Nota publicada en el suplemento económico de La Nación – 03/05/09
Una manera de definir al kirchnerismo económico es decir que su programa tiene tres patas: proteccionismo industrial (cosa que incluye expoliar al campo y al petróleo), un Estado redistribuidor que exprime a impuestos a los que están en blanco, y negocios (o negociados), como la jubilación anticipada para los miembros de la Corte.
Pero a la luz de lo que está pasando desde hace poco más de un año, hay otra manera de conceptualizarlo que también tiene tres lados: caja, mentiras y aprietes. Eso también es el kirchnerismo.
Desde que comenzó la recuperación de la actividad económica en 2003 y hasta 2007, la recaudación de impuestos a nivel nacional y provincial creció en la impresionante cifra de US$ 58.000 millones. Sin embargo, en 2007 el fisco ya no tenía superávit. La irresponsable política de Néstor Kirchner había realizado un lamentable trabajo. Desde ese momento hasta nuestros días, la carrera por hacerse de más caja ha sido desesperante.
En marzo de 2008, el gobierno de su esposa fue en contra del campo en busca de la rentabilidad agropecuaria con las retenciones móviles, para hacerse, infructuosamente, de US$ 4000 millones anuales. En abril del mismo año, el ex ministro de Economía Martín Lousteau viajaba a Estados Unidos en búsqueda de nuevos préstamos del BID y del Banco Mundial por un total de US$ 15.500 millones, el doble del capital que vencía con ellos en el período 2008-2011. También fracasó.
En octubre, se anunciaba la eliminación de las AFJP, lo que significaba una recaudación adicional para el Anses de US$ 4000 millones por año y un ahorro en los pagos de deuda de US$ 3570 millones entre 2009 y 2011. En noviembre, el Congreso sancionaba, a instancias del Poder Ejecutivo, la reforma de las cartas orgánicas del Banco Central y del Banco Nación para hacerse de US$ 4800 millones de reservas y de US$ 2700 millones de préstamos al sector privado, respectivamente.
Ya en 2009, en febrero se hizo el de canje Préstamos Garantizados, con un ahorro en los pagos de deuda de US$ 3400 millones entre 2009 y 2011. El BCRA anunció hace poco un acuerdo de swap de monedas con el Banco Popular de China por US$ 10.200 millones. El 6 de abril trascendió que Hacienda podría colocarles un bono a los bancos contra los encajes que éstos tienen en el BCRA por US$ 1000 millones en 2009, y en la reciente Cumbre de las Américas la Presidenta estuvo negociando nuevos préstamos del BID por US$ 1500 millones y con el Banco Mundial por US$ 700 millones.
Luego, cuando Lula vino a Buenos Aires hace un par de semanas, Cristina lo sondeó para lograr un préstamo de US$ 1500 millones. Y ya se habla de un impuesto especial (impulsado por el inefable Hugo Moyano) a las ganancias empresarias y de una suba de Internos e IVA a algunos consumos, supuestamente suntuarios.
O el gasto público va a volar de acá a las elecciones legislativas o el Gobierno no tiene un peso partido al medio. O las dos cosas juntas.
En el campo de las mentiras, un sitio de honor lo guardan los famosos US$ 20.000 millones que Néstor Kirchner dijo (a fines de 2004) que los chinos iban a traer al país. En un plano más burdo están los dibujos de la inflación, del desempleo, de la pobreza, de la indigencia y de la actividad económica que salen del "Indek" de Guillermo Moreno. Una falsedad ya gastada es la permanente amenaza de los funcionarios de la Cancillería y de la Secretaría de Industria (con letra de los supuestos damnificados) de invasiones de productos importados desde China y Brasil. Y si algún día no nos invade nadie, desde la Tierra podríamos ir pensando en protegernos de productos fabricados por extraterrestres.
Sigamos con el absurdo de la presidenta, Cristina Kirchner, en la reunión del G-20, afirmando que el FMI no existía, a pesar de que el grupo decidió aumentar la capacidad de préstamo del Fondo en la impresionante cifra de US$ 250.000 millones (casi un PBI argentino). La frase de la Presidenta luce más ridícula aún cuando desde aquel momento su ministro de Economía, Carlos Fernández, no para de presionar para que la capitalización se efectivice ya, así puede dibujar las reservas argentinas en US$ 2500 millones más, y los depositantes creen que están más resguardados. También el Ministro afirmó de manera falaz que la crisis del Primer Mundo era por culpa del mercado y que éste había fracasado ¿Qué tienen que ver con "el mercado" los niveles de apalancamiento desaforados como los que están en el centro de la presente crisis mundial? ¿Acaso el modelo productivo es algún ejemplo a seguir cuando ya estamos en recesión, con empresas que cierran, otras que se van del país, con despidos, con suspensiones, y con dificultades para pagar la deuda?
Tampoco hay que olvidarse de esa frase casi magnánima pronunciada a fines del año pasado, luego del robo a los afiliados a las AFJP, por el titular de la Anses, Amado Boudou, diciendo que con la eliminación del régimen de capitalización "se los estaba salvando" de supuestos miserables haberes que iban a cobrar de los fondos de pensión. Claro, Boudou no dice nada sobre cómo él está esquilmando las futuras jubilaciones de los ex afiliados a las AFJP cuando la Anses financia a tasa subsidiada la compra del auto de Don Pepe, la heladera de Doña Rosa, o a la Tesorería. Ni hablar de cuando prometía que el Estado no iba a ejercer el derecho, a partir del robo, de nombrar directores en empresas privadas. Ahora, éstas no saben de qué disfrazarse para evitar tener un pingüino en sus administraciones.
De complots y otras yerbas
El rubro aprietes es tan frondoso en el firmamento kirchnerista como la caja y las mentiras. Uno de los primeros ya ocurrió al año de que Kirchner asumió la presidencia, cuando denunció un complot (de intelectuales de derecha) para impedir el cambio que él encarnaba. Más recientemente denunció un complot destituyente de las patronales "de Martínez de Hoz y Cavallo", desconociendo que el campo, por el atraso cambiario de sus planes, se fundió con ellos por lo que es difícil que los productores agropecuarios los recuerden con cariño. También tenemos el boicot que pidió en contra de Shell. Siguió con los aprietes a los bonistas para que entraran al canje de Lavagna, bajo la amenaza de quedar en el limbo de los impagos (como pasó efectivamente con los holdouts ), para que los propietarios extranjeros de empresas privatizadas inviertan aún con contratos defaulteados y tarifas congeladas (hasta hace poco), para que los bancos privados presten, para que las empresas inviertan, para que los medios digan que es un prócer y para que lo votemos en las próximas elecciones de junio y de esa manera "evitemos un 2001".
Hay otra cosa peor que todo lo anterior. Los Kirchner lo hacen sabiendo que no constituye nada bueno para el país, sino que es toda una cuestión de luchas de poder para llevar adelante la revolución que les quedó trunca en 1976.
El autor es economista y socio de Espert y Asociados.
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