domingo, 17 de octubre de 2010

El efecto regional de la guerra de monedas. Por José Luis Machinea

Guerra de monedas", fue la expresión más escuchada en la última reunión del Banco Mundial y del FMI en Washington. ¿Qué es la guerra de monedas y por qué se ha convertido en un tema relevante en esta coyuntura? ¿Cómo puede afectar a los países de América latina?
La intervención de los bancos centrales para depreciar sus monedas e intentar de esa manera mejorar la competitividad de sus países, o al menos para evitar su apreciación, puede convertirse en una guerra de monedas si todos intentan hacerlo al mismo tiempo, como pasó en la crisis de la década del 30. El paso siguiente puede ser el aumento del proteccionismo, que creció a niveles alarmantes en ese entonces.

Las razones estructurales vinculadas al valor de las distintas monedas son los desequilibrios globales. Ejemplo de ello es el fuerte superávit en cuenta corriente de China, Alemania, Japón y los países de Medio Oriente y el fuerte déficit de EE.UU., acompañado, entre otros, por varios países del este y sur de Europa (más Irlanda). La corrección de esos desequilibrios, que contribuyeron a la última crisis, requeriría una apreciación de la moneda de los países acreedores y una devaluación de la de los deudores. En las últimas semanas hemos visto la apreciación del euro y del yen, pero poco y nada del yuan chino. Los problemas de competitividad que ello genera en una Europa muy heterogénea ya los hemos tratado en otra oportunidad.
Claro está que no se trata sólo de corregir el tipo de cambio, sino que, además, los países acreedores debieran aumentar su demanda interna. Sin este aumento del consumo interno, el solo ajuste cambiario tiende a ser poco o nada efectivo a escala global.
Pero más allá de los factores estructurales, la explicación de por qué la "guerra de monedas" comienza a ocupar titulares en la actualidad es porque EE.UU. y Europa están mostrando un muy bajo crecimiento en el segundo semestre y todo hace pensar que esa tendencia se mantendrá, al menos a lo largo de 2011. Son el bajo crecimiento y el elevado desempleo que comienzan a caldear el ambiente. ¿Revaluar el euro cuando la economía de Europa padece un crecimiento anémico? Y la misma pregunta se hacen los japoneses y comienzan a intervenir en defensa del yen después de una fuerte apreciación. EE.UU., ante un crecimiento anémico y su incapacidad política para expandir la política fiscal, anuncia medidas adicionales de la Reserva Federal, lo que ayuda a devaluar el dólar, encrespando los ánimos del otro lado del Atlántico y del Pacífico. ¿Y China? Por ahora diciendo que hará un ajuste gradual de su moneda, que al ritmo que lleva puede llevar muchos años, mientras su gobierno expresa su preocupación por los problemas sociales que la apreciación del yuan puede ocasionar. Y uno se pregunta, ¿no habrá espacio para mantener el ritmo de crecimiento subiendo el consumo privado, que es de apenas 40% del producto?
En síntesis, un escenario problemático que puede complicarse aún más, por ejemplo en términos de aumento del proteccionismo, en especial si se tiene en cuenta que, como suele suceder en estas ocasiones, se están generando reacciones nacionalistas y de grupos conservadores en distintos países, como el caso del Tea Party en EE.UU. Es probable que no lleguemos a los extremos de la década del 30, pero todos los ingredientes están sobre la mesa, aunque también la experiencia de los resultados de esas políticas.
Mientras tanto, aumenta la incertidumbre y, consecuentemente, las empresas no se animan a invertir y los consumidores a consumir, con lo cual se consolida la tendencia a un lento crecimiento del mundo desarrollado.
¿Cómo ese escenario podría afectar a América latina? En primer lugar, a través de un menor ritmo de crecimiento, ya que EE.UU., Europa y Japón todavía representan más del 50% del producto mundial. Desde ya que ello afectará en mayor medida a los países dependientes en forma directa de esos mercados, pero en un mundo interconectado el impacto nos llegará a todos. En el segundo lugar, en el intento de evitar bajas tasas de crecimiento, el mundo desarrollado, y en especial Estados Unidos, será aún más expansivo desde el punto de vista monetario. Dadas las restricciones en el plano fiscal, no hay muchas alternativas, pero la consecuencia será más liquidez y, por ende, una fuerte tendencia a la búsqueda de rentabilidades en los países en desarrollo, lo que se manifestará en la profundización de la corriente al ingreso de capitales en esos países. O sea, menos demanda externa y fuerte expansión del crédito.
En síntesis, enfrentaremos precios relativamente elevados para las materias primas, poca demanda para productos manufacturados, aumento de la demanda interna, tendencia a la apreciación cambiaria y deterioro de la cuenta corriente. La respuesta debiera ser un paquete de medidas para evitar un excesivo crecimiento de la demanda y la apreciación cambiaria, que incluya políticas fiscales y financieras contracíclicas, compra de reservas con esterilización monetaria y restricciones a la entrada de capitales financieros.

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