lunes, 25 de abril de 2011

Dilma designa al empresario más poderoso de Brasil en su gabinete. Por Eleonora Gosman

Dilma Rousseff demostró que hará honor al alias que le adjudicaron algunos medios de prensa: “la gerentona”. Acaba de incorporar a su primera línea ministerial a uno de los empresarios más ricos e influyentes de Brasil: Jorge Gerdau, un abogado de Río Grande del Sur de 74 años, que preside el grupo siderúrgico homónimo.
El designado coordinará la Cámara de Gestión y Planificación, donde tienen asiento los cuatro principales ministros del gobierno: Guido Mantega, de Hacienda; Miriam Belchior, de Planificación; Fernando Pimentel, de Industria y Antonio Palocci, jefe de la Casa Civil. Gerdau estará bien cerca de la presidenta brasileña, ya que tendrá un despacho en el Palacio del Planalto. No es por acaso la elección ni la proximidad. El industrial viene a llenar un espacio que genera preocupación en Rousseff y es el de la conquista de mayor eficiencia en la economía, tanto en el nivel gubernamental como en el propio sector productivo.


Esto señala una diferencia con el proceso argentino, donde los vínculos de la presidencia con el mundo empresarial carecen de organicidad . Una figura similar a la de Gerdau en Argentina sería Paolo Rocca, quien comparte el mismo rubro industrial: la siderurgia. Hoy Cristina Kirchner está enfrentada al grupo Techint en una pelea que ha ido escalando y debe resolver la Justicia.
Para Dilma, es la experiencia acumulada por Gerdau en la eficiencia de gestión lo que prevaleció al ofrecerle el cargo. Es que el gobierno brasileño enfrenta los próximos 3 a 5 años un cronograma de obras públicas indispensables para el Mundial de Fútbol y las Olimpíadas. Hace un mes, Gerdau anunciaba una inversión de US$ 1.500 millones destinados a expandir su producción de acero , en función del aumento estimado de la demanda por cuenta de las obras mundialistas y olímpicas.
El empresario, quien preside el Consejo de Administración del grupo, asumió el liderazgo de la empresa en 1983, cuando la firma poseía 6 plantas en Brasil.
Es cierto que la incorporación de hombres de negocios prestigiados no es un invento de la actual presidenta. Con Lula, Luiz Furlán entonces titular de la alimenticia Sadia, pasó a integrar el equipo ministerial del primer gobierno como ministro de Industria. En tanto, en el Banco Central, a Lula no le tembló el pulso cuando colocó en ese puesto a Henrique Meirelles, en la época presidente mundial del Banco de Boston.
El siderúrgico Gerdau mantuvo con Lula una relación cordial y formó parte del Consejo Económico y Social. Para los colegas empresariales, la decisión de Dilma de atraer a uno de ellos a las más altas esferas gubernamentales, ocurre en un momento clave. Según Joao Doria, presidente del Grupo de Líderes Empresariales (LIDE), esto permitirá acelerar las “reformas estructurales” necesarias para el crecimiento brasileño.
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lunes, 18 de abril de 2011

Mentiras verdaderas en torno de la Anses. Por Enrique Szewach


La discusión surgida la semana pasada, en torno al intento de ampliar los derechos políticos de la Anses en las empresas privadas, en las cuales posee una participación accionaria volvió a explicitar una serie importante de falsedades argumentales que se vienen repitiendo, al menos, desde el debate que terminó con el régimen de capitalización hacia finales de 2008. Paso a enumerar algunas:


1. Contrariamente a lo que se dice, la Anses tiene un déficit estructural desde hace mucho tiempo, y éste se agravó con la generosa moratoria previsional instrumentada en los últimos años y con el aumento de la prestación surgida de la contrarreforma de 2008. Los aportes a la seguridad social cubren sólo el 60% de los gastos totales de la Anses, el resto, unos $ 60 mil millones, se completan con impuestos generales y parte de la coparticipación federal. Aún descontando de la Anses gastos que no se relacionan estrictamente con el pago de jubilaciones (Asignación Universal por Hijo, transferencias a provincias, netbooks para los votantes jóvenes, etc.), faltaría, aproximadamente, la mitad. Por lo tanto, la Anses no tiene superávit. Si se quieren aumentar más las jubilaciones o bien se generan nuevos impuestos o hay que redistribuir el gasto que hoy reciben otros. 2. El faltante “real” es aún mayor, porque a los jubilados que cobran más que la mínima se les está pagando mal la jubilación actual; y también se calcula mal la jubilación inicial, por lo que se acumulan juicios que se pagan a cuentagotas. Esa deuda no está contabilizada. 3. El famoso Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) es un fondo armado con los activos que tenían las AFJP como contrapartida de los aportes de sus afiliados. Por lo tanto, si es de “alguien”, es de los futuros jubilados, no de los actuales. De todas maneras, es un fondo “teórico”. Según el último informe oficial, de noviembre del año pasado, alcanzaba la suma de $ 174 mil millones. Contra ese “activo” habría que contabilizar el valor actual del “pasivo” que significa la jubilación futura de los trabajadores traspasados del régimen de capitalización al régimen de reparto. Ahora no sobra nada, así que los aportes mensuales de los trabajadores que pasaron al sistema de reparto se gastan en pagar la jubilación actual y no se ahorran. Pero, además de esos $ 174 mil millones, al menos US$ 100 mil son títulos públicos, es decir, deuda del propio Estado que, obviamente, no tiene el dinero para cancelarla, si hiciera falta. Es sólo un asiento contable, sale de un bolsillo y entra al otro bolsillo y, en la práctica, debería netearse de la deuda total. El Gobierno ni siquiera genera superávit para pagar los intereses, dado que tiene que recurrir al Banco Central para que le transfiera pesos y para que le preste dólares. En síntesis, ese Fondo de Garantía de Sustentabilidad, ni garantiza nada ni es sustentable. Lo único que “existe” son los $ 78 mil millones en activos “privados”, plazos fijos, acciones, fideicomisos, préstamos del Bicentenario, etc. Pero, salvo las acciones de empresas privadas, esos fondos están prestados e inmovilizados y, en general, a tasa negativa, respecto de la inflación y la movilidad jubilatoria; por lo tanto, esta parte del FGS, unos $ 52 mil millones, se reduce en términos reales día a día. 4. Pasemos al tema específico que hoy se discute. El Estado no es un “socio bobo” de las empresas; es un inversor minoritario, como cualquiera de los que compran acciones en la Bolsa. No es el caso de Papel Prensa, que nació como una empresa mixta. Aquí, las acciones fueron expropiadas por el Estado, nadie le vendió las acciones. Si existe un problema con el tratamiento de los accionistas minoritarios en la Argentina, es un problema para todos los casos y debe resolverse regulatoriamente, y con la Comisión Nacional de Valores, y no nombrando directores que no harán nada, porque los grupos de control se aseguraron poder de voto mayoritario, antes de salir a cotizar. Su único derecho será acceder a información relativamente sensible, lo que les permitirá algún que otro negocito con los amigos. Cobrar –sólo en algunos casos– honorarios y hacer marketing político y ruido, y no mucho más. Esto es sólo una parte de las mentiras y fantasías en torno al tema jubilaciones y los activos de la Anses. Hay más, pero no tengo espacio. O no me animo.


Fuente: Perfil.com

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domingo, 17 de abril de 2011

El aterrizaje de la economía, ¿cuándo y cómo? Por Jorge Vasconcelos

En el primer trimestre de 2011, las importaciones de Argentina aumentaron 42,6 por ciento interanual, con datos estimados para marzo. Hay una brecha de 14 a 15 puntos porcentuales con el ritmo de 28 por ciento interanual al que crecen las exportaciones. Extrapolando estas tendencias, nuestro país pasaría al déficit en la balanza comercial en el segundo semestre de 2012. En realidad, este escenario sólo podría ocurrir en el marco de un gran optimismo inversor, traducido en una masiva entrada de capitales, única forma de financiar un rojo en el intercambio de bienes. De lo contrario, la brecha entre el ritmo al que crecen las importaciones y las exportaciones tenderá a achicarse, sea porque el Gobierno tome medidas que moderen la demanda agregada o por un ajuste originado en el mismo sector privado. El primero podría ser un “aterrizaje suave”; el segundo, más turbulento. En 2010, tanto la Argentina como Brasil crecieron a un ritmo semejante. Por eso y porque venían de un período recesivo, no extrañó que las importaciones se expandieran también a un ritmo notable, de 45,5 por ciento en el primer caso y de 42,3 en el segundo. Para 2011 las estimaciones de crecimiento del PIB no difieren demasiado, aunque con una pequeña diferencia a favor de la Argentina. Sin embargo, donde se observa una significativa divergencia es en el volumen de las compras al exterior, fenómeno que comenzó a insinuarse a fines de 2010. Hasta el tercer trimestre del año pasado las diferencias eran mínimas, pero en el cuarto trimestre de 2010 la variación de las importaciones totales de Brasil pasó a un más moderado 33,4 por ciento interanual, mientras la Argentina computaba 45,5 interanual. En Brasil, la moderación de esta variable fue todavía más nítida en el primer trimestre de este año, con un 25,3 por ciento de variación interanual. En cambio, la Argentina está en un 42,6 por ciento interanual, con datos estimados para marzo. Mientras tanto, las exportaciones están subiendo a un ritmo interanual de 30 por ciento en Brasil y del orden del 28 por ciento en la Argentina, en cifras provisorias del primer trimestre. Así, en Brasil hay convergencia entre la expansión de exportaciones e importaciones, estabilizando temporalmente las cifras de la balanza comercial. la Argentina, por su parte, mantiene una brecha del orden de los 14 puntos porcentuales entre el estimado de variación de las importaciones y el de las exportaciones para el primer trimestre de 2011. La convergencia de estas variables en Brasil se explica por las medidas fiscales y monetarias que se han venido adoptando, buscando aplacar las presiones inflacionarias. Lo que el gobierno brasileño de Dilma Rousseff está buscando es un “aterrizaje suave” de su economía. En estas ocasiones, cuando la demanda está muy activa, los gobiernos tienen la tentación de “dejar fluir” a la economía, con la esperanza de que finalmente esto se refleje en un crecimiento mayor del PIB y del empleo. Pero, para que esto ocurra, previamente deberían haberse dado las condiciones para una mayor tasa de inversión y avances de productividad. Una nueva fábrica con tecnología moderna es un proceso de años, no de meses. Cuando Chile crecía en forma sostenida por encima de siete por ciento anual en los ‘90, lo hacía con una tasa de inversión en torno a 27 por ciento del PIB (más de cuatro puntos porcentuales por encima de lo que se verifica hoy en países como Brasil y la Argentina). El crecimiento, cuando no hay capacidad ociosa, requiere constancia, esfuerzos, sacrificar consumos inmediatos, “transpirar la camiseta”, sin que existan atajos salvadores. la Argentina, como Brasil, carece del volumen de inversiones y de ganancias de productividad que puedan permitirle crecer en forma sustentable por encima del 4,5 al cinco por ciento anual, una vez que se alcanzaron los límites de la capacidad ociosa (algo que comenzó a experimentarse en 2008). La oferta (el PIB) se enfrenta a esas restricciones. Pero la demanda puede cobrar vuelo propio si las circunstancias lo permiten. En este sentido, tanto la política monetaria (tasas de interés por debajo de las expectativas de inflación) como la fiscal están alimentando un flujo de consumo que, al no ser satisfecho por la oferta local, termina empujando del modo descripto la trayectoria de las importaciones. Como la fuga de capitales, que dominó parte de 2008 y 2009 se ha frenado en forma significativa, el resultado no es otro que un achicamiento sostenido del superávit comercial. Esto pese a que los precios internacionales han subido en forma extraordinaria a favor de los productos que exporta la Argentina: 32,4 por ciento interanual en dólares en el primer trimestre de 2011. Tras la venta del grueso de la cosecha, las exportaciones de nuestro país comenzarán a desacelerar, tanto por el factor precios internacionales como por el hecho que el 22 por ciento de nuestras ventas al exterior se dirigen hacia un Brasil que está moderando sus compras al exterior. En ese momento, salvo que se verifique un revivir de la entrada de capitales al país, no habrá forma de financiar una brecha como la actual. Las importaciones estarán “condenadas” a expandirse a un ritmo semejante al de las exportaciones, o incluso algo menor. El gobierno puede anticipar estas tendencias con medidas de contención. Pero, si no lo hace, será el tipo de cambio el instrumento ordenador. Es cierto que muchos precios en dólares hoy están igual o por encima del nivel alcanzado en la época del “1 a 1” y eso puede alentar expectativas de fuertes correcciones para ese momento. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la divisa norteamericana hoy, en el mundo, es 33 por ciento más débil que el “superdólar” de fin de los ‘90. Por eso, la Argentina podría evitar problemas cambiarios en el futuro si, lo antes posible, comienza a adoptar medidas que puedan encauzar la inflación, los costos y los salarios a variaciones de un dígito. Leer más...

¿Es sostenible la bonanza? Por Andrea y Miguel Angel Broda


La Argentina es el país de América latina que más creció desde 2003 (70%). En 2010, creció 9,2% (y algo más si se toma en cuenta el PBI verdadero). Y en 2011, podría mostrar un crecimiento (piso) del 7%, con una verdadera "fiesta" del consumo (en el cuarto trimestre de 2010 el consumo privado creció a una tasa anualizada récord de 20%, según las cifras oficiales). El "maratonista ha hecho una buena carrera". Pero luce fatigado (¿será sostenible esta indiscutida bonanza?). Veamos los "problemas de salud y los métodos de entrenamiento" que están dando lugar a semejante cansancio. Los análisis reflejan que el maratonista tiene seis problemas de salud:


1. Inflación: es elevada, 22% anual y estable desde hace 12 meses (aunque marzo dio más alta). Es una de las tasas de inflación más altas del mundo y encima se da en un contexto de inflación reprimida por tres razones: i) la tasa de devaluación es sustancialmente menor a la tasa inflación (4,5% vs. 22%) y ello tira para abajo la inflación de los bienes transables; ii) es casi nulo el aumento de las tarifas, con lo cual para alcanzar el precio promedio de nuestros vecinos el gas tendría que aumentar 400%; la electricidad, 213%, y las naftas, 61%, y iii) la intervención estatal en algunos precios internos para que sean menores a los internacionales (el precio interno del trigo es sólo el 55% del internacional, pese a que las retenciones son "sólo" del 23 por ciento). 2. Inversión: la acumulación de capital y la productividad de la inversión condicionan la tasa de crecimiento futura. En 2010, la inversión total fue de 22,7% del PBI, con una inversión privada de 18%. Pero para el crecimiento inédito de los últimos ocho años estarían faltando cuatro o cinco puntos de inversión privada. Además, la inversión pública en general cuesta el doble que en los países vecinos. Por lo tanto, su eficacia para aumentar el PBI es baja. Por último, la Argentina ha dejado de atraer inversión extranjera directa (IED): por ejemplo, entre 1996 y 2000 recibíamos casi cuatro veces más IED que Colombia; hoy, sólo el 90 por ciento. 3. Integración al mundo: la participación de las exportaciones argentinas en el comercio mundial es hoy de sólo 0,45%. De haberse mantenido la participación histórica, deberíamos estar exportando US$ 113.000 millones vs. los 68.500 millones exportados en 2010. 4. Competitividad: excepto en agricultura, vinos y algunas pocas actividades industriales, hemos venido deteriorando nuestra productividad relativa. El mejor ejemplo es nuestra balanza comercial con Brasil, que, pese al súper real (apreciado más de 40% respecto del promedio histórico), es deficitaria en US$ 3400 millones, con un sector industrial que exhibe un notable déficit comercial de 6100 millones. 5. Tamaño e ineficacia del Estado: se gasta mucho y mal. Con un crecimiento récord del gasto público en los últimos años, sólo comparable al del Congo, Lesotho y Letonia, hoy el gasto consolidado asciende a 44% del PBI vs. un promedio de 30% en los 30 años previos a 2001. Y la presión tributaria es récord. Pero, a pesar del "súper-Estado", la sociedad sigue insatisfecha y reclama más seguridad, más y mejor educación pública, salud, justicia. 6. Pobreza: hoy, por lo menos, uno de cada cuatro argentinos es pobre y este drama afecta sobre todo a la niñez: el 40% de los pobres tiene menos de 15 años. Con el agravante que habiendo crecido el doble que el resto de América latina redujimos la tasa de pobreza sólo la mitad. El maratonista no sólo tiene problemas de salud. Además fallan los métodos de entrenamiento. No se puede mantener al maratonista tomando siempre esteroides. El modelo procíclico de permanente estímulo a la demanda doméstica en una economía sin output gap es inadecuado. Con un Banco Central que convalida tasas de expansión monetaria del 35 40%, tasas reales negativas, crédito creciendo al 44% interanual y el gasto público al 35%, la estrategia oficial es claramente expansiva y eleva las tensiones inflacionarias. Además, el intervencionismo estatal castiga a la inversión y desalienta la producción. También hay que revisar la estrategia de cerrar la economía con cupos a las exportaciones y trabas a las importaciones. Otra falla pasa por el modelo de financiamiento del sector público dependiente del BCRA. En 2010, de un total de $ 55.000 millones de necesidades de financiamiento (netas de pagos intraestatales), el 81% se cubrió con emisión ($ 19.500 millones) y reservas (US$ 6500 millones). O sea, "volvimos a las andadas", desempolvando la "maquinita" y retrocediendo 20 años en materia de financiamiento. En la última década, no aprovechamos a pleno la mejor oportunidad en 110 años que nos ha dado el mundo. Pero todavía hay 20 años por delante de bonanza. El mundo emergente explica hoy el 75% del crecimiento mundial y (tras la crisis internacional) también el 75% del aumento de la demanda global. En este contexto, se estima que 1200 1500 millones de personas en el mundo emergente se incorporarán a la clase media demandando carnes, cereales y todo lo que producimos. ¡A no desaprovechar la oportunidad! El maratonista no está tan enfermo, pero requiere, sin falta, que le ajusten el entrenamiento. Los autores son economistas

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miércoles, 13 de abril de 2011

A veinte años del Plan de Convertibilidad. Por Daniel V. González


Hace pocos días se cumplieron 20 años del lanzamiento, durante el gobierno de Carlos Menem, del plan de convertibilidad diseñado por Domingo Cavallo. En estos tiempos de abundancia de recursos generados por el precio de las materias primas en el mercado internacional, resulta difícil recordar cuál era la situación y cuáles eran los problemas de la economía argentina veinte años atrás. En los días que corren han proliferado los maestros ciruela que, con ligereza y liviandad y muchas veces con desconocimiento o mala fe, rotulan el plan de convertibilidad como una negra etapa de la economía nacional que llevó al país a “la peor crisis de toda la historia” cuando, hacia fines de 2001, estalló en una gran devaluación y reacomodamiento de las variables económicas y los precios relativos.


Los años de la convertibilidad están siendo instalados, por la cultura oficial y el pensamiento único, como un tiempo en que se destruyó la economía nacional, especialmente la industria, se entregó el patrimonio argentino al capital extranjero, se endeudó al país hasta niveles incompatibles con la existencia misma de la nación. Esta visión de la convertibilidad se corresponde con la defensa de la estrategia económica actual, si puede decirse que existe alguna, que se desarrolla en una situación completamente favorable y, en consecuencia, completamente distinta a la existente hace 20 años. Al asumir Menem su gobierno, la situación económica de Argentina era desesperante. El gobierno de Alfonsín no había logrado encarrilar la economía y en los últimos meses de su gestión se había desencadenado una hiperinflación que concluyó con masivos asaltos a los supermercados, enfrentamientos armados, muertos y heridos en todo el país. La situación de la economía era deplorable y lo había sido en los años anteriores. El país no encontraba respuesta y cada día que pasaba se hundía un poco más. Al comienzo del gobierno de Menem, una nueva hiperfinflación auguraba un panorama complejo para el nuevo gobierno. El horizonte económico era confuso y desalentador. Había fracasado ya Raúl Alfonsín y, en abril de 1991, estaba fracasando Menem que había asumido el poder anticipadamente en julio de 1989. En diciembre de 1990 el gobierno había apelado al recurso extremo de incautar los plazos fijos de los ahorristas y reemplazarlos por bonos del estado que se cotizaban a la mitad de su valor en el mercado secundario, lo que configuraba una virtual expropiación. El economista Juan José Llach describe en estos términos la evolución del sector industrial argentino durante los años previos a la convertibilidad: “El periodo 1975/1990 se caracteriza: 1) por el estancamiento de las actividades manufactureras, perdiendo más del 5% de su participación en el PBI, 2) no generación de nuevos empleos en un contexto de serias dificultades estructurales en el mercado de trabajo, y 3) los niveles de inversión son menores a la amortización del capital, produciéndose la descapitalización del sector”. Es en esa circunstancia compleja y declinante que Menem lanza el Plan de Convertibilidad. Sin rumbo En realidad, el país no encontraba un rumbo económico desde el derrocamiento de Perón en 1955. Pero, además, los últimos años de Perón en el poder previos a su caída, ya habían significado, de su propio puño, una rectificación de su política económica fundacional de la posguerra. Desde mediados del siglo veinte el país se movía a los tumbos, al ritmo de los sucesivos cambios de gobierno y los breves espasmos que cada cuatro o cinco años significaban nuevos y definitivos rumbos que apenas duraban un par de años. El plan económico de Carlos Menem, del cual el régimen de convertibilidad constituía apenas un aspecto, significó un replanteo drástico en relación con algunos problemas fundamentales de la economía a los que a lo largo de varias décadas ningún gobierno, ni civil ni militar, había logrado darle solución. Uno de ellos era la inflación. El otro, estrechamente vinculado, era el de las empresas públicas y la dimensión y funcionamiento del estado. La convertibilidad, el establecimiento de una paridad fija entre la moneda nacional y la principal moneda extranjera, fue un recurso dramático para generar confianza en el nuevo programa económico y detener la inflación que amenazaba con hacer caer al gobierno y continuar deteriorando aún más la situación política y social del país. El mes anterior al lanzamiento de la Convertibilidad y aún con Domingo Cavallo como canciller, se había firmado el Acuerdo de Asunción, que dejaba constituido el MERCOSUR, bloque económico integrado por Brasil, Paraguay y Uruguay, además de Argentina. Se trató de una decisión estratégica de la que pocos hoy se acuerdan. Podría decirse de paso que ambas medidas de política económica constituyeron un abierto desafío al odiado liberalismo. En el caso del MERCOSUR, en razón de establecer condiciones comerciales especiales para un grupo de países en el mercado global. En el caso de la convertibilidad, por fijar un tipo de cambio inmodificable cuando lo que aconseja la doctrina liberal es la libre flotación, que era lo que hasta ese momento había promovido Cavallo desde la Fundación Mediterránea. Digamos también de paso que antes de 1991, varias veces el gobierno de Alfonsín intentó detener la inflación, sin éxito. Su esfuerzo más serio fue el Plan Austral, que también establecía un tipo de cambio fijo entre la moneda nacional (el austral) y el dólar: un dólar era equivalente a 80 centavos de austral. Lo que sucedió fue que el programa fracasó y esa relación duró pocos meses. Pero está claro que todo programa de estabilidad que se intentara debía contemplar entre sus propuestas una relación estable entre el peso y el dólar. El impacto del nuevo programa sobre la economía fue inmediato y claramente benéfico. Hasta podría decirse que, a partir de él hay un antes y un después en la economía argentina. La inflación desapareció y ello permitió una serie de cambios importantes en las transacciones. La moneda nacional recuperó su estabilidad, renació el crédito a largo plazo (incluso el hipotecario, hoy desaparecido), el consumo aumentó en forma notable, se recuperó el presupuesto como herramienta de política económica en manos del estado y éste logró controlar la evolución de la economía y sus principales variables, que era algo que el paquidérmico estado anterior a la reforma de Menem-Cavallo no lograba hacer. Los números de la convertibilidad Todos los números importantes que puedan analizarse de los años de la convertibilidad, son concluyentes: el PBI creció el 50% entre puntas y la industria lo hizo otro tanto. La producción agraria también aumentó en forma espectacular, las exportaciones pasaron de 9.000 a 27.000 millones de dólares, la inversión se recuperó y la capacidad de generación eléctrica aumentó en forma notable, situación de la cual se beneficia claramente el gobierno actual. Todos los críticos del programa económico de esos años omiten hablar de estas cifras fundamentales. Y evitan decir también que la economía posterior a Menem transita por carriles que, en lo esencial, no se han modificado pues la estabilidad se ha transformado en un concepto valorado por el conjunto de la sociedad, el presupuesto nacional continúa siendo una ley fundamental para el estado y los cambios tecnológicos introducidos en el agro han permitido que Argentina se eleve a la cúspide de la producción primaria a escala global, con los beneficios que esto significa. Los críticos de la convertibilidad (ya hemos dicho que esta es una denominación simplificada del programa económico que rigió entre 1991 y 1999) omiten señalar también la situación en la que se encontraba el país al momento del lanzamiento del plan. Tampoco se aclara que el plan de reforma del estado y privatizaciones fue apoyado explícitamente por la mayoría del pueblo argentino, que respaldó a Carlos Menem con su voto en 1989, 1991, 1993, 1994 y 1995, para no dejar lugar a dudas sobre qué era lo que quería la sociedad argentina de ese momento. Incluso sus rivales políticos tuvieron que aceptar que la convertibilidad había logrado resultados formidables durante su vigencia. Todos recordamos la confesión de Carlos Chacho Álvarez en relación a su arrepentimiento por no haber votado, como legislador, las leyes que sustentaban la convertibilidad. A tal punto había consenso en la sociedad argentina sobre este programa económico que en 1999 las elecciones presidenciales mostraban a los candidatos de la oposición (la fórmula era De la Rúa – Álvarez) prometiendo “un peso, un dólar” como muestra certera de que la convertibilidad no sería atacada ni abolida. Pero luego, tras el estallido ocurrido dos años después de que Menem abandonara el poder, todos aprovechan para, con manifiesto anacronismo, sindicar en la convertibilidad y en las reformas económicas de “los noventa”, la eclosión y sus consecuencias sociales inmediatas. Los críticos Quienes critican a la convertibilidad refuerzan los aspectos ideológicos por encima de los técnico-económicos. Y, sobre todo, omiten tomar en cuenta los resultados del programa de reformas, que fueron importantes. Todos los sabios de hoy, todos los que hoy critican el programa de los noventa, fueron absolutamente incapaces de parar la inflación y reformular el estado. Esto también vale para el peronismo, que tampoco pudo hacerlo en los setenta y que, además, cuando en el gobierno de Alfonsín, Rodolfo Terragno intentaba de algún modo sacarle al estado el peso insostenible de las empresas públicas, era el peronismo (incluso el cercano a Menem) el que se oponía a cualquier forma de privatización en nombre de la defensa de la soberanía y el patrimonio nacional. La pretensión de que las reformas al estado realizadas en la Argentina y en muchos otros países del mundo durante los noventa constituyeron un acatamiento a las recomendaciones realizadas por el economista norteamericano John Williamson en lo que se conoció como el Consenso de Washington, carece de seriedad y es una simplificación ideologista que supone que las fuerzas económicas pueden manipularse con facilidad y que la adopción de una u otra estrategia es una elección sin condicionamiento ni contexto alguno. El mundo de comienzos de los años noventa estaba impregnado del formidable fracaso de un sistema que hizo de la intervención del estado, de la existencia extendida de empresas públicas y de la planificación económica, su estrategia esencial. En efecto, la caída del muro de Berlín y las reformas propuestas por Gorbachov para la Unión Soviética nos abrían un panorama en el que eran las fuerzas del mercado y no el estado el nuevo elemento dinamizador de la economía y la sociedad. Fue por eso que el recetario de Williamson tiene impacto mediático y es tomado como referencia. En realidad, desde siempre los países más desarrollados procuran un clima de libertad sin restricciones en el comercio internacional, en lo que atañe a sus exportaciones de mercancías y capitales, aunque se cuidan muy bien de ofrecer sus mercados sin restricciones a las exportaciones de otros países. Como fuere, en el caso de la Argentina había motivos propios, locales, para encarar reformas de fondo en el estado nacional y en los provinciales y municipales cuyos recursos ya no alcanzaban a sostener un aparato ineficiente, voluminoso y sumamente costoso. Esa reforma fue la que encaró Carlos Menem con el apoyo de la mayoría del pueblo argentino. Y sus resultados fueron notables y permitieron que gobiernos posteriores pudieran moverse en un clima económico mucho más favorable al que encontró el propio Menem al momento de asumir el poder. Recordemos, por ejemplo, que Alfonsín dejó 120 millones de dólares de reservas y que, al retirarse Menem, esa cifra había crecido a 25.000 millones de dólares. Desde la cúspide de la bonanza internacional que hoy favorece a la economía argentina, la convertibilidad es mirada por desdén aún por quienes fueron sus más fervorosos partidarios, como muchos de los que hoy integran el gobierno kirchnerista. Sin embargo, se están revirtiendo peligrosamente algunos de logros de aquellos años. La inflación, por ejemplo, ha retornado. La holgura actual promueve la frivolidad e incluso la estupidez: el ministro de economía ha dicho que la inflación es un problema para la clase media alta, no para los argentinos de menores recursos. Asimismo, el gasto público se ha expandido hasta niveles incompatibles con equilibrios macroeconómicos que resultan insoslayables en toda economía que pretenda crecer con bases sólidas. Los elevados subsidios, muchos de ellos irracionales y regresivos en materia de distribución del ingreso, la inflación y el retraso cambiario significan una acumulación de tensiones que, en algún momento no muy lejano, demandará un ajuste en forma inevitable. Probablemente será ese momento en que la estabilidad lograda por la convertibilidad sea recordada con nostalgia.

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La "enfermedad argentina". Por Martín Lousteau


Existe algo llamado "enfermedad holandesa" y no se refiere a haber perdido las tres finales disputadas en el Mundial de Fútbol. Ese es un síndrome que increíblemente aún no ha recibido denominación. La expresión, surgida en el campo de la Economía, alude a un fenómeno observado en los Países Bajos durante la década de los 60, luego del descubrimiento de importantes yacimientos de gas natural. El análisis sistematizado de este fenómeno lo brindaron los economistas Corden y Neary en 1982 y su lógica es bien sencilla. La mayor abundancia de un recurso que se exporta genera un ingreso de divisas (dólares, diríamos en la Argentina) al país. Eso hace que la moneda doméstica se aprecie (o que el dólar valga cada vez menos en pesos según nuestra lógica más habitual). Así, mientras el sector en cuestión (gasífero en el caso original) vive su boom, la competitividad de las manufacturas se hace cuesta arriba: cada vez resulta más difícil exportarlas o sostener su producción local frente a las importaciones.


Esto que podría parecer una mera curiosidad intelectual está actualmente teniendo lugar en varios países de América latina, debido a que el precio de nuestras exportaciones primarias se ha incrementado significativamente en los años recientes. Detrás de ello se encuentra el fenomenal crecimiento chino de las últimas décadas, que transformó a esa economía en la segunda mayor del planeta y una gran aspiradora de materias primas. En el caso de nuestro país, el impacto se verifica en el precio internacional de nuestros principales cultivos (soja, maíz, trigo y girasol) que es hoy 2,3 veces mayor al de diez años atrás. Naturalmente, también se produjeron significativas mejoras tecnológicas en el sector agrícola (siembra directa, semillas genéticamente modificadas, tercerización y optimización de servicios que aprovechan las economías de escala, etc) lo que a su vez permitió un importante incremento en su producción. La combinación de ambos efectos explica el salto en el valor exportado de esos cultivos y sus derivados observada entre 2005 y 2010: pasó de 12.000 a 24.000 millones de dólares anuales, con la suba de precios aportando dos terceras partes del aumento y las mayores cantidades el tercio restante. Este escenario constituye una excelente noticia: el mayor poder de compra de nuestras exportaciones incrementa el ingreso de divisas a la economía, da margen para importar los insumos necesarios para nuestro aparato productivo y posibilita la acumulación de reservas en el BCRA. De hecho, de la bonanza se beneficiaron tanto el sector público (a través del cobro de retenciones) como los productores agropecuarios y sectores vinculados (expresado en la mayor actividad en muchas ciudades del interior, el precio de la tierra, la venta de departamentos, la demanda de vehículos, la modernización de la maquinaria, etc.). Pero la combinación de mayores precios y mayores cantidades de exportación también produce condiciones asimilables a la "enfermedad holandesa", generando una pérdida de competitividad para la industria. Y ello constituye un desafío al que se le debe prestar la debida atención. Dos son las maneras de contrarrestar los efectos perniciosos de esta situación: moderar la apreciación cambiaria y/o actuar activamente para incrementar la productividad de las manufacturas. Para hacer lo primero se pueden combinar distintas herramientas pero es fundamental ser riguroso en lo que hace a la política fiscal, administrando con inteligencia los ingresos fiscales extraordinarios. En 2007 Bachelet decidió volcar recursos excepcionales provenientes del cobre en un Fondo de Estabilización Económica y Social, que arrancó con un capital de 6000 millones de dólares. En meses el mismo llegó a acumular 20.000 millones y en el camino el ministro de Hacienda, Andrés Velasco, tuvo que soportar muchas presiones para no utilizarlos (es decir que no aceptó seguir calentando la economía cuando no se lo necesitaba). Gracias a ello, cuando los efectos de la crisis internacional llegaron a Chile, había recursos de sobra para aplicar exitosas políticas anticíclicas. Y hoy el fondo cuenta ya con 13.000 millones de dólares. En el caso de nuestro país, los mayores precios y alícuotas de retenciones le brindaron al Estado el equivalente 24.000 millones de dólares inesperados en el transcurso de los últimos cinco años. Esos fondos se podrían haber utilizado para intervenir en el mercado de divisas, moderando los efectos del superávit comercial y contribuyendo a mantener competitivo el tipo de cambio (en lugar de utilizar la emisión de pesos). O para ayudar a sectores industriales a dar un salto cuali y cuantitativo. O a los fines de tener una mejor infraestructura productiva. En lugar de ello se gastaron con escaso criterio estratégico. Y para seguir financiando el continuo aumento del gasto se apela ahora a políticas que generan más inflación. Producto de este desatino que no se quiso corregir a tiempo tenemos hoy aumentos de precios galopantes que, entre muchos otros efectos, le hacen perder competitividad a nuestros sectores productivos (el año pasado nuestra moneda se apreció nada menos que 15% en términos reales contra el dólar). Parece que, además de una "enfermedad holandesa" mal tratada, también padecemos otra condición, mucho más argentina: no aprender del pasado ni de la historia, ya sea propia o ajena.

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lunes, 11 de abril de 2011

Subsidios: el eje del gasto. Por Ismael Bermúdez


La partida total de subsidios a la energía, el transporte, alimentos y otros bienes y servicios equivale al 5,61% del PBI, de acuerdo al último informe del gasto público total ­Nación, provincias y municipios-- que elabora el Ministerio de Economía. Proyectadas las cifras de 2009 a 2011, arroja una cuenta de más de US$20.000 millones, superando los $80.000 millones, equivalente al 13% del gasto público total. En 2001, en medio de la crisis, la partida de subsidios económicos era del 1,73% del PBI, equivalente a casi el 5% del gasto total. El 5,61% del PBI se descompone de la siguiente manera: La Nación: 4,1%. Las provincias: 1,28%. Los municipios: 0,23%. De esta manera, la mitad del aumento del gasto público que se produjo a partir de 2001 ­pasó del 35,65% al 43,19% en 2009-- se debe al crecimiento de los subsidios de las tarifas y otras compensaciones. En realidad, el peso es mayor porque el gasto público está abultado por el pase, desde fines de 2008, de las jubilaciones privadas al Estado. Esta cuenta de subsidios es al margen de lo que el Estado o las provincias dejan de recaudar por la "promoción industrial" o por reducciones o exenciones impositivas a varios sectores económicos. Con relación a 2001, tras la devaluación y pesificación, el gasto público social se redujo, hubo una disminución del peso de los servicios de la deuda y un incremento cada vez creciente en los llamados "servicios económicos". En el resto, se produjo una recomposición del gasto, con cambios en su distribución. Pero esta fuerte licuación del gasto público que siguió al derrumbe de la convertibilidad ­ con una brusca caída de 5 puntos-- quedó revertida ya en 2006 y desde entonces siguió en ascenso, superando ahora la marca del 40%. De las cifras oficiales se desprende que la aceleración del gasto pudo ser financiada porque la presión tributaria también estuvo en ascenso en un contexto de recuperación económica y de fuerte alza de los precios internacionales de los productos que la Argentina exporta. Y también a través del recurso de las transferencias contables del Banco Central, por la mayor inflación o por la depreciación del peso y los rendimientos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la ANSeS que pasaron a engrosar las cuentas del Tesoro. El resto se fue financiando con mayor deuda con la ANSeS y con el ingreso de los aportes que antes iban a las AFJP. Esto último implica que el Estado pasó a hacerse cargo y deberá hacerse cargo con mayor intensidad en el futuro de las jubilaciones de esos aportantes, algo que ya se está verificando. Dentro de los subsidios económicos, el mayor gasto ­80%-- va a la energía y el transporte, lo que permite que una buena parte de los consumidores tengan los precios congelados. El objetivo era "anclar" precios que inciden en la inflación, pero a pesar de las tarifas subsidiadas, la inflación real en los últimos 4 años supera el 120%. En este contexto, descongelar tarifas dispararía los precios y produciría un fuerte shock inflacionario, en tanto mantenerlos ampliaría cada vez más la brecha entre los costos y las tarifas. Según Ecolatina, "las empresas que gestionan los ferrocarriles y los subterráneos cubren apenas entre el 30 y 40% del gasto en salarios con la venta de boletos". Este año, más aún con las elecciones en el candelero, las tarifas seguirán congeladas con aumentos de salarios en el transporte entre el 23 al 28% y porcentajes mayores en combustibles. Por eso, el Gobierno insiste con la "receta" pero liberando algunos rubros. Tan solo días atrás, el Gobierno liberó el precio de las naftas y de inmediato hubo alza de más del 5%. Para Ecolatina, desde diciembre de 2001 a diciembre de 2010, la suba acumulada del transporte público y de la luz y combustibles para el hogar fue del 102,3%, el resto de los precios tuvo un alza del 338%. Según la Encuesta de Grandes Empresas, que elabora el INDEC, (ultimo dato de 2009) surge que los ingresos por subsidios recibidos del Estado de las primeras 500 firmas de la Argentina, entre los años 2003 y 2009, pasaron de $1.958 millones a $14.899 millones. Si se descuenta la inflación, equivale a un aumento del 345% en términos reales, llegando a representar el 6,5% del valor agregado. Estos subsidios están concentrados en la región metropolitana e incentivan el consumo de los sectores de altos ingresos, en especial luz y gas, lo que abulta la cuenta de los subsidios e introduce una redistribución regresiva de la carga fiscal.
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lunes, 4 de abril de 2011

La dura crítica al Indec que llegó al FMI. Por Francisco Jueguen

En coincidencia con el inminente arribo de una misión del Fondo Monetario Internacional (FMI), que asesora al Gobierno en la elaboración de un índice de precios al consumidor (IPC) nacional, LA NACION tuvo acceso al crítico informe que cinco universidades nacionales realizaron sobre el desempeño del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), a pedido del Gobierno. El trabajo concluye que el índice de inflación oficial "no es fiable" y propone una reforma institucional "urgente y profunda" del organismo. Fue concluido el año pasado, pero no se difundió, y el ministro de Economía, Amado Boudou, jamás recibió a sus autores para que se lo entregaran. En cambio, aceptó que fuera enviado al FMI para que sus técnicos pudieran utilizarlo como complemento de su propio diagnóstico, según confiaron fuentes familiarizadas con las negociaciones. Las universidades, agrupadas en el Consejo Académico de Evaluación y Seguimiento (CAES), cuestionaron el proceso de recolección, procesamiento y utilización de los datos con los que se elabora el índice de precios al consumidor (IPC), manipulado por el Gobierno, y fustigaron además ciertos usos arbitrarios o discrecionales de la metodología introducida en 2008, un año después de la intervención oficial. Pero además, el CAES puso el énfasis en el desmantelamiento técnico del organismo estadístico, algo que caracterizó como "la pérdida de valiosos recursos humanos". En última instancia, el informe finalizado en septiembre pasado alertó sobre las irregularidades en las pruebas piloto preparatorias para el censo de población 2010, que se realizó en octubre. Estos detalles del documento se conocen por primera vez en momentos en que el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y el ministro de Economía, Amado Boudou, trabajan juntamente con el Fondo Monetario Internacional en la elaboración de un índice de precios a nivel nacional. Precisamente, el director técnico del Indec, Norberto Itzcovich, informó ayer a través de la agencia oficial Télam que la delegación del FMI arribará hoy a Buenos Aires y se pondrá a trabajar en el tema a partir de mañana y hasta el lunes 11 de este mes. La delegación estará encabezada por el economista Carlos Medeiros y, según Itzcovich, aún tiene que definir si el índice será nacional o provincial, el tamaño de la muestra y la utilización de canastas estacionales, entre otros puntos. Boudou, que había pedido por decreto la elaboración del documento de las universidades para intentar devolverle algún grado de credibilidad al Indec, recibió antes a los expertos del Fondo que a los profesores de las casas de estudio locales. El Ministerio de Economía incluso dio vía libre para que el informe académico se les enviara a los técnicos foráneos antes que al Congreso. "La confiabilidad del IPC-GBA se ve cuestionada", señalaron las universidades de Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario, Tres de Febrero y Tucumán en el apartado del informe que indagó sobre las debilidades del índice de precios oficial. "En ese sentido, no es posible considerar al IPC elaborado por el Indec como una medida fiable del nivel agregado de los precios al consumo, ni como un indicador adecuado para emplear como deflactor a efectos de estimar variables como el tipo de cambio real, o el salario real o los niveles de pobreza", sentenció el CAES. A la hora de dar sus fundamentos, los profesores fueron contundentes. "Se menciona el reemplazo de precios de mercado de algunas variedades por la información brindada por organismos públicos, lo cual no permite captar los precios pagados por los consumidores", señalaron. Es decir que el Indec utiliza datos que no son relevados por sus encuestadores, sino que son sugeridos por el mismo Gobierno. Además, se indicó que el Indec cambió -"sin especificar el criterio"- la muestra de locales en los que se relevan los precios. "Se encuestan menos locales" y en la supuesta ampliación de la cobertura geográfica anunciada oficialmente "sólo se verifica la incorporación del partido de Ezeiza". Los profesores dieron cuenta también de importantes problemas de representatividad en las canastas utilizadas por el IPC oficial. "Las variedades efectivamente relevadas para el IPC-GBA base abril 2008=100 representan menos del 50% del consumo de los hogares en todos los meses", según el CAES. Es más, la cantidad de precios relevados fue disminuyendo en el tiempo y pasó de 90.000 -antes del cambio metodológico- a 30.000. En sintonía, el CAES apuntó que "es poco precisa" la forma en la que se sustentan los criterios para incluir o excluir ciertos productos de las canastas. "Varias de las exclusiones cambian cualitativamente la canasta haciéndola menos representativa de los hogares de ingresos medios y altos", afirmaron. Por otro lado, "la mayor relevancia que cobra el Capítulo de Alimentos y Bebidas en la ponderación sugiere que la canasta representa el consumo de hogares de menores ingresos". Además, se dio cuenta de irregularidades en las maneras de imputar un precio -cuando no se encuentra un producto en la calle se indica un valor de acuerdo a un cálculo que está en la metodología- y a la hora de tratar los precios máximos y mínimos que se salen de la media relevada (los denominados precios "atípicos" u "outliers"). En este último caso, se sugirió que podrían haberse eliminado -sin sustento metodológico- algunos valores altos que podrían no haber sido calificados como "atípicos".Desmantelamiento Pero más allá de los datos en sí mismos, los profesores universitarios pusieron el foco en quiénes los elaboran. A partir de 2007, trabajadores enrolados en ATE-Indec (opuestos a la intervención) denunciaron el desmantelamiento institucional y el ingreso de personal afín al Gobierno. "En efecto, el descrédito sobre las estadísticas se ha dado paralelamente con un determinado funcionamiento del Instituto y con la pérdida de valiosos recursos humanos debido a alejamientos o desplazamientos de carácter involuntario", indicaron. Según el CAES, de las nueve direcciones nacionales del instituto, siete están vacantes (78%). Del total de las direcciones o coordinaciones, siete están sin ocupar (26%). De los 36 cargos jerárquicos del Indec, el 39% está vacante y el 33% tiene nombramiento transitorio. "La situación (?) es preocupante ya que difícilmente pueda un organismo eminentemente técnico como el Indec funcionar adecuadamente con la falta de 39 cargos directivos. El número de direcciones vacantes y las cubiertas en forma transitoria muestran una marcada debilidad institucional", se explicó. Con respecto a los ingresos de personal desde la denominada "intervención oficial", el CAES afirma que entre 1995 y 2006 hay poca variación en el empleo total del organismo. Es más, en 2006 se alcanza el mismo empleo que en 1996: aproximadamente 1210 trabajadores. "Sin embargo, es notable el crecimiento observado en 2007 (24,9% en un año, llegando a 1506 empleados)". No obstante, según los profesores, no se observa para el mismo período un incremento de la producción en el Indec. Tampoco mejoró la calidad de los recursos humanos. En agosto de 2009, el 40% de los empleados del organismo eran profesionales, incluyendo los posgrados. "En los organismos productores de estadísticas de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los profesionales representan el 50% del empleo total. El porcentaje de empleados con educación superior en los institutos de estadística de la OCDE es un 25% más alto que en el Indec". Se señaló además que entre los "programas estadísticos más débiles" en cuanto a los cuadros técnicos que los producen se encuentran la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y el índice de Precios al Consumidor, entre otros. "La baja calidad estadística de los recursos humanos de esos programas parece abonar la sensación general de desconfianza que tiene la sociedad sobre las estadísticas del Indec". En sus conclusiones, el CAES destacó "los más altos estándares" y "el reconocimiento por la excelencia de sus cuadros técnicos" que primó en el Indec hasta 2006. Para el período posterior a la llegada de Moreno, en enero de 2007, las universidades recomiendan "la necesidad de una urgente y profunda reforma institucional del Instituto". CRUDO DIAGNÓSTICO Consejo. El Gobierno pidió asesoramiento a 5 universidades para obtener un diagnóstico sobre el Indec. Reclamo. El trabajo indica que la inflación oficial no es confiable y alienta la reforma del organismo. Misión del Fondo. Hoy arribarán los técnicos que asesoran en la creación de un nuevo IPC, que recibieron el informe académico. Leer más...

viernes, 1 de abril de 2011

América Latina: ¿está preparada para el evejecimiento de su población?

(Informe publicado en el sitio del Banco Mundial) El envejecimiento de la población es un problema mundial que afecta a un número cada vez más grande de países en todo el mundo, especialmente en un momento en que el apoyo familiar y otras redes de protección tradicionales se volvieron mucho menos seguros tras la crisis económica mundial. En América Latina, por ejemplo, la esperanza de vida aumentó 22 años en los últimos 50 años y en su población predominan actualmente los adultos en edad laboral y que tienen muchos menos hijos. La región enfrenta la perspectiva de un rápido envejecimiento. Un nuevo informe de la Red de Desarrollo Humano del Banco Mundial advierte que los gobiernos y las comunidades de la región no pueden permitirse caer en la complacencia con respecto a la “revolución de las canas”, dado que los próximos 50 años serán muy diferentes al último medio siglo. Según el informe, titulado Population Aging: Is Latin America Ready? (i) (Envejecimiento de la población: ¿Está preparada América Latina?), el crecimiento económico de la región será más complicado en aquellas naciones con muchos ancianos y satisfacer las necesidades de atención de la salud, de pensiones y otras será especialmente difícil para los países de ingreso bajo y mediano. El establecimiento de políticas e instituciones adecuadas para adaptarse a los poderosos cambios demográficos será fundamental para salvaguardar el futuro social y económico de la región, dice la publicación. “Los países de la para la Cooperación y el Desarrollo Económicos(OCDE) se acostumbraron a la idea del rápido envejecimiento durante los decenios anteriores como resultado del menor tamaño de las familias, la mejor salud, más dinero y una vida más prolongada, todo lo cual ha sido una enorme ventaja social”, señala Daniel Cotlear, coautor del informe y economista principal de la Red de Desarrollo Humano del Banco Mundial. “Sin embargo, debería preocuparnos que el rápido envejecimiento ya no sea un fenómeno de los países ricos y que muchas naciones más pobres lo estén experimentando pero en gran parte sin el dinero y la planificación anticipada para enfrentar los desafíos sociales y económicos de este profundo cambio”, agrega. Cambios demográficos Cotlear dice que la composición demográfica de América Latina y el Caribe (ALC) ha cambiado extraordinariamente desde la década de 1950. En ese momento, la región tenía una pequeña población de alrededor de 160 millones de personas, inferior a la actual de Brasil. Dos tercios de los habitantes vivían en el campo. Las familias eran numerosas y las mujeres tenían una de las tasas de fertilidad más altas del mundo, un bajo nivel de educación y pocas oportunidades laborales fuera del hogar. Las inversiones en salud y educación llegaban apenas a una pequeña fracción de los niños, muchos de los cuales morían antes de cumplir 5 años. En la actualidad, la población de la región se ha triplicado y la mayoría de los habitantes vive en ciudades. Muchos menos menores mueren a causa de enfermedades gracias a los avances en salud y educación y nace un 50% menos de bebés como resultado de que las mujeres aprovechan la educación y la mayor cantidad de oportunidades para trabajar fuera del hogar. En consecuencia, el cambio demográfico en ALC durante el siglo XXI estará marcado por el rápido envejecimiento de la población. Esta tendencia puede ser observada en países con abundante inmigración europea, que fueron los primeros que iniciaron la transición demográfica a comienzos del siglo XX y que también cuentan con los sistemas de seguridad social más extendidos. El resto de la región seguirá beneficiándose de una disminución de la tasa de dependencia por unos pocos años más, pero luego enfrentará también un rápido envejecimiento, dice Cotlear. Este proceso no tomará un siglo como en Europa; se llevará a cabo en dos o tres décadas. A nivel mundial, la cuarta parte de los países que está envejeciendo más rápidamente se encuentra en ALC. Se necesita un “nuevo programa social” “Este libro describe las cuestiones que nos obligan a crear un nuevo programa social para América Latina que debe incorporar ahora los desafíos del creciente envejecimiento de la población”, dice Alejandro Toledo, ex presidente de Perú, en una nota escrita a los autores del informe del Banco. “Los gobiernos y el sector privado deben aprender a equilibrar las demandas planteadas por una población de ancianos que crece rápidamente al tiempo que siguen invirtiendo en la educación de la juventud y las necesidades de los pobres”. ¿Cómo pueden los gobiernos manejar el inevitable envejecimiento de sus poblaciones más pequeñas? Cotlear dice que pensiones o pobreza no son las únicas opciones: “Es necesario que comprendamos el ciclo de la vida económica, trabajo e ingresos de los ancianos, apoyo familiar, género y también el costo de la atención de la salud de los ancianos. A largo plazo, la cobertura de las jubilaciones debe extenderse a más personas, en especial a quienes trabajan en el mercado laboral informal donde simplemente no rigen las normativas y protecciones gubernamentales”. En el documento se recomienda a los países y las comunidades desarrollar una serie de políticas que respalden una vida larga y productiva para sus trabajadores y mantengan a los ancianos saludables y móviles todo el tiempo posible. Por ejemplo, serán fundamentales los sistemas de atención sanitaria que puedan brindar a las personas de la tercera edad una vida sana y servicios de salud primarios adecuados. Esto es especialmente importante debido a que la diabetes, la obesidad, las dolencias cardíacas y otras enfermedades no transmisibles atacan predominantemente a los ciudadanos en la mediana edad y mayores y pueden ser una fuente de dificultades financieras al verse obligadas a pagar su propio tratamiento. En lugar de jubilarse a los 60 años de edad, los trabajadores podrían esperar hasta mucho después para abandonar la fuerza de trabajo como lo hacen en Singapur y algunos países de la Unión Europea, recomienda el informe. Los gobiernos pueden ofrecer programas de educación permanente para personas de entre 50 y 60 años y deben considerar la promulgación de leyes contra la discriminación por edad. Otra opción política es atraer a más mujeres al mercado laboral; es posible que los países con menos empleadas femeninas fuera del hogar tengan que ampliar su fuerza de trabajo en el contexto del envejecimiento de la población. La publicación recomienda también la reforma continuada de los sistemas de pensiones, especialmente para los países que buscan aumentar el ahorro vitalicio. El presidente del Grupo del Banco Mundial, Robert B. Zoellick, analizará esta semana en París las repercusiones del envejecimiento en el desarrollo mundial cuando participe en el Foro Mundial sobre la Longevidad para explorar mejor las dimensiones sociales y económicas de las personas que viven más años. Leer más...