lunes, 20 de diciembre de 2010

Oportunidades perdidas. Por Orlando Ferreres


El precio de la soja se triplicó desde el 2002 y lo mismo ocurrió con otros productos de exportación de Argentina. No se registraba una evolución tan favorable desde el período 1880 - 1914, época en que nuestra economía dio el "gran salto hacia adelante" y fue "la luz de America latina sobre el Río de la Plata", con lo cual se quería decir que Argentina pasó a estar muy por encima de los países de la región y que su producto bruto total fue mayor incluso que el de Brasil. Nuestro país se destacó no sólo por su economía sino también por su educación, cultura, universidades y organización militar.


Volviendo al presente, hemos tenido desde el 2002 una gran suba de los precios de las materias primas, especialmente las que nosotros exportamos. La más conocida es la soja, cuyo precio en Chicago pasó de 160 u$s/ton en 2001 o los 480 u$s/ton en la actualidad, es decir, creció 3 veces en dólares. Esto provocó un gran incremento de las exportaciones y también fue acompañado por mayores exportaciones industriales, mineras y de servicios, como puede ser el turismo receptivo, lo que significó un gran superávit comercial del país.
El crecimiento del PIB en la etapa de Néstor Kirchner fue de 9 % anual y en el de Cristina, hasta ahora, es de 2,3 % anual, afectado por la crisis internacional de 2008 y por la falta de inversión en algunos sectores. La primera parte se basó en las exportaciones y en el consumo interno, este último favorecido por las bajas tasas de interés, por los derechos de exportación al agro para tener un menor costo de vida y al mismo tiempo recursos económicos para el Estado para poder subsidiar las bajas tarifas de servicios públicos y otros precios regulados o controlados, todo lo cual fomentó el consumo interno, aunque no hubo grandes incentivos para la inversión, que creció muy moderadamente. Se está observando ahora la aparición de cuellos de botella en algunos sectores por falta de oferta, es decir, el efecto de una insuficiente inversión en el pasado.
Para darnos una idea de lo que significó este viento de cola que se da cada 100 años, desde el inicio de la suba de precios internacionales de nuestros productos en 2002 hasta ahora 2010, el balance comercial del país arrojó un saldo positivo acumulado de u$s 122.000 millones, calculando que en el presente año tengamos un balance positivo de u$s 13.000 millones.
¿Estos u$s 122.000 millones como se usaron? En parte para pagarle por adelantado al FMI, también para cubrir el saldo negativo de los servicios reales y financieros. Un monto importante se perdió en la salida o fuga de capitales, unos u$s 12.000 millones por año, por falta de confianza en las instituciones. El resto lo compró con pesos el BCRA y fue a las reservas que pasaron de u$s 10.000 millones a los u$s 53.000 millones actuales.
Ahora bien, esta masa de recursos que brindaba la mayor demanda mundial de nuestro productos, en lugar de destinarla mayormente al consumo presente o a la formación de activos externos de nuestros residentes, la podríamos haber destinado a las inversiones locales, con lo cual nuestro crecimiento después de unos años de seguir ese progreso, hubiera sido sustentable y de esa manera podríamos haber eliminado la pobreza estructural y el desempleo. Estaríamos mucho mejor desde el punto de vista económico y desde el punto de vista social, pero no hemos podido darnos cuenta de lo que nos convenía.
Al no pagar precios lógicos a la producción energética local hemos tenido que pagar precios hasta 5 veces superiores para importar gas natural de Bolivia, gas oil desde Venezuela, y gas licuado para regasificar, en lugar de importar maquinarias y equipo para actualizar y aumentar nuestra industria y nuestra infraestructura. Hemos incrementado también el gasto público consolidado de u$s 28.000 millones en 2002 hasta los u$s 160.000 millones este año, de los cuales el 90 % fue gasto corriente que da buena imagen pero se consume en una sola vez, no es reproductivo.

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