Los argentinos tenemos un modelo particular de desarrollo económico y social. Como sería de esperar, la organización de nuestro sistema político es coherente con ese modelo.
El esquema tiene se sostiene sobre crecer a altas tasas en base a la explotación de recursos naturales.
El liderazgo es de la soja y las condiciones las aporta el boom de Asia. Los commodites producen las divisas para importar lo necesario. Por el otro lado, el aumento de los impuestos, por el crecimiento y por las retenciones a las exportaciones, alcanzarían para sostener al Estado …, y a los pobres que “todavía” están fuera de la dinámica económica. Para que la industria fuese también competitiva, usamos el dólar caro como protección. Desde que la inflación agotó ese recurso, estamos intentado el proteccionismo.
El poder político está organizado según el mismo modelo : captación y administración de los recursos fiscales -que incluyen los “excesos” de renta agropecuaria. Gestión centralizada de la obra pública y de los subsidios; control, también centralizado, de las importaciones y de los precios; control político sobre los gobiernos provinciales para evitar desafíos a la continuidad del modelo.
Este último punto se garantiza con el manejo discrecional de las transferencias de recursos a las provincias, para quitarles grados de libertad a los gobernadores . La deliberación no es necesaria, ni funcional, porque rompe con la centralización, que es el paradigma básico.
El modelo que existe en el mundo es distinto, y también es distinta la organización de la política . El desarrollo económico del siglo XXI emana de un combo: es el que integra educación, ciencia y tecnología, empresas y sector público . Este combo busca rentas, no a través del boom de los precios, sino a través de la innovación: se trata de crear “sistemas de innovación”, por la vía de la colaboración entre las cuatro áreas mencionadas.
Los “sistemas de innovación” tienen un ámbito crítico, que es el local. Los niveles superiores definen y controlan normas y estándares. La decisión y la gestión son locales. En el caso europeo, la función de los niveles superiores reconoce instancias de legislación, estandarización y control en lo nacional y en lo supranacional (comunitario).
Un elemento determinante es el flujo de la información, en particular la información estadística . Ésta permite la difusión de experiencias y resultados, para guiar las decisiones autónomas de los ámbitos locales y sectoriales.
Este modelo requiere de recursos descentralizados : a nadie se le ocurriría que, para un proyecto propio del sistema de innovación de Baden — Wurttemberg (uno de los más exitosos del mundo), haya que negociar recursos en Berlín, y que el financiamiento se condicione a la fidelidad política.
Para poner de acuerdo educación, ciencia y la tecnología, empresas y sector público, hace falta una gran densidad en el intercambio de información, ideas y experiencias.
El modelo del siglo XXI es eminentemente deliberativo. El modelo argentino no funciona así: es una impresionante fábrica de dólares -mientras los precios internacionales aguanten- pero no de inclusión social.
No debería extrañarnos.
Los modelos basados en recursos naturales tienden a producir desequilibrios sociales por dos motivos: en primer lugar, generan oscilaciones desmedidas del tipo de cambio real, que conspiran contra el empleo formal. Cuando -como ahora-, la moneda se revalúa, hay un límite a la posibilidad de recurrir al proteccionismo y ya no se crean suficientes puestos de trabajo. Y, en segundo lugar, porque la apropiación de los frutos de la explotación de los recursos queda en pocas manos.
En países con debilidad institucional, aun cuando vía retenciones, el Estado se apropie de las rentas “excesivas”, esas rentas terminan en asistencialismo, pero difícilmente en trabajo creativo.
Pasar de la actual “soja dependencia y asistencialismo” hacia un desarrollo con inclusión social e innovación supone un salto copernicano . Demanda cambios en la gestión de cada una de las áreas del combo mencionado. Nuestras educación, ciencia y tecnología, empresas y sector público están fuera de competencia porque sufren un deterioro creciente, frente a la extraordinaria dinámica del resto del mundo. Requiere instituciones que permitan la integración de esas áreas en sistemas competitivos innovadores .
Y -lo más importante y quizá lo más difícil- habría que cambiar el modelo de la política y de la relación entre el Gobierno Nacional y los gobiernos provinciales.
Reactivación de demanda versus desinflación
Hace 1 mes
No hay comentarios:
Publicar un comentario