Cuál sería el límite al gasto público? Y, finalmente: ¿Los subsidios benefician sólo a los sectores más necesitados? ¿Qué pasaría si los no indispensables y, en general, el gasto público acabaran con el superávit fiscal ? ¿La inflación no sería contraproducente, a los fines de elevar la condición de los asalariados? ¿Es injusto decir que esta política tiene lagunas y contradicciones que, de no resolverse, podrían llevarla al fracaso?
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Un oportuno viraje del FMI. Por Joseph Stiglitz

La reunión anual de primavera del FMI fue notable ya que marcó el intento del Fondo de distanciarse de sus dogmas de años sobre controles de capital y flexibilidad del mercado labora l. Parece que un nuevo FMI –gradual y cautelosamente– surge bajo el liderazgo de Dominique Strauss-Kahn.
Poco más de 13 años antes, en la reunión de Hong Kong de 1997, el Fondo había intentado enmendar su carta para ganar más margen de acción y poder empujar a los países hacia una liberalización del mercado de capitales . El momento no podría haber sido menos oportuno: la crisis de Asia recién se estaba gestando, una crisis que fue, en gran medida, el resultado de la liberalización del mercado de capitales en una región que, dada su elevada tasa de ahorros, no la necesitaba en absoluto.

Esa postura era la defendida por los mercados financieros de Occidente, y por los ministros de Finanzas occidentales que tan fieles les son. La desregulación financiera en EE.UU. fue una causa importante de la crisis global que estalló en 2008, y la liberalización financiera y del mercado de capitales en otras partes ayudó a propagar por el mundo ese trauma “made in USA”.
La crisis demostró que los mercados libres y descontrolados no son ni eficientes ni estables. Tampoco necesariamente sirvieron de mucho a la hora de fijar precios (basta con ver la burbuja inmobiliaria), incluyendo los tipos de cambio (que son simplemente el precio de una moneda en términos de otra).
Islandia mostró que responder a la crisis imponiendo controles de capital podía ayudar a países chicos a manejar su impacto. Y el “alivio cuantitativo” (QE1) de la Reserva Federal de EEE.UU. tornó inevitable el deceso de la ideología de los mercados sin control: el dinero va hacia donde los mercados piensan que los retornos son más altos. Frente al auge de los mercados emergentes, y con EE.UU. y Europa de capa caída, era evidente que gran parte de la nueva liquidez que se estaba creando encontraría su destino en los mercados emergentes. Esto resultó especialmente cierto dado que el conducto de crédito de EE.UU. seguía obturado y muchos bancos comunitarios y regionales todavía estaban en situación precaria.
El resultante incremento de dinero que ingresó en los mercados emergentes significó que hasta los ministros de Finanzas y los gobernadores de los bancos centrales que se oponen ideológicamente a intervenir creen que no tienen otra opción que hacerlo. De hecho, país tras país ahora optaron por intervenir de una manera u otra para impedir que el valor de sus monedas se fuera a las nubes.
Ahora el FMI bendijo ese tipo de intervenciones; pero, como concesión para aquellos que todavía no están convencidos, sugiere que se las debería utilizar solamente como un último recurso.
Por el contrario, deberíamos haber aprendido de la crisis que los mercados financieros necesitan regulación, y que los flujos de capital transfronterizos son particularmente peligrosos. Estas regulaciones deberían ser una parte esencial de cualquier sistema para asegurar la estabilidad financiera; recurrir a ellas sólo como un último recurso es una receta para una continua inestabilidad.
Existe un amplio rango de herramientas de gestión de cuentas de capital, y lo mejor es que los países usen una canasta de esas herramientas. Aún si no son plenamente efectivas, normalmente son mucho mejor que nada.
Pero un cambio aún más importante es el vínculo que el FMI finalmente trazó entre desigualdad e inestabilidad. Esta crisis fue, en gran medida, el resultado del esfuerzo por parte de Estados Unidos de estimular una economía debilitada por una mayor desigualdad a través de tasas de interés bajas y una regulación laxa (que hicieron que mucha gente pidiera prestado mucho más allá de sus posibilidades). Deshacer las consecuencias de este endeudamiento excesivo llevará años. Pero, como nos recuerda otro estudio del FMI, éste no es un patrón nuevo.
La crisis también puso a prueba los dogmas de larga data que responsabilizan a la rigidez del mercado laboral por el desempleo, ya que a los países con salarios más flexibles, como EE.UU. les fue peor que a las economías del norte de Europa, entre ellas Alemania. Por cierto, conforme los salarios se debiliten, a los trabajadores les resultará aún más difícil devolver lo que deben, y los problemas en el mercado inmobiliario se agravarán. El consumo seguirá siendo limitado, mientras que una recuperación sólida y sostenible no puede basarse en otra burbuja alimentada por deuda.
Tan desigual como era EE.UU.antes de la Gran Recesión, la crisis, y la manera en que fue manejada, llevó a una desigualdad de ingresos aún mayor, haciendo que la recuperación fuera mucho más difícil. EE.UU. se está preparando para su propia versión de un mal japonés.
Sin embargo, existen soluciones para este dilema: fortalecer la negociación colectiva, reestructurar las hipotecas, utilizar la zanahoria y el garrote para que los bancos vuelvan a prestar dinero, reestructurar las políticas impositivas y de gasto para estimular la economía hoy meidante inversiones a largo plazo, e implementar políticas sociales que aseguren oportunidades para todos. Hoy, con casi una cuarta parte de los ingresos totales y el 40% de la riqueza en manos del 1% que más gana, Estados Unidos hoy es menos una “tierra de oportunidades” que incluso la “vieja” Europa.
Para los progresistas, estos datos abismales son parte de la letanía habitual de frustración y furia justificada. Lo que es nuevo es que el FMI se sumó al coro. Como concluyó Strauss-Kahn en su discurso en la Brookings Institution poco antes de la reciente reunión del Fondo: “En definitiva, el empleo y la igualdad son los pilares de la estabilidad y la prosperidad económica, de la estabilidad y de la paz política. Esto está en el corazón del mandato del FMI. Se lo debe colocar en el corazón de la agenda política”.
Strauss-Kahn está demostrando ser un líder sagaz del FMI. Sólo nos queda esperar que los gobiernos y los mercados financieros presten atención a sus palabras.
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