lunes, 10 de octubre de 2011

La globalización requiere más gobierno, no menos. Por Jeffrey Sachs

Vivimos en una época en la que las fuerzas más importantes que afectan a todas las economías son globales, no locales. Lo que sucede "en el extranjero"; por ejemplo, en China, India y otros lugares, afecta poderosamente inclusive a una economía tan grande como la de Estados Unidos.
La globalización económica ha producido, por supuesto, algunos grandes beneficios para el mundo, incluyendo la expansión rápida de tecnologías avanzadas, tales como Internet y telefonía móvil. También ha reducido drásticamente la pobreza en muchas economías emergentes; de hecho, por esta sola razón, la economía mundial necesita mantenerse abierta e interconectada. Sin embargo, la globalización también ha creado problemas serios. En primer lugar, ha aumentado el ámbito de la evasión fiscal, debido a la rápida proliferación de los paraísos fiscales en todo el mundo. Las empresas multinacionales tienen muchas más oportunidades que antes para esquivar sus impuestos.

Es más, la globalización ha creado perdedores y también ganadores. En países de altos ingresos, de manera destacada en Estados Unidos, Europa y Japón, los grandes perdedores son los trabajadores que carecen de educación para competir de modo eficaz con los de bajos ingresos de países en desarrollo. Los más afectados son los de los países ricos, que carecen de educación universitaria: han perdido millones de empleos.

La globalización también ha avivado el contagio. La crisis financiera de 2008 comenzó en Wall Street, pero se extendió rápidamente por todo el mundo, lo que señala la necesidad de una cooperación global en los ámbitos bancarios y financieros. El cambio climático, las enfermedades infecciosas, el terrorismo y otros males que pueden cruzar fronteras requieren una respuesta global similar.

Lo que la globalización necesita son políticas inteligentes de gobierno, que promuevan educación de calidad, para preparar a los jóvenes para enfrentar la globalización. Los gobiernos deben aumentar la productividad con la construcción de una moderna infraestructura y la promoción de la ciencia y la tecnología. Y deberían cooperar a nivel mundial para regular los sectores de la economía, en particular los relacionados a finanzas y medio ambiente.

La necesidad de un gobierno muy eficaz en la era de la globalización es el mensaje clave de mi nuevo libro, The Price of Civilization . En pocas palabras, necesitamos más gobierno hoy, no menos; pero su papel debe modernizarse. Escribí mi libro por la convicción que tengo de que el gobierno de Estados Unidos no logró entender los desafíos de la globalización desde que esta empezó a afectar su economía, en la década del setenta. En vez de responder a la globalización con más gasto en educación, infraestructura y tecnología, Ronald Reagan ganó la presidencia en 1980 prometiendo recortar el gasto público y reducir los impuestos.

Durante 30 años, Estados Unidos avanzó en la dirección equivocada, recortando el papel del gobierno en la economía nacional en lugar de promover las inversiones necesarias para modernizar la economía y la mano de obra. Los ricos se han beneficiado en el corto plazo, al obtener grandes ventajas impositivas. Los pobres han sufrido pérdida de empleo y recortes en servicios públicos. La desigualdad económica ha llegado a un alto nivel.

Esto se ha visto exacerbado por las políticas nacionales. Los ricos han usado su riqueza para fortalecer su control del poder. Ellos pagan las costosas campañas de los presidentes y congresistas, por lo que estos luego los ayudan, a menudo a expensas del resto de la sociedad. El mismo síndrome, por el que los ricos han ganado el control del sistema político, ahora afecta a muchos otros países.

Sin embargo, hay algunas señales importantes en el mundo que indican que las personas están hartas de los gobiernos que sirven a los ricos y que ignoran a todos los demás. Los levantamientos sociales en Túnez y El Cairo, al principio, se denominaron como la "primavera árabe", porque parecían limitarse al mundo árabe. Pero luego hubo protestas en Tel Aviv, Santiago, Londres, y ahora en Estados Unidos, que demandan, primordialmente, que políticas más inclusivas reemplacen a las políticas corruptas de la oligarquía.

Además, el presidente de Estados Unidos Barack Obama está cambiando gradualmente hacia la izquierda: comenzó a enfatizar la necesidad de que los ricos paguen más impuestos. Varios gobiernos europeos, como los de España, Dinamarca y Grecia, parecen moverse en esa dirección. Las economías más exitosas del mundo actual están en Escandinavia. Mediante el uso de los altos impuestos para financiar un alto nivel de servicios públicos, estos países han equilibrado gran prosperidad con justicia social y sostenibilidad ambiental. Esta es la clave para el bienestar en la economía globalizada de hoy en día. Quizás más partes del mundo, y especialmente los jóvenes del mundo, están comenzando a reconocer esta nueva realidad.

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