martes, 8 de noviembre de 2011

Bombas, puentes y empleos. Por Paul Krugman

Hace unos años, el representante Barney Frank acuñó una frase para referirse a muchos de sus colegas: “armamentismo keynesiano”. Aludía a aquellos que creen que “el gobierno no crea empleo cuando solventa la construcción de puentes o la investigación o capacita trabajadores, pero cuando fabrica aviones que nunca serán usados en combate, eso es naturalmente la salvación económica”.
Ahora los armamentistas keynesianos han vuelto con todo; buena ocasión para ver de qué se habla realmente cuando se discute la economía.

Lo que está sacando de las cuevas a los grandes gastadores militares es que se acerca el plazo para que el llamado “supercomité” acuerde un plan para la reducción del déficit. Si no se llega a un acuerdo, es de prever que habrá recortes en el presupuesto de defensa .

Frente a este escenario, los republicanos –quienes normalmente sostienen que el gobierno no puede crear empleos y argumentan que bajar el gasto federal, no subirlo, es la clave para la recuperación– se han apresurado a oponerse a reducciones del gasto militar. ¿Por qué? Porque, dicen, esos recortes destruirían empleos.

Así , el representante de California Buck McKeon en una ocasión atacó el plan de estímulo de Obama porque “más gasto no es lo que California o este país necesitan”. Pero hace dos semanas, escribiendo en The Wall Street Journal , McKeon –ahora presidente de la Comisión de Fuerzas Armadas de la Cámara– advirtió que las reducciones a realizarse si el supercomité no llega a un acuerdo eliminarán puestos de trabajo y aumentarán el desempleo.

¡Ah, la hipocresía...! ¿Pero qué hace que esta forma particular de hipocresía sea tan persistente? Primero lo primero: los gastos militares, por cierto, crean empleo cuando la economía está deprimida. De hecho, gran parte de la evidencia de que la economía keynesiana funciona proviene de evaluar los efectos de momentos de gran robustecimiento armamentista. A algunos liberal-progresistas esta conclusión les disgusta, pero la economía no es un juego de moralidades: gastar en cosas que no gustan también es gastar , y más gasto crea más empleos.

¿Pero por qué alguien preferiría gastar en destrucción en lugar de gastar en construcción, fabricar armas a construir puentes? El mismo John Maynard Keynes dio una respuesta parcial 75 años atrás, cuando notó una curiosa “preferencia por formas enteramente derrochadoras de gastar el crédito en vez de formas parcialmente derrochadoras, las cuales, ya que no son un entero derroche tienden a ser juzgadas con estrictos principios de negocios ”.

Gástese en objetivos útiles, como la promoción de nuevas fuentes de energía, y la gente empezará a gritar “¡Malgasto!” Gástese en un sistema armamentista que no necesitamos y esas voces no dirán nada, porque nadie espera que los F-22 sean un gran plan de negocio.

Para tratar esta preferencia, Keynes sugirió enterrar botellas con dinero en minas abandonadas, y que el sector privado las desenterrara. En el mismo tono, yo recientemente sugerí que una falsa amenaza de invasión de aliens , que requiriera un gran gasto antialien , podría volver a mover la economía.

Pero hay también motivos más oscuros detrás del keynesianismo armamentista.

Por una razón: admitir que el gasto público en proyectos eficientes puede crear empleo es admitir que ese gasto puede de hecho hacer bien, que algunas veces el gobierno es la solución, no el problema. El miedo a que los votantes lleguen a esa misma conclusión es, diría yo, la principal razón por la cual la derecha siempre ha visto al keynesianismo como una doctrina de izquierda, cuando en realidad no lo es. Sin embargo, gastar en proyectos inútiles, o más aún, destructivos, no les plantea a los conservadores el mismo problema.

Más allá de eso, existe un tema señalado por el economista polaco Michael Kalecki: admitir que el gobierno puede crear empleo es reducir la importancia percibida de la confianza empresaria.

La apelación a la confianza ha sido siempre para los opositores un punto clave en los debates fiscales y regulatorios; las quejas de Wall Street sobre el presidente Obama son parte de una larga tradición en la cual los ricos empresarios y sus agentes de prensa argumentan que cualquier atisbo de populismo de parte de los políticos enojaría a gente como ellos y que eso es malo para la economía . Una vez que se admite que el gobierno puede actuar directamente para crear empleo, sin embargo, esas quejas pierden mucho de su poder persuasivo, de modo que el keynesianismo debe ser rechazado, salvo en aquellos casos en que se lo use para defender lucrativos contratos.

Así es que saludo el inesperado aumento de armamentismo keynesiano, el cual está revelando la realidad que está detrás de nuestros debates políticos. En lo fundamental, los opositores a cualquier programa serio de creación de empleo saben perfectamente que tal programa es probable que funcione por la misma razón que los recortes en defensa aumentarían el desempleo. Pero no quieren que los votantes sepan lo que ellos saben, porque eso dañaría su agenda mayor: mantener a raya la regulación y los impuestos a la riqueza.

No hay comentarios: