Arvind Subramanian es uno de los dos mayores académicos de EE.UU. volcados al estudio de China –el otro es Nicholas Lardy–, y ambos integran el más importante centro de investigaciones norteamericano sobre la economía global (Peterson Institute for International Economics).
Subramanian fue el primero que advirtió que había una subestimación del verdadero nivel de crecimiento chino, tanto en los organismos financieros internacionales (FMI, BM) como en el mundo académico de EE.UU. y Europa.
El FMI estimó en 2010, utilizando tasas de cambio a valores constantes de mercado, sobre todo en dólares estadounidenses, que el valor total del PBI norteamericano ascendía a US$14,6 billones, en tanto que el de China alcanzaba sólo a US$5,7 billones.
Este tipo de medición dejaba afuera el auténtico costo de vida en los dos países, e implicaba una primera –y notoria– subestimación del PBI chino.
Al medir el producto de la República Popular, no según dólares constantes, sino de acuerdo a la capacidad de compra doméstica ( Purchasing Power Parity/PPP ), fijada por Penn World Table –índice vigente internacionalmente desde 1970–, Subramanian estimó que la economía china alcanzaba a US$14,8 billones, y era levemente superior a la norteamericana. Este aumento era el resultado de una diferencia de no menos de 27% entre un PBI medido en dólares constantes y otro en PPP.
Una segunda subestimación de la magnitud real de la economía china surgió al señalar Subramanian que las cifras referidas a la capacidad de compra doméstica (PPP) que se utilizaban para fijar el PBI de la República Popular, incluso en organismos internacionales, eran esencialmente urbanas, tomadas de las trece principales ciudades de China continental; y China es todavía un país primordialmente rural, con más de 700 millones de campesinos.
El costo de vida en China, que es lo que mide la capacidad de compra doméstica (PPP), es entre 20% y 30% inferior en el campo que en las ciudades. Si esto es así, su PBI sería significativamente mayor que el de EE.UU. (quizás US$15,5 billones, o algo más).
Es obvio que la verdadera magnitud de la economía china no es una cuestión académica, o un debate entre especialistas con tiempo de sobra, sino una cuestión intensamente política, referida a la estructura del sistema del poder mundial, en especial a partir del punto de inflexión histórico que constituyó la crisis global 2008/2009.
A partir de allí, se estableció el G-20 como plataforma de gobernabilidad del sistema mundial –esbozo de una autoridad política global–, en que EE.UU. comparte las decisiones estratégicas con un grupo de países emergentes, ante todo China, India y Brasil.
El vínculo esencial en el G-20 es entre EE.UU. y China, las dos mayores economías del mundo, y también los principales, y mutuos, socios comerciales. La clave del G-20 es pues el G-2; y un dato crucial es el poder relativo de los dos países, fijado ante todo en términos de la magnitud de su PBI.
Fijar la atención en el tamaño del producto implica establecer la relación entre China y EE.UU. en términos de stock, de depósito parcial y pasivo, como dato dado de un momento histórico específico.
Pero lo que importa en el capitalismo, sobre todo en la etapa de globalización, en que tanto la producción como el sistema financiero se han transnacionalizado, y sólo los poderes políticos continúan siendo realidades nacionales de tipo territorial, no son los stocks –lo que vale, lo que es–, sino las tendencias, esto es, los flujos.
Los dos flujos fundamentales del capitalismo transnacional son el comercio internacional (sumando importaciones y exportaciones), lo que incluye a las inversiones, ante todo las directas (IED); y el canal financiero, revelado en la capacidad de crédito y financiamiento, sinónimo, usualmente, de la magnitud del superávit de cuenta corriente.
Subramanian ha elaborado un “Indice de Dominación Económica” (IDE), que mostraría, en su percepción, la capacidad de un Estado para usar medios económicos aptos para lograr que otros Estados actúen según sus objetivos, o dejen de hacer algo para responder a éstos. Ese IDE está compuesto de tres indicadores: tamaño del PBI; magnitud y tendencias de su comercio internacional (importaciones + exportaciones); condiciones financieras internas e internacionales, incluyendo el status global de su moneda.
El resultado es que, tras prever que el crecimiento chino se reduciría en los próximos 20 años (2030) a 7% anual promedio (China creció 11% anual entre 2000 y 2011), y el de EE.UU. alcanzaría a 2,2%/2,5% promedio por año, Subramanian sostiene que en ese período el PBI chino duplicaría al estadounidense, y representaría 20% del producto global, en tanto que el norteamericano sería 15%. En esa etapa, el comercio internacional chino casi triplicaría al estadounidense.
Hay que agregar que China es, desde hace diez años, el principal exportador mundial de capitales, resultado de un superávit de cuenta corriente que fue 11% del PBI en 2007, y ahora se redujo a 6%.
Por eso tiene el mayor volumen de reservas de la economía mundial (US$3,24 billones), que triplica a las del país que lo sigue en orden de importancia (Japón, US$ 1,2 billones); y su moneda (yuan/renminbi) se transforma rápidamente en la tercera divisa global (dólar, euro, yuan).
Lo que puede ser es; lo posible es el despliegue de lo implícito en lo real. China es ya la primera economía del mundo, sobre todo en términos de tendencias –flujos–, la esencia de la reproducción del capital.
Reactivación de demanda versus desinflación
Hace 1 mes
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