Si la estatización de YPF comienza y termina como un brote de nacionalismo irracional (en el que suelen caer muchos dirigentes en el país) y nada más que eso, vamos mal.
El caso tiene muchísimas lecturas, demasiadas aristas para la interpretación, para medir los supuestos beneficios o las repercusiones negativas, la cuestión constitucional, al vulnerar el derecho de propiedad, y hasta el maltrato a los directivos de Repsol. La expropiación se basa en una ley, la 21.499, de la dictadura militar.
Esa actuación, la irrupción tormentosa en las oficinas de Puerto Madero, los rumores de que en YPF se iniciaba una cadena de intervenciones han despertado una ola de temor pocas veces vista en el mundo empresario argentino desde el regreso de la democracia. En especial, entre los titulares que son responsables, por propiedad o concesión, de los servicios públicos. Ellos vieron cómo funcionarios que hasta hace poco abrazaban y aplaudían a los hombre de Repsol YPF ahora los expulsaban como invasores.
Bien se sabe que la burguesía nacional se parapeta detrás de sus escritorios, pero no se defiende ni esgrime sus derechos. Se deja hacer. Es como si no se los pudiera sacar de las tareas de seducción que encierra el lobby, con tal de seguir transitando por las alfombras rojas del poder político y sin ser rechazados. En estos días se acrecientan los rumores y es difícil encontrar un directivo de empresas bien dispuesto al diálogo franco y sin vueltas. Prefieren el anonimato, y algunos han dado órdenes de evitar mostrar sus publicidades en diarios no oficialistas o en los programas radiales o televisivos de análisis político donde a veces se escuchan críticas al Gobierno.
¿Es una recuperación de soberanía o acaso una reprivatización? ¿Ha quedado claro acaso? Se escuchan voces muy dispares. Paolo Rocca, quien volvió a dialogar con las autoridades, comentó a algunos empresarios que Chávez metió mano a su grupo en Venezuela, pero previamente negoció los montos, en un largo tironeo. Todo país tiene derecho a proceder como se le ocurra, siempre y cuando cumpla con las leyes. Del mismo modo, está casi obligado a actuar con una diplomacia sobria e inteligente. ¿ Por qué no viajó la Presidenta a España o mandó a un representante a Bruselas, sede de la Comunidad Europea, para plantear las necesidades argentinas? Concretada la expropiación, si el Gobierno se resiste a pagar indemnizaciones pasará a la condición de confiscación. Y si es confiscación, la Argentina elevará su imagen de imprevisible, de país difícil y hasta caprichoso. En el mundo rigen convenciones, reglas de juego, negociaciones sutiles y de las otras, pero en un clima donde nadie intenta perder ni pasar por encima de otros.
Al margen de los equívocos o las arbitrariedades que pudo haber cometido Repsol YPF desde su entrada en el país y su asociación con el grupo Petersen, los datos de merma en la producción se conocen desde hace tiempo.
Hay informes que vienen presentando los ex secretarios de Energía que explican en detalle los números de una crisis importante. En defensa del Gobierno, fueron acusados de "apocalípticos" e "incapaces".
La caída en la producción de petróleo se inició en 1999 y acumuló hasta 2011 una merma del 32%. La disminución de la producción de gas comenzó en 2005 y acumuló un achicamiento del 11% hasta 2011 En cuanto a las reservas, después de 2007 las de petróleo se contrajeron 16% y las de gas se achicaron un 19%. Si se toman como parámetro las estadísticas de 1998, el volumen de refinación ha permanecido estancando en torno a los 30 millones de metros cúbicos. Esa refinación cayó un 10% a partir de 2007. El país tiene igual número de destilerías que en 2001, cuando circulaban 5 millones de rodados en el país. Ahora recorren el país el doble, 10 millones. De allí los faltantes que provocan malestar social.
Para suplir ese vacío, la Argentina tendrá que importar combustibles este año por 12.000 a 14.000 millones de dólares. Estas cifras, ¿no las conocía el Gobierno o no quería ponerse en evidencia? La conclusión es que faltó una política energética. Las compañías privadas hicieron su parte, pero el Gobierno estuvo ausente, viviendo en una irrealidad. El precio del petróleo tiende a la suba. Un aumento en los valores internacionales elevaría los gastos de importación en un momento en que las esperanzas están puestas sólo en la soja y en sus alzas.
Entre 1958 y 1962, año en el que fue depuesto, Arturo Frondizi logró el autoabastecimiento energético sin hacer caso a las críticas, con pragmatismo. Hoy estamos sin avizorar si lo podremos volver a conseguir en los próximos cinco a diez años, con suerte.
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