(Publicado en Página 12 - Domingo 22 de febrero de 2009)
Roberto Mangabeira Unger es el ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil. Es el hombre que eligió el presidente Lula da Silva para planear el largo plazo. Esta semana llegó a la Argentina invitado por el vicepresidente de la Unión Industrial, Ignacio de Mendiguren, y se reunió con seis ministros, con empresarios y con la CGT. Hace veinte años fue profesor de Barack Obama en la Universidad de Harvard. En entrevista exclusiva con Cash opinó que su ex alumno “no está modificando el modelo capitalista de manera estructural, como sería necesario, sino emparchando lo que ya está probado que no funciona”. El ministro brasileño le presentó al jefe de Gabinete, Sergio Massa, un proyecto para democratizar la economía de mercado, capacitar a la población y profundizar la democracia en forma conjunta entre Brasil y Argentina. A la vez propuso modificaciones de fondo en las relaciones laborales e implementar un fuerte apoyo estatal a las pymes.
¿Se puede pasar por esta crisis internacional evitando que Brasil y Argentina se alejen por diferencias comerciales?
–Los problemas comerciales, cuando no hay un proyecto común, parecen enormes. Cuando existe un proyecto, son reales, pero mucho menos importantes. En el Mercosur hablamos de dinero, logística, comercio y otros temas, pero jamás tratamos lo más importante: el modelo, la estrategia, el proyecto, como lo hicieron los europeos cuando armaron la Unión Europea. La Unión Sudamericana es un cuerpo sin espíritu: discutimos todo menos lo que realmente es indispensable.
¿Cuál es la estrategia que propone para que Brasil y Argentina puedan enfrentar juntos esta crisis?
–Con Argentina tenemos un par de objetivos: primero, empezar a construir una respuesta a la crisis. Una respuesta que ponga en el centro de la agenda los temas más profundos, asegurando que la dinámica de la inversión pública y el estímulo estatal a la inversión privada sean institucionalizadas y que se aproveche a esa multitud emprendedora que surge por debajo en nuestras sociedades. Luego armar una dinámica de construcción de un ideario sobre el modelo de desarrollo. Un ideario enfocado en tres proyectos libertadores: democratizar la economía de mercado, capacitar a la población y profundizar la democracia con instituciones renovadoras.
¿A qué se refiere con democratizar la economía de mercado?
–Emparejar las posibilidades de todos. Pero eso no se puede lograr sin reconstruir las instituciones que definen la economía de mercado. En política industrial, enfocar a las pequeñas y medianas empresas, que son el sector más dinámico y que más rinde en materia de empleo y distribución de la riqueza. Además, organizar un modelo de política industrial con una forma de coordinación estratégica entre los gobiernos y las redes de las empresas, que sea descentralizada, pluralista, participativa y federal.
¿Cómo sería ese modelo industrial?
–Hay dos modelos en el mundo de relación entre gobiernos y empresas. Uno, como el de Estados Unidos, con un Estado que apenas regula a la distancia; y está el modelo asiático de formulación burocrática de una política industrial. Hay que construir uno nuevo. Debemos promover prácticas de concurrencia cooperativa para que las empresas puedan ayudarse y competir, ganando economías de escala. Además, dar origen en el futuro a diversos regímenes de propiedad privada y social que pueden coexistir. Ahí está la semilla de una nueva invención de una economía de mercado.
¿Qué lugar ocupan los trabajadores en este nuevo modelo?
–Las relaciones de trabajo y de capital deben cambiar. Tenemos tres grandes problemas. Primero, la mitad de los trabajadores de Brasil y el 40 por ciento de los argentinos está en la economía informal. Es una calamidad, un escándalo, no sólo económico, sino moral. Es necesario blanquear esta situación, financiando los derechos de los trabajadores con tributos generales. Segundo, en la economía formal hay una gran parte de empleados con trabajos temporarios, precarios. Es necesario construir una nueva tutela jurídica para eso. El tercer tema es la participación de los salarios en la renta de ambos países. Tenemos que revertir esa caída con nuevas instituciones. No basta con influir en el salario nominal. Por ejemplo, hay que dar algo que está en nuestras constituciones y es letra muerta, que es la participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas. Estos son ejemplos de lo que llamo democratizar la economía de mercado. Son ejemplos de innovaciones institucionales limitadas que, en su efecto acumulativo y combinado, cambian radicalmente las cosas y dan contenido a ese tercer proyecto alternativo a los que imperan en el mundo.
¿Cómo se puede formular un plan de capacitación que sea conducente hacia una economía en crecimiento con igualdad?
–Debemos hacer una revolución de la educación pública. Hay dos prioridades. Cambiar radicalmente el método de educación y sus contenidos. Sustituir un modelo basado en un enciclopedismo informativo superficial por una pedagogía analítica y capacitadora, que utilice la información de manera selectiva para que sirva como un instrumento de capacitación. Y el lugar más fácil e importante para empezar es en matemáticas y ciencia naturales. En ciencias naturales en la escuela media se enseña la naturaleza como regida por leyes naturales y se repelen las ocasiones científicas. La matemática es enseñada de manera retrógrada en todo el mundo. Hay que ponerla al servicio del trabajo. La segunda gran iniciativa es crear las instituciones para reconciliar la gestión local con patrones nacionales. Para eso es necesario reconstruir federalismo, crear órganos conjuntos nacionales y locales.
¿Y en cuanto a profundizar la democracia?
–La forma de profundizar la democracia es innovar en instituciones que ofrezcan una alternativa a las democracias somnolientas de los países ricos. En esas democracias el cambio continúa dependiendo de la crisis. Son organizadas para eso. Un ejemplo: el presidencialismo norteamericano, que también copiamos, fue deliberadamente diseñado para combinar un principio liberal y de fragmentación del poder con un principio conservador y de desaceleración de la política. Debemos mantener el principio liberal y repudiar el conservador, creando en el régimen presidencialista mecanismos para superar rápidamente las impasses entre poderes del Estado. Permitir a cualquiera de los dos poderes políticos -– el Ejecutivo y el Legislativo– convocar a elecciones anticipadas para los dos poderes. Y esto tendríamos que combinarlo con otras innovaciones que elevarían la temperatura de la política, como el financiamiento de las campañas: acceso gratuito y amplio a favor de los partidos y de los movimientos sociales organizados. Además, es necesario radicalizar el potencial federalista de la política, permitiendo que los estados federales creen contramodelos del modelo nacional.
Estas propuestas son profundas y de largo plazo. La cultura regional es pensar en el corto plazo.
–Si yo propongo algo distinto a lo que existe, las personas dicen que es utópico; si propongo algo próximo a lo que hay es viable, pero no cambia las cosas. Y eso nace de una incomprensión de la naturaleza de la política transformadora y del pensamiento programático. Este tiene secuencias con puntos más próximos y más lejanos. El pensamiento programático no es arquitectura; es música. En mis reuniones en Argentina fui escuchado y ya hay un plan para comenzar a trabajar.
¿Cómo comienza?
–Vamos a trabajar con los empresarios, con los sindicalistas y con las organizaciones sociales para ayudar a identificar acciones concretas, en política industrial, agrícola, ciencia y trabajo, que puedan encarnar ese ideario. Así se cambia el mundo: con acciones concretas. Pero esas acciones concretas sólo adquieren su efecto transformador visto bajo el prisma de un ideario que las interpreta como una primera prestación, una promesa, una secuencia y una trayectoria.
¿Y en el plano gubernamental?
–Vamos a trabajar en conjunto con el ministro Julio De Vido. Hace falta mucho apoyo de los presidentes. Hay que ver cómo podemos encajar todos en este plan; también la sociedad, porque esto es un proyecto de Estado. No es el proyecto de Lula y Cristina. Tiene que ser abrazado por sucesivos gobiernos.
¿Qué lugar ocupa Argentina entre las prioridades de Brasil?
–Soy un apasionado de nuestra unión y sé que también lo es Lula. Son sociedades caracterizadas por la rebeldía y el dinamismo. Sé que se habla de rivalidades y desconfianzas, pero todo eso es anecdótico. Yo no traigo una formula mágica para resolver los problemas comerciales. Lo que propongo es otra agenda, pero al mismo tiempo práctica y caliente. No se cambia el mundo sin lucha. Pero presiento que hay un amplio espacio de empatía. Podemos transformar esta amenaza de la crisis internacional en una oportunidad. Los pragmáticos desmerecen las ideas institucionales por ser de largo plazo, pero el único largo plazo que importa es el que empieza hoy.
DISTRIBUCION DE INGRESOS
Desigualdad y riquezas
¿Por qué Brasil se está convirtiendo en una potencia y no logra mejorar la distribución de la riqueza?
–Entiendo que Brasil es el país más parecido a Estados Unidos. Tamaño idéntico, fundado en la misma base de población europea y esclavitud africana. Y los más desiguales. Estados Unidos es el país rico más desigual y Brasil, el subdesarrollado más desigual. Paradójicamente en ambos países la gente aprueba el sistema. Pero al mismo tiempo el pecado de Estados Unidos es creer que ellos descubrieron la forma definitiva de una sociedad libre. El grueso de la humanidad asimila esa fórmula que lleva a millones a la pobreza. En Brasil sufrimos igual, pero con una diferencia: ellos idolatran las instituciones, nosotros las despreciamos. Nuestras instituciones son papel cartón.
CRISIS INTERNACIONAL
Pobreza de ideas
¿Cómo se sale de la actual crisis económica internacional?
–En primer lugar, es necesario comprender que todo el debate de la crisis mundial está preso de una sorprendente pobreza de ideas. Por ahora, está dominado por dos temas superficiales: la necesidad de regular los sistemas financieros y el imperativo de implementar políticas fiscales expansionistas. En ese debate están suprimidos tres temas mucho más importantes. Y lo que se pueda hacer en materias superficiales depende de lo que se haga en temas más profundos. El primer tema es la necesidad de enfrentar y superar los desequilibrios estructurales de la economía mundial entre economías superavitarias en comercio y ahorro, como China, y economías deficitarias en ambos aspectos como Estados Unidos. El motor del crecimiento mundial ha sido en estos años esa dupla que se complementaba. Pero ese motor se ha destruido y hay que cambiar el paradigma. La regulación de los mercados financieros es la punta del iceberg de un tema más profundo, que es reorganizar la relación entre el sistema financiero y producción. El sistema productivo en gran medida se autofinancia, con reinversión de utilidades. Para qué sirve entonces todo ese dinero que da vuelta en las Bolsas. Debemos reorganizar las instituciones de la economía de mercado, empezar por las instituciones que reestablezcan el vínculo entre financiación y producción, para asegurar que el ahorro de la sociedad se movilice hacia la inversión productiva, en vez de participar en un casino financiero.
¿Está ausente también una solución para frenar la concentración económica?
–Así es. Hay un gran tema suprimido que es el vínculo entre recuperación de la economía y distribución del ingreso. Veamos el caso de Estados Unidos. En principio, un mercado de consumo de masas como el que se creó en ese país luego de la Segunda Guerra presupone democratización del poder adquisitivo, que requiere predistribución de la renta y de la riqueza. Pero ocurrió lo opuesto. Reconciliaron consumo de masas con concentración hasta ahora. Parte de ese misterio está en la sobrevalorización de los inmuebles, que es la forma predominante de ahorro de las personas físicas. Así se supervalorizaron y en consecuencia se generó un exorbitante endeudamiento de las personas físicas. Así ocurrió una seudodemocratizacion del crédito.
ARGENTINA Y BRASIL
La tercera posición
¿Qué rol juegan Brasil y Argentina en la presente crisis internacional?
–Los países ricos están perdidos, desorientados. Es una gran oportunidad de ampliar las bases productivas y democratizar la economía de mercado. En mi país hay dos discursos políticos predominantes. Conducir el proceso de crecimiento por medio de los bancos públicos y llorar la píldora de la desigualdad social, con programas sociales. Le llaman humanizar el inevitable. Del otro lado proponen menos tributos y menos regulación, que es el discurso de los grandes empresarios. Pero hay espacio para una tercera opción: usar el poder del Estado para instrumentar la energía que hay debajo. Brasil y Argentina tienen como atributo más importante su vitalidad. Hay una anarquía creadora. Somos países amables, pero vestimos una camisa de fuerza de instituciones copiadas que suprime esa vitalidad. Por eso la crisis de las potencias es una ocasión para romper la camisa de fuerza. Para eso necesitamos hacer lo que no estamos acostumbrados a hacer: innovar en las instituciones.
Por Roberto Navarro
Reactivación de demanda versus desinflación
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