(Publicado en el Suplemento Económico de La Nación. Domingo 28/02/2010)
En las semanas previas y posteriores a la conferencia sobre cambio climático en Copenhague en diciembre, la ciencia del cambio climático sufrió ataques por parte de críticos que sostienen que los científicos han ocultado evidencias y que la ciencia tiene graves fallas. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, según sus siglas en inglés) ha sido acusado de parcialidad.
El público se siente desconcertado. Si los expertos no pueden ponerse de acuerdo respecto de la existencia de una crisis climática, ¿por qué debieran los gobiernos gastar miles de millones de dólares para enfrentarla?
Los críticos -que son pocos, pero agresivos- están utilizando tácticas que perfeccionaron más de 25 años. Han exagerado los desacuerdos científicos para detener las acciones dirigidas a controlar el cambio climático, y sectores con intereses como Exxon Mobil los financian.
Merchants of D oubt (Mercaderes de la duda), un nuevo libro de Naomi Oreskes y Erik Conway, que aparecerá a mediados de 2010, dará una versión autorizada de sus conductas tramposas. Los autores muestran que el grupo de malintencionados, que cuentan con una plataforma gracias a los ideólogos del libre mercado de The Wall Street Journal , ha tratado de confundir al público y desacreditar a los científicos cuya visión está ayudando a salvar al mundo del daño no intencional al medio ambiente.
Quienes llevan adelante la campaña contra las acciones para controlar el cambio climático tienen el apoyo de los mismos lobbies que tomaron partido por la industria del tabaco para desacreditar la ciencia que vinculó el hábito de fumar con el cáncer de pulmón. Más tarde combatieron las evidencias científicas de que el óxido de sulfuro de las usinas a carbón causaba la lluvia ácida. Luego, cuando se descubrió que ciertos productos químicos llamados CFC estaban causando la reducción de la capa de ozono en la atmósfera, los mismos grupos lanzaron campañas malévolas para desacreditar también esa ciencia.
El mismo grupo defendió más tarde a los gigantes del tabaco contra las acusaciones de que el humo de segunda mano causa cáncer y otras enfermedades. Y luego, a partir de la década de 1980, este mismo grupo se enfrentó a quienes batallan contra el cambio climático.
Aunque estos ataques contra la ciencia han estado equivocados por más de 30 años, siguen sembrando dudas sobre hechos reconocidos. Hay mucho dinero respaldando a los negadores del cambio climático, se trate de compañías que no quieren pagar el costo extra de aplicar nuevas normativas, o ideólogos del libre mercado opuestos a cualquier tipo de control estatal.
La última ronda de ataque incluye dos episodios. El primero fue el hackeo de un centro de investigaciones sobre el cambio climático en Inglaterra. Los correos electrónicos robados sugerían la falta de claridad en la presentación de algunos datos del clima. Cualesquiera que sean los detalles de este caso específico, los estudios en cuestión representan una fracción diminuta de las pruebas científicas abrumadoras que demuestran la realidad del cambio climático provocado por el hombre y la urgente necesidad de una respuesta.
El segundo asunto fue un error notorio respecto de los glaciares que apareció en un informe del IPCC. El IPCC edita miles de páginas de texto. Los errores muestran la inevitabilidad de las debilidades humanas y no fallas en la ciencia del clima.
Cuando salieron a la luz los correos electrónicos y el error del IPCC, editorialistas de The Wall Street Journal lanzaron una campaña que describía la ciencia del clima como un embuste. Sostuvieron que los científicos estaban fabricando evidencias para obtener subsidios para investigación, una acusación absurda. Pero entonces recordé que esta línea de ataque -acusar a los científicos de conspiración para llamar a los empresarios a rechazar la ciencia- fue casi idéntica a la utilizada por The Wall Street Journal y otros en el pasado cuando lucharon contra los controles sobre el tabaco, la lluvia ácida, la destrucción de la capa de ozono, el humo de segunda mano y otros contaminantes peligrosos.
La ciencia del cambio climático es una actividad intelectual maravillosa. Grandes mentes científicas a lo largo de muchas décadas aprendieron a "descifrar" la historia de la Tierra, para comprender cómo funciona el sistema del clima. Y el mensaje es claro: el uso a gran escala de petróleo, carbón y gas amenaza la biología y la química del planeta. Estamos alimentando cambios peligrosos en la química del clima y los océanos, provocando tormentas, sequías y otros eventos extremos que afectan la producción de alimentos y la calidad de vida en el planeta.
Necesitamos transformar urgentemente nuestros sistemas de energía, transporte, alimenticio, industrial y de construcción, para reducir el peligroso impacto humano sobre el clima. Es nuestra responsabilidad escuchar, entender el mensaje y actuar.
El público se siente desconcertado. Si los expertos no pueden ponerse de acuerdo respecto de la existencia de una crisis climática, ¿por qué debieran los gobiernos gastar miles de millones de dólares para enfrentarla?
Los críticos -que son pocos, pero agresivos- están utilizando tácticas que perfeccionaron más de 25 años. Han exagerado los desacuerdos científicos para detener las acciones dirigidas a controlar el cambio climático, y sectores con intereses como Exxon Mobil los financian.
Merchants of D oubt (Mercaderes de la duda), un nuevo libro de Naomi Oreskes y Erik Conway, que aparecerá a mediados de 2010, dará una versión autorizada de sus conductas tramposas. Los autores muestran que el grupo de malintencionados, que cuentan con una plataforma gracias a los ideólogos del libre mercado de The Wall Street Journal , ha tratado de confundir al público y desacreditar a los científicos cuya visión está ayudando a salvar al mundo del daño no intencional al medio ambiente.
Quienes llevan adelante la campaña contra las acciones para controlar el cambio climático tienen el apoyo de los mismos lobbies que tomaron partido por la industria del tabaco para desacreditar la ciencia que vinculó el hábito de fumar con el cáncer de pulmón. Más tarde combatieron las evidencias científicas de que el óxido de sulfuro de las usinas a carbón causaba la lluvia ácida. Luego, cuando se descubrió que ciertos productos químicos llamados CFC estaban causando la reducción de la capa de ozono en la atmósfera, los mismos grupos lanzaron campañas malévolas para desacreditar también esa ciencia.
El mismo grupo defendió más tarde a los gigantes del tabaco contra las acusaciones de que el humo de segunda mano causa cáncer y otras enfermedades. Y luego, a partir de la década de 1980, este mismo grupo se enfrentó a quienes batallan contra el cambio climático.
Aunque estos ataques contra la ciencia han estado equivocados por más de 30 años, siguen sembrando dudas sobre hechos reconocidos. Hay mucho dinero respaldando a los negadores del cambio climático, se trate de compañías que no quieren pagar el costo extra de aplicar nuevas normativas, o ideólogos del libre mercado opuestos a cualquier tipo de control estatal.
La última ronda de ataque incluye dos episodios. El primero fue el hackeo de un centro de investigaciones sobre el cambio climático en Inglaterra. Los correos electrónicos robados sugerían la falta de claridad en la presentación de algunos datos del clima. Cualesquiera que sean los detalles de este caso específico, los estudios en cuestión representan una fracción diminuta de las pruebas científicas abrumadoras que demuestran la realidad del cambio climático provocado por el hombre y la urgente necesidad de una respuesta.
El segundo asunto fue un error notorio respecto de los glaciares que apareció en un informe del IPCC. El IPCC edita miles de páginas de texto. Los errores muestran la inevitabilidad de las debilidades humanas y no fallas en la ciencia del clima.
Cuando salieron a la luz los correos electrónicos y el error del IPCC, editorialistas de The Wall Street Journal lanzaron una campaña que describía la ciencia del clima como un embuste. Sostuvieron que los científicos estaban fabricando evidencias para obtener subsidios para investigación, una acusación absurda. Pero entonces recordé que esta línea de ataque -acusar a los científicos de conspiración para llamar a los empresarios a rechazar la ciencia- fue casi idéntica a la utilizada por The Wall Street Journal y otros en el pasado cuando lucharon contra los controles sobre el tabaco, la lluvia ácida, la destrucción de la capa de ozono, el humo de segunda mano y otros contaminantes peligrosos.
La ciencia del cambio climático es una actividad intelectual maravillosa. Grandes mentes científicas a lo largo de muchas décadas aprendieron a "descifrar" la historia de la Tierra, para comprender cómo funciona el sistema del clima. Y el mensaje es claro: el uso a gran escala de petróleo, carbón y gas amenaza la biología y la química del planeta. Estamos alimentando cambios peligrosos en la química del clima y los océanos, provocando tormentas, sequías y otros eventos extremos que afectan la producción de alimentos y la calidad de vida en el planeta.
Necesitamos transformar urgentemente nuestros sistemas de energía, transporte, alimenticio, industrial y de construcción, para reducir el peligroso impacto humano sobre el clima. Es nuestra responsabilidad escuchar, entender el mensaje y actuar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario