En los últimos doce meses se ha vivido un clima de recuperación del nivel de actividad económica tan fuerte como el de Brasil y Perú, incluso más alto que el de otras economías de la región como Chile y Colombia. Sin embargo, mientras en todos estos países de nuestra región las expectativas son muy positivas y la inflación prácticamente no existe, la economía argentina enfrenta un problema claro de aceleración inflacionaria y predominan pronósticos negativos por parte de quienes deberían estar planeando inversiones imprescindibles para sostener el crecimiento económico y la paz social
Esta diferencia es fácil de explicar: mientras en aquellas economías no se observan fuertes distorsiones de precios relativos ni grandes desequilibrios fiscales en potencia, en Argentina la inflación creciente viene acompañada de claros rezagos en el nivel de muchas tarifas, precios y salarios de los trabajadores no sindicalizados y un ritmo de aumento del gasto público que muestra muchos vértices por los que puede acelerarse, pero prácticamente ninguno por el que pueda, eventualmente, frenar su expansión. Más grave aún, los rezagos de algunos precios, en particular las tarifas, van inexorablemente asociados a la expansión del gasto público por el mecanismo de los subsidios a las empresas prestadoras de los servicios públicos.
Cuando se dan una combinación de distorsiones de precios y desequilibrios fiscales como las que se observan en nuestro país, el riesgo de espiralización de la inflación es alto. La espiralización de la inflación se da cuando los precios y salarios que han quedado rezagados intentan recuperarse pero la política monetaria, no suficientemente restrictiva, permite que aumente el tipo de cambio como mecanismo de autodefensa de los ahorristas e inversores financieros y de resistencia sectorial a la recomposición de precios por parte de aquellos que habían logrado adelantarlos gracias a la subvaluación de la moneda local.
Si no existiera en el mundo la liquidez excedente que están provocando las políticas monetarias de los Estados Unidos y de otros países avanzados, enderezadas a evitar un fenómeno de deflación en sus respectivas economías, el peligro de espiralización de la inflación en la Argentina sería mucho mayor que el que existe hoy. La razón es sencilla: la abundancia de dólares financieros en el mundo actúa como freno a la fuga de capitales que en circunstancias externas más normales hoy estaría empujando el precio del dólar para arriba en lugar de obligar al Banco Central a intervenir para evitar que su precio baje.
Por eso mismo, éste es un buen momento para que el Gobierno avance en el rebalanceo de los precios relativos y en el restablecimiento de los equilibrios fiscales indispensables para comenzar a reducir la tasa de inflación de manera sostenible en el tiempo. Difícilmente se den en los próximos años condiciones más favorables para minimizar el riesgo de espiralización de la inflación cuando se de la inevitable recomposición de precios relativos de la economía, por aumento de aquellos precios, salarios y tarifas que han quedado significativamente rezagados.
Si el Gobierno decidiera aprovechar este buen momento para comenzar a luchar contra la inflación, la percepción de la gente y, en especial la de los inversores, podría cambiar en la dirección hacia el optimismo de mediano y largo plazo, aún cuando se pondrían de manifiesto restricciones inmediatas al ritmo de crecimiento de la demanda que se ha observado a lo largo de los últimos doce meses. Podría haber incluso una sensación de estanflación en el corto plazo, pero esa sensación sería rápidamente neutralizada por la reversión de las expectativas inflacionarias que, de otra forma, se tornarían cada vez más atemorizantes para el futuro mediato.
A quienes desde adentro del Gobierno de Cristina Fernández quieren transformar a su reelección en el objetivo central de su gestión, esta sugerencia les va a parecer a contramano de aquel objetivo. Pero no hay nada más peligroso para el futuro de su Gobierno y el bienestar de los argentinos que en aras se buscar la reelección, se mantenga a la economía en un callejón de cada vez más difícil salida y se desaprovechen las condiciones favorables que ofrece en este momento la economía mundial. No creo que la gente vaya a premiar con la reelección a un Gobierno que acentúa los desajustes y desequilibrios que asustan a los inversores y golpean con inflación el bolsillo de los más desprotegidos pero sí creo que la gente y, sobre todo, la Historia, juzgará mucho mejor su último año y medio de Gobierno si decidiera gobernar con realismo y desmontara el país de fantasía que han venido dibujando los discursos y las estadísticas oficiales.
Reactivación de demanda versus desinflación
Hace 1 mes
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