domingo, 31 de octubre de 2010

Con la lluvia de dólares surgen los problemas de la abundancia. Por Annabella Quiroga

(Publicado en iEco, domingo 31 de octubre de 2010)
Un viejo proverbio postula que lo que abunda no daña. En la Argentina de 2010 varios economistas le encuentran objeciones a esta sentencia. En concreto, indican que el ingreso masivo de dólares a partir de la cosecha y de los capitales financieros genera turbulencias en la política monetaria y termina impactando colateralmente en la inflación. Hoy, la principal inyección de divisas proviene del comercio exterior. Nicolás Bridger, de Prefinex, señala que "los ingresos de dólares por las exportaciones de productos primarios totalizan US$12.600 millones en los primeros 9 meses del año, esto es un 70% por encima de la cifra de igual período de 2009".

Milagros Gismondi, del estudio Ferreres y Asociados, agrega el efecto de las manufacturas de origen agropecuario y concluye que las exportaciones por esos dos conceptos llegarán a US$38.000 este año. "Esto representa poco más de la mitad de las exportaciones totales", sostiene. La situación financiera internacional es la otra vía que trae fondos al país. Con tasas de interés bajas en el mundo desarrollado, los capitales vuelan hacia los mercados emergentes en busca de mejores rendimientos. "Parte del ingreso de dólares se debe a la hiperliquidez global financiera. La baja de la tasa de interés en Estados Unidos genera un flujo de capitales hacia los mercados emergentes que está presionando sobre las monedas", explica Luciano Laspina, economista jefe del Banco Ciudad. Maximiliano Carrillo Castillo, de la consultora ACM, agrega que "entre otras cosas, la Argentina se ha convertido en una plaza atractiva porque hay una expectativa de un tipo de cambio fijo. Los rendimientos en pesos se traducen a rendimientos prácticamente iguales en dólares". A esto se suma que, en los últimos meses, la fuga de capitales se fue revirtiendo. Laspina dice que "la Argentina fugaba entre 2 y 3 puntos del PBI y ahora es un país que está fugando bastante poco. Los dólares que ingresan por el comercio exterior ya no salen por la otra ventanilla porque las tasas que se ofrecen acá son atractivas a pesar de los problemas de competitividad". Esto determina que "la cuenta capital esté siendo menos negativa o virtualmente equilibrada" (ver infografía). El ingreso de dólares tiene un impacto monetario directo que surge como el primer problema relacionado con la abundancia. El Banco Central sale a comprarlos para evitar una apreciación del peso. Para poder hacerlo, emite pesos y esto amplia la base monetaria. A su vez, la entidad lanza al mercado títulos para esterilizar los pesos que pone en circulación por esta vía. Sin embargo, el círculo no es hermético y parte de la emisión de pesos se suma a la moneda circulante y termina impactando en la inflación. En lo que va del año, el Central compró US$9.229 millones y emitió pesos por una cifra equivalente, aunque levemente inferior. Gismondi añade que "en el segundo y tercer trimestre hubo una afluencia mayor de dólares. El Central compró más y la esterilización creció 80% respecto de 2009. El stock de Lebac creció en ese margen para contener la emisión elevada". Bridger marca otra luz amarilla. "Los peligros de la política de esterilización del Central son que, al combinarla con pagos de deuda pública del Gobierno nacional con reservas, el respaldo de la mayor base monetaria se está debilitando. En la medida en que persista el actual contexto esto no sería problemático, pero sí podría magnificar los costos ­es decir ajuste del tipo de cambio­ ante algún shock adverso". "Prefiero lidiar con la abundancia antes que con la escasez, aunque hay que saberla administrar, porque el día que la abundancia desaparezca, tenés una crisis", indica Laspina. "Ese es el desafío del próximo lustro, la sobreabundancia de dólares que genera una apreciación muy fuerte de la moneda y les resta competitividad a otras industrias", sostiene. Y lo dice con todas las letras. "Se están generando burbujas inmobiliarias, incluso en la Argentina y en la región". Sin embargo, considera que "es muy difícil que ese escenario se dé vuelta rápidamente. El día que a nivel mundial se tome la decisión de quitarle liquidez a la economía va a ser un proceso relativamente lento". Para continuar con esta política de sostener el tipo de cambio nominal anclado, "el Central tiene que imprimir muchos pesos, para lidiar con esto tendría que ser muy disciplinado en materia fiscal". Laspina dice que el primer paradigma en esto es Chile, que tiene un gran superávit que le permite apreciar la moneda lentamente. El segundo es Brasil, que ha lidiado con una fuerte apreciación de la moneda. "La Argentina no ha hecho ni uno ni otro, gana apreciación vía inflación. Son tres paradigmas y los resultados están a la vista", dice Laspina.
"El riesgo es que se sobredimensione el mercado. Habrá que estar atento. Si el flujo de capitales es muy importante y la tendencia se consolida, la chance de que se sobredimensione el mercado va a tener que estar en la agenda", sostiene Carrillo Castillo. Ramiro Castiñeira, de Econométrica, señala que "la Argentina está acostumbrada a administrar crisis, pero en los últimos años se enfrenta a la dificultad de administrar bien las bonanzas. Lo que está pendiente es evitar la apreciación de la moneda". Pero no ve un escenario que lleve inevitablemente a la devaluación. "El Gobierno tiene dos frentes: la inflación y la entrada constante de dólares. Ese ingreso masivo de dólares también se da en Brasil y empuja la cotización del real. Pero en el corto plazo en ninguno de los dos países se estaría dando una devaluación", dice. Los analistas estiman que el año próximo seguirá la lluvia de dólares, pero impactará menos sobre la economía real. Las exportaciones se comportarían en un nivel similar al de este año, pero las importaciones seguirían creciendo, por lo que el saldo comercial sería menor. "En 2011 la cuenta corriente va a ser similar en ingreso de divisas, quizá algo menor. No habrá sobreoferta de dólares", menciona Gismondi. Y agrega que en el último trimestre de 2010 no habrá una esterilización tan fuerte como la que hubo en la primera parte del año, ya que el ingreso de dólares por parte de la cosecha sería menor. "Debería darse un mecanismo a la inversa, con los bancos intentando deshacerse de parte de este stock de títulos para hacerse de efectivo". La contracara será que el Central tendrá mayores dificultades para seguir acumulando reservas. La duda, acrecentada en las últimas horas a partir de la muerte de Néstor Kirchner, es acerca de los efectos que tendrá el ruido político por las elecciones y cómo impactará esto en la salida de capitales. Laspina considera que "un próximo gobierno no estaría obligado a devaluar, no creo que haya una tensión en el sector externo que lo obligue a hacerlo. Sí va a tener que hacer algo para bajar la inflación, hacer esfuerzos fiscales y evitar que siga mermando la competitividad. Si es un gobierno creíble, tendrá márgenes para lidiar con esto sin devaluar". Respecto de la competitividad, Laspina considera que "es muy probable que el tipo de cambio real llegue a un nivel similar al del 1 a 1 el año próximo, aunque la situación no será la misma. Hoy hay una mejora del 40% en los términos de intercambio que hace que ese nivel de tipo de cambio sea sostenible. Esto no quiere decir que no haya sectores industriales que sufran. Para estos casos hay que tener políticas claras para darles rentabilidad. Mi sensación es que el próximo gobierno va a llegar con un escenario de tipo de cambio equilibrado". Carrillo Castillo destaca que "la Argentina tiene una buena expectativa de crecimiento para este año y el próximo, con cuentas externas relativamente abultadas. Esto da certidumbre de que el tipo de cambio va a poder ser manejado sin ningún tipo de problema". Para este año, prevé que el superávit comercial será de US$12.000 o US$13.000 millones. Y en 2011 será de US$9.000 millones. "Es un resultado que permite grados de libertad en el manejo de la política económica", sostiene Carrillo. Miguel Kiguel, de Econviews, agrega que "en 2011 el resultado de la cuenta de capital debería ser positivo, siempre que la cuestión electoral no genere tensión". Esto derivará en una menor acumulación de reservas, con un saldo favorable de US$1.000 millones contra US$5.000 millones que el Central consiguió este año. Y prevé que a finales de 2011, el dólar llegará $4,30. De cara al proceso electoral, Kiguel sostiene que "hoy el mercado está anticipando un cambio de gobierno y eso ayudaría a la estabilidad de tipo de cambio".
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Construcción de poder más que construcción de un país. Por Roberto Cachanosky

Néstor Kirchner llegó al poder con el 22% de los votos y con la suerte de un mundo que crecía rápidamente y los precios de las commodities subiendo aceleradamente. El famoso viento de cola. Desde el inicio de su gestión mostró una clara inclinación por la confrontación, que luego fue acentuándose con el tiempo. Pero esa actitud de confrontación fue tolerada por una economía que crecía gracias al contexto internacional y a pesar de la política económica que se implementaba.

El famoso modelo estaba basado en el tipo de cambio competitivo (dólar caro) y el superávit fiscal para construir su poder político. La primera inconsistencia del modelo fue que nunca tuvo un superávit fiscal suficiente para sostener el tipo de cambio en el nivel que él consideraba competitivo. Esto lo llevó a delegarle la función al BCRA que emitió moneda a tasas descomunales para comprar las divisas excedentes del superávit comercial generando un fuerte proceso inflacionario que hace rato terminó con el famoso tipo de cambio competitivo. Hoy Argentina es nuevamente cara en dólares. Esa emisión monetaria disparó la inflación al 25,7% en el 2007, pero en enero de ese año el INDEC fue intervenido con el objeto de distorsionar el IPC. Recordemos que el 2007 era una año electoral en el cual se juega la continuidad del kirchnerismo en el poder mediante la candidatura de Cristina Fernández. Haber reflejado la verdadera inflación hubiese comprometido el resultado electoral del oficialismo. Finalmente ganó las elecciones Cristina Fernández pero con un fuerte rechazo en los grandes centros urbanos. Ya en 2007 una parte de la población se alejaba del kirchnerismo. En el flanco fiscal llevó el gasto hasta niveles insospechados y a pesar de la creciente presión impositiva (no ajuste de los balances por inflación, incrementos de las retenciones, etc.) ya el año pasado apareció el déficit fiscal, incrementándose este año. También confiscó los ahorros de la gente que tenía sus aportes en las AFJP, quedándose con el flujo mensual de los aportes y el stock de los ahorros acumulados hasta ese momento. Aún así no le alcanzó el dinero para financiar el fenomenal aumento del gasto y tuvo que ir por las reservas del BCRA y la emisión monetaria para financiar al tesoro. En el medio estuvo el largo e improductivo conflicto con el campo, generando un problema ganadero que hoy se refleja en la falta de hacienda y en los precios de la carne que, inevitablemente, tenían que subir por falta de oferta. Su secretario de Comercio, Guillermo Moreno, cumplió con el mandato de Kirchner de controlar los precios mediante mecanismos poco ortodoxos, por decirlo suavemente, generando crecientes conflictos con el sector empresarial. También llevó a cabo un uso político de las tarifas de los servicios públicos tratando de sostener el transporte público, la energía, etc. mediante subsidios que fueron aumentando en forma exponencial. Desde el punto de vista económico generó fuertes distorsiones en los precios relativos, desborde fiscal, confiscaciones y regulaciones que trabaron la economía. El resultado fue que la economía terminó sumergida en una gran incertidumbre por las arbitrariedades en las decisiones de un gobierno que no respetaba las más mínimas reglas de juego institucional. Y aquí vamos al punto de su gestión política. Kirchner no logró el apoyo de la mayoría de la gente por simpatía, sino imponiendo el miedo por las represalias que podía aplicar. Kirchner primero agredió a las Fuerzas Armadas, basta recordar aquél día cuando a soldados que eran bebes o ni habían nacido en la década del 70 les decía: no les tengo miedo. Luego fue a confrontar con el campo, los medios de comunicación, algunos periodistas, la justicia, la Iglesia Católica y el sector industrial. En las elecciones del 2009, viendo que tenía serios riesgos de perderlas, las adelantaron con el argumento que la crisis económica internacional no daba lugar a que el país debatiera políticamente hasta octubre. Así se adelantaron las elecciones e inventó las candidaturas testimoniales pero con un resultado adverso. Perdió las elecciones y ya este año las encuestas le daban muy mal para poder retener el poder el año próximo. El tema de los derechos humanos fue tratado con una gran falta de ecuanimidad al punto que llegó a saturar a la población y comenzaron a publicarse varios libros contando una historia más completa de los 70, lo cual se transformó un boomerang para quienes habían militado en los cuadros terroristas de los 70. Resulta muy difícil hacer un balance de la presencia de Kirchner en la política argentina diciendo que construyó. Más bien construyó un poder propio y transitorio buscando la confrontación como forma de gobierno y desaprovechó una oportunidad única en el contexto internacional para construir un país próspero. La política económica siempre estuvo subordinada a las necesidades políticas del oficialismo y esto implicó, entre otras cosas, destruir stock de capital (energía, ganadería, infraestructura, etc.). Todavía no sabemos qué rumbo tomará Cristina Fernández ahora que no está Néstor Kirchner. Dado que, como mínimo, el matrimonio cogobernaba, no sabemos cuál es la capacidad de gestión de Cristina Fernández estando sola y desconocemos si continuará con el estilo de confrontación o modificará el rumbo. No lo sabemos, pero sí sabemos que tal vez el paso de Kirchner por la política haya dejado como enseñanza al resto de la dirigencia política que lo primero que se necesita para construir un país es el respeto al otro. Debatir ideas con pasión pero con respeto. El segundo dato es que no puede construirse un país sin reglas de juego estables y eficientes. Lejos de construir bases sólidas de crecimiento económico, Kirchner aprovechó el contexto internacional para aplicar políticas populistas que le otorgaron poder político y generó un alto grado de crispación en la sociedad. La lección que debería quedarnos de este período es que los argentinos tenemos que empezar a respetar la democracia republicana como base sólida para el crecimiento de largo plazo. Los hombres son transitorios en la vida de un país y su construcción se hace en base a instituciones y no personas que más tarde o más temprano, por las causas más insospechadas, pierden el poder. Leer más...

Buen momento para sincerar la economía. Por Domingo Cavallo

En los últimos doce meses se ha vivido un clima de recuperación del nivel de actividad económica tan fuerte como el de Brasil y Perú, incluso más alto que el de otras economías de la región como Chile y Colombia. Sin embargo, mientras en todos estos países de nuestra región las expectativas son muy positivas y la inflación prácticamente no existe, la economía argentina enfrenta un problema claro de aceleración inflacionaria y predominan pronósticos negativos por parte de quienes deberían estar planeando inversiones imprescindibles para sostener el crecimiento económico y la paz social

Esta diferencia es fácil de explicar: mientras en aquellas economías no se observan fuertes distorsiones de precios relativos ni grandes desequilibrios fiscales en potencia, en Argentina la inflación creciente viene acompañada de claros rezagos en el nivel de muchas tarifas, precios y salarios de los trabajadores no sindicalizados y un ritmo de aumento del gasto público que muestra muchos vértices por los que puede acelerarse, pero prácticamente ninguno por el que pueda, eventualmente, frenar su expansión. Más grave aún, los rezagos de algunos precios, en particular las tarifas, van inexorablemente asociados a la expansión del gasto público por el mecanismo de los subsidios a las empresas prestadoras de los servicios públicos.
Cuando se dan una combinación de distorsiones de precios y desequilibrios fiscales como las que se observan en nuestro país, el riesgo de espiralización de la inflación es alto. La espiralización de la inflación se da cuando los precios y salarios que han quedado rezagados intentan recuperarse pero la política monetaria, no suficientemente restrictiva, permite que aumente el tipo de cambio como mecanismo de autodefensa de los ahorristas e inversores financieros y de resistencia sectorial a la recomposición de precios por parte de aquellos que habían logrado adelantarlos gracias a la subvaluación de la moneda local.
Si no existiera en el mundo la liquidez excedente que están provocando las políticas monetarias de los Estados Unidos y de otros países avanzados, enderezadas a evitar un fenómeno de deflación en sus respectivas economías, el peligro de espiralización de la inflación en la Argentina sería mucho mayor que el que existe hoy. La razón es sencilla: la abundancia de dólares financieros en el mundo actúa como freno a la fuga de capitales que en circunstancias externas más normales hoy estaría empujando el precio del dólar para arriba en lugar de obligar al Banco Central a intervenir para evitar que su precio baje.
Por eso mismo, éste es un buen momento para que el Gobierno avance en el rebalanceo de los precios relativos y en el restablecimiento de los equilibrios fiscales indispensables para comenzar a reducir la tasa de inflación de manera sostenible en el tiempo. Difícilmente se den en los próximos años condiciones más favorables para minimizar el riesgo de espiralización de la inflación cuando se de la inevitable recomposición de precios relativos de la economía, por aumento de aquellos precios, salarios y tarifas que han quedado significativamente rezagados.
Si el Gobierno decidiera aprovechar este buen momento para comenzar a luchar contra la inflación, la percepción de la gente y, en especial la de los inversores, podría cambiar en la dirección hacia el optimismo de mediano y largo plazo, aún cuando se pondrían de manifiesto restricciones inmediatas al ritmo de crecimiento de la demanda que se ha observado a lo largo de los últimos doce meses. Podría haber incluso una sensación de estanflación en el corto plazo, pero esa sensación sería rápidamente neutralizada por la reversión de las expectativas inflacionarias que, de otra forma, se tornarían cada vez más atemorizantes para el futuro mediato.
A quienes desde adentro del Gobierno de Cristina Fernández quieren transformar a su reelección en el objetivo central de su gestión, esta sugerencia les va a parecer a contramano de aquel objetivo. Pero no hay nada más peligroso para el futuro de su Gobierno y el bienestar de los argentinos que en aras se buscar la reelección, se mantenga a la economía en un callejón de cada vez más difícil salida y se desaprovechen las condiciones favorables que ofrece en este momento la economía mundial. No creo que la gente vaya a premiar con la reelección a un Gobierno que acentúa los desajustes y desequilibrios que asustan a los inversores y golpean con inflación el bolsillo de los más desprotegidos pero sí creo que la gente y, sobre todo, la Historia, juzgará mucho mejor su último año y medio de Gobierno si decidiera gobernar con realismo y desmontara el país de fantasía que han venido dibujando los discursos y las estadísticas oficiales.
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"Al paso que vamos, la próxima crisis financiera será aún peor". Entrevista a Nouriel Roubini

(Publicado en El País -Madrid- el domingo 31 de octubre de 2010)
Los economistas, y probablemente los periodistas económicos, han hecho algo parecido al ridículo en esta crisis. Casi nadie la vio venir. Casi nadie supo explicar lo sucedido. Aun hoy casi nadie sabe qué diantre va a ocurrir. Y no solo eso: la mayor parte de los avances de esa ciencia lúgubre que es la economía en los últimos 30 años son, según el Nobel Paul Krugman, "espectacularmente inútiles en el mejor de los casos, absolutamente dañinos en el peor". Nouriel Roubini es uno de los pocos que fueron capaces de anticipar esta crisis (y otras muchas que nunca llegaron a materializarse, por cierto). Polémico, poco querido en Wall Street, visionario y tremendamente pesimista -apodado Doctor Catástrofe con toda justicia-, durante años sus colegas le tildaron de loco, de agorero recalcitrante, de profeta con ínfulas. Pero acertó.

Pronosticó la secuencia exacta de las mutaciones de la crisis desde el inicio. Y siguió pesimista en 2009, cuando los brotes verdes, cuando la recuperación de los mercados provocó que otros oráculos se pasaran al bando de los optimistas y perdieran sus credenciales. "No soy un pesimista: me considero un realista", asegura en una entrevista peculiar, realizada a caballo entre Washington y Nueva York. Más vale que se equivoque: "Aún no hemos salido de esta y ya viene otra crisis: la cuestión es solo cuándo".
Roubini (Estambul, 52 años) es algo parecido a una estrella de la farándula. Firma docenas de autógrafos, estuvo en la última edición del festival de Cannes por su participación en dos películas, es vecino de la actriz Scarlett Johanson en su loft de TriBeCa (Nueva York), colecciona arte, proyecta películas independientes para sus amigos y da multitudinarias fiestas que le han granjeado una merecida fama de crápula. Y trabaja a destajo: puede que nunca gane el Nobel, pero ha superado ya a Krugman en el star system de la academia por sus menciones en la prensa internacional. Cotiza al alza: viaja constantemente, se reúne con políticos, financieros y banqueros centrales de todo el mundo, es el oráculo de moda y acaba de publicar un libro excelente, Cómo salimos de ésta (Destino), en el que ajusta cuentas con los cegatos y disecciona la crisis y lo que está por venir. ¿Adivinan? Bingo: más problemas.
"Vienen años de bajo crecimiento económico por muy bien que salgan las excepcionales y en ocasiones insólitas medidas de política fiscal y monetaria que se han puesto en marcha. Vienen años dolorosos por la resaca del alto endeudamiento público y privado en el mundo rico. La buena noticia es que podemos evitar una recaída en la recesión. La mala es que no se puede hacer mucho más que eso", asegura a modo de diagnóstico general.
Roubini atendió hace un par de semanas a este periódico en un pasillo de la sede del Fondo Monetario Internacional, en Washington, durante apenas unos minutos. Venía de Tokio y Seúl, y tenía mucha prisa: se marchaba a Kiev y a su Estambul natal esa misma tarde. La charla se reanudó la semana siguiente, por teléfono, desde su despacho en su consultora RGE, en Nueva York. Puede que los viajes cambien el estado de ánimo de algunas gentes, pero el tono de Roubini es parecido esté donde esté: "Las crisis son animales de costumbres. Se parecen a los huracanes: actúan de manera relativamente previsible, pero pueden cambiar de dirección, amainar e incluso resurgir sin avisar. Esta fue primero una crisis financiera muy modesta, después mutó en crisis económica, más tarde fue crisis fiscal y ahora es crisis de divisas. Y esto no ha terminado: estamos justo antes de la siguiente etapa, ahora viene cuando en muchos de los países más castigados la deuda privada se convierte en deuda pública y resurgen los problemas fiscales", advierte.
¿Cómo se detiene un huracán? Roubini da una receta general: más regulación. "La banca es la semilla del problema, el ojo del huracán, y todo lo que se haga por darle una vuelta de tuerca a la regulación llegará ya demasiado tarde y será demasiado poco; y aun así hay que reconstruir los diques financieros para hacer frente a futuras crisis. Al paso que vamos la siguiente crisis financiera será aún peor que esta".
Roubini es un tipo singular, tal vez como su peripecia personal. Hijo de judíos iraníes, pasa sus primeros años en Irán y vive después en Israel (recientemente, por cierto, ha vaticinado que un eventual ataque nuclear de Israel a Irán podría complicar las cosas). Cursa sus estudios universitarios en Italia y se doctora en Harvard. Ha enseñado en Yale y sigue haciéndolo en la Universidad de Nueva York. Habla inglés, italiano, hebreo y farsi. Ha sido asesor del FMI, de la Reserva Federal y del Tesoro estadounidense con Bill Clinton como presidente. Ahora preside su propia consultora, con 80 empleados y 1.000 clientes institucionales. Pasa dos terceras partes de su tiempo en la carretera -se define como "nómada global": los tópicos no perdonan ni siquiera a los gurús- y, en términos económicos, no es ni keynesiano ni un neoliberal de la Escuela de Chicago: "Soy pragmático, ecléctico, centrista".
El Doctor Catástrofe -un supervillano de cómic creado en los años sesenta- se transformó en Roubini en 2004, cuando el economista empezó a hablar de un aterrizaje brusco de la economía norteamericana. En esa época pronosticó también una debacle del dólar -causada por los desequilibrios globales- que no se ha producido. Pero lo que le cambió la vida fue un seminario en el FMI en otoño de 2006: allí contó que venía un descalabro financiero, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en el Atlántico Norte y, en última instancia, una depresión profunda. Unos meses después, en el Foro de Davos, hizo lo mismo. Nadie le creyó. Otros muchos también acertaron: "Robert Shiller o Kenneth Rogoff, por ejemplo, pronosticaron algo parecido en varios trabajos. La diferencia es que la prensa amplificó el acierto de Roubini. Creo que se trata de un economista serio con un buen olfato", asegura el profesor Guillermo Calvo desde Nueva York. Pero esa opinión es casi una excepción.
La mayoría de los expertos consultados para este reportaje critica el trabajo de Roubini, la mayoría de ellos con la condición del anonimato. "Exagera a menudo, al menos en público", asegura Daniel Gros, del CEPS. "Puede acertar en algunos diagnósticos, pero falla con facilidad y sus recetas son una locura", añade José Carlos Díez, de Intermoney, que recuerda que en su última visita a España llegó a pedir que se cerraran los mercados ante la sobredosis de incertidumbre que se venía encima, en octubre de 2008, justo después de la quiebra de Lehman Brothers.
Y sin embargo, se le escucha. Un alto funcionario del FMI contaba hace unos días que en primavera de 2007, cuando nadie veía problemas, el director de Asuntos Monetarios del FMI, Jaime Caruana, citaba ya a Roubini y aseguraba que el gurú ya le había puesto cifras al agujero de la banca: un billón de dólares, poco más o menos la misma estimación que hizo inicialmente el FMI pero con varios meses de retraso. "Desde hace mucho tiempo, en economía a las trampas se les llama modelos. Roubini cree que la economía está demasiado dominada por las matemáticas. Él bebe de campos muy diferentes, con un enfoque más amplio: viaja, escucha distintos puntos de vista de primera mano, intenta ver las cosas desde distintos ángulos, y además usa esos modelos, con los que está familiarizado desde hace más de veinte años. Esa es la clave de sus aciertos", asegura el coautor del citado Cómo salimos de ésta, el historiador económico Stephen Mihm, en una conversación telefónica.
El caso es que Roubini sigue viendo el horizonte sombrío. La crisis va por barrios: "Estados Unidos está algo mejor que Europa; y la periferia de Europa peor que el centro. Y aún dentro de Europa, Grecia y algunos países del Este están peor que Irlanda y Portugal, y esos dos países tienen más problemas que España", dispara.
Sus prescripciones son distintas en unos y otros casos. "Estados Unidos tiene margen para un segundo estímulo como el que propone Obama. Y su banco central está haciendo los deberes. Pero a la larga no podrá mantener su déficit fiscal: los riesgos se acumulan, y las presiones sobre el dólar dejan una especie de equilibrio del terror financiero. Estados Unidos devalúa su moneda con la política monetaria [la expansión cuantitativa: la máquina de imprimir dinero que supone la compra de deuda] y los países emergentes, empezando por China, siguen comprando bonos estadounidenses e impiden así que el dólar baje más. Hay un riesgo de crisis del dólar, como ya he afirmado en otras ocasiones, que provocaría serios problemas en todo el mundo. Pero no veo que eso vaya a ocurrir a corto plazo".
Para Estados Unidos, Roubini ve riesgos: de recaída si no se estimula la economía, de crisis del dólar -a la larga- si no se solucionan sus abultados déficits. Para Europa, ve más dificultades. Una década perdida a la japonesa o incluso algo peor: una espiral parecida a la que sufrió Argentina en 2001. "A pesar del plan de rescate anunciado, a pesar de las ayudas a Grecia y a pesar de las pruebas de esfuerzo a la banca, la deuda de los países periféricos sigue presentando problemas. Y el crecimiento en Europa, especialmente en los PIGS [acrónimo de Portugal, Italia, Grecia y España], va a ser muy bajo e incluso negativo. El panorama asusta", dice. "Con esas deudas tan altas y con los planes de austeridad, la deflación es un riesgo serio. Y en esa tesitura, países como Grecia van a tener que reestructurar su deuda, y eso generará una nueva crisis fiscal: ya no es una cuestión de si va a ocurrir, sino solo de cuándo".
Llegan las bofetadas. Roubini considera que tanto el Banco Central Europeo como Alemania están usando políticas equivocadas, por decirlo de forma suave. "La tozudez del BCE, que se empeña en ver fantasmas de inflación, es un desastre para Europa y en particular para los países periféricos. El euro se ha ido por las nubes por la negativa del BCE a dar pasos en la compra de bonos parecidos a los de la Reserva Federal. Como siga en esa línea y el euro llegue a 1,60 por dólar habrá desaparecido cualquier posibilidad de recuperación, y probablemente veamos que junto a Grecia algún otro país tenga que pedir rescate. Irlanda y Portugal son los peor situados. España ha conseguido desmarcarse y está algo mejor, aunque está metida en otros líos".
Roubini nunca ha sido optimista con España. Al inicio de la crisis fiscal griega fue muy duro: "Si cae Grecia es un problema para la UE; si cae España es el desastre". Ahora rebaja la dosis: "España está mucho mejor que Grecia, y mejor que Irlanda o Portugal. Pero tiene una deuda privada enorme, un paro muy elevado que no va a bajar a medio plazo y un pinchazo inmobiliario en el que los precios aún tienen que caer más. Las pruebas de esfuerzo de la banca fueron muy positivas y la competitividad está mejorando, pero créame si le digo que los ajustes han sido duros pero probablemente tengan que ser aún más severos. Sobre todo si Alemania -con esa manía de la austeridad fiscal- y el BCE -incapaz de ser menos rígido- persisten en sus graves errores".
En fin, Roubini en estado puro: "El principal riesgo es la recaída en la recesión o un largo estancamiento, combinado con la deflación: con niveles de endeudamiento público y privado tan altos, eso supondrá suspensiones de pagos en familias, empresas, bancos y, finalmente, Gobiernos".
Hay quien dice que Roubini es como un reloj parado: con todo lo que dispara, acierta dos veces al día. Antonio Torrero, catedrático de la Universidad de Alcalá, asegura que al menos "tiene la valentía de ir a contracorriente" y apunta con tino que "además, da la impresión de venderse estupendamente". Rogoff, que durante años fue uno de sus valedores en la academia, ha explicado que "si uno está sentado junto a miembros del BCE y alguien pregunta qué es lo peor que puede ocurrir, lo primero que se oye es: veamos qué dice Roubini". Últimamente su fama le ha llevado al cine: aparece en Wall Street II y la aún no estrenada en España Inside Job.
Roubini, cómo no, tiene también un análisis sobre esa querencia del cine por la economía, por esa versión del capitalismo mágico de los tres últimos años, irreproducibles en un guión creíble. "No hay forma de hacer una buena película sobre el capitalismo. La realidad es más dramática, impredecible y sorprendente que cualquier película", concluye el oráculo, que esta semana viajó hacia Argentina para dar una de sus conferencias apenas unas horas antes de la muerte de Kirchner.
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martes, 26 de octubre de 2010

Adiós dólar alto; hola competitividad genuina. Por Jorge Vasconcelos

Aunque con recurrentes turbulencias, parece prevalecer el escenario internacional que empuja capitales hacia los emergentes y revalúa sus monedas. Esto plantea dos cuestiones centrales para la estrategia de crecimiento: a) cuáles son los instrumentos más adecuados para evitar un desalineamiento exagerado del tipo de cambio; b) en qué apoyar la competitividad si es que el “colchón cambiario” está en vías de desaparición. Pese a que la actividad sigue en terreno bien positivo, la fundamentación para no descuidar la cuestión del crecimiento pasa por la débil reacción del mercado de trabajo. Con un año de recuperación, la Argentina anota un 2,2% interanual de creación de empleos privados formales, guarismo que contrasta con el 6,4% de incremento verificado en Brasil para igual período.

Las tendencias prevalecientes en el mundo han logrado invertir los términos de la discusión alrededor del tipo de cambio en la Argentina. Si hasta hace poco se daba como cierta la apuesta de la devaluación post-elecciones de octubre 2011, hoy se ve al Gobierno lidiando con las tendencias de apreciación, con la presunción de que no se trata de un fenómeno pasajero. Esto permitiría convivir más tiempo con bajas tasas de interés en pesos, lo que es positivo para el nivel de actividad pero, al mismo tiempo, la persistente inflación en dólares habrá de afectar la rentabilidad de una gama amplia de sectores industriales y de economías regionales. Recordemos que el fuerte crecimiento del empleo en la Argentina entre 2003 y 2007 ocurrió en un contexto de bajos costos laborales en dólares. En esta línea, una decisión que la Argentina no debería demorar es la de eliminar las retenciones de 5% que recaen sobre las exportaciones de productos industriales y de las economías regionales.
Pero no sería aconsejable detenerse allí. La estructura impositiva de nuestro país (contando ingresos brutos y tasas municipales) tiene un sesgo negativo para las inversiones, el empleo y las exportaciones, que se acentúa si se compara con países vecinos, incluso Brasil pese a su alta presión tributaria. Las reformas en esta dirección deben autofinanciarse con la ampliación de la base impositiva. Debe asumirse que la informalidad es un verdadero cáncer para la competitividad del país, pero romper este círculo vicioso no depende tanto de más controles, sino fundamentalmente de incentivos. La reducción del resto de las retenciones debería graduarse en el tiempo, aun sabiendo que es un mal impuesto. El superávit fiscal es el único instrumento potente para evitar una apreciación exagerada del peso, comprando dólares con recursos genuinos, como el fondo anticíclico vigente en Chile. Al respecto, si se toma como base diciembre de 2006, la apreciación del peso chileno en términos reales, de 15,1%, fue mucho más moderada que la pérdida de competitividad cambiaria de Brasil, de 30,1%, y Argentina, de 34,5 por ciento. ¿Dónde encontrar dinamismo creador de empleos? Primero hay que tener en cuenta que la geografía económica mundial se está reconfigurando. El destino de las exportaciones argentinas ya lo capta plenamente: mientras las ventas a la Unión Europea y el Nafta avanzan lentamente este año (4 y 11% de variación interanual), los despachos a destinos menos conocidos como Argelia, Egipto y Marruecos lo hacen a 32%, Corea 36%, Brasil 37%, China 54%, Japón 87% y la India nada menos que 154%, en este caso con la restricción china al aceite local. La Argentina debe evitar ser un sujeto pasivo de estas tendencias, neutralizando la tentación natural de nuestros clientes de comprar sólo materias primas para industrializarlas en destino.
Nuevas instituciones. Pero son pocas las empresas en la Argentina preparadas para explorar y operar con estos mercados. En general, hay un serio problema de escala. De 49 rubros de exportación relevados, en sólo ocho se encuentran empresas que anotan volúmenes significativos. En los 41 ítems restantes, salvo seis o siete excepciones, la gran mayoría exporta por menos y bastante menos de US$ 100 millones/año. Para resolver estos problemas de escala se requiere mayor sinergia entre el sector público y el privado. Por el lado de la producción y las tecnologías, las empresas tienden a recurrir al Inti o al Inta. Estas instituciones quizá requieran refuerzos presupuestarios y adecuación a las nuevas demandas de los sectores productivos. Pero ¿qué pasa por el lado de la exportación? Existen diversos organismos, pero también superposición de funciones y presupuestos. Hay espacio para crear una nueva institución, que bien podría llamarse Inex (Instituto Nacional de Exportaciones) que, reorientando partidas presupuestarias existentes, se configure como un verdadero par del Inti y del Inta. Con la metodología de la Fundación ExportAr, pero más jerarquizado, el Inex debería colaborar con las empresas y las regiones, identificando mercados y tendencias atractivas para los oferentes locales.
Escalar cadenas productivas. En una anterior columna, subrayé que una adecuada estrategia de crecimiento no implica “borrón y cuenta nueva” con los sectores existentes, sino ayudar a generar condiciones más apropiadas para que los clusters productivos den saltos posibles en tecnología y también completen cadenas de valor existentes, mientras sea rentable y tenga demanda. vale destacar algunos ejemplos:
— La Argentina es el país agroalimentario que menos utiliza un insumo clave como el maíz para actividades conexas (industrialización, engorde de animales). Según el investigador Juan Garzón, de Ieral, mientras la Argentina exporta como grano sin industrializar el 67% de la cosecha de maíz, para Brasil ese guarismo es de sólo 12 por ciento.
— En el NEA, la expansión forestal ya genera materia prima para dos plantas como Botnia, lo cual dispararía inversiones adicionales en todas las direcciones.
— Allí mismo, según un trabajo de Gerardo Alonso Schwarz, una reconversión gradual de cultivos tradicionales permitiría incrementar 30% la producción de yerba en menos hectáreas, liberando campos para un incremento de 300% en la producción de té, que registra un volumen de importaciones mundiales de US$ 5.500 millones/año.
— En clusters vinculados con la industria automotriz, es conocido el mercado potencial que implica el déficit comercial de US$ 6.000 a 7.000 millones/año del sector. No es tan obvio que la industria experimentó rápidos cambios tecnológicos y que, por ende, por cada US$ 100 millones/año que se apunte a facturar de los productos de mayor valor agregado, se estarían necesitando unos US$ 100 millones de inversión.
En estos ejemplos hay requerimientos comunes: horizonte para la toma de decisiones; mayor sinergia entre el sector público y privado; infraestructura que corrija el esquema radial hacia Buenos Aires; financiamiento. Varios de estos puntos requieren bajar fuertemente el riesgo país y poder realizar contratos de largo plazo en moneda local.
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lunes, 25 de octubre de 2010

El mundo está con riesgos de otra guerra: la comercial. Por Nouriel Roubini


El riesgo de guerras cambiarias y comerciales a nivel global crece: la mayoría de las economías está implementando devaluaciones competitivas. Todos están jugando un juego que algunos deben perder.
Las tensiones de hoy están arraigadas en la parálisis del reajuste global. Los países con un exceso de gasto -como EE.UU. y otras economías anglosajonas- que estaban apalancados y tenían déficits de cuenta corriente ahora deben ahorrar más y gastar menos en la demanda interna. Para mantener el crecimiento, necesitan una depreciación nominal y real de su moneda para reducir sus déficits comerciales.


Pero los países con un exceso de ahorro -como China, Japón y Alemania- que tenían superávits de cuenta corriente resisten la apreciación nominal de sus monedas. Un tipo de cambio más alto reduciría sus excedentes de cuenta corriente, porque no pueden o no quieren reducir sus ahorros y sustentar el crecimiento a través de un gasto mayor en el consumo interno.
Dentro de la eurozona, este problema está exacerbado. Alemania, con sus superávits, puede vivir con un euro más fuerte. Los Piigs (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) no; con sus grandes déficits externos, necesitan una marcada depreciación para restablecer el crecimiento mientras implementan dolorosas reformas estructurales y fiscales.
Un mundo donde los países con un exceso de gasto necesitan reducir la demanda doméstica y alentar las exportaciones, mientras los países que ahorran en exceso no están dispuestos a reducir su dependencia del crecimiento liderado por las exportaciones, es un mundo donde las tensiones monetarias estallan. Al margen de la eurozona, Estados Unidos, Japón y el Reino Unido necesitan una moneda más débil. Hasta Suiza interviene para debilitar el franco.
China interviene de manera masiva para resistir la apreciación del renminbi y, por lo tanto, mantener el desempeño de sus exportaciones. Como resultado, la mayoría de las economías de los países emergentes están preocupadas por la apreciación de la moneda, no sea que pierdan competitividad en relación con China, y están interviniendo de manera agresiva o imponiendo controles de capital para detener la presión sobre el tipo de cambio.
El problema es que no todas las monedas pueden ser débiles al mismo tiempo: si una es más débil, otra, por definición, debe ser más fuerte. De la misma manera, no todas las economías pueden mejorar las exportaciones netas al mismo tiempo: el total global es, por definición, igual a cero. Los primeros disparos en esta guerra surgieron en la forma de una intervención cambiaria. Para diversificarse de los activos en dólares, China comenzó a comprar yenes japoneses y wons surcoreanos. De manera que los japoneses empezaron a intervenir para debilitar al yen.
Esta intervención afectó a la UE, ya que ejerció una presión alcista sobre el euro en un momento en que el Banco Central Europeo ha puesto en suspenso las tasas de interés, mientras el Banco de Japón y la Fed distienden la política monetaria aún más. El ascenso del euro pronto les causará un dolor generalizado a los Piigs, cuyas recesiones se agravarán y esto hará que aumente su riesgo soberano. Los europeos, por lo tanto, ya lanzaron una intervención cambiaria verbal y pronto pueden verse obligados a formalizarla.
En principio, existe una escasa diferencia entre una flexibilización monetaria -tasas de política más bajas o mayor QE- que lleva a un debilitamiento de la moneda y a una intervención directa en los mercados cambiarios para lograr el mismo objetivo. Por cierto, la flexibilización cuantitativa es una herramienta más efectiva para debilitar una moneda, ya que la intervención en los mercados cambiarios normalmente es esterilizada.
Las guerras cambiarias conducen a guerras comerciales, como lo demuestra la amenaza del Congreso de EE.UU. contra China. Con un desempleo estadounidense y un crecimiento chino en casi el 10%, el único misterio es que los tambores de la guerra comercial no suenen más alto de lo que lo hacen. Si China, los mercados emergentes y otros países con excedentes impiden una apreciación nominal de la moneda a través de la intervención, la única manera en que los países deficitarios puedan alcanzar una depreciación real es a través de la deflación. Eso conducirá a una recesión de doble caída, a déficits fiscales aún más grandes y a una deuda que se dispara.
Si la depreciación (apreciación) nominal y real de los países con déficits (superávits) no se produce, la caída de la demanda interna de los países deficitarios y la imposibilidad por parte de los países con excedentes de reducir los ahorros e incrementar el consumo llevará a una insuficiencia global de demanda agregada frente a una superabundancia de capacidad. Esto alimentará una mayor deflación global e incumplimientos de pago de deuda privada y pública en los países deudores, lo que en definitiva socavará el crecimiento y la riqueza de los países acreedores.

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miércoles, 20 de octubre de 2010

Cómo cambiar este mal modelo. Por Rogelio Frigerio (n) y Mario Rappoport

Los argentinos tenemos un modelo particular de desarrollo económico y social. Como sería de esperar, la organización de nuestro sistema político es coherente con ese modelo.
El esquema tiene se sostiene sobre crecer a altas tasas en base a la explotación de recursos naturales.

El liderazgo es de la soja y las condiciones las aporta el boom de Asia. Los commodites producen las divisas para importar lo necesario. Por el otro lado, el aumento de los impuestos, por el crecimiento y por las retenciones a las exportaciones, alcanzarían para sostener al Estado …, y a los pobres que “todavía” están fuera de la dinámica económica. Para que la industria fuese también competitiva, usamos el dólar caro como protección. Desde que la inflación agotó ese recurso, estamos intentado el proteccionismo.
El poder político está organizado según el mismo modelo : captación y administración de los recursos fiscales -que incluyen los “excesos” de renta agropecuaria. Gestión centralizada de la obra pública y de los subsidios; control, también centralizado, de las importaciones y de los precios; control político sobre los gobiernos provinciales para evitar desafíos a la continuidad del modelo.
Este último punto se garantiza con el manejo discrecional de las transferencias de recursos a las provincias, para quitarles grados de libertad a los gobernadores . La deliberación no es necesaria, ni funcional, porque rompe con la centralización, que es el paradigma básico.
El modelo que existe en el mundo es distinto, y también es distinta la organización de la política . El desarrollo económico del siglo XXI emana de un combo: es el que integra educación, ciencia y tecnología, empresas y sector público . Este combo busca rentas, no a través del boom de los precios, sino a través de la innovación: se trata de crear “sistemas de innovación”, por la vía de la colaboración entre las cuatro áreas mencionadas.
Los “sistemas de innovación” tienen un ámbito crítico, que es el local. Los niveles superiores definen y controlan normas y estándares. La decisión y la gestión son locales. En el caso europeo, la función de los niveles superiores reconoce instancias de legislación, estandarización y control en lo nacional y en lo supranacional (comunitario).
Un elemento determinante es el flujo de la información, en particular la información estadística . Ésta permite la difusión de experiencias y resultados, para guiar las decisiones autónomas de los ámbitos locales y sectoriales.
Este modelo requiere de recursos descentralizados : a nadie se le ocurriría que, para un proyecto propio del sistema de innovación de Baden — Wurttemberg (uno de los más exitosos del mundo), haya que negociar recursos en Berlín, y que el financiamiento se condicione a la fidelidad política.
Para poner de acuerdo educación, ciencia y la tecnología, empresas y sector público, hace falta una gran densidad en el intercambio de información, ideas y experiencias.
El modelo del siglo XXI es eminentemente deliberativo. El modelo argentino no funciona así: es una impresionante fábrica de dólares -mientras los precios internacionales aguanten- pero no de inclusión social.
No debería extrañarnos.
Los modelos basados en recursos naturales tienden a producir desequilibrios sociales por dos motivos: en primer lugar, generan oscilaciones desmedidas del tipo de cambio real, que conspiran contra el empleo formal. Cuando -como ahora-, la moneda se revalúa, hay un límite a la posibilidad de recurrir al proteccionismo y ya no se crean suficientes puestos de trabajo. Y, en segundo lugar, porque la apropiación de los frutos de la explotación de los recursos queda en pocas manos.
En países con debilidad institucional, aun cuando vía retenciones, el Estado se apropie de las rentas “excesivas”, esas rentas terminan en asistencialismo, pero difícilmente en trabajo creativo.
Pasar de la actual “soja dependencia y asistencialismo” hacia un desarrollo con inclusión social e innovación supone un salto copernicano . Demanda cambios en la gestión de cada una de las áreas del combo mencionado. Nuestras educación, ciencia y tecnología, empresas y sector público están fuera de competencia porque sufren un deterioro creciente, frente a la extraordinaria dinámica del resto del mundo. Requiere instituciones que permitan la integración de esas áreas en sistemas competitivos innovadores .
Y -lo más importante y quizá lo más difícil- habría que cambiar el modelo de la política y de la relación entre el Gobierno Nacional y los gobiernos provinciales.
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lunes, 18 de octubre de 2010

El riesgo de la abundancia. Por Juan J. LLach


El nuevo siglo llegó a América del Sur con las alforjas llenas. El veloz crecimiento de los países emergentes liderados por Asia desató una creciente demanda de los productos básicos de la región, que irá alcanzando también a otros rubros con mayor valor agregado a las materias primas. Hay analogías con la gran oportunidad que Europa le abrió al continente hace más de un siglo y, como entonces, lo más probable es que el fenómeno persista varios lustros. El tamaño de los mercados potenciales es ahora mucho mayor, porque hay 5000 millones de personas que están mejorando sus niveles de vida, una de cuyas consecuencias es una impresionante valorización de las tierras sudamericanas. Todas ellas, las del petróleo y del gas, las mineras, las agropecuarias, las pesqueras y las forestales, y también las urbanas.


Se observan también mayores diferencias que en el pasado en los caminos elegidos por los distintos países para aprovechar la oportunidad. Al caleidoscopio de proyectos de integración comercial se agregan el rompecabezas de respuestas políticas, analizado aquí por Natalio Botana, y también marcadas diferencias en las políticas económicas y sociales. Concentrándonos en las dos últimas y mirando a América latina en su conjunto, encontramos cuatro respuestas distintas.
La mayoría de los países ha optado por economías mixtas con fuerte participación privada y políticas macro y microeconómicas amigables con el crecimiento sostenido, la baja inflación y el logro gradual de una mayor integración social, las mismas políticas que están permitiendo a la mayoría de los países emergentes transformarse en las estrellas del siglo. Vemos en este grupo a Brasil, Chile, Colombia, Perú, Uruguay, quizás Paraguay, México y varios países de América Central y el Caribe. Un segundo conjunto lo integran Bolivia, Ecuador y Nicaragua -países pobrísimos y con marcada exclusión social-, con una macroeconomía similar a la anterior, pero con clara prioridad de la propiedad pública de las empresas por sobre la privada. La tercera opción muestra en soledad a Venezuela, que a un avance más marcado de la propiedad estatal agrega políticas macroeconómicas insostenibles, la inflación más alta del mundo, gruesas distorsiones de precios y desabastecimiento. Una cuarta y borrosa opción es la de la Argentina, hasta hace unos años ubicada en el primer grupo, aun con matices, pero sumida ahora en la segunda inflación más alta del mundo, fuertes distorsiones de precios relativos y desaliento de la inversión privada.
Estos distintos rumbos marcarán diferencias importantes en la capacidad de aprovechar sostenidamente la inigualable oportunidad que se nos ofrece. Por muchas razones, pero, sobre todo, porque la abundancia de recursos naturales puede terminar siendo una maldición si no se la maneja bien. La Argentina y Venezuela son los países de mayor contraste entre las grandezas pasadas que se añoran y el retraso posterior. El caso venezolano es el más impresionante porque en 1950 tenía el séptimo producto (PIB) por habitante del mundo y hoy muestra exactamente el mismo nivel de vida que hace ¡cincuenta años! Comparte esta desventura con algunos países petroleros y, por ello, se la considera un ejemplo de la teoría de la maldición de los recursos naturales, que sostiene que los países que los poseen en abundancia, sobre todo los mineros o petroleros, tienden a despreocuparse por el futuro, generando malas instituciones políticas y sociales, mucha corrupción y un fuerte desaliento a actividades alternativas como las manufacturas.
La recuperación de Venezuela durante la presidencia de Hugo Chávez ha sido magra, ya que el crecimiento de su PIB por habitante, 1% anual, superó sólo al de Haití entre los países latinoamericanos. Un rasgo notorio de su baja calidad institucional es la carencia de un genuino sistema impositivo. Fiscalmente, depende en un 50% de la renta petrolera. El país todo, no sólo su economía, sino también su sociedad y su política, seguirá flameando así al ritmo casquivano del precio del petróleo. Venezuela es también, paradójicamente, uno de los países de la región que más invierte, pero lo hace con tal ineficiencia que debe insumir casi un 24% del producto anual para lograr un aumento de sólo 1% en el PIB por habitante, un cociente mucho mayor que el que necesitan América latina (9,5%) o la Argentina (5,8%).
La "maldición de los recursos" está lejos de ser universal. Países muy dotados como Australia, Canadá o Noruega supieron transformarla en bendición y ostentan hoy los primeros puestos en desarrollo humano ( http:/blogs.lanacion.com.ar/ciencia-maldita/ ).
Coincide la literatura en señalar que hay dos claves para aprovechar la abundancia de recursos naturales. Una es desarrollar buenas instituciones de distribución de la renta, como impuestos efectivos a las ganancias de las personas y las empresas y clara prioridad de las políticas de creación de empleos formales de calidad, educación y capacitación laboral, desarrollo infantil y salud. Ellas no sólo mejoran efectivamente la distribución, sino que permiten lograr la otra clave, la de desarrollar otros sectores productivos. América del Sur también debería aprender las lecciones de lo ocurrido hace un siglo, cuando la interrupción del crecimiento orientado hacia fuera a partir de 1930 dio inicio a un largo ciclo de decadencia por no haberse desarrollado en la medida necesaria políticas como las mencionadas. Una de las consecuencias de esta omisión fue afianzar al continente como el de mayor desigualdad en el mundo, rasgo que sigue vigente pese a la mejora observada en lo que va del siglo y que invita una y otra vez a tomar el atajo del populismo que tantas veces fracasó en el pasado.
La mejora de las políticas económicas y sociales observada en el primer grupo de países, que frecuentemente son políticas de Estado, les facilitará acceder gradualmente a las claves mencionadas, aunque todavía se esté lejos del objetivo. Por ejemplo, no hay aún respuestas claras para evitar, moderar o compensar la tendencia a la excesiva apreciación de las monedas nacionales resultante de la abundancia de divisas por la valorización de los recursos naturales, tendencia que se observa ya en varios países de la región y se acentúa en el presente contexto de "guerras cambiarias" en las que casi todo el mundo quiere devaluar sus monedas.
Para el segundo grupo de países, pero sobre todo para la Argentina y Venezuela, el desafío es aún mayor. No sólo sus políticas económicas muestran mayores deficiencias, sino que están acompañadas desde el poder por la lógica de la confrontación como eje de la construcción de poder. Estas políticas divisivas, tantas veces eficaces para sentar a todos los comensales a la mesa, rarísima vez han logrado mejorar sostenidamente la vida de los más necesitados, o lo han hecho nivelando fuerte hacia abajo. Ello ocurre porque la escasez o inexistencia de políticas de Estado da lugar a bruscos cambios de rumbo que restan eficacia y desalientan la inversión, y porque su frecuente reemplazo por el clientelismo deja de lado o reduce el impacto de las políticas estructuralmente capaces de reducir la pobreza y mejorar la distribución del ingreso. Todo indica que, explícitamente o no, las principales opciones que ejercerá la ciudadanía argentina en 2011 serán la de elegir hacia cuál de los cuadrantes sudamericanos se orientará el país y si se lo hará mediante los acuerdos o la confrontación.


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domingo, 17 de octubre de 2010

El efecto regional de la guerra de monedas. Por José Luis Machinea

Guerra de monedas", fue la expresión más escuchada en la última reunión del Banco Mundial y del FMI en Washington. ¿Qué es la guerra de monedas y por qué se ha convertido en un tema relevante en esta coyuntura? ¿Cómo puede afectar a los países de América latina?
La intervención de los bancos centrales para depreciar sus monedas e intentar de esa manera mejorar la competitividad de sus países, o al menos para evitar su apreciación, puede convertirse en una guerra de monedas si todos intentan hacerlo al mismo tiempo, como pasó en la crisis de la década del 30. El paso siguiente puede ser el aumento del proteccionismo, que creció a niveles alarmantes en ese entonces.

Las razones estructurales vinculadas al valor de las distintas monedas son los desequilibrios globales. Ejemplo de ello es el fuerte superávit en cuenta corriente de China, Alemania, Japón y los países de Medio Oriente y el fuerte déficit de EE.UU., acompañado, entre otros, por varios países del este y sur de Europa (más Irlanda). La corrección de esos desequilibrios, que contribuyeron a la última crisis, requeriría una apreciación de la moneda de los países acreedores y una devaluación de la de los deudores. En las últimas semanas hemos visto la apreciación del euro y del yen, pero poco y nada del yuan chino. Los problemas de competitividad que ello genera en una Europa muy heterogénea ya los hemos tratado en otra oportunidad.
Claro está que no se trata sólo de corregir el tipo de cambio, sino que, además, los países acreedores debieran aumentar su demanda interna. Sin este aumento del consumo interno, el solo ajuste cambiario tiende a ser poco o nada efectivo a escala global.
Pero más allá de los factores estructurales, la explicación de por qué la "guerra de monedas" comienza a ocupar titulares en la actualidad es porque EE.UU. y Europa están mostrando un muy bajo crecimiento en el segundo semestre y todo hace pensar que esa tendencia se mantendrá, al menos a lo largo de 2011. Son el bajo crecimiento y el elevado desempleo que comienzan a caldear el ambiente. ¿Revaluar el euro cuando la economía de Europa padece un crecimiento anémico? Y la misma pregunta se hacen los japoneses y comienzan a intervenir en defensa del yen después de una fuerte apreciación. EE.UU., ante un crecimiento anémico y su incapacidad política para expandir la política fiscal, anuncia medidas adicionales de la Reserva Federal, lo que ayuda a devaluar el dólar, encrespando los ánimos del otro lado del Atlántico y del Pacífico. ¿Y China? Por ahora diciendo que hará un ajuste gradual de su moneda, que al ritmo que lleva puede llevar muchos años, mientras su gobierno expresa su preocupación por los problemas sociales que la apreciación del yuan puede ocasionar. Y uno se pregunta, ¿no habrá espacio para mantener el ritmo de crecimiento subiendo el consumo privado, que es de apenas 40% del producto?
En síntesis, un escenario problemático que puede complicarse aún más, por ejemplo en términos de aumento del proteccionismo, en especial si se tiene en cuenta que, como suele suceder en estas ocasiones, se están generando reacciones nacionalistas y de grupos conservadores en distintos países, como el caso del Tea Party en EE.UU. Es probable que no lleguemos a los extremos de la década del 30, pero todos los ingredientes están sobre la mesa, aunque también la experiencia de los resultados de esas políticas.
Mientras tanto, aumenta la incertidumbre y, consecuentemente, las empresas no se animan a invertir y los consumidores a consumir, con lo cual se consolida la tendencia a un lento crecimiento del mundo desarrollado.
¿Cómo ese escenario podría afectar a América latina? En primer lugar, a través de un menor ritmo de crecimiento, ya que EE.UU., Europa y Japón todavía representan más del 50% del producto mundial. Desde ya que ello afectará en mayor medida a los países dependientes en forma directa de esos mercados, pero en un mundo interconectado el impacto nos llegará a todos. En el segundo lugar, en el intento de evitar bajas tasas de crecimiento, el mundo desarrollado, y en especial Estados Unidos, será aún más expansivo desde el punto de vista monetario. Dadas las restricciones en el plano fiscal, no hay muchas alternativas, pero la consecuencia será más liquidez y, por ende, una fuerte tendencia a la búsqueda de rentabilidades en los países en desarrollo, lo que se manifestará en la profundización de la corriente al ingreso de capitales en esos países. O sea, menos demanda externa y fuerte expansión del crédito.
En síntesis, enfrentaremos precios relativamente elevados para las materias primas, poca demanda para productos manufacturados, aumento de la demanda interna, tendencia a la apreciación cambiaria y deterioro de la cuenta corriente. La respuesta debiera ser un paquete de medidas para evitar un excesivo crecimiento de la demanda y la apreciación cambiaria, que incluya políticas fiscales y financieras contracíclicas, compra de reservas con esterilización monetaria y restricciones a la entrada de capitales financieros.
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La guerra de las monedas puede amenazar la reactivación global. Por Julio Sevares

(Publicado en iEco de Clarín el Domingo 17 de octubre de 2010)
Claramente está comenzando a circular la idea de que las monedas pueden ser empleadas como un arma de política (monetaria)", alertó el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn. Al mismo tiempo, el secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, dijo que la responsabilidad de ese enfrentamiento era de los países que tienen grandes superávits comerciales, que deben dejar que sus monedas se aprecien para evitar una ronda destructiva de devaluaciones competitivas.

The Economist compartió esta opinión sosteniendo que "el mundo estaría mejor servido" si se "recalibran las políticas económicas", lo cual incluye que los países ricos avancen cuidadosamente en la consolidación fiscal y las economías emergentes permitan que sus monedas se aprecien más". Esta corriente de opinión remite, implícita y en algunos casos explícitamente, a la ola de devaluaciones competitivas de los años treinta, en la cual Estados Unidos tuvo una participación destacada, y que tuvo efectos desastrosos para la economía mundial en depresión. Desde otra vereda, el ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega, también sostuvo que "estamos en una guerra cambiaria internacional", pero acusó a las potencias centrales de querer debilitar sus monedas para minar la competitividad brasileña. Bien mirado, el escenario se parece más al descripto por Mantega que al de los representantes de los países centrales: actualmente no hay devaluaciones competitivas sino intentos de varios gobiernos de evitar una mayor revaluación de sus monedas para no perder competitividad. Este mes, el yen llegó a su máxima valuación con relación al dólar desde 1995; el euro está más barato que hace un año, pero en los últimos seis meses se revaluó casi un 10% en relación con el dólar. En el último año, el won coreano se revaluó un 3%; la rupia india, un 4%; el renminbi chino, un 2,6% y el real, 7% (Currency Converter de The Economist La escalada discursiva se explica, en primer lugar, por el interés de Estados Unidos de devaluar su propia moneda frente a sus socios comerciales, lo cual, como el dólar no puede devaluarse con relación a sí mismo, requiere una revaluación de las monedas ajenas. En segundo lugar, por la resistencia de países como China y Brasil a tolerar una mayor apreciación de sus monedas, movimiento que puede afectar su frente externo y su ritmo de crecimiento. En el caso de China, el peligro externo no es grande porque tiene un elevado superávit en cuenta corriente, pero Brasil lo tiene en la zona roja desde hace más de dos años. A esto se suma el dilema cambiario de la eurozona y las sombras que proyecta sobre la solidez del euro (ver "Eurolandia ..."). Los movimientos cambiarios se deben a factores reales, como los desequilibrios entre balances de cuenta corriente de las principales economías, y a la fuerza que tienen las grandes corrientes de capital para mover a las divisas por encima o por debajo de lo que debería determinar la economía real. Desequilibrios y tipo de cambio Estados Unidos tiene, desde la década del setenta, una historia de déficit en cuenta corriente que pudo financiar por detentar el "exorbitante privilegio", como lo llamara Charles De Gaulle, de emitir su propia moneda. En los años previos a la crisis ese déficit había bajado, pero luego aumentó hasta un 3,4% del PBI, lo que representa más de la mitad de los déficits acumulados en todo el mundo. En la vereda de enfrente, China tiene un superávit de 2,2% del PBI; Alemania, del 4,7%; Japón, 3% y Corea del Sur, 4%. Pero en la lista de los "enemigos cambiarios" está también Brasil, con un déficit de cuenta corriente del 1,5% de su PBI, lo cual, desde el punto de vista de la teoría neoclásica, lo habilitaría no sólo para evitar la apreciación de su moneda, sino también para devaluar. Según esa teoría, en un mercado libre, los déficits en cuenta corriente, deberían dar lugar a un "ajuste natural" consistente en el realineamientos de monedas ­revaluación de los superavitarios y viceversa­ hasta llegar a un equilibrio. Pero esto no sucede por diversos motivos: uno, porque Estados Unidos puede emitir la moneda de reserva internacional y es considerado un refugio de última instancia para los capitales, aun cuando está en crisis, lo cual le permite sostener en el tiempo déficits elevados. Otra razón es que los países que tienen grandes ingresos de capital acumulan reservas, reduciendo las presiones para una apreciación de sus monedas que provocaría una mayor salida de divisas por importaciones. Como sostiene Martin Wolf en el Financial Times (4-10-10), "el ajus- te natural sigue viéndose frustrado por la acumulación de reservas en moneda extranjera. Estas sumas representan una salida de capitales oficiales". Entre enero de 1999 y julio de 2008, las reservas oficiales mundiales aumentaron de 1,615 billones de dólares a 7,534 billones -- un impresionante aumento de 5,918 billones (millones de millones)­. Este aumento fue, se podría decir, una forma de autoseguro (de los países que acumularon reservas) después de las crisis anteriores. Un tercer factor es que los ingresos de capital en muchos países tienen lugar por razones financieras. La apreciación de monedas de países emergentes y el temor de que esta tendencia se profundice se debe, precisamente, a un fuerte aumento de los ingresos de capital de esa zona Economia. El Institute of International Finance (IIF), que reúne a las principales entidades financieras del mundo, calcula que este año los ingresos de capital de los países emergentes aumentarán un 25% y el año próximo un 5%, y la salida será menor que el ingreso, por lo que el grupo aumentará su superávit en cuenta corriente. "Los capitales --dice José María Fanelli, del CEDES-- vuelan como aviones uscando donde aterrizar" (iEco 10-10-10). Los capitales vuelan al mundo emergente, que representa el 40% del PBI mundial, (China, 9%), atraídos por el crecimiento y las oportunidades de inversión real, pero en algunos casos también por las altas tasas de interés que mantienen para contener la inflación, como sucede en Brasil. En estos casos, la política antiinflacionaria produce un círculo vicioso de atracción de capitales y pérdida de competitividad en los sectores menos basados en recursos primarios que puede conducir a la primarización de las economías. En Brasil, economistas heterodoxos, como Luiz Carlos Bresser Pereira, advierten desde hace años sobre esta amenaza. Controlando al capital Numerosos países, incluyendo Chile y Colombia en los años noventa, tomaron medidas para desalentar el ingreso de capitales especulativos y combatir la revalorización de la moneda. En estos días los controles y las medidas antirrevaluación se extienden. China controla su tipo de cambio y cuando lo necesita, utiliza el poderoso caudal de reservas que equivalen al 30% del total mundial. El Banco Central de Japón acaba de bajar las tasas de interés a casi cero, anunció que las mantendrá en ese nivel y realizó compras de dólares para revaluar su moneda. El Ministerio de Finanzas nipón advirtió que tomará "medidas decisivas" para frenar la apreciación del yen, incluida la intervención en el mercado cambiario. Brasil y otros países emergentes, o no tanto, de América Latina y Asia utilizan impuestos a los ingresos de capitales de corto plazo y operaciones de compra de dólares para balancear la corriente de oferta. Estas políticas tienen un costo porque, para contrarrestar la emisión que realizan, deben esterilizar ­reabsorber-- parte del dinero lanzado al mercado colocando títulos de deuda por los que deben pagar intereses. Pero el costo de la apreciación es considerado mayor. Las recetas del "doctor dinero" El Fondo Monetario, y la economía ortodoxa estuvieron generalmente en contra de las medidas contra los capitales de corto plazo. Pero en febrero de este año, en una nota sobre política económica, el organismo financiero sostuvo que los controles sobre ingresos de capital pueden ser convenientes cuando están implementados correctamente con otras políticas. Y recientemente, durante la reunión anual del FMI, Nicolás Eyzaguirre, director del Departamento del Hemisferio Occidental del organismo y ex ministro de Hacienda de Chile, defendió las medidas para contener los ingresos de capital como instrumento para evitar el recalentamiento de las economías en Sudamérica. Las presiones para que los países emergentes revalúen sus monedas se debe a que, dados los compromisos asumidos en la Organización Mundial de Comercio (OMC), los países tienen más dificultades para resolver sus problemas externos con lo que en los Estados Unidos del pasado se denominaba "el remedio casero de los republicanos", a saber, el proteccionismo. No obstante, el remedio --aunque en dosis menores-- sigue aplicándose y las dosis pueden aumentar si las medidas antivalorización tienen éxito. Como muestra gratis, la Cámara de Representantes de Estados Unidos acaba de aprobar una ley por la que se pueden imponer aranceles punitorios a las importaciones desde China. La situación parece seria: desde su habitual columna del Financial Times , Martin Wolf gritó dramáticamente: "¡El mercantilismo vive!". China suele responder a estas amenazas con su propio proteccionismo encubierto, como lo sabe la Argentina, que sufrió una restricción a sus exportaciones de aceite como contestación a una serie de medidas antidumping aplicadas por el país a productos chinos. El tema de la supuesta guerra de divisas y de las tensiones comerciales fue planteado en la reciente reunión del FMI y el G-7, pero no se llegó a un acuerdo y se derivó en problema a la reunión del G-20 que se realizará en Seúl en noviembre próximo. En la política económica internacional, como en otros campos, la alternativa a la cooperación es la guerra, en este caso de divisas o comercial. Y debido a la gravedad de los problemas de las economías como consecuencia de la crisis y al inestable equilibrio de fuerzas en la arena de la economía internacional, las posibilidades de un acuerdo son reducidas (Ver columna) Observando este panorama, el ya citado Martin Wolf se lamenta: "me gustaría ser optimista. Pero no lo soy, es muy poco probable que un mundo con políticas de `empobrecer a tu vecino’ termine bien". Leer más...

El cenegal de las hipotecas. Por Paul Krugman


Las autoridades estadounidenses solían dar lecciones a otros países sobre sus errores económicos y les decían que tenían que imitar el modelo de EE UU. En particular, la crisis financiera asiática de finales de los años noventa dio pie a muchos consejos moralizadores cargados de suficiencia. Así, en 2000, Lawrence Summers, por entonces secretario del Tesoro, declaraba que las claves para evitar una crisis económica eran "unos bancos bien capitalizados y supervisados, un gobierno corporativo y unos códigos de quiebra efectivos y unas medidas creíbles de aplicación de los contratos". Se suponía que estas eran cosas que los asiáticos no tenían, pero nosotros sí.


No era así.
Los escándalos contables de Enron y WorldCom destruyeron el mito del gobierno corporativo eficaz. Hoy en día, la idea de que nuestros bancos estaban bien capitalizados y supervisados parece un mal chiste. Y ahora, el desastre de las hipotecas está convirtiendo en sinsentidos las afirmaciones de que tenemos un sistema eficaz de aplicación de los contratos; de hecho, la pregunta actual es si nuestra economía está gobernada por algún tipo de respeto a la ley.
Esta es la historia hasta la fecha: una crisis inmobiliaria épica y un paro elevado y continuado han desencadenado una epidemia de impagos; millones de propietarios de viviendas se demoran en los pagos de sus hipotecas. Así que los administradores -las empresas que recogen los pagos en nombre de los propietarios de las hipotecas- han estado ejecutando muchas hipotecas y han embargado numerosas viviendas.
¿Pero realmente tienen derecho a embargar esas casas? Las historias de terror se han multiplicado, como la del hombre de Florida al que arrebataron su casa aun cuando no tenía ninguna hipoteca. Y lo que es más importante: ciertos agentes han ignorado la ley. Los tribunales han aprobado ejecuciones hipotecarias sin exigir que los administradores de las hipotecas presentasen la documentación apropiada; en vez de eso, han confiado en las declaraciones juradas que afirmaban que los papeles estaban en orden. Y estas declaraciones juradas habían sido emitidas en muchos casos por firmantes robot o por empleados de bajo nivel que no tenían ni idea de si sus afirmaciones eran ciertas.
Ahora se está revelando una terrible verdad: en muchos casos, la documentación no existe. En el frenesí de la burbuja, muchos préstamos de viviendas fueron asumidos por empresas poco fiables que trataban de generar tanto volumen de negocio como fuese posible. Estos préstamos se vendían a fondos fiduciarios que, a su vez, las rebanaban y troceaban para convertirlas en valores hipotecarios. Los fondos fiduciarios tenían la responsabilidad legal de obtener y conservar los pagarés hipotecarios en los que se especificaban las obligaciones de los prestatarios. Pero ahora está claro que esas sutilezas solían descuidarse. Y esto significa que muchas de las ejecuciones hipotecarias que se están produciendo ahora son, de hecho, ilegales.
Esto es muy, muy, negativo. Por un lado, es casi seguro que se está defraudando a un número considerable de prestatarios; les están cobrando cuotas que realmente no adeudan y se está afirmando que faltan a sus pagos cuando, según los términos de sus acuerdos de préstamo, no lo hacen.
Aparte de eso, si los fondos fiduciarios no pueden aportar pruebas de que realmente poseen las hipotecas contra las que han estado vendiendo garantías, los avalistas de estos fondos se enfrentarán a demandas legales por parte de los inversores que compraron dichas garantías (muchas de las cuales ahora solo valen una pequeña fracción de su valor nominal).
¿Y quiénes son estos avalistas? Instituciones financieras importantes (las mismas instituciones supuestamente rescatadas por los programas gubernamentales el año pasado). Así que el desastre de las hipotecas amenaza con generar otra crisis financiera.
¿Qué se puede hacer?
Tal como se preveía, la respuesta de la Administración de Obama ha sido oponerse a cualquier acción que pueda molestar a los bancos, como una moratoria temporal de las ejecuciones hipotecarias mientras se resuelven algunos de los problemas. En lugar de eso, está pidiendo muy amablemente a los bancos que se porten mejor y cambien de comportamiento. Bueno, eso ha funcionado estupendamente en el pasado, ¿verdad?
Aun así, la respuesta de la derecha es todavía peor. Los republicanos del Congreso están esperando su momento, pero los comentaristas conservadores como los de la página editorial de The Wall Street Journal han salido diciendo que la falta de documentación adecuada es una trivialidad. De hecho, dicen que si un banco afirma que posee nuestra casa, debemos aceptar su palabra. A mí esto me hace pensar en la época en que los señores feudales se sentían libres para apropiarse de lo que quisieran, conscientes de que los campesinos no tenían voz ni voto ante los tribunales. Pero sospecho que algunas personas consideran que aquellos eran buenos tiempos.
¿Qué debería suceder? Los excesos de los años de la burbuja han creado una ciénaga legal en la que los derechos de propiedad están mal definidos porque nadie tiene la documentación apropiada. Y cuando no existen unos derechos de propiedad claros es el Gobierno quien tiene el deber de crearlos.
Eso no será fácil, pero ya hay algunas buenas ideas por ahí. Por ejemplo, el Centro para el Progreso Estadounidense ha propuesto que a los asesores hipotecarios y otras entidades públicas se les confiera poder para modificar directamente los préstamos problemáticos y que su criterio sea respetado a menos que el administrador de la hipoteca apele. Esto sería muy útil para aclarar las cosas y nos ayudaría a salir del cenagal.
Una cosa está clara: lo que estamos haciendo ahora no está funcionando. Y fingir que todo va bien no va a servir para convencer a nadie.

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sábado, 16 de octubre de 2010

Somos los colados en la fiesta de los emergentes. Por Enrique Szewach


La crisis financiera de 2008 puso fin a la “fiesta global” que caracterizó los primeros años de este siglo. Ese modelo consistió en que el tradicional motor del consumo mundial, los ciudadanos norteamericanos con acceso al crédito, se convirtieran en un motor “turbo potenciado”, gracias a un conjunto de instrumentos financieros llamados genéricamente “innovación financiera”.


Estos superconsumidores demandaban de los países exportadores con mano de obra barata, principalmente China, India y el resto de los asiáticos emergentes, bienes y servicios diversos. Los asiáticos, a su vez, poblaciones populosas incorporándose al consumo, demandaban alimentos de mejor calidad y materias primas de todo tipo, para la producción, ofrecidos, básicamente por América latina y Africa, y maquinaria y tecnología de última generación, ofrecidas por Alemania, otros europeos y los propios Estados Unidos.
La mayoría de los emergentes venía de defaults seriales hacia finales del siglo pasado, o carecía de instituciones y mercados de capitales sofisticados; por lo tanto, los flujos recibidos del comercio exterior se acumularon como reservas en sus bancos centrales.
Esta acumulación de reservas, a su vez, se tradujo en más fondos fluyendo hacia el mercado financiero global, potenciando aun más esta “cadena de la felicidad”. A su vez, muchos países de la nueva Europa aprovecharon la bonanza financiera y el bajo riesgo de pertenecer al Club del Euro, para financiar gasto público ineficiente y un Estado de bienestar estructuralmente insostenible, colocando deuda en el sistema financiero europeo. Los flujos de fondos, volcados en el mercado de capitales, a su turno generaron una fenomenal “inflación de activos”, las propiedades, las acciones, las commodities, todo subía de precio, aumentando a su vez el crédito disponible, dado que esos activos servían de “colateral” a los créditos.
A este panorama hay que agregarle que la demanda de energía para producir, más la especulación, generaron la suba del precio del petróleo y la mejora de los ingresos de los países productores, principalmente el mundo de los jeques árabes, gastadores de su riqueza en “lujo” e inversiones excéntricas, tanto en sus países como, principalmente, fuera de ellos.
En síntesis, todos felices en medio de una fiesta completa.
Los argentinos participamos tangencialmente de esa fiesta. No entramos al VIP, porque nos aislamos del mundo financiero, rompimos todos los contratos, declaramos el default y salimos de él, parcialmente, con una quita fenomenal, mintiendo en las cifras de inflación, limitando inversiones por “capitalismo de amigos” etc. Pero aun fuera del VIP, pudimos tomar unas copas, y bailar gracias a la soja y otras commodities y gracias a que los argentinos que pueden ahorrar lo hicieron también en ese sistema en que todo subía.
Cuando la burbuja crediticia explotó (no tengo espacio aquí para repasar las razones), lo que desapareció del mapa fue el “superconsumidor americano”, que, al bajar el precio de sus activos, descubrió, de pronto, que estaba recontraendeudado, frenó su consumo, se cortó el crédito y la máquina de la felicidad se puso en reversa afectando a todos.
La crisis se superó con una fenomenal inyección de fondos del Banco Central de Estados Unidos y con más gasto público y deuda. Pero eso sólo creó problemas nuevos. Un dólar débil, un euro en peligro por las deudas públicas de los países de la Europa mediterránea, en tenencia de los bancos europeos. Los inversores tratando de protegerse y ganar algo más que la tasa cero, huyendo hacia el mundo emergente, sus bonos y acciones, el oro, las commodities y los países “receptores” tratando de frenar el flujo de fondos como pueden.
Por ahora, el desaparecido superconsumidor norteamericano no tiene un buen sustituto y, por ello, los países desarrollados, que viven del crédito, muestran muy modestas tasas de crecimiento, mientras los emergentes que reciben las inversiones o la mejora de los precios de sus exportaciones crecen fuerte. Pero, dado que carecen de las instituciones adecuadas, todo este movimiento de fondos hacia los emergentes tiene un techo cercano. Cuando ese techo llegue, esta fiestita emergente tendrá su final. Y allí se verá quiénes están en condiciones estructurales de superar la coyuntura e incorporarse seriamente a un nuevo modelo global y quiénes sólo han estado en la fiesta, de colados.

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El gran desafío de América Latina. Por Marcos Aguinis


Una investigación prolija y seria desnuda el mayor reto de nuestro continente. Fue elaborada durante años con viajes, reportajes, estadísticas, debates, confesiones, estudios comparativos, hasta llegar a objetivas conclusiones. Esta investigación es ofrecida en un libro que debería leerse y releerse con mucha atención, llamado ¡Basta d e historias!. Su autor, Andrés Oppenheimer, asesta un golpe de luz.


En efecto, demuestra que se debe girar la mirada desde el pasado hacia el futuro. Y el futuro, a partir de nuestro siglo, juega sus piezas decisivas en el campo de la educación. Hace tiempo que insisto en la paradoja de que la educación es "un tema cacareado pero marginal", tanto para argentinos como para muchos latinoamericanos. Pero, por ejemplo, una serie de economistas ya llegan a la convicción de que el crecimiento económico por sí solo nunca va a erradicar la pobreza, a menos que marche acompañado por una sustancial mejora en la calidad educativa. Tampoco habrá desarrollo ni bienestar sin este ingrediente. Tanto se ha devaluado la educación que suele ser un tema aburrido, limitado a consignas inoperantes o reivindicaciones de bajo vuelo. No se tiene conciencia de que es el motor esencial del progreso. Ni se sabe cómo hacerlo rendir.
Los contrastes de América latina con Singapur, China, la India, Israel, Corea del Sur y otros países de crecimiento acelerado son abismales. La mayoría de esos países estaban al final de la cola y en pocas décadas, mediante la revolución educativa, alcanzaron y sobrepasaron a los demás. Son ejemplos que marean. Una pintura ecuánime sobre éxitos y fracasos, experimentos y consistencias, funciona como un catálogo del que pueden obtenerse conocimiento e inspiración. América latina va quedándose muy atrás. Algunos países como Chile, Brasil, Colombia y Uruguay empezaron a dar pasos importantes. Pero no suficientes. La Argentina es la muestra más dolorosa, porque revela una monstruosa degradación desde la cúspide que había alcanzado en la primera mitad del siglo XX. Y los más atrasados son ahora Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Algunos, como México, sufren el bloqueo de un sindicalismo enorme y fósil.
Oppenheimer reivindica el impulso que en esta materia genera la paranoia. Bill Gates asegura que "lo mejor que le pasó a los Estados Unidos fue que, en los años 80, todos creían que los japoneses nos iban a superar. Era una idea estúpida, errónea, una tontería. Pero fue ese sentimiento de humildad lo que hizo al país ponerse las pilas". En la Argentina, en cambio, creemos que nuestro aplazo en los rankings internacionales se debe a defectos de los rankings. Confundimos calidad educativa con buenos edificios o un trato amistoso de los docentes, más algunos pobres ajustes en los salarios.
En contraste con los países que se han instalado a la cabeza del mundo, en las universidades latinoamericanas predominan las carreras humanísticas con poca salida laboral y divorciadas de la explosión científica y económica del siglo XXI. Es un atraso cultural que debería ser revertido. Para sólo dar un ejemplo, en China ingresan cada año en la universidad un millón doscientos mil estudiantes a ingeniería y sólo unos pocos miles a historia y filosofía. En la India ocurre lo mismo. América latina y Africa comparten el estigma de ser las regiones del planeta con menos investigación, desarrollo de nuevos productos y carencia de patentes. Sólo el dos por ciento de la inversión mundial en investigación y desarrollo tiene lugar en América latina. No hay suficientes incentivos económicos y de prestigio para que profesores e investigadores se apliquen a concebir nuevos productos, y esto genera el escándalo de las diferencias.
Oppenheimer ofrece cataratas de datos, imposibles de comprimir en un artículo. Algunos son elocuentes y a ellos me limito. Aquí van.
En América latina tenemos las vacaciones más largas del mundo. En la Argentina, a duras penas se quiere llegar a los 180 días de clase. En Japón, el año escolar se extiende a 243 días; en Corea del Sur, a 220; en Israel, a 216; en Holanda, a 200, y lo mismo en Tailandia. Además, ¡los cumplen a rajatabla! En China, los niños estudian 12 horas por día, y no mucho menos los niños de los demás países en pleno ascenso.
Otro factor que se destaca en el mundo desarrollado es que toda la familia se involucra en los esfuerzos del estudiante, tanto para pagar sus gastos como para brindarle apoyos de tutoría cuando flaquean en alguna materia. No conciben quedarse al margen de esa responsabilidad. Ni pedir menos exigencias. En esas sociedades se ha fortalecido un consenso sobre la importancia ineludible de una eficaz educación. Los argentinos que tienen el privilegio de contar con abuelos y bisabuelos que narran su infancia pueden enterarse de que también en esta patria hubo décadas en que las familias de todos los niveles se afanaban por brindar buena educación a sus hijos: no sólo garantizaban su futuro, sino que lo elevaban en el estatus social. Y convirtieron a la Argentina en un país pujante, al que llegaban millones de inmigrantes esperanzados.
En cuanto al ayer, en las sociedades avanzadas lo estudian, por supuesto, pero no lo convierten en el centro de las preocupaciones o de los debates. En América latina circulan actitudes que pretenden volver a lo que ya no existe. Un dirigente boliviano voceó el absurdo de que "¡nuestro futuro es el pasado!". Los libros de texto en China comunista, inversamente, enfatizan el crecimiento, la innovación y la temida globalización, no el pasado. En los nuevos textos escolares de Shanghai la historia del comunismo chino antes de las reformas capitalistas de 1978 se reduce a un párrafo. Mao Tsé-tung es mencionado sólo una vez. Además, los latinoamericanos ya tenemos suficientes pruebas sobre la utilización distorsionada del pasado, que hace una buena cosecha gracias a la baja cultura general. Chávez invoca las porciones de los discursos pronunciados por Bolívar que les son favorables y excluye las que significarían una condena. Bolívar, en su alocución de Angostura el 15 de febrero de 1819 -citado a menudo por el jefe populista-, afirmó algo que calla: "La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos? Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía". Pero Bolívar mismo luego se contradijo en los hechos. Por esta razón conviene dejarlo descansar en paz.
Otra diferencia con los países exitosos en calidad educativa reside en la ruptura del aislamiento. Los dos colosos asiáticos invitan a las universidades más destacadas de Occidente para que abran sucursales en sus territorios y compitan -¡sí, compitan!- con las locales. Los países latinoamericanos manifiestan un miedo cerval a esa competencia y ponen trabas de cualquier orden para impedirlo. China comunista, que hasta hace unas décadas era un país cerrado, tiene más de mil programas de intercambio universitario; ¡170 universidades extranjeras han radicado sucursales en varias ciudades y extienden diplomas tan válidos como las casas chinas! Esta internacionalización, además de incentivar el esfuerzo para destacarse, tiene el objetivo de obtener una inserción más eficiente en la economía global. En América latina, por el contrario, se desea mantener el aislamiento académico, como un modo de ocultar los trapos sucios y no afrontar las descalificaciones. Es notable la diferencia, porque el contacto con el exterior se ha tornado obsesivo en las sociedades de punta; una manifestación extrema la ofrece Singapur, donde las escuelas primarias deben conseguir que un tercio de sus alumnos realice por lo menos una visita guiada al extranjero.
Por otra parte, el aprendizaje del inglés tiene carácter obligatorio desde el comienzo de la etapa escolar, y debe no sólo ser enseñado como idioma, sino que en ese idioma se imparten varias materias, en especial las técnicas. En la Argentina, el inglés no es obligatorio ni siquiera en la universidad.
El grave problema de la inseguridad está ligado de modo profundo a la ignorancia. La ignorancia genera impotencia, frustración y resentimiento. Nunca alcanzarán las medidas represivas, ni las cárceles, ni los encierros de la ciudadanía en guetos que también son atacados. La solución de fondo va ligada con la buena educación, que es responsabilidad de los gobiernos y de toda la sociedad. Es obligación del Estado que ningún niño deje de asistir a la escuela, y si no concurre, es su deber ir a buscarlo donde se refugie.
El libroconcluye con doce claves para el progreso. Forman un programa sensato y plausible. Pero conviene no quedarse sólo con ellas, sino enterarse de la información que las precede. Allí se encontrarán problemas serios y ejemplares soluciones en varios países desarrollados y algunos de América latina. Esas claves ayudarán a tomar conciencia de que la calidad educativa no es un asunto aburrido ni marginal.
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domingo, 10 de octubre de 2010

La transición dietética de China, detrás del boom agrícola mundial. Por Jorge Castro


El precio de los granos (soja, trigo, maíz) aumentó 60%/80% en el mercado mundial en los primeros nueve meses del año; el precio del trigo trepó 80% sólo desde julio y el maíz, 40%. La soja alcanzó U$S 400 la tonelada en las últimas dos semanas. Aún así, son 1/3 inferiores al récord de 2008, pero los mercados de futuro están en un nivel superior al de entonces.
Los mercados ven algo que todavía no se ve.
Al mismo tiempo comenzaron los disturbios en los países más pobres, importadores de alimentos, como Mozambique, Bangladesh, Marruecos, Argelia y Egipto, en respuesta a aumentos del precio del pan entre 30% y 50%.


Lo que está detrás de este auge de los precios es un crecimiento excepcional de la demanda de los países emergentes, sobre todo asiáticos (China). Sólo que esta vez, a diferencia de 2003 / 2008, no se debe a la multiplicación de los consumidores, sino a un salto cualitativo en la ingesta de carnes.
El precio de los granos aumenta en el mercado mundial porque se ha alcanzado un nuevo escalón en la cadena proteica de valor.
La transición dietética en China ya ha ocurrido y a partir de ahora se acelera.
Es el paso del consumo de arroz y vegetales a carnes blancas y rojas, y se alcanza cuando el ingreso de la población supera los U$S 3.000 anuales. En China, el ingreso per cápita es U$S 3.560 que, medido en capacidad de compra doméstica, equivale a U$S 7.500.
Lo previsible a partir de ahora es que la demanda de alimentos en China crezca muy por encima del incremento del número de consumidores , en una proporción 3 a 1, que tiende a ampliarse. Rasgo característico de los países emergentes es que el gasto en alimentación es entre 30% y 70% de los ingresos; en el G-7, en cambio, es 10% / 15%. La ONU prevé que prácticamente todo el crecimiento de la población mundial — que pasa de 6,9 billones de personas en 2010 a 9,1 billones en 2050 — provendrá del mundo en desarrollo . Por eso, 86% de los habitantes del planeta vivirán allí en 2050. El resultado es que 3/4 partes del auge de la demanda mundial de alimentos en los próximos 20 años procederá de los países en desarrollo.
La soja es el commodity agrícola más revelador del salto cualitativo experimentado por la transición dietética en China, en su condición de principal insumo para la producción de carne. Este año China importa 55 millones de toneladas de soja, que representan 58% de las importaciones mundiales. Por eso fija de manera directa su precio en el mercado mundial.
Este es el cuarto boom de los commodities de la historia del capitalismo desde la Primera Guerra Mundial. Y la novedad que surgió en él, fue una nueva dinámica entre la oferta y la demanda agroalimentaria, que fijó un equilibrio distinto entre consumo y producción global.
Nomura ( The coming surge in food prices , 2010) sostiene que el mayor consumo de granos del último boom agrícola se sustenta primordialmente en una creciente desigualdad de los ingresos, que revela la aparición de una clase media de 700 millones de personas, sobre todo en China e India , con ingresos de U$S 5.000 a U$S 30.000, y que orienta sus mayores ingresos hacia la compra de carnes y lácteos, no de granos y vegetales, como hacía antes.
A partir de la crisis global 2008/ 2009, China crece impulsada por la demanda interna y el consumo individual . Esto implica el desarrollo de una nueva clase media formada por pequeños y medianos empresarios, sobre todo del sector servicios . Mercado interno/ auge de la clase media/consumo de carnes. Esta es la fórmula con la que China trepa la escala de los valores proteicos. Este hecho modifica la acumulación global. No sólo pasa el poder del Atlántico al Pacífico: también el consumo.

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