lunes, 8 de diciembre de 2008

Cómo Cristina puede parecerse a Bush. Por Jorge Oviedo

En el relato presidencial, el origen de la crisis financiera en los Estados Unidos que ahora contagia al mundo es la especulación financiera, el privilegio de la renta financiera sobre el aumento de la producción de bienes. El diagnóstico parece atractivo, pero es equivocado.
La crisis norteamericana se origina en políticas de estímulo fuera de control, en algún sentido parecidas a las que Cristina Fernández de Kirchner está anunciando en la Argentina. De modo tal que la Presidenta corre el riesgo de parecerse a un mandatario del que tanto parece querer diferenciarse.

Cuando Bill Clinton entregó el poder a George W. Bush, la economía norteamericana tenía un enorme superávit fiscal. La reducción del gasto en términos reales y la mejora del resultado del sector público generaron una muy fuerte entrada de capitales, que bajó aún más el costo del dinero y elevó el valor del dólar respecto de casi todas las monedas del mundo (con la excepción del yuan chino y el peso convertible argentino). Por ello, el déficit de la balanza comercial estadounidense llegó también a niveles récord.
Con la llegada de una recesión en 2001, acelerada luego por los atentados de Nueva York y Washington, la política cambió dramáticamente de sentido. El gasto público creció a un ritmo colosal -en gran medida, por las guerras en Afganistán, primero, e Irak, después-; aparecieron medidas proteccionistas; el dólar tuvo una depreciación sin precedente, impulsada, además, por una fortísima emisión. George W. Bush, que había visto a su padre perder la reelección a manos de Clinton, en gran medida, por una profunda recesión, quería evitar la caída de la economía de su país a cualquier precio. Y por un período prolongado lo logró.
Claro que la colosal burbuja de liquidez creada y la depreciación del dólar que encareció las materias primas generaron beneficios para muchos, entre ellos los productores de commodities , como la Argentina.
Pero la economía norteamericana lentamente acumuló desequilibrios que volvían insostenible el proceso. Gran parte de la revaluación de los activos estuvo basada en malos créditos otorgados en una compleja red de instrumentos novedosos que crearon la ilusión de que los riesgos eran mínimos.
¿Qué tiene de común esto con la Argentina? El gobierno del matrimonio Kirchner desde que asumió quiere mantener la economía al máximo nivel de actividad posible y ha sostenido e incrementado, para ello, enormes desequilibrios que parecen difíciles de sostener indefinidamente. Además, ha mantenido en crecimiento el gasto público por encima del nivel de alza de la recaudación.
Ahora se propone dar créditos utilizando los aportes previsionales para financiar el sostenimiento del nivel de actividad. La lentísima clarificación de algunos de los mecanismos que se utilizarían comienzan a mostrar que la discrecionalidad política tendrá mucha m
ás importancia que las calificaciones técnicas, generando riesgos ocultos que un día pueden terminar detonando un escándalo, una crisis o ambas cosas.
¿Se repetiría en la Argentina una crisis como la de las hipotecas de baja calidad norteamericanas? Parece improbable. El mercado de crédito argentino es tan pequeño que incluso un desastre importante allí parece incapaz de tener efectos mayúsculos en la economía. La inflación, las tarifas atrasadas, la falta de financiación para la deuda parecen mucho más urgentes, aunque nadie parece ocuparse de ellos.
También debe anotarse que, a pesar de que anuncian medidas de estímulo que funcionarán algún día, las autoridades ya pusieron en marcha un ajuste ortodoxo, con fuertes aumentos de tarifas e impuestos y reducciones de subsidios. El costado negativo de ese accionar es que profundiza la recesión que, por otro lado, se busca evitar.


Publicado en La Nación. Domingo 7 de diciembre de 2008.

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