La Argentina ha perdido en 2010 su condición de país autoabastecido en materia energética. Este había sido un objetivo largamente perseguido por los gobiernos argentinos desde el descubrimiento de petróleo, en 1907. Esa condición se alcanzó finalmente en 1989, y fue posible por la conjunción de factores políticos, institucionales y técnicos: 1) la existencia de una política nacional permanente; 2) el descubrimiento por YPF de las grandes reservas de gas natural en las décadas del 70 y el 80, y 3) el incremento sostenido de la producción nacional de hidrocarburos en un marco de inversión creciente.
Las causas son conocidas: la caída productiva crónica y sin precedente de nuestros yacimientos, que está asociada a la disminución de las reservas comprobadas, producto de la falta de inversión de riesgo en exploración de estos años. Nuestro país combina a lo largo de esta década oferta decreciente con demanda creciente: el déficit es una resultante natural.
Un caso interesante para ver cómo la Argentina ha degradado su condición energética es el del gas natural, la columna vertebral del sistema. El país firmó hasta 2004 contratos de exportación de gas natural por 27 millones de m3/día que aproximadamente representan un saldo exportable de un 25% del mercado total. Hoy las exportaciones son apenas el 1% de lo comprometido. En cambio, las importaciones (por gasoducto desde Bolivia y como gas natural licuado desde los puertos de Bahía Blanca y Escobar) hoy ascienden a 26 millones de m3/día con tendencia creciente. Las importaciones incluyen además cantidades crecientes de gasoil y fueloil para la generación eléctrica.
La pérdida del autoabastecimiento viene acompañada de dos efectos indeseables. Lo primero será el cambio de signo no coyuntural de la balanza comercial energética: hasta ahora el sector aportaba dólares, y ahora comenzará a demandarlos en forma creciente. En 2006 el saldo de la balanza comercial era de unos US$ 5600 millones; en 2011 habrá un saldo negativo que superará los US$ 1000 millones; las proyecciones a mediano y largo plazo indican que las importaciones crecerán en magnitud.
En segundo lugar, las importaciones agravarán las cuentas del Tesoro aumentando los subsidios, porque los precios del producto importado son muy superiores al valor con que dicho producto se comercializa en el mercado interno. Si las estaciones de servicio vendieran el GNC al precio de importación, éste debería subir en el surtidor en un 150%; evitar esto implica elevar subsidios. Los subsidios energéticos son crecientes e insostenibles y comprometen junto con los subsidios al transporte un alto porcentaje del PBI. Una cuestión adicional sobre las importaciones de gas natural: dudo que las soluciones que se están implementando con el apuro sean las más convenientes y las más racionales para la planificación energética estratégica. Habrá que poner la lupa sobre este tema; transparentar y sobre todo ver si los precios que pagamos son competitivos y están exentos de sobrecostos.
El autor fue secretario de energía de la Nación
Reactivación de demanda versus desinflación
Hace 1 mes
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