lunes, 10 de octubre de 2011

Crisis mundial, oportunidad argentina. Por Lucas Llach

Si al mundo le va mal, a nosotros también. Lo sabemos de memoria, y lo comprobamos en 2009, el único año recesivo desde 2003. Se oye decir al gobierno que la crisis internacional -la recesión o al menos el estancamiento que asoma en el mundo desarrollado- encontraría a la Argentina bien preparada. Hay algo de cierto: por sus frecuentes sismos institucionales, la economía argentina depende menos del sistema financiero que casi cualquier otro país. Sí habría, claro, un impacto comercial, porque la ralentización de la economía mundial llevaría a una caída en el precio de la soja, cosa que ya está ocurriendo.
Pero hay un punto adicional en el que la Argentina está mejor que otros países para enfrentar la crisis internacional. Para nuestra economía, una crisis como la de 2009 traería, junto a varias de sus plagas, al menos un consuelo: podríamos devaluar sin que eso involucrara un aumento de la inflación. Incluso, como ocurrió en 2009, es concebible una situación de crisis en la que el peso se depreciara y al mismo tiempo bajara la inflación.

Por supuesto, en el balance total nos conviene que no haya crisis, que la economía siga creciendo y que los problemas se corrijan de manera más amable. Pero, si viene la crisis, no estaría mal aprovecharla para enfrentar de manera definitiva lo que es en este momento el principal problema de mediano plazo de la economía argentina, el combo de inflación por el ascensor y dólar por la escalera.

La crisis de 2009 permitió devaluar en un contexto de inflación en descenso. El paso de $3 a $4 en el dólar abrió espacio para dos añitos de inflación de veintipico sin que el país se encareciera de manera insostenible. Sin crisis internacional, el choque de trenes entre inflación alta y dólar quelonio ocurriría en algún momento de 2012. El dólar de cuatro y monedas no aguanta otra ronda de aumentos salariales de 25%.

Un recrudecimiento de la crisis mundial podría ser una oportunidad para bajar la inflación de un modo más permanente que en 2009, cuando el aumento de precios fue menor a 20% pero solamente por un año. En primer lugar, podría aprovecharse una desaceleración económica no sólo para devaluar sin impacto en la inflación, como en la última crisis, sino para modificar la naturaleza de nuestro régimen cambiario.

Una política permanente contra la inflación requiere un tipo de cambio flexible, o al menos mucho más flexible que el que tenemos. Con nuestro actual sistema monetario, todos sabemos que en algún momento el dólar va a subir, y eso empuja las expectativas de inflación. Con un dólar que puede subir o bajar, ese componente de expectativas inflacionarias desaparece, lo cual ayuda a reducir la inflación.

En segundo lugar, en un contexto de desaceleración económica parece más posible un Acuerdo Social, que es el nombre de fantasía que se le da a una contención acordada entre gobierno, empresas y sindicatos de la tasa de aumentos de salarios nominales (Los empresarios pueden comprometerse también a moderar sus precios, pero sabemos que es mucho más difícil controlar precios que controlar salarios). Insisto con que la moderación salarial es en términos nominales, pero no necesariamente en términos de poder de compra. Si se lograran paritarias de 15% en lugar de 25%, la inflación de costos sería más baja -y habría menos necesidad de licuar esos incrementos de costos con devaluaciones ulteriores-, lo que repercutiría en una tasa de inflación menor y quizás la misma evolución del poder de compra.

El mayor desafío que presenta una estabilización de la inflación en medio de una crisis viene por el lado fiscal. ¿Será posible confiar que el gobierno no emitirá en exceso como para financiar un déficit público ensanchado por la caída de la recaudación? Creo que sí. La propia devaluación es una manera de recuperar fiscalmente lo que el gobierno pierde por, por ejemplo, la caída en el precio de la soja. Además, el peso del factor fiscal en la inflación argentina ha sido mínimo: la Argentina entró en un régimen de alta inflación en épocas de superávit fiscal (2007). No entiendo por qué no podría estabilizar en un contexto no demasiado lejano al equilibrio presupuestario.

¿"Toda crisis es una oportunidad"? No lo sé, pero esta definitivamente lo es..

No hay comentarios: