Sobre la base de mis observaciones de la historia económica, tanto a corto como a largo plazo, considero que no hay ninguna alternativa a los sistemas de mercado como forma de organizar tanto a las poblaciones ricas como a las pobres.
Sin embargo, la utilización de los mercados no es lo mismo que el capitalismo sin regulación que tanto ponderan los partidarios del liberalismo económico. Esos sistemas no pueden autorregularse en el plano microeconómico ni en el macroeconómico. Siempre que se los instrumentó, generaron desigualdades intolerables. Por otra parte, en lugar de ser el precio necesario para alentar un progreso dinámico a través de innovaciones tecnológicas y administrativas, esa desigualdad crea un déficit disfuncional en lo que los economistas llaman "productividad de factor total".Una prueba convincente de ello, puede verse en el deterioro de los Estados Unidos entre 2001 y 2008. Los ingresos de los CEOs crecieron en comparación con el sueldo medio de los empleados -de una relación de 40 a uno, pasaron a una relación de 400 a uno, o a diferencias aún mayores- y el progreso industrial se deterioró en lugar de acelerarse.En consecuencia, mi posición es de un centrismo irredimible. Ese debería ser el objetivo de Estados Unidos a partir de 2009. Debe ser también el objetivo de todos los países, grandes y chicos, cualquiera sea su grado de desarrollo o su ubicación en el mapa. Los liberales a ultranza no sólo son discapacitados emocionales. Son también malos consejeros. Me refiero, por supuesto, a los puntos de vista de Milton Friedman y de Friedrich Hayek. La "esclavitud" que les inspira alarma no es la de Genghis Khan. Tampoco la de Lenin-Stalin-Mao ni la de Hitler-Mussolini. Lo que les produce alarma son los Estados centristas del mundo moderno. Basta con pensar en Suiza, Gran Bretaña, Estados Unidos, los países escandinavos y los de la cuenca del Pacífico. ¿Por qué los ciudadanos de esos lugares tienen un elevado índice de "felicidad" y gozan de amplias libertades de expresión y de culto?El presidente George W. Bush figurará en los libros de historia como el peor presidente de los 234 años de la historia estadounidense. Uno de sus legados inevitables será, entre otros, el peligro de que en 2009-2014 una mayoría de los Estados Unidos efectúe un viraje mucho más a la izquierda del centro. Si Estados Unidos se vuelve proteccionista, hay que culpar de ello a la desregulación republicana anterior, lo que constituiría un buen ejemplo de la Ley de las Consecuencias No Buscadas.Sí, la política pública debe regular (de forma racional) la vida empresaria y trabajar por la estabilización de la macroeconomía. Sí, los futuros sistemas fiscales pueden, en un grado limitado, reducir los males más evidentes de la desigualdad. Sin embargo, un sistema centrista puede generar daños si actúa con demasiada fuerza para reducir la desigualdad. Mi objetivo es el Estado Centrista Limitado.No soy centrista porque no pueda decidirme entre la derecha y la izquierda, sino porque esas dos opciones demostraron ser tan poco adecuadas, que la racionalidad y la experiencia me llevan hacia el centro dinámico.
Traducción de Joaquín Ibarburu*
Premio Nobel de Economía en el año 1970, es considerado uno de los fundadores de la economía neoclásica moderna. En 2003 se opuso al recorte de los impuestos a los ricos decidido por George Bush.
Reactivación de demanda versus desinflación
Hace 1 mes
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