(Publicado en La Nación, lunes 13 de setiembre de 2010)
BERLIN.- Alemania, el mayor exportador de Europa, necesita "con urgencia" 500.000 inmigrantes anuales para asegurar su economía y prevenir el inexorable envejecimiento de su población.
El Instituto Alemán de Estudios Económicos (DIW, por sus siglas en alemán) llegó a estas conclusiones en un momento de fuerte debate en el país acerca de las ventajas y desventajas de la inmigración, después de la publicación de un polémico texto que acusa a los inmigrantes musulmanes de ser un obstáculo para el crecimiento económico.
Klaus Zimmermann, presidente del DIW, no podría tener palabras más claras: "A partir de 2015 perderemos cada año 250.000 trabajadores. Entonces, faltarán ya en el mercado tres millones de empleados, sobre todo fuerza laboral calificada. A la vez, los trabajadores serán cada vez mayores y aumentará el número de los no calificados", dijo esta semana en declaraciones al diario Hamburger Abendblatt .
Añadió además que nada sería más dañino para el PBI que un retroceso de la población. Los sistemas sociales se verían afectados por cada vez menos trabajadores, lo que traería consigo graves problemas económicos.
"Esto significa que habrá que incrementar la edad laboral hasta los 70 años. Y ni siquiera esto será suficiente. Necesitamos urgentemente mano de obra, e inmigrante, del extranjero. Como mínimo 500.000 por año para asegurar nuestra economía", subrayó Zimmermann.
El análisis del Instituto Alemán de Economía, que asesora al gobierno, ofreció una nueva mirada sobre el tema de la inmigración en un momento de protagonismo absoluto de las tesis de Thilo Sarrazin, ahora ex directivo del Banco Federal Alemán, autor de un libro según muchos "provocador" y según otros, directamente "racista".
En Deutschland schafft sich ab ("Alemania se elimina a sí misma"), Sarrazin, que entre otras cosas es miembro del Partido Socialdemócrata (SPD), que representa la mayor fuerza de oposición al gobierno conservador de Angela Merkel, argumenta que "en todos los países europeos los inmigrantes musulmanes le cuestan a la sociedad más de lo que aportan debido a su escasa actividad laboral y a los beneficios sociales que reciben".
En el caso de Alemania en particular, los inmigrantes musulmanes (sobre todo de Turquía) procederían de zonas rurales y serían incultos, según el autor.
Sarrazin llegó a argumentar que la falta de cultura sería también falta de inteligencia y se transmitiría genéticamente de una generación a la otra, en particular porque estos inmigrantes "tampoco después de la tercera generación se casan con alemanes". Su conclusión, la parte más polémica, fue que "la inmigración musulmana bajaría el nivel de inteligencia del país, debido a que se reproduce más rápidamente" que la población local.
Fue en particular el pasaje de su discurso que servía de tesis de inteligencia "hereditaria" y "genética" la que despertó inquietantes fantasmas del pasado hitleriano. Las presiones sobre el Banco Federal crecieron hasta que, el jueves por la noche, Sarrazin se vio obligado a dimitir de su cargo.
Si por un lado su dimisión salvó la cara de las instituciones, no cerró sin embargo el debate de integración. El gobierno de Angela Merkel respondió la semana pasada a la polémica con la presentación de un plan para la integración. En él se destinan varios fondos a la formación de inmigrantes, con particular atención a la lengua, considerada condición fundamental para la integración.
Junto con el programa, el ministro del Interior, Thomas de Maizière, presentó algunos números y destacó que "tan sólo el 10% o el 15% de los inmigrantes dicen que no se quieren integrar". Los críticos argumentaron, sin embargo, que el 10% o el 15% significa cientos de miles de personas que viven en el país y se sirven de sus estructuras sociales. Pero según el ministro, el nivel "no es malo si se compara con el mismo dato en otros países".
El debate sobre la integración, un concepto -según los expertos- muy difícil de definir y medir, estará en el centro del debate político alemán de los próximos meses.
De hecho, son cada vez más las voces de la política y de la economía que miran hacia los modelos estadounidense, canadiense y australiano para la inmigración: "Necesitamos un sistema de puntos para una inmigración permanente como la que tienen Australia y Canadá, países en los que resulta determinante la formación", señaló Zimmermann. "Hasta ahora, no hemos dirigido la inmigración por las necesidades del mercado laboral. Pero la integración de los inmigrantes no se ha conseguido", concluyó el ex funcionario.
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