Ayer Cristina Fernández sostuvo que no se muere por volver a ser presidenta y que ya ha dado todo lo que tenía que dar. No sabemos si esta frase es para frenar a Moyano, porque está agotada de los desbordes económicos que tiene que afrontar (ejemplo inflación y déficit fiscal) o bien porque presiente que dominar la situación económica en el futuro será muy complicado.
En 2003, el kirchnerismo se encontró con varias ventajas. En primer lugar recibió un sostenido aumento de los commodities que se había iniciado en el segundo semestre de 2002, particularmente la soja, que le generó una fenomenal caja al Gobierno en todos estos años. Para tener una idea de la caja que el complejo sojero le aportó al Gobierno recordemos que en 2001 todo el complejo sojero exportó U$S 4600 millones, con cero retenciones, mientras que en 2010 los derechos de exportación recaudados por el complejo sumaron U$S 6000 millones aproximadamente. Es decir, en 2010 el Gobierno recaudó por derechos de exportación del complejo sojero el equivalente a todas las exportaciones de ese complejo de 2001 más un 30%.
En mayo de 2003, para comprar un dólar en Brasil había que entregar 3 reales y ahora 1,60 reales por dólar, un dato no menor porque esto permitió incrementar las exportaciones a nuestro socio del Mercosur, particularmente automotores. Y aún así tenemos déficit de balance comercial bilateral y serios conflictos comerciales con nuestro vecino.
Junto con este contexto internacional favorable, la economía interna le ofrecía un dólar alto, fruto de la devaluación de enero de 2002. Al mismo tiempo, la industria utilizaba sólo el 64% de su capacidad instalada. Este dato no es menor porque para aumentar la producción no hacía falta realizar inversiones. Sólo con un poco de capital de trabajo el sector podía comenzar a operar sustituyendo importaciones gracias al dólar alto de ese momento.
En definitiva, el famoso modelo económico kirchnerista apuntó a la reactivación en vez del crecimiento (inversiones), usufrutuó la devaluación de 2002 y se encontró con un contexto internacional muy favorable. Su apuesta fue, entonces, poner el consumo por encima de la inversión. Para eso utilizó todos los mecanismos a su mano. Por un lado se apropió de crecientes flujos de ingresos (impuesto a las ganancias sin ajustar balances dentro de un contexto crecientemente inflacionario) e incremento de las retenciones para financiar un creciente gasto público. Por otro lado confiscó stock de capital (AFJP) y reservas del BCRA y, finalmente, consumió stock de capital para financiar el mayor consumo (política ganadera, energética y rutas, por ejemplo).
Pasados ocho años de esta política, la famosa caja desapareció porqué hoy el sector público tiene déficit fiscal cuando se quita la contabilidad creativa de ingresos corrientes que no los son. Por otro lado, el tipo de cambio real cayó dramáticamente al punto que hoy un sojero tiene un tipo de cambio efectivo en términos reales menor al de la convertibilidad y sólo sigue produciendo gracias al precio internacional, precio sobre el cual hay dudas que pueda sostenerse en el largo plazo. La sustitución de importaciones se agotó por la caída del tipo de cambio real fruto del proceso inflacionario que desató el BCRA en todos estos años y con mayor intensidad en 2010. Por eso Moreno frenó las importaciones. Porque al caer el saldo de balance comercial por el aumento de las importaciones, se achicaba el saldo de comercio exterior corriendo el riesgo de quedarse sin dólares para financiar la fuga de capitales, que desde 2007 hasta diciembre del año pasado superó los U$S 57.000 millones. Si el tipo de cambio no saltó fue porque el saldo comercial financió esa fuga.
Hoy el sector público tiene déficit fiscal La estrategia no consistió en apostar a crear un contexto institucional de reglas de juego claras que estimularan la inversión, para crear más puestos de trabajo, bajar la desocupación y mejorar el salario real. Una muestra evidente del fracaso del modelo económico es la Asignación Universal por Hijo y demás planes llamados sociales. Si hubiese habido inversión y crecimiento, esos planes no hubiesen sido necesarios porque la gente habría tenido la oportunidad de conseguir un trabajo bien remunerado y no caer en la indignidad de tener que vivir de las dádivas del Estado. Puesto en otros términos, los crecientes fondos destinados a subsidios han hecho que la gente tome esos subsidios como una forma de vida, cuando sólo deberían aplicarse en casos muy especiales. Dignidad es que la gente pueda sostener a su familia con el fruto de su trabajo, y no depender del puntero político para alimentar a su familia.
Una muestra evidente del fracaso del modelo económico es la Asignación Universal por Hijo Este tema no es menor, porque los problemas que habrá que enfrentar en el futuro implican hacer correcciones con un mínimo colchón social dadas la pobreza e indigencia imperante.
Con sólo ver el nuevo récord de expansión monetaria de abril que llegó al 40% interanual y el fenomenal stock de deuda de corto plazo del Central ($ 100.000 millones), uno puede advertir el descontrol monetario y fiscal que hoy tenemos. A esto hay que sumarle otro desborde que consiste en los subsidios para mantener artificialmente baja las tarifas de energía, gas y transporte público, además de las empresas estatales. Entre 2006 y el primer trimestre de este año se destinaron más de U$S 36.5000 millones para sostener artificialmente bajas las tarifas mencionadas y las pérdidas de las empresas estatales. Entre 2006 y 2010 los subsidios se multiplicaron por 5.
La pregunta es: ¿Le conviene a la Presidenta heredarse a sí misma? Porque de ir por la reelección, y en el supuesto que gane, no tendrá la posibilidad de echarle la culpa a su antecesor de la situación heredada, al tiempo que no parece quedar demasiado margen para seguir incentivando el consumo sin inversiones que aumenten la oferta.
El dilema de la Presidenta es saber si tendrá algún mecanismo para seguir financiando consumo sin producir más. Pero al mismo tiempo, si quisiera cambiar de estrategia e incentivar la inversión, pocos le tendrían confianza luego del tsunami de arbitrariedades económicas que se han cometido en todos estos años. Recrear la confianza no es tan sencillo luego de tantos dislates.
El dilema de la Presidenta es saber si tendrá algún mecanismo para seguir financiando consumo sin producir más Por otro lado, ¿cuál es el equipo económico que tiene para inspirar confianza? ¿Moreno con sus medidas? ¿Marcó del Pont creyendo que el crédito se imprime en billetes?
Si ahora la Presidenta se queja de las presiones de Moyano, después de haberlo tenido de aliado y mirar para el costado cuando bloqueaba diarios y empresas, la conflictividad social será fenomenal el día que haya que corregir la distorsión de precios relativos y el desborde de gasto público. Y ni que hablar si la santa soja deja de estar en los U$S 500 por tonelada. Hacer correcciones en la economía sin la ayuda de la santa soja sería una tarea que no se la envidio a nadie.
Para sostener este mismo modelo cuatro años más habrá que seguir buscando nuevos flujos de los cuales apropiarse o bien confiscar más activos, porque la economía ya no genera flujos suficientes de ingresos para sostener este desborde de gasto y nivel consumo artificial.
No me sorprendería que en el hipotético caso que el oficialismo ganara en octubre estatice el comercio exterior de granos. El Gobierno quitaría las retenciones, le pagaría la mitad al productor y se quedaría con la diferencia de la exportación. La 125 quedaría a la altura de un poroto frente a esta estatización.
Pedir más directores en las empresas privadas de las cuales la Anses tiene acciones para que repartan utilidades es un ejemplo de la desesperada necesidad de caja que hoy ya tiene el Gobierno.
Es claro que la Argentina tiene que cambiar 180 grados el rumbo económico porque éste ya se agotó. El problema es que ese giro de 180 grados tendría que hacerlo un gobierno que genere confianza en los inversores. Y la credibilidad es algo que no se compra con la caja. Se conquista con el comportamiento. Con los actos de gobierno.
Considerando que no es justamente éste un activo del kirchnerismo, si la Presidenta intenta un segundo mandato o tercero kirchnerista, la pregunta clave que debería formularse sería: ¿tengo suficientes flujos y stocks para seguir confiscando en el futuro para sostener el consumo artificial y evitar que las minas plantadas en la economía me exploten a mí?
Reactivación de demanda versus desinflación
Hace 1 mes
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