Según el presupuesto presentado, por cada alumno que se gradúa se habrán desembolsado US$ 52.386, unos 16.672 más que en 2009.
os diplomas en universidades públicas le resultan cada año más caros al Estado nacional: mientras que en 2009 se destinaron US$ 35.714 de las arcas estatales por cada graduado, en 2012 esa cifra crecerá hasta US$ 52.386 por cada egresado que trasponga, orgulloso y título en mano, la puerta de su facultad.
El dato surge de cruzar los resultados del Anuario Educativo 2009, que fue elaborado en diciembre de 2010 y que es el último informe disponible sobre el área, y las previsiones del presupuesto nacional 2012, que según un trabajo de la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP), destinará el año próximo $ 19.259 millones (US$ 4377 millones, al cambio de $ 4,40 que prevé la ley madre para ese año).
Ahora bien, si esos US$ 4377 millones se dividen por 83.552, que es la cantidad de graduados que habrá en 2012, según estima el propio presupuesto defendido con enjundia por el ministro de Economía, Amado Boudou, resulta que el costo por diploma será de US$ 52.386. Muy lejos de los US$ 35.714 de 2009, que surgen de dividir los US$ 2500 millones asignados en esa época por 70.000, que fue el número de egresados.
Eso no es todo; hay otras disparidades que asombran. Según la ubicación geográfica, varía el monto que insume cada alumno con diploma. El último Anuario Educativo muestra que un graduado en la Universidad de Rosario cuesta US$ 21.000 al año y uno en la Universidad Nacional de Salta, US$ 350.000. La Universidad de Buenos Aires (UBA) y la de Córdoba están cerca del promedio, con US$ 37.000 y 32.000, respectivamente.
¿Cómo se reparten estos fondos asignados? El 80% va a personal (sueldo de profesores y administrativos); 9,7%, a servicios no personales; 4,1%, a transferencias; 3,4%, a bienes de uso, y 2,2%, a bienes de consumo.
El problema quizá no está en el caudal de dinero que se destina a la educación universitaria, vital para cualquier país del mundo, sino, según Claudio Suasnabar, profesor de Política y Legislación de la Educación, en la Universidad de La Plata, en la eficiencia del sistema. "Se aumenta el presupuesto, pero no se modifica la lógica estructural de las universidades", comenta.
Si bien las sumas destinadas a esta área educativa prevén un crecimiento enorme para el año próximo, no se soluciona el gran problema universitario argentino que, según explica Alieto Guadagni, miembro de la Academia de Educación, es el bajo número de graduados que "produce" el país anualmente.
Sólo así se explica que lo que parece un dineral visto desde el prisma de los diplomados, suene escaso si la cuenta se hace con los inscriptos: mientras que la asignación total dividida por la cifra de diplomados da un promedio de US$ 52.386; si se la divide por los inscriptos, que el presupuesto estima en 1,41 millones, arroja US$ 3083. "La matrícula universitaria argentina está anclada en el siglo XIX", acota Guadagni.
Para Suasnabar, estos cálculos permiten ver el impacto del presupuesto en cantidad de alumnos, pero no refleja la variación por universidades, y, como el sistema no tiene regulación de ingresos, el costo promedio por alumno es menor que en otros países. "Pero cuando uno ve el costo por egresado, descubre que se encarece mucho", señala.
Hay ciertas comparaciones que asombran: Chile, donde el modelo educativo está cuestionado por sus alumnos, tiene ocho estudiantes por cada graduado, mientras que la Argentina tiene 16 por cada diplomado. "Por cada 100 que ingresan a la universidad en Chile o Brasil, se gradúan 66. Acá, 26 en promedio", detalla Guadagni.
Parafraseando al ex presidente Juan Domingo Perón, mientras los graduados vayan por la escalera y las inscripciones por el ascensor, los diplomas se seguirán encareciendo.
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