lunes, 24 de noviembre de 2008

¿Y si López Murphy tiene razón? Por Roberto Cachanosky

En 1946, finalizada la Segunda Guerra Mundial, un corresponsal de guerra norteamericano entrevistó a Hermann Goering, que estaba en prisión. En un pasaje de la entrevista, el jerarca nazi le dijo a Henry Taylor: "Ustedes en su América están tomando una serie de medidas que a nosotros nos causaron problemas. Intentan controlar los salarios y precios, es decir, el trabajo del pueblo. Si hacen esto, también deben controlar la vida del pueblo. Y ningún país puede hacerlo en forma parcial. Yo lo intenté y fracasé. Tampoco pueden hacerlo en forma total. También lo intenté y fracasé? Creo que sus economistas deberían enterarse de lo que pasó aquí".

Este pasaje viene a cuento porque hay mucha experiencia histórica sobre los fracasos del intervencionismo estatal, pero el Gobierno desconoce los estrepitosos fracasos de los "burócratas iluminados" que creen saber mejor que la gente qué se debe producir, en qué calidades y a qué precios debe venderse. De acuerdo con las declaraciones de Goering, lo que se percibe en la Argentina es no sólo el rumbo que tomará la economía en los tiempos que vienen, sino, lo que es más preocupante, cuál será el grado de cercenamiento de las libertades individuales a que seremos sometidos en la medida en que la situación económica se complique más. Dicho en otras palabras, la ausencia de calidad institucional llevó a la actual crisis económica y, a su vez, ante las crecientes complicaciones, todo indica que, para el Gobierno, la solución pasa por deteriorar aún más las instituciones para imponer el supuesto "iluminismo burocrático", "iluminismo" que seguirá negando la realidad.
Un par de semanas atrás, Cristina Kirchner anunció como gran éxito de la política económica que la desocupación bajó al 7,8%. Pocos días más tarde, el ministro Tomada mantuvo reuniones con empresarios para frenar los despidos, mientras otros funcionarios presionaban a empresas para que no redujeran personal. Luego se habló de subsidiar empresas para que no echaran empleados, y Moyano reclamó la doble o triple indemnización. Es decir, del anuncio del "exitoso" plan económico que había bajado la desocupación, pasamos al pánico por la suba del desempleo.
Del efecto jazz y la fortaleza con que la economía local podía enfrentar la crisis global, ahora resulta que la culpa de lo que pasa se debe al impacto internacional en la economía local. De la holgura fiscal, pasamos a la confiscación de los ahorros previsionales. Del desendeudamiento, pasamos al borde del default. Del "chau, Fondo", a que el presidente del Banco Central le reclamara al FMI créditos para enfrentar las corridas cambiarias con la condición de que no se fiscalice.
De pagarle con cash al Club de París y arreglar con los holds outs, pasamos a la búsqueda de fondos para no defaultear. No caben dudas de que el matrimonio tiene un serio problema con la realidad y son incapaces de ruborizarse frente a sus discursos tan contradictorios. El problema es que un gobierno contradictorio genera incertidumbre, y ésta produce fuga de capitales y ausencia de inversiones. Y todo esto produce pobreza.
Ahora bien, si en los años en que el Gobierno se benefició por el viento de cola que traía el mundo, igual recurrió a medidas arbitrarias en materia de política económica, es de imaginar que ahora, con viento de frente, se refuercen las medidas arbitrarias, lo cual, dicho sea de paso, produce otro temor adicional: el miedo a que se liquide lo poco que queda del sistema republicano. Puesto en otras palabras, la crisis económica, que se hubiese producido aun sin la internacional, puede conducir a un mayor grado de autocracia, en la que, para enfrentar la crisis, haya que violar más derechos de propiedad y esto lleve a que sea necesario avanzar sobre los derechos individuales y violentar más las instituciones. Ese es el mensaje que enviaba el jerarca nazi en la entrevista. El peligro, entonces, es que entremos en un círculo vicioso en el que, a mayor negación de la realidad, más arbitrariedad, y a más arbitrariedad, menos república.
Cuando había el viento de cola, el Gobierno incrementó y amplió los controles de precios con mecanismos que están reñidos con la moral y se acercan a lo delictivo. Prohibió exportaciones y les puso cupos. Intervino el Indec. Acusó a los ganaderos de lucrar con el hambre del pueblo; adoptó medidas con las que destruyó la actividad ganadera, y luego le echó la culpa a la soja de la destrucción ganadera. Cuando le frenaron la 125, lejos de sentarse a resolver los problemas del sector agropecuario, dejó las cosas como estaban, como una especie de escarmiento.
Ahora que los números fiscales no cierran, optan por confiscar los ahorros de la gente, medida que, dicho sea de paso, puede llegar a ser puro costos y cero beneficio porque no queda claro que los $ 82.000 millones ahorrados en las AFJP tengan ese valor de mercado y puedan ser vendidos tan fácilmente. Por el lado de la fuga de capitales, no se entiende por qué, si el BCRA tiene reservas récord (que los economistas sabemos que no lo son), ha limitado la salida de capitales mientras Moreno utiliza su primitiva tecnología para amedrentar a los que pretenden defender su patrimonio. Si el BCRA tiene tanto poder de fuego para dominar el mercado, ¿por qué no utilizarlo en vez de adoptar más medidas arbitrarias y extorsivas para frenar la fuga?
¿Se meterán con las cajas de seguridad? La sola existencia de este temor muestra el grado de desconfianza en el Gobierno en materia de respeto por los derechos de propiedad. Como reza el dicho: hazte fama y échate a dormir. La gente espera del Gobierno cualquier medida. Resultado: el ciudadano sólo atina a resguardar sus ahorros y se paraliza a la espera de que se despeje el horizonte.
Como el problema económico es un emergente del problema institucional, se le reclama a la oposición que se una para que la Argentina no termine en el control total que describía Goering. Mi reclamo a la oposición es que no la una sólo el espanto, sino un proyecto de país.
Mi amigo Ricardo López Murphy me dijo que, si bien está de acuerdo conmigo, cree que lo prioritario es salvar la democracia republicana, dado que, sin ella, no hay proyecto de país posible ni economía que pueda funcionar. Tal vez por ser yo algo más joven que él, es que le pido más a la oposición. En cambio, López Murphy, que debo reconocer que tiene más horas de vuelo que yo (disculpas, Ricardo, por tratarte de más viejo), siendo economista de profesión está más preocupado por el futuro de la salud de la República y la democracia que por la economía. Posiblemente, López Murphy tenga razón. Lo cierto es que el Gobierno nos llevó a la encrucijada de tener que postergar, probablemente, la prosperidad económica para primero apagar el incendio que han hecho de los valores republicanos. Debo reconocer que sin un gobierno limitado y respeto por la seguridad jurídica, es decir, sin instituciones, no hay posibilidad alguna de pensar en el crecimiento económico. Este es el drama en que nos ha metido el kirchnerismo. Un drama que incluye a la economía pero la también la excede.

Para LA NACION
Domingo 23 de noviembre de 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

dejo un link de otra nota de Cachanosky que tiene que ver con esto y que esta buena--

http://www.economiaparatodos.com.ar/ver_nota.php?nota=2336